Eugénio de Andrade
Poema de invierno
Vino de lejos, y apenas llegó
partió hacia un lugar aún más lejano:
sólo el tiempo justo para convertir
las aguas durmientes de mi torpe
corazón
en un rumor de sílabas matinales.
Como todos los que comparten
con la luz su vida
era muy inocente, del lugar
donde había nacido
conservaba el ardor de las cosas del mar.
No conozco alegría tan pura
como la que habitaba en las húmedas
piedras de sus ojos,
y baila todavía en llamas
en cualquier rincón de la casa.
Al final de la tarde, el canto
del pequeño pájaro y el viento decían
lo mismo: no dejes que el incendio
del desierto te invada el corazón.
Sin que tú ni siquiera lo sospeches.
(De Los surcos de la sed / Os sulcos da sede, Ed. Calambur, Madrid, 2001)
(Traducción de José Ángel Cilleruelo)
Poema de inverno. Veio de longe, e mal chegou/ partiu para mais longe ainda:/ só
o tempo justo para fazer/ das águas dormentes do meu trôpego/ coração/ um rumor
de sílabas matinais.// Como toda a gente que partilha/ com a luz a sua vida/ era muito
inocente, trazia do local/ onde nascera/ o ardor das coisas do mar.// Não sei de alegria mais pura/ como a que morava nas molhadas/ pedras dos seus olhos,/ e baila
ainda nas chamas/ em qualquer lugar da casa.// Ao fim da tarde, o canto/ do pequeno pássaro e o vento diziam/ a mesma coisa: não deixes o incêndio/ do deserto invadir-te o coração./ Sem que tu o suspeites, sequer.
(De Los surcos de la sed / Os sulcos da sede, Ed. Calambur, Madrid, 2001)
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Herencia
Es la herencia que tuve: la sonrisa,
lo azul de una piedra blanca.
Puedo reunir, al acaso de la memoria,
un ramo de madreselva vencido
hacia las abejas que metódicamente convierten
el otoño en el lugar preferido del verano,
un mirlo que abandonó el jardín público
para anidar en un poema mío,
un barco llamado Caballito bajo la Lluvia
que espera reparación en el muelle de Foz.
Debe de haber algo más,
no puedo ser tan pobre, cometemos siempre
la injusticia de no incluir, por pudor,
cosas más íntimas: un verso de Safo
traducido por Quasimodo, la mano
que un instante se posó en la rodilla
y después voló hacia muy lejos,
los latidos del corazón
obstinado en repetir que no ha envejecido.
(De Los surcos de la sed / Os sulcos da sede, Ed. Calambur, Madrid, 2001)
(Traducción de José Ángel Cilleruelo)
Herança. É a minha herança: o sorriso,/ o azul de uma pedra branca./ Posso juntarlhe, ao acaso da memória,/ um ramo de madressilva inclinado/ para as abelhas que
metodicamente fazem/ do outono o lugar preferido do verão/, um melro que deixou
o jardim público/ para fazer ninho num poema meu,/ um barco chamado Cavalinho
na Chuva/ à espera de reparação no molhe da Foz./ Deve haver mais alguma coisa,/
não serei tão pobre, cometemos sempre/ a injustiça de não referir, por pudor,/ coisas
mais íntimas: um verso de Safo/ traduzido por Quasimodo, a mão/ que por instantes
nos pousou no joelho/ e logo voou para muito longe,/ as cadências do coração/ teimoso em repetir que não envelheceu.
(De Los surcos de la sed / Os sulcos da sede, Ed. Calambur, Madrid, 2001)
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João Miguel Fernandes Jorge
Los fumadores
La bolsa de cuero está llena de buen tabaco holandés.
Me acercaron hacia la chimenea donde ardía lumbre
de tejo. En una gran sartén de cobre freían pescado
y una especie de pan. En un rincón más oscuro
un candil,
pero algo iluminaba: el hombre orinaba cara a la pared
y enseguida otro le siguió. La taberna olía a
humedad marina y a tabaco; mi dedo pulgar
apretó lo que me ofrecieron y lo encendí con una brasa
levantada del fuego.
La oscuridad de la sala y el humo de las pipas cedía a todos
aquellos hombres pesados cuerpos amasados de viento y arena
de las dunas: se confundían con un punto de luz que
refleja en el vidrio de una tinaja de gres, en una botella
que se vació con un sonido de diáfano claroscuro
flamenco. Fuman. Como
quien confía las preocupaciones a un amigo
para luego sentirse como quien tuvo sueños en su noche.
/David Téniers, 2ª mitad del siglo XVII/
(De Museu Das Janelas Verdes, Ed. Relógio d’água, Lisboa, 2002.)
(Traducción inédita de José Ángel Cilleruelo )
Os fumadores. A bolsa de cabedal está cheia de bom tabaco holandês./ Levaramme para a lareira onde ardia um lume/ de teixo. Em grande sertã de cobre frigiam os
peixes/ e uma espécie de pão. A um canto mais escuro/ uma candeia,/ mas dava para
ver: o homem mijava de encontro à parede/ e logo um outro se lhe seguiu. A taberna cheirava à/ humidade marítima e a tabaco; o meu dedo polegar/ calcou o que me
ofereceram e acendi-o com uma acha/ erguida do lume/. O escuro da sala e o fumo
dos cachimbos cedia a todos/ esses homens pesados corpos amassados de vento e
areia/ das dunas: confundiam-se com um ponto de luz que/ reflecte no vidrado de um
pote de grés, numa garrafa/ que se esvaziou com um som de límpido claro-escuro/ flamengo. Fumam. Como/ quem confia as preocupações a um amigo/ para depois se
sentir como quem viu sonhos na sua noite.
(De Museu Das Janelas Verdes, Ed. Relógio d’água, Lisboa, 2002.)
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Salomé
Spengler y Wittgenstein encontrarían en aquella
cabeza de Juan un parecido de familia.
En verdad habría semejanzas. Salomé
las sostiene en el plato de metal con su gesto
que todos creen de lujuria. Un acto
de voluptuosidad no va más allá del desprecio por la
occidental civilización naciente.
Nadie cerró los ojos de Juan –
por los ojos empieza la muerte y de la muerte
tiene Salomé, la hija de Herodías, profunda
comprensiva veneración por su extenso
pasado, de civilización
también. Y a partir de aquel su gesto, juntos,
el crimen y el poder se comportan como
parientes de sangre
juegan y cambian de lugar, a la vez. El crimen
es católico o ilustrado;
el poder ilustrado o católico. Se filtran
Los ojos de Juan se transparentan en la mirada de
Salomé
sub specie aeterni es su visión el amor se contempla desde lo más alto
desde le vuelo del avealtísimo
será destino mensajero signo de una época postrera.
/ Lucas Cranach, el Viejo, primer tercio, siglo XVI /
(De Museu Das Janelas Verdes, Ed. Relógio d’água, Lisboa, 2002.)
(Traducción inédita de José Ángel Cilleruelo )
Salomé. Spengler e Wittgenstein chamariam àquela/ cabeça de João um parecido de
família./ Haveria de certo semelhanças. Salomé/ sustenta-as no prato de metal no seu
gesto/ que todos entendem de luxúria. Um acto/ de volúpia não vai além do desprezo pela/ ocidental civilização nascente./ Ninguém fechou os olhos de João -/pelos
olhos começa a morte e da morte/ tem Salomé, a filha de Herodíade, profunda/ compreensiva veneração pelo seu extenso/ passado, civilizacional/ também. E a partir
desse seu gesto, a par,/ o crime e o poder comportam-se como/ parentes de sangue/
jogam e trocam de lugar, à vez. O crime/ é católico ou ilustrado;/ o poder ilustrado ou
católico. Filtram-se./ Os olhos de João transparecem no olhar de/ Salomé/ sub specie aeterni é a sua visão -/ o amor contempla-se desde o mais alto/ desde o voo da
ave -/ altíssimo/ será destino mensageiro signo de uma/ derradeira época.
(De Museu Das Janelas Verdes, Ed. Relógio d’água, Lisboa, 2002.)
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Eugénio de Andrade