Éditorial
Angelina Harari
PAPERS 5
Comité de Acción
de la Escuela Una- Scilicet
François Ansermet
Susana Amado
Domenico Cosenza
Angelina Harari (coordinadora)
Juan Fernando Pérez
Antoni Vicens
Rose-Paule Vinciguerra
Responsable de la edición:
Marta Davidovich
Vários acontecimentos vem marcando o início
do semestre, que é segundo no Hemisfério Sul
e primeiro no Norte. Esses episódios haviam
surgido antes de Papers 4, mas ganharam força
após. Certamente o aniversário dos 30 anos da
morte de Jacques Lacan, em setembro/11, e as
diferentes leituras a respeito desse
acontecimento, alguma ou outra
absolutamente oportunista, tem lugar capital
nesse processo desencadeado por JacquesAlain Miller, ele mesmo surpreendido em meio
às férias. Disto resultou seu primoroso livro
intituladoVida de Lacan, que terá seqüência.
Remeto-os, para seguir conectados na época da
ordem simbólica no séc. XXI, que não é mais o
que era, ao Boletim Lacan quotidien,
www.lacanquotidien.fr , presidido por Eve
Miller-Rose e tendo Anne Poumellec como
editora e Kristell Jeannot na redação.
Papers 5, ora publica, dois trabalhos,
comentados por Jésus Santiago e apresentados
na primeira atividade preparatória da EBP rumo
ao Congresso em Buenos Aires/2012;
Comentário de Jésus Santiago:
Os autores, Leonardo Gorostiza e Angelina
Harari, abordaram o tema dos limites do
simbólico, hoje. Para Jésus há que se considerar
nesse tema o fato do último ensino de Lacan
tomar o sintoma como um conceito único, um
conceito fundamental por meio do qual todos
os outros sofreriam uma espécie de
sobredeterminacāo.
Leonardo Gorostiza discorreu sobre os confins
da caridade freudiana, confins (confines)
expressam não somente os limites ou
limitações, mas também o ponto extremo com
que chegamos através do simbólico na pratica
analítica. Foi o modo que encontrou para
interrogar os limites do projeto freudiano como
ato de caridade
com a espécie. Vale lembrar o contexto do
termo confins, por se tratar da forma como é
conhecido o aeroporto de Belo Horizonte, por
onde Leonardo aterrissou para chegar à cidade
de Tiradentes.
Por outro lado, Angelina Harari, recupera em
seu texto o chamado dois regimes de
funcionamento do passe (proposta de JacquesAlain Miller) para afirmar sua idéia de que o
regime do passe-saber aponta mais claramente
o que vem a ser o limite do simbólico. Essa
evocação permite-lhe mostrar como em seu
passe incidiu o limite do simbólico e como foi
contornada a questão com o analista que soube
conduzi-la até o final da experiência.
O lado depoimento do texto de Leonardo
Gorostiza sairá no próximo Papers, para
podermos seguir a linha editorial de que os
textos sejam curtos.
Boa leitura!
Angelina Harari
Editorial
Angelina Harari
Varios acontecimientos vienen marcando el
inicio del semestre, que es segundo en el
Hemisferio Sur y primero en el Norte. Estos
episodios han surgido antes de Papers 4, pero
cobraron fuerza después. Indudablemente el
aniversario de los 30 años de la muerte de
Jacques Lacan en setiembre de 2011, y las
diferentes lecturas al respecto de este
acontecimiento, una u otra absolutamente
oportunista, tienen un lugar central en este
proceso desencadenado por Jacques -Alain
Miller, él mismo sorprendido en medio de las
vacaciones. Resultó de eso un libro atractivo
libro titulado Vida de Lacan, que tendrá
continuidad.
Los remito- para seguir conectados en la
época del orden simbólico en el Siglo XXl, que
en la primera actividad preparatoria de la EBP
rumbo al Congreso en Buenos Aires/2012.
Comentario de Jésus Santiago:
Los autores, Leonardo Gorostiza y Angelina
Harari, abordaron el tema de los límites de lo
simbólico, hoy.
Para Jésus hay que considerar en este tema el
hecho de tomar el síntoma como un concepto
único en la última enseñanza de Lacan, un
concepto fundamental por medio del cual
todos los otros sufrirían una especie de
sobredeterminación. Leonardo Gorostiza
trabajó sobre los confines de la caridad
freudiana, confines que expresan no solo
límites o limitaciones, sino también el punto
extremo con el que llegamos a través de los
simbólico en la práctica analítica. Fue el modo
que encontró para interrogar los límites del
proyecto freudiano como acto de caridad con
la especie. Cabe recordar el contexto del
término confins (confines) ,por tratarse de la
forma en que es conocido el aeropuerto de
Belo Horizonte, donde Leonardo aterrizó para
llegar a la ciudad de Tiradentes.
Por otro lado, Angelina Harari, recupera en su
texto lo que ha denominado dos regímenes
de funcionamiento del pase (propuesta de
Jacques-Alain Miller) para afirmar su idea de
que el régimen del pase-saber apunta más
claramente al límite de lo simbólico.
Esta evocación le permite demostrar como en
su pase incidió el límite de lo simbólico y
como fue contorneada la cuestión con el
analista que supo conducirla hasta el final de
la experiencia.
La parte del testimonio del texto de Leonardo
Gorostiza saldrá en el próximo Papers, para
que podamos seguir la línea editorial de los
textos cortos.
Buena lectura!
Angelina Harari
no es más lo que era-al boletín Lacan
quotidien, www.lacanquotidien.fr, presidido
por Eve Miller-Rose ,la edición de Anne
Poumellec y Kristell Jeannot a cargo de la
redacción.
Papers 5 publica ahora, dos trabajos,
comentados por Jésus Santiago y presentado
Traducción: Marita Salgado
Los confines de la caridad
freudiana *
La resonancia de un nombre
Leonardo Gorostiza
La semana pasada, aún en Buenos Aires,
minutos antes de comenzar a escribir esta
intervención, volvía a leer el itinerario de
vuelos que me traerían hasta aquí. Se me hizo
entonces presente que el avión en el que iba a
viajar habría de aterrizar - tal como ocurrió
ayer por la noche- en el aeropuerto de Belo
Horizonte, es decir, en el Aeropuerto
Internacional Tancredo Neves. Pero como se
trata de un aeropuerto que tiene varios
nombres, también se me hizo presente que al
mismo tiempo estaría aterrizando en otro
aeropuerto, en el Aeropuerto de Confins, es
decir -en español- el Aeropuerto de los
“Confines”.
Así, pensé que lo mejor sería incluir en el
título de esta breve intervención, en lugar de
la palabra “límites”, la palabra “confines”.
Dicho de otro modo, se me hizo claro –por la
resonancia que me suscitó el nombre del
aeropuerto- que durante este Congreso
habremos de trabajar no sólo en torno a los
límites de lo simbólico -en el sentido negativo
de una “limitación” de lo simbólico y de la
declinación del viejo orden simbólico-, sino
que también habremos de hacerlo en torno a
la pregunta de hasta dónde es posible operar
con lo simbólico en la práctica analítica, es
decir, hasta donde pueden llegar los poderes
de la palabra y del significante –cuáles son sus
“confines”-, en su relación con lo real. Ocurre
que en castellano –no sé si es lo mismo en la
lengua portuguesa- la palabra “confines”, no
obstante ser un sinónimo de “límites”, evoca
al mismo tiempo algo así como el punto más
alejado, el punto más extremo, al cual se
puede llegar. Mientras que el término “límite”
tiende a deslizarse semánticamente hacia la
idea de una separación neta, nítida, entre dos
territorios.
De allí entonces el título que hoy les
propongo: “Los confines de la caridad
freudiana”.
Título donde la fórmula “la caridad freudiana”
es lo que viene al lugar de “lo simbólico”. Así,
en lugar de “Los límites de los simbólico”,
“Los confines de la caridad freudiana”.
La caridad freudiana
Creo que muchos de ustedes deben recordar
esta fórmula de Lacan acuñada en su
Seminario 20. Se encuentra en la lección del
20 de marzo de 1973, donde, en el contexto
de interrogar qué es el saber, señalaba lo
siguiente:
“¿Acaso no es caridad, en Freud, el haber
permitido a la miseria de los seres que hablan
decirse que existe –ya que hay inconscientealgo que trasciende de veras, y que no es otra
cosa sino lo que esta especie habita, a saber, el
lenguaje? Sí, -afirma enfáticamente Lacan¿acaso no es caridad anunciarle la nueva de
que en todo cuanto es su vida cotidiana
encuentra en el lenguaje un soporte de más
razón de lo que podría creerse, y que ya hay
ahí sabiduría, ese objeto inalcanzable de una
búsqueda vana?”[1]
Tomar este sesgo, que implica destacar –
como lo hace Lacan- que la invención del
inconciente freudiano, el inconsciente que
está estructurado como un lenguaje, es decir,
el inconsciente semblante, ha sido un acto de
caridad con la especie, es algo que se me
impuso cuando, escuchando una conferencia
que nuestro colega de la ELP, Oscar ventura,
brindó en la EOL la semana pasada en la
perspectiva de nuestro próximo Congreso de
la AMP sobre El orden simbólico en el siglo
XXI…, me dije:
Si Freud mismo afirmó que el psicoanálisis no
habría visto la luz de no ser por la declinación
de las religiones, ¿por qué no pensar que la
invención del inconsciente freudiano ha sido
algo así como la invención de un nuevo orden
simbólico ante la vacilación del orden
simbólico preexistente? ¿Y cómo no ver, en el
hecho de que Lacan haya reiterado en varias
oportunidades que su proyecto consistía en
abordar “el proyecto freudiano al revés”, que
para él precisamente se trataba de cuestionar
los límites del proyecto freudiano en lo que
este tuvo de acto de caridad con la especie?
Que Lacan haya hecho equivaler el discurso
del amo tradicional al discurso del
inconsciente freudiano, es prueba de ello y
nos pone sobre la perspectiva de que el
discurso analítico –abierto por Freud, pero
solo escrito como tal por Lacan- puede
constituir el operador de un nuevo
“ordenamiento” –lo digo en el sentido en que
los términos del discurso se “ordenan” de una
determinada manera y secuencia-, un nuevo
orden que no tenga una relación de
desconocimiento con lo real.
Esto presupone, que el discurso analítico, el
psicoanálisis, efectivamente puede operar, es
decir, tener efectos. Y que toda la cuestión es
cómo verificar que esos efectos tienen alcance
sobre lo real. Lo cual introduce una pregunta.
La pregunta acerca de qué manera, por qué
medios, es que el psicoanálisis opera.
Es desde esta perspectiva, retomando lo que
dije en el último Congreso de la NLS en
Londres hace exactamente un mes, que hoy
quiero interrogar con ustedes los límites de lo
simbólico en la experiencia analítica, hoy.
“Límites”, cuyo plural indica que al menos se
trata de dos límites:
1) Primero, el límite del significante ante lo
real, es decir, ante la imposible escritura de la
relación sexual.
2) Segundo, el límite del significante ante el
goce opaco del sinthome que, estrictamente
hablando, no se confunde con lo real en tanto
tal.
Así, esta perspectiva –la de cómo opera el
psicoanálisis en los confines de lo simbóliconos lleva hacia la interrogación por aquello
que es el operador central en la práctica
analítica, es decir, la pregunta por el deseo del
psicoanalista. El Seminario 11 -ustedes lo
saben- aborda esta interrogación de manera
decidida: “¿Cuál es el deseo del analista? ¿Qué
ha de ser el deseo del analista para que opere
de manera correcta?”[2], se pregunta una y
otra vez Lacan.
Ahora bien, dicho esto, ¿acaso deberíamos
concluir que no es posible dar cuenta de los
modos en que el psicoanálisis opera y que
debemos siempre reconducirlo al deseo del
analista como operador central? De ninguna
manera. Y es por eso que pensé que la mejor
manera de intentar hoy ante ustedes articular
algo sobre cómo opera el psicoanálisis hasta
los confines de lo simbólico, sería intentar
transmitirles lo que en ese sentido se me
reveló en lo que fue mi propia experiencia
analítica
Pero no será esta vez como el año pasado en
Sao Paulo, cuando presenté mi testimonio y
les dije que de esa manera intentaría
transmitirles cómo el psicoanálisis había
operado en mí, en el sentido de posibilitar el
surgimiento del deseo del psicoanalista.
En esta oportunidad, y aunque introduzca
algunos aspectos testimoniales, lo que
intentaré transmitirles será otro ángulo. Un
ángulo muy preciso de lo que fue, en mi
experiencia, la condición de posibilidad de la
operación analítica y que se me reveló a
posteriori del análisis, más precisamente,
durante el testimonio ante los pasadores. Ese
ángulo, ese sesgo, es lo que de algún modo
está resumido en el título que propuse para la
intervención que hice en el Congreso de la
NLS y que era el siguiente: “El goce y sus
meteoros”.
El goce y sus meteoros
Cuando le hice llegar a Anne Lysy, actual
Presidenta de la NLS, este título, ella me
respondió diciéndome que era un título
“evocador”. ¿”Evocador” de qué?, me
pregunté. Pensé entonces que se refería a que
evoca el título de la última lección del
Seminario 3, titulada “El falo y el meteoro”,
donde Lacan, de alguna manera, anticipa la
que sería luego su noción de semblante.
Ustedes saben que los meteoros son
fenómenos físicos de agua, viento, polvo,
eléctricos –como el trueno- o bien luminosos,
por ejemplo, como el arco iris. Y el rasgo que
los caracteriza es lo que Lacan destaca en la
última lección del Seminario 3: que detrás de
un meteoro, nada se oculta.[3] O bien, que se
oculta “nada”.
En este sentido, y aunque el título que
entonces propuse pueda evocar el de esa
lección, debemos situar una diferencia
fundamental. Que no se trata ahora de dos
elementos yuxtapuestos que corresponden a
un mismo registro, ambos en el registro del
semblante, el falo y el meteoro, sino de dos
registros diversos: el goce, que es una
referencia al cuerpo real, y los meteoros, en
plural, que son sí del orden del semblante.
De este modo, creo se vislumbra a donde
apunto. A interrogar aquello que alguna vez
Jacques-Alain Miller llamó “el problema de
Lacan”[4] y que es el núcleo mismo de la
pregunta acerca de cómo opera el
psicoanálisis.
Porque “el problema de Lacan” -que sigue
siendo nuestro problema- consiste en elucidar
cómo con la palabra, con el lenguaje, con el
sentido, es posible intervenir sobre lo real de
un cuerpo, es decir, sobre el goce. Dicho de
otro modo, de qué modo la operación
analítica es capaz por medio de los
semblantes, de los “meteoros” de la palabra,
tener un efecto real. En cierto modo, este es
el corazón de lo que habremos de trabajar en
este Congreso de la EBP.
Y para avanzar en este sentido, voy a partir de
unas indicaciones de Lacan presentes en su
Seminario 20, Aún que me parecen cruciales
para interrogar cómo es que el psicoanálisis
opera para alcanzar los confines de lo
simbólico.
El núcleo elaborable del goce
Allí, Lacan dice que en el análisis no nos las
vemos más que con el amor, y que “no es por
otra vía por donde opera”. Se trata entonces
de la transferencia en cuanto no distinguible
del amor y cuyo fundamento -Lacan lo
recuerda- él mismo despejó mediante la
fórmula del sujeto supuesto saber.[5]
Como seguramente muchos de ustedes deben
recordar, durante el Congreso de la EBP en
Florianópolis, hace dos años atrás, destaqué
algo sobre lo cual Miller ha insistido: que el
sujeto supuesto saber es, como el arco iris, del
orden del semblante, es decir, un meteoro –si
puedo decirlo así- producido por y en la
experiencia analítica. Pero además que para
que este operador sea eficaz es necesario que
otro semblante, otro meteoro, sea emplazado
en transferencia ya que constituye su resorte
fundamental. Me refiero, por supuesto, al
objeto a. Objeto a que Jacques-Alain Miller
llamó “el arco iris del goce”.[6] Este fue
precisamente el título de mi intervención en
Florianópolis.
Dejo esto ahora en suspenso para retomar lo
que Lacan indica en su Seminario 20. Un
poco más adelante él vuelve a hablar del
amor.
“El amor mismo –señala- (…) se dirige al
semblante (…), al semblante de ser.” Es decir,
se dirige a un ser que no es allí nada y que no
está sino “supuesto a ese objeto que es el
a.”[7]
Y es precisamente en este contexto donde
introduce esta fórmula que entiendo es una
guía fundamental para concebir cómo el
psicoanálisis opera al orientarse hacia los
confines de lo simbólico. Dice así: “…el goce
sólo se interpela, se evoca, se acosa o elabora,
a partir de un semblante.”[8]
Podemos preguntarnos entonces a partir de
qué semblante privilegiado es que el goce se
elabora. La respuesta viene rápida: a partir del
objeto a en tanto semblante, es decir, en tanto
semblante de ser.
Haciendo una suerte de cortocircuito, e
inspirado en las últimas sesiones del curso de
Jacques-Alain Miller, podría decir que la
condición de la operación analítica es que algo
del goce del síntoma, que es del orden de la
existencia, es decir, que existe, debe
trasladarse al objeto a como semblante, que es
del orden del ser. Dicho de otro modo, que
algo del goce opaco del síntoma, goce opaco
al sentido, debe emplazarse en transferencia
vía el objeto a, volviéndose así, goce
transparente al sentido. Es así como entiendo
lo que pocos años más tarde, en 1974, Lacan
diría en su texto titulado “La tercera”: “…
solamente por medio del psicoanálisis este
objeto (el objeto a) constituye el núcleo
elaborable del goce…”[9] Para luego agregar
que “…todo goce está conectado con este
lugar del plus de gozar…”[10], que es
precisamente el lugar del objeto a.
Tenemos entonces, dos meteoros, dos
semblantes operatorios de la experiencia
analítica que deben articularse pero que no se
confunden: el objeto a y el sujeto supuesto
saber. Dos operadores que podemos llamar
los meteoros del goce, en el doble sentido del
genitivo. En el sentido de que es con esos
meteoros que el goce puede interpelarse,
elaborarse, pero también en el sentido de que
ambos surgen del goce mismo del parlêtre. Es
lo que Lacan demostró –tal como lo subrayé
en Florianópolis- en su escrito Televisión: de
qué manera del parpadeo de Beatrice –la
Beatrice del Dante- y del resto que de ello
resulta, surge el Otro del amor, es decir, cómo
de la repetición pulsional donde el sujeto es
siempre feliz, cómo es posible que de ese
goce, emerja el Otro del amor[11], que emerja,
podríamos decir, el arco iris del inconsciente
transferencial.
Dos semblantes operatorios entonces, pero
donde es imprescindible que uno de ellos esté
en funciones, el objeto a, para que el otro, el
sujeto supuesto saber, sea efectivo. En cierto
modo, esta antecedencia lógica en la
transferencia es algo que Lacan ya señalaba en
el Seminario 11 cuando, al tiempo que
introducía con trompetas la noción de sujeto
supuesto saber, no dejaba de indicar que la
transferencia se inicia, despunta, en el tiempo
lógico de la separación como puesta en acto
de la realidad sexual del inconsciente. Es
decir, precisamente en el momento en que el
sujeto se conecta con el deseo del Otro,
cediendo el objeto a. Solo habiéndose
operado este paso es que la transferencia en
su vertiente “alienación”, es decir, como
sujeto supuesto saber, podrá emplazarse
como conviene. Y para que esto ocurra,
puede ser necesaria la intervención del
analista. Necesaria aunque contingente.
Voy a pasar entonces ahora a relatar cómo
eso aconteció en mi propia experiencia
analítica, teniendo en cuenta que la operación
analítica permite al sujeto desprenderse de las
identificaciones a las cuales estaba sujetado,
reconocer el goce que les es propio e
identificarse con el síntoma que es la marca
de su incurable.
* Intervención en el IXº Congreso de la Escuela
Brasilera de Psicoanálisis (EBP), en Londres, el
29 de abril de 2011.
[1] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún,
Paidós, Barcelona, 1981, pág. 116.
[2] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 11, Los
cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis, Paidós, Argentina, 1987, pág 17.
[3] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 3, Las
psicosis, Paidós, Argentina, 1984, pág. 452.
[4] Miller, Jacques-Alain, Donc, La lógica de la
cura, Paidós, Argentina, 2011, pág. 307.
[5] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún,
Paidós, Barcelona, 1981, pág. 83.
[6] Miller, Jacques-Alain, “El analista y los
semblantes”, Conferencia pronunciada en Bs.
As. El 23 de diciembre de 1991, publicada en De
mujeres y semblantes, Cuadernos del Pasador
1, Argentina, 1993.
[7] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún,
Paidós, Barcelona, 1981, pág. 112.
[8] Ibídem.
[9] Lacan, Jacques, “La tercera”, en Actas de la
Escuela Freudiana de París, VII Congreso Roma
1974, Ediciones Petrel, Barcelona, 1980, pág.
172. Itálicas mías.
[10] Ibídem, pág. 103.
[11] Lacan, Jacques, Psicoanálisis, Radiofonía &
Televisión, Anagrama, Barcelona, 1996, pág.
108.
A incidência dos limites do
simbólico
Angelina Harari
Introduzo o tema do Congresso da EBP “Os
limites do simbólico na experiência analítica,
hoje” propondo que o passe regime de saber
(JA Miller Est-ce passe?in: Révue de la Cause
freudienne nº 75) diferentemente do passe
regime de verdade, é uma experiência que
esbarra nos limites do simbólico, ou seja é
revelador da incidência dos limites do
simbólico para um final de análise.
Para tanto gostaria de comentar alguns
exemplos de passantes presentes em um texto
de Jacques- Alain Miller “Retratos de família”,
tomarei 2 deles que encontrei igualmente
comentados no texto de Éric Laurent ( “A
ordem simbólica...” in: Papers 1) em que
introduz o tema do Congresso da AMP/2012.
Pareceram-me exemplos exemplares para
tratar do nosso tema, cujo título interpreta o
modo como a EBP pretende enfocar a
preparação deste Congresso, esta é a primeira
atividade da EBP rumo ao Congresso que
acontecerá em Buenos Aires, no ano que vem.
Trata-se de passantes que isolam a fantasia
fundamental e, apesar disso, repetem no
dispositivo o lugar que ocupam em suas
fantasias, mostrando-se assim submetidos às
mesmas. Laurent nos diz que há uma relação
tanto com o gozo quanto com a repetição,
isolar a fantasia, para ser um pouco menos
joguete, não basta. São análises longas e
condensam o obstáculo com o qual se depara
o testemunho. E Laurent acrescenta que é
necessário que o analista descomplete o
sintoma do Outro. Há um duplo movimento,
por um lado autoriza a que se afrouxe a
identificação com os significantes mestres S1
e, por outro, permite o cerco do furo (aqui
perde-se a homofonia em francês entre
desserer l`identification, afrouxar a
identificção e serrer le trou, o cerco do
furo)...) A passagem do significante mestre ao
furo na linguagem não se faz sem restos
(Laurent in: Papers1). Por isto, para Laurent
Lacan em suas conferências norteamericanas
diz: ”a auto-análise de Freud era uma writing-
cure e creio que é por isso mesmo que
fracassou. Escrever é distinto de falar. Ler é
distinto de escutar (Lacan in: Scilicet n. 7,
p55)
Miller retoma esses exemplos na série de
Conferências em France Culture, uma
emissora de rádio. O primeiro exemplo
apresenta um que era filho da mamãe e que se
torna mulherengo, tendo sido criado pelos
gritos da mãe endereçados ao pai; favorável à
mãe queria mostrar que os maridos são
insuficientes para satisfazer as esposas.
Bastava que uma falasse mal do marido para
que ele se mobilizasse, indicando como
isolamento da fantasia fazer-se amante de
mulher casada, mas no dispositivo do passe
seguia querendo seduzir a Escola. O segundo
exemplo é da filha do papai que rejeitava a
mãe, na vida só valorizava os homens,
embora fosse mulher, ela o sabia. Na análise
isola a recusa do feminino, reduzindo-o
paulatinamente, pede o passe pensando estar
de outra forma. Mas no dispositivo havia
amado o passador homem e detestado a
passadora mulher.
O passe no regime de saber indica mais
claramente o limite do simbólico, pois só o
regime da verdade mentirosa permite alcançar
o irredutível do sinthoma, tendo ultrapassado
os restos da identificações fantasmáticas e da
identificação com o analista. No meu caso
indicarei 2 pontos do meu percurso analítico
onde se verificou o limite do simbólico e um
terceiro onde foi possível alcançar o
irredutível do sinthome.
1- A padronização do enquadre analítico e
seus efeitos transgressivos
2- A falsa oposição do um e do múltiplo
3- O efeito de unicidade
Há uma relação intrínseca entre a
normatização do setting analítico das análises
ipeístas e os efeitos transgressivos que ela
produz fora. Chamei isto de acting-out do
dispositivo em meu depoimento nas jornadas
da EOL, pois os efeitos nefastos se
verificaram amplamente. Éric Laurent
(Colección Orientación Lacaniana, XIX
Jornadas Anuales de la EOL, Buenos Aires,
EOL-Grama, 2011, p.59-70) evocou os
equívocos de Lowenstein com Lacan, na
direção da análise muito conservadorismo e
fora sendo amante da princesa Bonaparte
analisava seu filho comentando com a mãe
que, por sua vez, interferia na escolh
amorosa do filho. Em meu caso o analista
vangloriava-se de ter tido em análise o neto de
Klein com quem supervisionava o caso. A
normatização assim engessa o dispositivo, a
direção e o fim da análise com a famosa
“liquidação da transferência”. A padronização
levada até suas últimas conseqüências indica
como o simbólico abre a via ao imaginário, ao
invés, como o próprio Lacan pensou, em seu
primeiro ensino, de ser uma solução. O
apaziguamento produzido pela ordem
simbólica não dá conta de vez da exuberância
imaginária, fato que necessita um ir além do
simbólico, para assim incluir o imaginário em
sua justa medida.
Em relação à falsa oposição do um e do
múltiplo, na segunda análise, embora liberada
da padronização do enquadre ipeísta, o
enfoque foi o de conduzir à normatização da
escolha amorosa, em vez do múltiplo com
que me apresentava, fazer-me suportar os
efeitos da unicidade. Quando se trataria não
tanto de fazer incidir a unicidade do lado da
parceria amorosa, mas sim do lado do sujeito
mesmo. Éric neste ponto evoca a oposição do
politeísmo e monoteísmo, o múltiplo para
Lacan não está no politeísmo, mas sim entre o
um e o zero. Portanto sob a multiplicidade
dos parceiros há uma repetição do mesmo
tipo de relação, substituiu-se um parceiro e o
próximo se fixa exatamente da mesma
maneira. O limite do simbólico aqui se
manifesta no forçamento da unicidade do
lado da parceria, na relação do sujeito com o
Outro, mas forçando a regularização do lado
do Outro.
Provocar a unicidade do lado do sujeito,
diferentemente da idéia de fortalecer o eu,
verifica-se na terceira análise: qual a unicidade
analítica possível do lado feminino que não se
confunde com um libelo feminista e que está
em germe no que Miller nomeou como
fundamento neurótico do desejo do analista?
Minha solução singular: a alteridade é o viés
que me permite sair de minha reserva, reserva
condicionada por um gozo clandestino. No
fundamento neurótico estão desdobrados os
motivos deste condicionamento, deste modo
de satisfação, que já apresentei nos
depoimentos que fiz partindo de meu
percurso analítico, mas que não farei hoje,
pois o que me interessa é estabelecer os
obstáculos ultrapassados do simbólico
quando se buscou a alteridade, necessária para
uma saída do gozo clandestino, do homem
como conector e não como Outro, uma vez
que não se podia buscar, como das outras
vezes, a unicidade do lado do partenaire, que
só fazia consistir o significante d`A mulher
(La Femme). O homem serve de conector
(relais), nos diz Lacan:”(...) para que uma
mulher se torne esse Outro para ela mesma,
tal como ela o é para ele.”. A referida função
de conector foi entendida com freqüência,
nos diz Laurent, como uma forma da mulher
se positivar através do discurso do homem.
Na medida em que não existe, a mulher pede
ao homem que lhe fale dela, mas se trata de
uma falsa homologação. Enquanto que para
Lacan, o homem fala dela para que ela se
torne Outro para ela mesma, não se
positivando, não se tornando Uma para ela
mesma, ao contrário mantendo o enigma,
para ela mesma, como o é para o homem que
lhe fala, pois seguir falando-lhe não decifra o
enigma. Para Laurent o efeito de unicidade no
meu caso é ser Outro para ela mesma nas
distintas parcerias. Não há garantia tampouco
no amor ao pai, no meu caso a mulher forte,
tal qual o modelo que para a avó paterna
definia como uma mulher deve se inscrever
nesta família. A Una nas distintas parcerias
aponta a perda que foi o avançar sem garantia
de ser mulher conforme está inscrito que teria
que ser nesta família.
E MHBrousse explica assim o tratamento
analítico do sintoma, o sinthoma como o
resto, como o que fica do objeto sem o
comércio fálico e sem a referência ao pai
como sustentação. Um funcionamento do
inconsciente sem o S1 paterno, sem a
identificação paterna. (MH Brousse, Opção
59, p102)
Quando Miller retoma a frase de Lacan: a
estrutura do homem é tórica, (Lacan, L‟Insu
que sait, 14/12/76 in: Opção Lacaniana 28,
p.9) é para marcar a generalização do toro
como via de acesso privilegiado ao real
(Miller, 30/05/2007). Não por acaso Lacan
neste Seminário 24 fala de si como histérico
perfeito, comenta Não por acaso Lacan neste
Seminário 24 fala de si como histérico
perfeito, comentando seu caso, apresentação
de si-mesmo. (“L‟Insu que sait, 14/12/76 in:
Opçao Lacaniana, n. 28, p.9)
A fantasia como um nome dos
limites do simbólico
Jésus Santiago
Leonardo Gorostiza: Considero bastante
pertinente e estimulante, para a preparação do
VIII Congresso da AMP, “A ordem simbólica
no século XXI – não é mais do que era. Que
conseqüências para a cura ?” – a discussão,
proposta por Leonardo Gorostiza, sobre o
chamdo ato de caridade de Freud. Antecipo
que o ato de caridade de Freud consiste na
imputação, até inédita na tradição do
pensamento – de inconsciente ao saber que o
sujeito carrega sobre sua própria existência.
Com efeito, a invenção da experiência da
análise anuncia “um saber que não se sabe,
um saber que se baseia no significante”[1]. No
contexto desta proposição, compreende-se a
importância do binômio que o Gorostiza nos
sugere entre limite e confins dos usos da
ordem simbólico. Segundo esses termos, não
se deve confundir aquilo que no simbólico
delimita e separa e o que, nele, se apresenta
como o seu ponto mais afastado, seu ponto
mais extremo.
A interrogação proposta sobre os limites ou
os confins do simbólico recebe, portanto, o
seu ponto de aplicação no modo em que
Lacan toma a invenção freudiana do
inconsciente como um fator de caridade. Mais
precisamente, o emprego que se faz dessa
virtude cristã surge para precisar o que é , para
a psicanálise, o cerne da ordem simbólica, ou
seja, o saber inconsciente. Trata-se, assim, de
uma precisão que surge nos termos da
questão : “quem é que sabe?” Se é o
inconsciente que se encontra referido na
questão, parece mesmo inusitado tomar a sua
invenção como um fator de caridade! Porém,
o gesto de caridade de Freud é tornar possível
a experiência da análise na medida em que o
sujeito se dá conta de que o Outro, como
lugar do significante, sabe ... Sem isto não há,
em parte alguma, uma dimensão de verdade,
ou, segundo seus termos uma “diz-mansão, a
residência do dito, desse dito cujo saber põe o
Outro como lugar”[2].
Por consequência, o saber para a psicanálise
supõe que não apenas ele existe, isto é, que já
há saber mas, que esse saber tem a sua
moradia no Outro. Para que haja a
experiência da análise exige-se um ato, ou
seja, que o saber é “a prender, a ser
tomado”[3] desse Outro. Essa aquisição do
saber no Outro que se intitui, por meio
experiência, tem um preço tal como afirma
Lacan, no Seminário Mais ainda: “o saber vale
justo quanto ele custa, ele é custoso, ou
gustoso, pelo que é preciso para tê-lo,
empenhar a própria pele (...)”[4]. É, nesse
sentido, o que a tarefa do analisante na
conquista desse saber é tanto adquiri-lo como
poder gozar dele. O exemplo que nos propõe
Lacan, ainda no início dos anos 70, para
tornar evidente o laço entre saber e verdade é
a complexidade que envolve esse objetotécnico que se designa como computador.
Propõe, então, o seguinte questionamento:
“que um computador seja dotado do atributo
do „pensamento‟, ninguém duvida, porém,
que, nele, haja „saber‟ é uma outra coisa”[5].
Se, nesse outro aparelho, chamado
inconsciente, o saber está para além do
pensar– é porque, nele, a fundação de um
saber se presentifica no fato de que o gozo do
seu exercício se confunde com o da sua
aquisição.
Logo, a introdução desse objeto-técnico,
característico da contemporaneidade – o
computador – é algo que lança alguma luz,
ainda que de um modo enviesado, sobre o
destino e os confins da caridade freudiana. A
relação do homem contemporâneo com o
saber não é um fator decisivo para se captar a
natureza e a dinâmica do que é próprio da
ordem simbólico no século XXI? Pode-se
dizer que o simbólico, sob a interferência
maciça dos efeitos do objeto a, torna-se
menos saber e, muito mais, forma coagulada e
reificada de pensamento? Que o saber esteja
voltado para o gozo, não seria uma forma de
caracterizar, não os limites, mas esse ponto
mais extremado, esse ponto mais avançado
dos usos do simbólico no século XXI – e
que, de alguma maneira, insuficiente ou não,
o psicanalista terá que se a ver com ele ?
Jacques-Alain Miller no final do Curso de
Orientação Lacaniana, intitulado Coisa de
fineza em psicanálise, explicita que essa
mutação da ordem simbólica se traduz no
fato de que o simbólico conforma-se, nos dia
de hoje, como uma realidade rotineira[6]. O
simbólico transforma-se em rotina! Em outras
palavras, se a linguagem se mostrava pela sua
função poética e, portanto, carregada de
valores dinâmicos e significados reveladores;
agora, prevalece, nela, o seu fator inercial. A
boa rotina do simbólico quer dizer, no final
das contas, que o significado que se estampa
em suas manifestações guarda sempre o
mesmo sentido. Propõe Miller: “esse sentido
é dado pelo sentimento, que cada um tem, de
fazer parte de seu mundo, quer dizer, de sua
familiazinha e de tudo que gira ao redor”.
Se o simbólico, nos dias de hoje, torna-se
rotina que pode um analista diante disto?
Pergunto-lhe, Gorostiza se todo o trajeto que
você refaz sobre o problema do meteoro –
inclusive ao aplicá-lo à sua experiência de
análise – não é uma chance promissora que se
abre à prática analítica no mundo em que
predomina o simbólico-rotina? O meteoro
não seria uma forma de destacar que dentre
os significantes e semblantes com os quais o
analista opera, há dentre eles alguns especiais
e privilegiados, no sentido de que indicam o
que é essencial, para o desfecho do
tratamento analítico, a saber: o absoluto de
um gozo singularíssimo e fora de sentido.
Gostaria, assim, que você pudesse
desenvolver mais esse aspecto do meteoro, ou
seja, em que condições pode-se dizer que um
semblante isolou-se e, finalmente, pulou fora
da rotina do simbólico para conectar-se mais
proximamente ao gozo fora de sentido.
Talvez, eu tenha que tomar essa questão sobre
tais condições como algo insuficiente, pois,
trata-se de algo conectado à função
contingente dos encontros faltosos do sujeito
com o real. Ou ainda, talvez uma outra
questão pertinente a ser formulada, nesse
contexto, é que diante desse gozo fora de
sentido permanece o problema das relações
entre o meteoro e o ato de nomeação.
Angelina Harari: Com relação a exposição de
Angelina Harari, o meu ponto de vista é que
ela tomou a discussão sobre “Os limites do
simbólico na experiência analítica, hoje”, sob
a ótica do problema da verdade e de seus
efeitos na prática psicanalítica. Parece-me
importante, no curso desta discussão, o modo
em que ela recupera os chamados dois
regimes de funcionamento do passe, proposta
recentemente por Jacques-Alain Miller, a
saber: o passe regido pelo saber e passe
regido pela verdade[7]. Creio que a
formulação do passe-verdade, considerada
como a última elaboração de Lacan, em torno
do passe, tem as suas bases no fato de que o
último ensino de Lacan toma o sintoma como
um conceito único, um conceito fundamental
por meio do qual todos os outros sofreriam
uma espécie de sobredeterminação.
Evidentemente que uma tal focalização do
sintoma acarreta inúmeras consequências,
pois, esta se deduz da oposição entre o que
seria uma clínica propriamente estrutural e
uma clínica do sintoma. A transição do
acento conferido ao conceito de estrutura
para aquele do sintoma acarreta implicações
não apenas com relação à questão diagnóstica,
mas também na maneira em que se capta uma
certa posição subjetiva, do que aparece como
a atualidade da demanda do tratamento.
Muda principalmente, o problema do final do
tratamento, ao considerar que o final, calcado
no sintoma baseia-se na chamada verdade
mentirosa que se depreende dos restos
sintomáticos do sujeito, restos impermeáveis
ao trabalho de decifração do inconscienteintérprete.
Com efeito, se o enfoque do passe mostravase regido pelo funcionamento do saber é
porque privilegiava as demontrações de saber
concerentes à construção e à travessia da
fantasia fundamental. No tocante ao saber, o
final não implicava somente a lógica de
construção da fantasia, mas notadamente
demonstrar de que o modo o sujeito se fêz
um joguete de sua própria montagem
fantasística. Sem dúvida alguma, essa ênfase
no aspecto da demonstração de saber é
bastante distinta do final que abraça a
contundência de uma verdade que se afirma
muito mais pela experiência de satisfação que
ela promove do que pela sua pretensão de um
acesso exaustivo ao real.
Como a própria Angelina esclarece o alcance
dessa verdade apenas se revela por tornar-se
mentirosa. Ou seja, é mentirosa, pois, ainda
que não se esquive em confrontar-se com o
irredutível e o ininterpretável do que restou
dos sintomas, mostra-se, no entanto,
suscetível de fracassar na absorção plena da
realidade desse resto sinthomático. Por outro
lado, ousa-se, no caso do „passe-verdade‟, de
Angelina, em ultrapassar os restos das
idenficações fantasmáticas e da própria
identificação ao analista. Considero,
entretanto, que dessa formulação, Angelina
extrai uma tese que me parece bastante
incisiva e cheia de elementos profícuos para
as discussões desse Congresso, a saber: “é o
regime do „passe-saber‟ que aponta, mais
claramente o que vem a ser o limite do
simbólico”.
Aliás, parece-me ainda mais elucidativo fazer
repercutir sobre o percurso da análise
concluída, esses três momentos distintos: dois
deles no âmbito dos limites do simbólico e
um terceiro concernente ao regime da verdade
mentirosa, isto é, o que tornou possível atingir
o sinthoma. Mais particularmente, alcançar a
solução sinthomática que se encarna na
“busca da alteridade, necessária para uma
saída do gozo clandestino e do homem como
conector e, não, como Outro”, cuja
consequência última seria evitar a “unicidade
do lado do partenaire, que só fazia consistir o
significante d‟A mulher”.
O comentário que o texto de Angelina
suscita-me concerne à postulação de que a
fantasia e, mesmo, a travessia da fantasia é um
dos nomes do limite do simbólico. Além de
compartilhar com esse ponto de vista, espero
dela uma palavra em retorno. Se Lacan afirma
que a fantasia pode ocupar o lugar de real
para o sujeito, isto apenas acontece sob o
prisma exclusivo da interpretação. Apenas por
meio desta operação eminentemente
simbólica que é a interpretação, a fantasia vale
como um equivalente do real. Em outras
palavras, é como se no terreno da fantasia o
simbólico fizesse semblante de real. Se a
travessia da fantasia se constitui numa espécie
de abertura a uma relação não-fantasística ao
gozo, no entanto, essa relação não-fantasística
não é uma relação não-sintomática. A fantasia
e o sintoma perfazem dois modos de gozo
distintos. Para além do véu da fantasia, resta o
sintoma.
Tomar o sintoma como conceito fundamental
implica admitir o alcance clínico da noção, em
francês, de „embrouille‟, termo de difícil
tradução, a saber: „embaraço‟, „embrulhada‟.
Os embaraços com o real resolvem-se, de um
lado, com a travessia, com a travessia relativa
tanto à cobertura, ao véu quanto à janela da
fantasia. É a última palavra da interpretação.
Quando se fala de fantasia fundamental é
porque não resta mais nada para atrevessar. A
travessia quer dizer que não há mais nada
para interpretar. Isto não resolve, por outro
lado, os embaraços com o corpo, com o que
se apresenta como satisfação pulsional. O que
advém da pulsão após a travessia é o sintoma
a ser manipulado, ou ainda identificado, ou
ainda saber aí fazer. De um lado, o que é para
ser atravessado e, de outro, o que é para ser
manipulado. De um lado, o véu para ser
levantado e, de outro, um resto com o qual é
necessário saber, com ele, se virar. E, então,
Angelina sua solução exigiu alguma fratura da
fantasia ou não ? Solicito, portanto, o seu
ponto de vista quanto ao problema se é
possível uma solução sinthomática, como
você tão elegantemente nos ensina, sem a
travessia da fantasia ?
Parece-me ainda importante assinalar que o
mais intrigante, nesta postulação das duas
faces do final de análise, é que o semblante é
um instrumento presente em ambas
formulações. A exposição do Gorostiza não
me deixa mentir, pois, é visível que a clínica
psicanalítica exige um certo respeito pelos
semblantes. Por mais que haja limites e rotina
do simbólico, os semblantes são necessários.
É verdade que em determinados momentos a
psicanálise é levada a zombar dos semblantes.
É o que aconteceu recentemente com a nossa
posição crítica da ideologia da razão
avaliadora. Esbaldamos, assim, em provocar o
tremor de certos semblantes e de fazer vacilar
os ideais, tornando visível a sua natureza de
semblantes. Evidentemente, que há
semblantes e semblantes. Existem, por
conseguinte, os semblantes necessários para
dar lugar o mundo dos embaraçados com o
real, mundo sempre relativo e sempre
precário.
[1]LACAN, Jacques. (2008[1972-73]). O
Seminário livro 20: mais, ainda. Rio de
Janeiro: Jorge Zahar, p. 102.
[2]LACAN, Jacques. (2008[1972-73]). O
Seminário livro 20: mais, ainda. Op. Cit., p
103.
[3]Ibid., p. 103.
[4]Ibid., p. 103.
[5]Ibid., p. 104.
[6]MILLER, Jacques-Alain [2008-2009].
“Coisas de fineza em psicanálise”. Curso
inédito. Aula do dia 10 de junho de 2009.
[7]MILLER, J.-A. (março, 2011). “Haveria
passe ?”. Opção Lacaniana, (59): 65-75.
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papers 5 - VIII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis