Éditorial Angelina Harari PAPERS 5 Comité de Acción de la Escuela Una- Scilicet François Ansermet Susana Amado Domenico Cosenza Angelina Harari (coordinadora) Juan Fernando Pérez Antoni Vicens Rose-Paule Vinciguerra Responsable de la edición: Marta Davidovich Vários acontecimentos vem marcando o início do semestre, que é segundo no Hemisfério Sul e primeiro no Norte. Esses episódios haviam surgido antes de Papers 4, mas ganharam força após. Certamente o aniversário dos 30 anos da morte de Jacques Lacan, em setembro/11, e as diferentes leituras a respeito desse acontecimento, alguma ou outra absolutamente oportunista, tem lugar capital nesse processo desencadeado por JacquesAlain Miller, ele mesmo surpreendido em meio às férias. Disto resultou seu primoroso livro intituladoVida de Lacan, que terá seqüência. Remeto-os, para seguir conectados na época da ordem simbólica no séc. XXI, que não é mais o que era, ao Boletim Lacan quotidien, www.lacanquotidien.fr , presidido por Eve Miller-Rose e tendo Anne Poumellec como editora e Kristell Jeannot na redação. Papers 5, ora publica, dois trabalhos, comentados por Jésus Santiago e apresentados na primeira atividade preparatória da EBP rumo ao Congresso em Buenos Aires/2012; Comentário de Jésus Santiago: Os autores, Leonardo Gorostiza e Angelina Harari, abordaram o tema dos limites do simbólico, hoje. Para Jésus há que se considerar nesse tema o fato do último ensino de Lacan tomar o sintoma como um conceito único, um conceito fundamental por meio do qual todos os outros sofreriam uma espécie de sobredeterminacāo. Leonardo Gorostiza discorreu sobre os confins da caridade freudiana, confins (confines) expressam não somente os limites ou limitações, mas também o ponto extremo com que chegamos através do simbólico na pratica analítica. Foi o modo que encontrou para interrogar os limites do projeto freudiano como ato de caridade com a espécie. Vale lembrar o contexto do termo confins, por se tratar da forma como é conhecido o aeroporto de Belo Horizonte, por onde Leonardo aterrissou para chegar à cidade de Tiradentes. Por outro lado, Angelina Harari, recupera em seu texto o chamado dois regimes de funcionamento do passe (proposta de JacquesAlain Miller) para afirmar sua idéia de que o regime do passe-saber aponta mais claramente o que vem a ser o limite do simbólico. Essa evocação permite-lhe mostrar como em seu passe incidiu o limite do simbólico e como foi contornada a questão com o analista que soube conduzi-la até o final da experiência. O lado depoimento do texto de Leonardo Gorostiza sairá no próximo Papers, para podermos seguir a linha editorial de que os textos sejam curtos. Boa leitura! Angelina Harari Editorial Angelina Harari Varios acontecimientos vienen marcando el inicio del semestre, que es segundo en el Hemisferio Sur y primero en el Norte. Estos episodios han surgido antes de Papers 4, pero cobraron fuerza después. Indudablemente el aniversario de los 30 años de la muerte de Jacques Lacan en setiembre de 2011, y las diferentes lecturas al respecto de este acontecimiento, una u otra absolutamente oportunista, tienen un lugar central en este proceso desencadenado por Jacques -Alain Miller, él mismo sorprendido en medio de las vacaciones. Resultó de eso un libro atractivo libro titulado Vida de Lacan, que tendrá continuidad. Los remito- para seguir conectados en la época del orden simbólico en el Siglo XXl, que en la primera actividad preparatoria de la EBP rumbo al Congreso en Buenos Aires/2012. Comentario de Jésus Santiago: Los autores, Leonardo Gorostiza y Angelina Harari, abordaron el tema de los límites de lo simbólico, hoy. Para Jésus hay que considerar en este tema el hecho de tomar el síntoma como un concepto único en la última enseñanza de Lacan, un concepto fundamental por medio del cual todos los otros sufrirían una especie de sobredeterminación. Leonardo Gorostiza trabajó sobre los confines de la caridad freudiana, confines que expresan no solo límites o limitaciones, sino también el punto extremo con el que llegamos a través de los simbólico en la práctica analítica. Fue el modo que encontró para interrogar los límites del proyecto freudiano como acto de caridad con la especie. Cabe recordar el contexto del término confins (confines) ,por tratarse de la forma en que es conocido el aeropuerto de Belo Horizonte, donde Leonardo aterrizó para llegar a la ciudad de Tiradentes. Por otro lado, Angelina Harari, recupera en su texto lo que ha denominado dos regímenes de funcionamiento del pase (propuesta de Jacques-Alain Miller) para afirmar su idea de que el régimen del pase-saber apunta más claramente al límite de lo simbólico. Esta evocación le permite demostrar como en su pase incidió el límite de lo simbólico y como fue contorneada la cuestión con el analista que supo conducirla hasta el final de la experiencia. La parte del testimonio del texto de Leonardo Gorostiza saldrá en el próximo Papers, para que podamos seguir la línea editorial de los textos cortos. Buena lectura! Angelina Harari no es más lo que era-al boletín Lacan quotidien, www.lacanquotidien.fr, presidido por Eve Miller-Rose ,la edición de Anne Poumellec y Kristell Jeannot a cargo de la redacción. Papers 5 publica ahora, dos trabajos, comentados por Jésus Santiago y presentado Traducción: Marita Salgado Los confines de la caridad freudiana * La resonancia de un nombre Leonardo Gorostiza La semana pasada, aún en Buenos Aires, minutos antes de comenzar a escribir esta intervención, volvía a leer el itinerario de vuelos que me traerían hasta aquí. Se me hizo entonces presente que el avión en el que iba a viajar habría de aterrizar - tal como ocurrió ayer por la noche- en el aeropuerto de Belo Horizonte, es decir, en el Aeropuerto Internacional Tancredo Neves. Pero como se trata de un aeropuerto que tiene varios nombres, también se me hizo presente que al mismo tiempo estaría aterrizando en otro aeropuerto, en el Aeropuerto de Confins, es decir -en español- el Aeropuerto de los “Confines”. Así, pensé que lo mejor sería incluir en el título de esta breve intervención, en lugar de la palabra “límites”, la palabra “confines”. Dicho de otro modo, se me hizo claro –por la resonancia que me suscitó el nombre del aeropuerto- que durante este Congreso habremos de trabajar no sólo en torno a los límites de lo simbólico -en el sentido negativo de una “limitación” de lo simbólico y de la declinación del viejo orden simbólico-, sino que también habremos de hacerlo en torno a la pregunta de hasta dónde es posible operar con lo simbólico en la práctica analítica, es decir, hasta donde pueden llegar los poderes de la palabra y del significante –cuáles son sus “confines”-, en su relación con lo real. Ocurre que en castellano –no sé si es lo mismo en la lengua portuguesa- la palabra “confines”, no obstante ser un sinónimo de “límites”, evoca al mismo tiempo algo así como el punto más alejado, el punto más extremo, al cual se puede llegar. Mientras que el término “límite” tiende a deslizarse semánticamente hacia la idea de una separación neta, nítida, entre dos territorios. De allí entonces el título que hoy les propongo: “Los confines de la caridad freudiana”. Título donde la fórmula “la caridad freudiana” es lo que viene al lugar de “lo simbólico”. Así, en lugar de “Los límites de los simbólico”, “Los confines de la caridad freudiana”. La caridad freudiana Creo que muchos de ustedes deben recordar esta fórmula de Lacan acuñada en su Seminario 20. Se encuentra en la lección del 20 de marzo de 1973, donde, en el contexto de interrogar qué es el saber, señalaba lo siguiente: “¿Acaso no es caridad, en Freud, el haber permitido a la miseria de los seres que hablan decirse que existe –ya que hay inconscientealgo que trasciende de veras, y que no es otra cosa sino lo que esta especie habita, a saber, el lenguaje? Sí, -afirma enfáticamente Lacan¿acaso no es caridad anunciarle la nueva de que en todo cuanto es su vida cotidiana encuentra en el lenguaje un soporte de más razón de lo que podría creerse, y que ya hay ahí sabiduría, ese objeto inalcanzable de una búsqueda vana?”[1] Tomar este sesgo, que implica destacar – como lo hace Lacan- que la invención del inconciente freudiano, el inconsciente que está estructurado como un lenguaje, es decir, el inconsciente semblante, ha sido un acto de caridad con la especie, es algo que se me impuso cuando, escuchando una conferencia que nuestro colega de la ELP, Oscar ventura, brindó en la EOL la semana pasada en la perspectiva de nuestro próximo Congreso de la AMP sobre El orden simbólico en el siglo XXI…, me dije: Si Freud mismo afirmó que el psicoanálisis no habría visto la luz de no ser por la declinación de las religiones, ¿por qué no pensar que la invención del inconsciente freudiano ha sido algo así como la invención de un nuevo orden simbólico ante la vacilación del orden simbólico preexistente? ¿Y cómo no ver, en el hecho de que Lacan haya reiterado en varias oportunidades que su proyecto consistía en abordar “el proyecto freudiano al revés”, que para él precisamente se trataba de cuestionar los límites del proyecto freudiano en lo que este tuvo de acto de caridad con la especie? Que Lacan haya hecho equivaler el discurso del amo tradicional al discurso del inconsciente freudiano, es prueba de ello y nos pone sobre la perspectiva de que el discurso analítico –abierto por Freud, pero solo escrito como tal por Lacan- puede constituir el operador de un nuevo “ordenamiento” –lo digo en el sentido en que los términos del discurso se “ordenan” de una determinada manera y secuencia-, un nuevo orden que no tenga una relación de desconocimiento con lo real. Esto presupone, que el discurso analítico, el psicoanálisis, efectivamente puede operar, es decir, tener efectos. Y que toda la cuestión es cómo verificar que esos efectos tienen alcance sobre lo real. Lo cual introduce una pregunta. La pregunta acerca de qué manera, por qué medios, es que el psicoanálisis opera. Es desde esta perspectiva, retomando lo que dije en el último Congreso de la NLS en Londres hace exactamente un mes, que hoy quiero interrogar con ustedes los límites de lo simbólico en la experiencia analítica, hoy. “Límites”, cuyo plural indica que al menos se trata de dos límites: 1) Primero, el límite del significante ante lo real, es decir, ante la imposible escritura de la relación sexual. 2) Segundo, el límite del significante ante el goce opaco del sinthome que, estrictamente hablando, no se confunde con lo real en tanto tal. Así, esta perspectiva –la de cómo opera el psicoanálisis en los confines de lo simbóliconos lleva hacia la interrogación por aquello que es el operador central en la práctica analítica, es decir, la pregunta por el deseo del psicoanalista. El Seminario 11 -ustedes lo saben- aborda esta interrogación de manera decidida: “¿Cuál es el deseo del analista? ¿Qué ha de ser el deseo del analista para que opere de manera correcta?”[2], se pregunta una y otra vez Lacan. Ahora bien, dicho esto, ¿acaso deberíamos concluir que no es posible dar cuenta de los modos en que el psicoanálisis opera y que debemos siempre reconducirlo al deseo del analista como operador central? De ninguna manera. Y es por eso que pensé que la mejor manera de intentar hoy ante ustedes articular algo sobre cómo opera el psicoanálisis hasta los confines de lo simbólico, sería intentar transmitirles lo que en ese sentido se me reveló en lo que fue mi propia experiencia analítica Pero no será esta vez como el año pasado en Sao Paulo, cuando presenté mi testimonio y les dije que de esa manera intentaría transmitirles cómo el psicoanálisis había operado en mí, en el sentido de posibilitar el surgimiento del deseo del psicoanalista. En esta oportunidad, y aunque introduzca algunos aspectos testimoniales, lo que intentaré transmitirles será otro ángulo. Un ángulo muy preciso de lo que fue, en mi experiencia, la condición de posibilidad de la operación analítica y que se me reveló a posteriori del análisis, más precisamente, durante el testimonio ante los pasadores. Ese ángulo, ese sesgo, es lo que de algún modo está resumido en el título que propuse para la intervención que hice en el Congreso de la NLS y que era el siguiente: “El goce y sus meteoros”. El goce y sus meteoros Cuando le hice llegar a Anne Lysy, actual Presidenta de la NLS, este título, ella me respondió diciéndome que era un título “evocador”. ¿”Evocador” de qué?, me pregunté. Pensé entonces que se refería a que evoca el título de la última lección del Seminario 3, titulada “El falo y el meteoro”, donde Lacan, de alguna manera, anticipa la que sería luego su noción de semblante. Ustedes saben que los meteoros son fenómenos físicos de agua, viento, polvo, eléctricos –como el trueno- o bien luminosos, por ejemplo, como el arco iris. Y el rasgo que los caracteriza es lo que Lacan destaca en la última lección del Seminario 3: que detrás de un meteoro, nada se oculta.[3] O bien, que se oculta “nada”. En este sentido, y aunque el título que entonces propuse pueda evocar el de esa lección, debemos situar una diferencia fundamental. Que no se trata ahora de dos elementos yuxtapuestos que corresponden a un mismo registro, ambos en el registro del semblante, el falo y el meteoro, sino de dos registros diversos: el goce, que es una referencia al cuerpo real, y los meteoros, en plural, que son sí del orden del semblante. De este modo, creo se vislumbra a donde apunto. A interrogar aquello que alguna vez Jacques-Alain Miller llamó “el problema de Lacan”[4] y que es el núcleo mismo de la pregunta acerca de cómo opera el psicoanálisis. Porque “el problema de Lacan” -que sigue siendo nuestro problema- consiste en elucidar cómo con la palabra, con el lenguaje, con el sentido, es posible intervenir sobre lo real de un cuerpo, es decir, sobre el goce. Dicho de otro modo, de qué modo la operación analítica es capaz por medio de los semblantes, de los “meteoros” de la palabra, tener un efecto real. En cierto modo, este es el corazón de lo que habremos de trabajar en este Congreso de la EBP. Y para avanzar en este sentido, voy a partir de unas indicaciones de Lacan presentes en su Seminario 20, Aún que me parecen cruciales para interrogar cómo es que el psicoanálisis opera para alcanzar los confines de lo simbólico. El núcleo elaborable del goce Allí, Lacan dice que en el análisis no nos las vemos más que con el amor, y que “no es por otra vía por donde opera”. Se trata entonces de la transferencia en cuanto no distinguible del amor y cuyo fundamento -Lacan lo recuerda- él mismo despejó mediante la fórmula del sujeto supuesto saber.[5] Como seguramente muchos de ustedes deben recordar, durante el Congreso de la EBP en Florianópolis, hace dos años atrás, destaqué algo sobre lo cual Miller ha insistido: que el sujeto supuesto saber es, como el arco iris, del orden del semblante, es decir, un meteoro –si puedo decirlo así- producido por y en la experiencia analítica. Pero además que para que este operador sea eficaz es necesario que otro semblante, otro meteoro, sea emplazado en transferencia ya que constituye su resorte fundamental. Me refiero, por supuesto, al objeto a. Objeto a que Jacques-Alain Miller llamó “el arco iris del goce”.[6] Este fue precisamente el título de mi intervención en Florianópolis. Dejo esto ahora en suspenso para retomar lo que Lacan indica en su Seminario 20. Un poco más adelante él vuelve a hablar del amor. “El amor mismo –señala- (…) se dirige al semblante (…), al semblante de ser.” Es decir, se dirige a un ser que no es allí nada y que no está sino “supuesto a ese objeto que es el a.”[7] Y es precisamente en este contexto donde introduce esta fórmula que entiendo es una guía fundamental para concebir cómo el psicoanálisis opera al orientarse hacia los confines de lo simbólico. Dice así: “…el goce sólo se interpela, se evoca, se acosa o elabora, a partir de un semblante.”[8] Podemos preguntarnos entonces a partir de qué semblante privilegiado es que el goce se elabora. La respuesta viene rápida: a partir del objeto a en tanto semblante, es decir, en tanto semblante de ser. Haciendo una suerte de cortocircuito, e inspirado en las últimas sesiones del curso de Jacques-Alain Miller, podría decir que la condición de la operación analítica es que algo del goce del síntoma, que es del orden de la existencia, es decir, que existe, debe trasladarse al objeto a como semblante, que es del orden del ser. Dicho de otro modo, que algo del goce opaco del síntoma, goce opaco al sentido, debe emplazarse en transferencia vía el objeto a, volviéndose así, goce transparente al sentido. Es así como entiendo lo que pocos años más tarde, en 1974, Lacan diría en su texto titulado “La tercera”: “… solamente por medio del psicoanálisis este objeto (el objeto a) constituye el núcleo elaborable del goce…”[9] Para luego agregar que “…todo goce está conectado con este lugar del plus de gozar…”[10], que es precisamente el lugar del objeto a. Tenemos entonces, dos meteoros, dos semblantes operatorios de la experiencia analítica que deben articularse pero que no se confunden: el objeto a y el sujeto supuesto saber. Dos operadores que podemos llamar los meteoros del goce, en el doble sentido del genitivo. En el sentido de que es con esos meteoros que el goce puede interpelarse, elaborarse, pero también en el sentido de que ambos surgen del goce mismo del parlêtre. Es lo que Lacan demostró –tal como lo subrayé en Florianópolis- en su escrito Televisión: de qué manera del parpadeo de Beatrice –la Beatrice del Dante- y del resto que de ello resulta, surge el Otro del amor, es decir, cómo de la repetición pulsional donde el sujeto es siempre feliz, cómo es posible que de ese goce, emerja el Otro del amor[11], que emerja, podríamos decir, el arco iris del inconsciente transferencial. Dos semblantes operatorios entonces, pero donde es imprescindible que uno de ellos esté en funciones, el objeto a, para que el otro, el sujeto supuesto saber, sea efectivo. En cierto modo, esta antecedencia lógica en la transferencia es algo que Lacan ya señalaba en el Seminario 11 cuando, al tiempo que introducía con trompetas la noción de sujeto supuesto saber, no dejaba de indicar que la transferencia se inicia, despunta, en el tiempo lógico de la separación como puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente. Es decir, precisamente en el momento en que el sujeto se conecta con el deseo del Otro, cediendo el objeto a. Solo habiéndose operado este paso es que la transferencia en su vertiente “alienación”, es decir, como sujeto supuesto saber, podrá emplazarse como conviene. Y para que esto ocurra, puede ser necesaria la intervención del analista. Necesaria aunque contingente. Voy a pasar entonces ahora a relatar cómo eso aconteció en mi propia experiencia analítica, teniendo en cuenta que la operación analítica permite al sujeto desprenderse de las identificaciones a las cuales estaba sujetado, reconocer el goce que les es propio e identificarse con el síntoma que es la marca de su incurable. * Intervención en el IXº Congreso de la Escuela Brasilera de Psicoanálisis (EBP), en Londres, el 29 de abril de 2011. [1] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Barcelona, 1981, pág. 116. [2] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Argentina, 1987, pág 17. [3] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 3, Las psicosis, Paidós, Argentina, 1984, pág. 452. [4] Miller, Jacques-Alain, Donc, La lógica de la cura, Paidós, Argentina, 2011, pág. 307. [5] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Barcelona, 1981, pág. 83. [6] Miller, Jacques-Alain, “El analista y los semblantes”, Conferencia pronunciada en Bs. As. El 23 de diciembre de 1991, publicada en De mujeres y semblantes, Cuadernos del Pasador 1, Argentina, 1993. [7] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Barcelona, 1981, pág. 112. [8] Ibídem. [9] Lacan, Jacques, “La tercera”, en Actas de la Escuela Freudiana de París, VII Congreso Roma 1974, Ediciones Petrel, Barcelona, 1980, pág. 172. Itálicas mías. [10] Ibídem, pág. 103. [11] Lacan, Jacques, Psicoanálisis, Radiofonía & Televisión, Anagrama, Barcelona, 1996, pág. 108. A incidência dos limites do simbólico Angelina Harari Introduzo o tema do Congresso da EBP “Os limites do simbólico na experiência analítica, hoje” propondo que o passe regime de saber (JA Miller Est-ce passe?in: Révue de la Cause freudienne nº 75) diferentemente do passe regime de verdade, é uma experiência que esbarra nos limites do simbólico, ou seja é revelador da incidência dos limites do simbólico para um final de análise. Para tanto gostaria de comentar alguns exemplos de passantes presentes em um texto de Jacques- Alain Miller “Retratos de família”, tomarei 2 deles que encontrei igualmente comentados no texto de Éric Laurent ( “A ordem simbólica...” in: Papers 1) em que introduz o tema do Congresso da AMP/2012. Pareceram-me exemplos exemplares para tratar do nosso tema, cujo título interpreta o modo como a EBP pretende enfocar a preparação deste Congresso, esta é a primeira atividade da EBP rumo ao Congresso que acontecerá em Buenos Aires, no ano que vem. Trata-se de passantes que isolam a fantasia fundamental e, apesar disso, repetem no dispositivo o lugar que ocupam em suas fantasias, mostrando-se assim submetidos às mesmas. Laurent nos diz que há uma relação tanto com o gozo quanto com a repetição, isolar a fantasia, para ser um pouco menos joguete, não basta. São análises longas e condensam o obstáculo com o qual se depara o testemunho. E Laurent acrescenta que é necessário que o analista descomplete o sintoma do Outro. Há um duplo movimento, por um lado autoriza a que se afrouxe a identificação com os significantes mestres S1 e, por outro, permite o cerco do furo (aqui perde-se a homofonia em francês entre desserer l`identification, afrouxar a identificção e serrer le trou, o cerco do furo)...) A passagem do significante mestre ao furo na linguagem não se faz sem restos (Laurent in: Papers1). Por isto, para Laurent Lacan em suas conferências norteamericanas diz: ”a auto-análise de Freud era uma writing- cure e creio que é por isso mesmo que fracassou. Escrever é distinto de falar. Ler é distinto de escutar (Lacan in: Scilicet n. 7, p55) Miller retoma esses exemplos na série de Conferências em France Culture, uma emissora de rádio. O primeiro exemplo apresenta um que era filho da mamãe e que se torna mulherengo, tendo sido criado pelos gritos da mãe endereçados ao pai; favorável à mãe queria mostrar que os maridos são insuficientes para satisfazer as esposas. Bastava que uma falasse mal do marido para que ele se mobilizasse, indicando como isolamento da fantasia fazer-se amante de mulher casada, mas no dispositivo do passe seguia querendo seduzir a Escola. O segundo exemplo é da filha do papai que rejeitava a mãe, na vida só valorizava os homens, embora fosse mulher, ela o sabia. Na análise isola a recusa do feminino, reduzindo-o paulatinamente, pede o passe pensando estar de outra forma. Mas no dispositivo havia amado o passador homem e detestado a passadora mulher. O passe no regime de saber indica mais claramente o limite do simbólico, pois só o regime da verdade mentirosa permite alcançar o irredutível do sinthoma, tendo ultrapassado os restos da identificações fantasmáticas e da identificação com o analista. No meu caso indicarei 2 pontos do meu percurso analítico onde se verificou o limite do simbólico e um terceiro onde foi possível alcançar o irredutível do sinthome. 1- A padronização do enquadre analítico e seus efeitos transgressivos 2- A falsa oposição do um e do múltiplo 3- O efeito de unicidade Há uma relação intrínseca entre a normatização do setting analítico das análises ipeístas e os efeitos transgressivos que ela produz fora. Chamei isto de acting-out do dispositivo em meu depoimento nas jornadas da EOL, pois os efeitos nefastos se verificaram amplamente. Éric Laurent (Colección Orientación Lacaniana, XIX Jornadas Anuales de la EOL, Buenos Aires, EOL-Grama, 2011, p.59-70) evocou os equívocos de Lowenstein com Lacan, na direção da análise muito conservadorismo e fora sendo amante da princesa Bonaparte analisava seu filho comentando com a mãe que, por sua vez, interferia na escolh amorosa do filho. Em meu caso o analista vangloriava-se de ter tido em análise o neto de Klein com quem supervisionava o caso. A normatização assim engessa o dispositivo, a direção e o fim da análise com a famosa “liquidação da transferência”. A padronização levada até suas últimas conseqüências indica como o simbólico abre a via ao imaginário, ao invés, como o próprio Lacan pensou, em seu primeiro ensino, de ser uma solução. O apaziguamento produzido pela ordem simbólica não dá conta de vez da exuberância imaginária, fato que necessita um ir além do simbólico, para assim incluir o imaginário em sua justa medida. Em relação à falsa oposição do um e do múltiplo, na segunda análise, embora liberada da padronização do enquadre ipeísta, o enfoque foi o de conduzir à normatização da escolha amorosa, em vez do múltiplo com que me apresentava, fazer-me suportar os efeitos da unicidade. Quando se trataria não tanto de fazer incidir a unicidade do lado da parceria amorosa, mas sim do lado do sujeito mesmo. Éric neste ponto evoca a oposição do politeísmo e monoteísmo, o múltiplo para Lacan não está no politeísmo, mas sim entre o um e o zero. Portanto sob a multiplicidade dos parceiros há uma repetição do mesmo tipo de relação, substituiu-se um parceiro e o próximo se fixa exatamente da mesma maneira. O limite do simbólico aqui se manifesta no forçamento da unicidade do lado da parceria, na relação do sujeito com o Outro, mas forçando a regularização do lado do Outro. Provocar a unicidade do lado do sujeito, diferentemente da idéia de fortalecer o eu, verifica-se na terceira análise: qual a unicidade analítica possível do lado feminino que não se confunde com um libelo feminista e que está em germe no que Miller nomeou como fundamento neurótico do desejo do analista? Minha solução singular: a alteridade é o viés que me permite sair de minha reserva, reserva condicionada por um gozo clandestino. No fundamento neurótico estão desdobrados os motivos deste condicionamento, deste modo de satisfação, que já apresentei nos depoimentos que fiz partindo de meu percurso analítico, mas que não farei hoje, pois o que me interessa é estabelecer os obstáculos ultrapassados do simbólico quando se buscou a alteridade, necessária para uma saída do gozo clandestino, do homem como conector e não como Outro, uma vez que não se podia buscar, como das outras vezes, a unicidade do lado do partenaire, que só fazia consistir o significante d`A mulher (La Femme). O homem serve de conector (relais), nos diz Lacan:”(...) para que uma mulher se torne esse Outro para ela mesma, tal como ela o é para ele.”. A referida função de conector foi entendida com freqüência, nos diz Laurent, como uma forma da mulher se positivar através do discurso do homem. Na medida em que não existe, a mulher pede ao homem que lhe fale dela, mas se trata de uma falsa homologação. Enquanto que para Lacan, o homem fala dela para que ela se torne Outro para ela mesma, não se positivando, não se tornando Uma para ela mesma, ao contrário mantendo o enigma, para ela mesma, como o é para o homem que lhe fala, pois seguir falando-lhe não decifra o enigma. Para Laurent o efeito de unicidade no meu caso é ser Outro para ela mesma nas distintas parcerias. Não há garantia tampouco no amor ao pai, no meu caso a mulher forte, tal qual o modelo que para a avó paterna definia como uma mulher deve se inscrever nesta família. A Una nas distintas parcerias aponta a perda que foi o avançar sem garantia de ser mulher conforme está inscrito que teria que ser nesta família. E MHBrousse explica assim o tratamento analítico do sintoma, o sinthoma como o resto, como o que fica do objeto sem o comércio fálico e sem a referência ao pai como sustentação. Um funcionamento do inconsciente sem o S1 paterno, sem a identificação paterna. (MH Brousse, Opção 59, p102) Quando Miller retoma a frase de Lacan: a estrutura do homem é tórica, (Lacan, L‟Insu que sait, 14/12/76 in: Opção Lacaniana 28, p.9) é para marcar a generalização do toro como via de acesso privilegiado ao real (Miller, 30/05/2007). Não por acaso Lacan neste Seminário 24 fala de si como histérico perfeito, comenta Não por acaso Lacan neste Seminário 24 fala de si como histérico perfeito, comentando seu caso, apresentação de si-mesmo. (“L‟Insu que sait, 14/12/76 in: Opçao Lacaniana, n. 28, p.9) A fantasia como um nome dos limites do simbólico Jésus Santiago Leonardo Gorostiza: Considero bastante pertinente e estimulante, para a preparação do VIII Congresso da AMP, “A ordem simbólica no século XXI – não é mais do que era. Que conseqüências para a cura ?” – a discussão, proposta por Leonardo Gorostiza, sobre o chamdo ato de caridade de Freud. Antecipo que o ato de caridade de Freud consiste na imputação, até inédita na tradição do pensamento – de inconsciente ao saber que o sujeito carrega sobre sua própria existência. Com efeito, a invenção da experiência da análise anuncia “um saber que não se sabe, um saber que se baseia no significante”[1]. No contexto desta proposição, compreende-se a importância do binômio que o Gorostiza nos sugere entre limite e confins dos usos da ordem simbólico. Segundo esses termos, não se deve confundir aquilo que no simbólico delimita e separa e o que, nele, se apresenta como o seu ponto mais afastado, seu ponto mais extremo. A interrogação proposta sobre os limites ou os confins do simbólico recebe, portanto, o seu ponto de aplicação no modo em que Lacan toma a invenção freudiana do inconsciente como um fator de caridade. Mais precisamente, o emprego que se faz dessa virtude cristã surge para precisar o que é , para a psicanálise, o cerne da ordem simbólica, ou seja, o saber inconsciente. Trata-se, assim, de uma precisão que surge nos termos da questão : “quem é que sabe?” Se é o inconsciente que se encontra referido na questão, parece mesmo inusitado tomar a sua invenção como um fator de caridade! Porém, o gesto de caridade de Freud é tornar possível a experiência da análise na medida em que o sujeito se dá conta de que o Outro, como lugar do significante, sabe ... Sem isto não há, em parte alguma, uma dimensão de verdade, ou, segundo seus termos uma “diz-mansão, a residência do dito, desse dito cujo saber põe o Outro como lugar”[2]. Por consequência, o saber para a psicanálise supõe que não apenas ele existe, isto é, que já há saber mas, que esse saber tem a sua moradia no Outro. Para que haja a experiência da análise exige-se um ato, ou seja, que o saber é “a prender, a ser tomado”[3] desse Outro. Essa aquisição do saber no Outro que se intitui, por meio experiência, tem um preço tal como afirma Lacan, no Seminário Mais ainda: “o saber vale justo quanto ele custa, ele é custoso, ou gustoso, pelo que é preciso para tê-lo, empenhar a própria pele (...)”[4]. É, nesse sentido, o que a tarefa do analisante na conquista desse saber é tanto adquiri-lo como poder gozar dele. O exemplo que nos propõe Lacan, ainda no início dos anos 70, para tornar evidente o laço entre saber e verdade é a complexidade que envolve esse objetotécnico que se designa como computador. Propõe, então, o seguinte questionamento: “que um computador seja dotado do atributo do „pensamento‟, ninguém duvida, porém, que, nele, haja „saber‟ é uma outra coisa”[5]. Se, nesse outro aparelho, chamado inconsciente, o saber está para além do pensar– é porque, nele, a fundação de um saber se presentifica no fato de que o gozo do seu exercício se confunde com o da sua aquisição. Logo, a introdução desse objeto-técnico, característico da contemporaneidade – o computador – é algo que lança alguma luz, ainda que de um modo enviesado, sobre o destino e os confins da caridade freudiana. A relação do homem contemporâneo com o saber não é um fator decisivo para se captar a natureza e a dinâmica do que é próprio da ordem simbólico no século XXI? Pode-se dizer que o simbólico, sob a interferência maciça dos efeitos do objeto a, torna-se menos saber e, muito mais, forma coagulada e reificada de pensamento? Que o saber esteja voltado para o gozo, não seria uma forma de caracterizar, não os limites, mas esse ponto mais extremado, esse ponto mais avançado dos usos do simbólico no século XXI – e que, de alguma maneira, insuficiente ou não, o psicanalista terá que se a ver com ele ? Jacques-Alain Miller no final do Curso de Orientação Lacaniana, intitulado Coisa de fineza em psicanálise, explicita que essa mutação da ordem simbólica se traduz no fato de que o simbólico conforma-se, nos dia de hoje, como uma realidade rotineira[6]. O simbólico transforma-se em rotina! Em outras palavras, se a linguagem se mostrava pela sua função poética e, portanto, carregada de valores dinâmicos e significados reveladores; agora, prevalece, nela, o seu fator inercial. A boa rotina do simbólico quer dizer, no final das contas, que o significado que se estampa em suas manifestações guarda sempre o mesmo sentido. Propõe Miller: “esse sentido é dado pelo sentimento, que cada um tem, de fazer parte de seu mundo, quer dizer, de sua familiazinha e de tudo que gira ao redor”. Se o simbólico, nos dias de hoje, torna-se rotina que pode um analista diante disto? Pergunto-lhe, Gorostiza se todo o trajeto que você refaz sobre o problema do meteoro – inclusive ao aplicá-lo à sua experiência de análise – não é uma chance promissora que se abre à prática analítica no mundo em que predomina o simbólico-rotina? O meteoro não seria uma forma de destacar que dentre os significantes e semblantes com os quais o analista opera, há dentre eles alguns especiais e privilegiados, no sentido de que indicam o que é essencial, para o desfecho do tratamento analítico, a saber: o absoluto de um gozo singularíssimo e fora de sentido. Gostaria, assim, que você pudesse desenvolver mais esse aspecto do meteoro, ou seja, em que condições pode-se dizer que um semblante isolou-se e, finalmente, pulou fora da rotina do simbólico para conectar-se mais proximamente ao gozo fora de sentido. Talvez, eu tenha que tomar essa questão sobre tais condições como algo insuficiente, pois, trata-se de algo conectado à função contingente dos encontros faltosos do sujeito com o real. Ou ainda, talvez uma outra questão pertinente a ser formulada, nesse contexto, é que diante desse gozo fora de sentido permanece o problema das relações entre o meteoro e o ato de nomeação. Angelina Harari: Com relação a exposição de Angelina Harari, o meu ponto de vista é que ela tomou a discussão sobre “Os limites do simbólico na experiência analítica, hoje”, sob a ótica do problema da verdade e de seus efeitos na prática psicanalítica. Parece-me importante, no curso desta discussão, o modo em que ela recupera os chamados dois regimes de funcionamento do passe, proposta recentemente por Jacques-Alain Miller, a saber: o passe regido pelo saber e passe regido pela verdade[7]. Creio que a formulação do passe-verdade, considerada como a última elaboração de Lacan, em torno do passe, tem as suas bases no fato de que o último ensino de Lacan toma o sintoma como um conceito único, um conceito fundamental por meio do qual todos os outros sofreriam uma espécie de sobredeterminação. Evidentemente que uma tal focalização do sintoma acarreta inúmeras consequências, pois, esta se deduz da oposição entre o que seria uma clínica propriamente estrutural e uma clínica do sintoma. A transição do acento conferido ao conceito de estrutura para aquele do sintoma acarreta implicações não apenas com relação à questão diagnóstica, mas também na maneira em que se capta uma certa posição subjetiva, do que aparece como a atualidade da demanda do tratamento. Muda principalmente, o problema do final do tratamento, ao considerar que o final, calcado no sintoma baseia-se na chamada verdade mentirosa que se depreende dos restos sintomáticos do sujeito, restos impermeáveis ao trabalho de decifração do inconscienteintérprete. Com efeito, se o enfoque do passe mostravase regido pelo funcionamento do saber é porque privilegiava as demontrações de saber concerentes à construção e à travessia da fantasia fundamental. No tocante ao saber, o final não implicava somente a lógica de construção da fantasia, mas notadamente demonstrar de que o modo o sujeito se fêz um joguete de sua própria montagem fantasística. Sem dúvida alguma, essa ênfase no aspecto da demonstração de saber é bastante distinta do final que abraça a contundência de uma verdade que se afirma muito mais pela experiência de satisfação que ela promove do que pela sua pretensão de um acesso exaustivo ao real. Como a própria Angelina esclarece o alcance dessa verdade apenas se revela por tornar-se mentirosa. Ou seja, é mentirosa, pois, ainda que não se esquive em confrontar-se com o irredutível e o ininterpretável do que restou dos sintomas, mostra-se, no entanto, suscetível de fracassar na absorção plena da realidade desse resto sinthomático. Por outro lado, ousa-se, no caso do „passe-verdade‟, de Angelina, em ultrapassar os restos das idenficações fantasmáticas e da própria identificação ao analista. Considero, entretanto, que dessa formulação, Angelina extrai uma tese que me parece bastante incisiva e cheia de elementos profícuos para as discussões desse Congresso, a saber: “é o regime do „passe-saber‟ que aponta, mais claramente o que vem a ser o limite do simbólico”. Aliás, parece-me ainda mais elucidativo fazer repercutir sobre o percurso da análise concluída, esses três momentos distintos: dois deles no âmbito dos limites do simbólico e um terceiro concernente ao regime da verdade mentirosa, isto é, o que tornou possível atingir o sinthoma. Mais particularmente, alcançar a solução sinthomática que se encarna na “busca da alteridade, necessária para uma saída do gozo clandestino e do homem como conector e, não, como Outro”, cuja consequência última seria evitar a “unicidade do lado do partenaire, que só fazia consistir o significante d‟A mulher”. O comentário que o texto de Angelina suscita-me concerne à postulação de que a fantasia e, mesmo, a travessia da fantasia é um dos nomes do limite do simbólico. Além de compartilhar com esse ponto de vista, espero dela uma palavra em retorno. Se Lacan afirma que a fantasia pode ocupar o lugar de real para o sujeito, isto apenas acontece sob o prisma exclusivo da interpretação. Apenas por meio desta operação eminentemente simbólica que é a interpretação, a fantasia vale como um equivalente do real. Em outras palavras, é como se no terreno da fantasia o simbólico fizesse semblante de real. Se a travessia da fantasia se constitui numa espécie de abertura a uma relação não-fantasística ao gozo, no entanto, essa relação não-fantasística não é uma relação não-sintomática. A fantasia e o sintoma perfazem dois modos de gozo distintos. Para além do véu da fantasia, resta o sintoma. Tomar o sintoma como conceito fundamental implica admitir o alcance clínico da noção, em francês, de „embrouille‟, termo de difícil tradução, a saber: „embaraço‟, „embrulhada‟. Os embaraços com o real resolvem-se, de um lado, com a travessia, com a travessia relativa tanto à cobertura, ao véu quanto à janela da fantasia. É a última palavra da interpretação. Quando se fala de fantasia fundamental é porque não resta mais nada para atrevessar. A travessia quer dizer que não há mais nada para interpretar. Isto não resolve, por outro lado, os embaraços com o corpo, com o que se apresenta como satisfação pulsional. O que advém da pulsão após a travessia é o sintoma a ser manipulado, ou ainda identificado, ou ainda saber aí fazer. De um lado, o que é para ser atravessado e, de outro, o que é para ser manipulado. De um lado, o véu para ser levantado e, de outro, um resto com o qual é necessário saber, com ele, se virar. E, então, Angelina sua solução exigiu alguma fratura da fantasia ou não ? Solicito, portanto, o seu ponto de vista quanto ao problema se é possível uma solução sinthomática, como você tão elegantemente nos ensina, sem a travessia da fantasia ? Parece-me ainda importante assinalar que o mais intrigante, nesta postulação das duas faces do final de análise, é que o semblante é um instrumento presente em ambas formulações. A exposição do Gorostiza não me deixa mentir, pois, é visível que a clínica psicanalítica exige um certo respeito pelos semblantes. Por mais que haja limites e rotina do simbólico, os semblantes são necessários. É verdade que em determinados momentos a psicanálise é levada a zombar dos semblantes. É o que aconteceu recentemente com a nossa posição crítica da ideologia da razão avaliadora. Esbaldamos, assim, em provocar o tremor de certos semblantes e de fazer vacilar os ideais, tornando visível a sua natureza de semblantes. Evidentemente, que há semblantes e semblantes. Existem, por conseguinte, os semblantes necessários para dar lugar o mundo dos embaraçados com o real, mundo sempre relativo e sempre precário. [1]LACAN, Jacques. (2008[1972-73]). O Seminário livro 20: mais, ainda. Rio de Janeiro: Jorge Zahar, p. 102. [2]LACAN, Jacques. (2008[1972-73]). O Seminário livro 20: mais, ainda. Op. Cit., p 103. [3]Ibid., p. 103. [4]Ibid., p. 103. [5]Ibid., p. 104. [6]MILLER, Jacques-Alain [2008-2009]. “Coisas de fineza em psicanálise”. Curso inédito. Aula do dia 10 de junho de 2009. [7]MILLER, J.-A. (março, 2011). “Haveria passe ?”. Opção Lacaniana, (59): 65-75.