2˚ Fórum Latino-americano de Fotografia de São Paulo Mesa Fora De Casa Luis Weinstein: A mesa que vamos ouvir agora é a mesa Fora de Casa. Curadores, pesquisadores e pensadores que atuam ou atuaram fora de seus países de origem, discutem as mudanças de percepção ao trasladar o olhar pra o estrangeiro. As restrições abordam o papel do exílio e da migração no processo de criação. O moderador Eder Chiodetto, mestre em Comunicação e Artes pela Universidade de São Paulo, é fotógrafo e curador independente. Foi editor de fotografia do jornal Folha de São Paulo, em que também atuou como crítico de fotografia. Curador de mostras diferenciais, como Bressonianas e a Invenção de um Mundo, ambas em 2009, atuou como co-curador das exposições Henri Cartier-Bresson, Fotógrafo, em 2009, e Olhar e Fingir – Fotografias da Coleção Auer, também em 2009. É autor do livro O Lugar do Escritor, e organizador da coleção FotoPortátil, ambos da Cosac Naify. Atuou como curador do Clube de Fotografia do Museu de Arte Moderna de São Paulo, e hoje vai fazer uma ligação dessa mesa, é ele quem vai apresentar os outros invitados... Iatã Cannabrava: Eu só queria fazer um comentário, que as duas entrevistas de hoje confirmaram a brincadeira e a frase que eu citei do Eloy Martínez, que diz que do exílio ninguém retorna. Parece que é um fato. E esse exílio se refere muitas vezes a um exílio pessoal, não necessariamente um exílio do ponto de vista literal da palavra. Vamos ver se essa mesa de hoje confirma a tese do dia. Eder Chiodetto: Principalmente agradecer à equipe do Itaú Cultural que propiciou mais essa segunda edição do Fórum, que sejam muitas. Porque a gente já está ficando muito bem acostumado aqui, a ter essas discussões, esses encontros, a rever as pessoas nos eventos todos de fotografia que estão acontecendo cada vez mais profissionalmente, cada vez mais com gente interessada. Essa mesa tem como tema 50% do título do Fórum, Fora de Casa, Fora do Eixo. Essa é a mesa que tem como mote essa questão do Fora de Casa, com o intuito de discutir um pouco as mudanças de percepção que podem gerar essa trasladação do olhar quando a pessoa se desloca pro estrangeiro por trabalhar fora de sua casa. Então nós temos a presença da Cecilia Fajardo-Hill. Mais do que um “fora de casa”, ela deve ter uma questão bem interessante para falar porque ela tem três cidadanias. Ela nasceu na Nova Zelândia, mas tem cidadania também venezuelana e inglesa. A Cecilia é PhD em História da Arte pela Universidade de Essex, na Inglaterra. Há pouco mais de um ano assumiu o cargo de curadora do Museu de Arte Latino-Americana em Long Beach, nos Estados Unidos. Anteriormente a Cecilia foi responsável pela Cisneros Fontanals Art Foundation, uma organização sem fins lucrativos para arte na América Latina. Foi também diretora geral da Sala Mendoza, um espaço alternativo de arte contemporânea em Caracas, na Venezuela. Ela ficou lá nesse período de 1997 a 2001. Em seu trabalho ela costuma realizar conexões entre artistas de diferentes linguagens e tempos, como por exemplo Marcel Duchamp, com artistas contemporâneos latino-americanos. Trabalhou ainda com artistas como Gabriel Orozco, Olafur Eliasson e o japonês Hiroshi Sugimoto. Temos aqui ao meu lado o Juan Antonio Molina. Molina nasceu em Havana em 1965, e estudou História da Arte na Universidade de Havana, onde já foi curador do Centro Wilfredo Lam, que é o centro que organiza a Bienal de Havana. Foi também curador da Fototeca Nacional de Cuba. Durante quatro anos deu aulas na Faculdade de Artes Plásticas da Universidade Autónoma do Estado de Morelos, no México, e foi editor da revista de arte e literatura La Fisura. Atuou como co-curador da antológica Mostra de Fotografía Latinoamericana, organizada pelo Instituto de Cultura de Barcelona. Atua como curador independente e crítico de arte. Recentemente foi co-curador da Mostra Encubrimientos, dentro do PhotoEspaña, que contava com a participação de dez artistas latino-americanos. E temos também então a presença do professor Rubens Fernandes Junior, já um velho conhecido da platéia. É Diretor da Faculdade de Comunicação da Fundação Armando Álvares Penteado, a FAAP, em São Paulo. É doutor em Comunicação e Semiótica, e atua como professor, pesquisador e curador. É um dos membros do conselho curador da Coleção Pirelli, do MASP, onde já trabalhou também como curador de fotografia. Organizou entre outros, os livros dos fotógrafos Geraldo de Barros, Otto Stupakoff e Thomas Farkas, todos pela Cosac Naify. Recebeu o prêmio de melhor curadoria da Associação Paulista de Críticos de Arte, a APCA, pelo seu trabalho como curador da Mostra de Fotografias do Geraldo de Barros, Assimetrias, em 2006. Juan Antonio Molina: Sin lugar a dudas el tema que nos reúne en esta mesa a mí me hace sentir aludido de manera personal, me parece un tema muy oportuno, y que desde el principio me llevó a identificarme con el tema y a buscar mi propia experiencia como trabajador del mundo del arte. Llevo varios años trabajando con la fotografía, como curador, como crítico, como escritor. Y que llevo muchos años también fuera de casa. Me pareció toda una oportunidad para verme a mí mismo en relación con este fenómeno de la migración, del desplazamiento. Que es un tema que además yo he venido trabajando, sobre el que yo he venido investigando en los últimos años. De hecho primero en lo que pienso cuando oigo este planteamiento de “fuera de casa” es en mi propia casa. Y lo curioso es que a estas alturas no sé exactamente en cual casa estoy pensando. Y probablemente cuando regrese… Bueno, es posible que dentro de un par de días ya sienta que tengo una casa aquí también en São Paulo. Y entonces este fenómeno, andar siempre, transitando, desplazándose, lo hace sentir a uno evidentemente que esto de estar fuera de casa es como el status quo. Lo importante es que este tema me remite a mi propia condición de exiliado. A mi propia condición de apátrida. Y esto es relevante al menos en dos sentidos: primero porque estoy convencido de que mi relación con la fotografía está marcada por esta experiencia migratoria. Incluso conceptos tan recurrentes en mi discurso sobre la fotografía, como el concepto del deseo, de la pérdida, de la nostalgia no tendrían el mismo sentido fuera del contexto de mi propia vivencia como migrante. Y el otro punto que además no sería nada sorprendente es que esta correlación entre la vivencia y el pensamiento sobre la imagen es para mí un principio. Es el punto irreductible al que yo me relaciono con la fotografía. Por eso yo no hablo de la fotografía como una entidad abstracta, totalitaria, singular, ajena, distante, justificada de manera autosuficiente en su propia historia, sino que hablo de las fotografías. A veces hablo de algunas fotografías, a veces hablo de una fotografía, a veces no hablo de ninguna fotografía. Y siempre hablo en primera persona. Así que con el tema de fuera de casa, me siento… Bueno, iba a decir me siento como en mi casa, pero esto ya suena un poco contradictorio… (risas) Me siento especialmente invitado, me siento especialmente provocado a retomar no una teoría en la fotografía, sino más bien una reflexión sobre mi propia relación con la fotografía. No voy a hacer de manera exhaustiva, no tenemos el tiempo para esto y no puedo dedicar todo el tiempo de mi ponencia a una reflexión egocéntrica. Pero sí creo he dado el perfil, las características que tiene también esta mesa y la gente que vamos estar hablando aquí, que es un buen contexto para llamar la atención justamente sobre la necesidad o la posibilidad de que el pensamiento sobre la fotografía también involucre la reflexión sobre la experiencia de los propios intelectuales, de los propios críticos, curadores, investigadores. Y la vivencia personal, y el compromiso personal que ha tenido la fotografía en la vivencia de los investigadores y los curadores. Por supuesto hay una segunda referencia sobre la que quiero llamar la atención siempre con la esperanza de que podamos retomar la discusión más adelante, y es la del fotógrafo como un migrante. Yo creo que en la actualidad se hace mucho más evidente el impacto que tiene esa movilidad del fotógrafo en la sensación del desplazamiento que contamina nuestra propia percepción de los lugares. Incluso nuestra percepción de las identidades, que con más frecuencia parecen marcadas por una condición volátil de desarraigo, más que de pertenencia. Creo que ya no tiene mucho sentido hablar de identidades, si no las entendemos como condicionadas por la experiencia del tránsito y por la experiencia del intercambio, del tráfico, de la transacción. Desde esa perspectiva podemos hablar en una especie de economía de las identidades, y tiene que ver con esa fluidez, tiene que ver con esa liquidez que le da también sentido a su condición de simulacro o para usar un término menos, común, a su condición de representaciones. Pero cuando digo que esa movilidad es más evidente no estoy pasando por alto que esa movilidad siempre ha existido. Por ejemplo, han existido fotógrafos viajeros. Y a veces pienso que el fotógrafo por excelencia es el fotógrafo viajero. O que el viajero es siempre un fotógrafo en potencia. Un turista tiene que fotografiar, y ese acto es más importante que la propia fotografía. Ese acto es válido por lo que tiene de gesto, de gesticulación, me gusta decir, de pantomima. Revisar la foto del viaje sigue siendo un acontecimiento de relevancia social, familiar sobre todo. Sigue siendo una especie de ritual que genera una relación particular entre el individuo y el grupo, y su grupo. Pero en la fotografía turística el acto fotográfico tiene una relevancia propia que no parece depender del destino o de la función de la foto, sino de la relación particular que establece el fotógrafo con el lugar, y en la manera en que el fotógrafo reelabora simbólicamente su relación con el lugar. Esto me lleva a otro punto sobre el que he estado reflexionando hace poco. Hay un texto, el cual le voy a leer algunos fragmentos en mi presentación. Un texto que justamente está subtitulado: Emplazamientos, desplazamientos y tráfico. Y ahí yo tocaba a esta cuestión del fotógrafo y su relación de extrañamiento, suposición como extrañamiento, en relación con lo fotografiado, sobre todo en relación con el lugar en el que él se ubica. Y hablaba de que cuando vemos una foto podemos sospechar que estamos viendo algo que no parece estar en el lugar al que pertenece, o en el lugar que le pertenece. Toda foto nos confronta con algo o alguien que está fuera del lugar. Que ha sido secuestrado, y desplazado de su lugar y de su momento original. Y gran parte de la funcionalidad estética de la fotografía, pienso yo, depende del deseo, de la nostalgia por ese momento y ese lugar irrecuperables. El acto fotográfico es una especie de sentencia, de exilio para lo fotografiado. Y también por eso la fotografía es tan importante para el extranjero. Pero también por eso cuando estamos detrás de una cámara todos somos un poco extranjeros. En tercer lugar hay que pensar esta idea del “fuera de casa” también en relación con las nuevas características, las nuevas modalidades, las nuevas circunstancias que determinan y que condicionan la circulación de la fotografía en los medios, los canales y los soportes contemporáneos. Esto también conduce a un efecto de deslocalización, diría yo, que nos hace sentir que la fotografía misma también está en tránsito. Y yo me pregunto, cuando vemos una foto en Internet, ¿Dónde está realmente la foto?, ¿Cuál es su casa? La relación entonces, la discusión que tradicionalmente se genera en torno a la discusión de la relación entre la fotografía y la realidad entonces cambia el eje, porque lo que empieza a ser cada vez más prioritario es una discusión sobre la realidad de la fotografía. Ya no me preocupa si una foto es realista o no; ahora lo que me preocupa y también me divierte mucho es la posibilidad de que la foto ni siquiera sea real. Y esto me recuerda una frase que tiene Gianni Vattimo en un ensayo sobre la posmodernidad, con que tiene el subtítulo en forma de pregunta, dice “la posmodernidad una sociedad transparente”. Y hablando justamente de esta disolución, de esa pérdida del efecto de lo real, hablando de esa posibilidad de la cual yo me aprovecho también para poner un poco en duda la realidad de la fotografía misma en ciertos soportes, en ciertos canales contemporáneos, dice Gianni Vattimo: “por consiguiente, si con la multiplicación de las imágenes del mundo perdemos el sentido de la realidad como se dice, no es en fin de cuentas una gran pérdida”. Eso siempre me da mucha gracia, porque hay un poco de sarcasmo también en esa manera de presentar. Porque sí, siempre hay esa melancolía por lo real, siempre estamos como lamentando, viendo el efecto negativo de esa pérdida, el efecto de realidad. Y Vattimo dice: “no es una gran pérdida”. Dice: “por una especie de perversión de la lógica interna el mundo de los objetos mensurables y manipulables por la ciencia técnica, el mundo de lo real, según la metafísica, ha venido a ser el mundo de las mercaderías, de las imágenes, el mundo fantasmagórico de los medios de comunicación”. Eso que entendemos como lo real, eso es donde buscamos lo real. Eso es donde buscamos los soportes, los enclaves. En donde buscamos las ratificaciones y las legitimaciones de lo real. Dice: “es un mundo fantasmagórico”. Y se pregunta: “¿Tendremos que contraponer a este mundo la nostalgia de una realidad sólida, unitaria, estable y autoritaria, o más bien autorizada? Semejante nostalgia corre el peligro de transformarse continuamente en una actitud neurótica, en el esfuerzo por reconstruir el mundo de nuestra infancia”, aquí ya se pone en psicoanalítico, dice: “el esfuerzo por reconstruir el mundo de nuestra infancia, donde la autoridad familiar era a la vez amenazante y aseguradora”. Son términos que bueno, uno los puede subscribir o no, puede estar de acuerdo o no, pero que de algún modo refleja también como a todo un estado de opinión y toda una percepción no tan melancólica y no tan nostalgia ese efecto de realidad que se ha perdido y que en la circunstancia de los medios de comunicación contemporáneos… Bueno, estamos pensando en Internet sobre todo, ya sabemos de lo que estamos hablando. También implica disolver y sustituir un poco esa lógica de la relación entre fotografía y realidad, y para imponer una crítica a la propia noción de la fotografía como algo real. Para ver como en crisis la condición de realidad de la propia fotografía, porque… También me parece que se impone una investigación desde nuestro campo de estudios sobre la realidad de la foto, y en última instancia ver en qué medida nuestra noción de lo real también se constituye y se construye a partir de nuestra ilusión de la realidad de la foto y viceversa. Esta realidad ilusoria y fantasmagórica que se nos impone desde los medios también está consolidada, ratificada. También está certificada por el supuesto realismo y por la supuesta realidad de la fotografía que en las condiciones actuales cada vez entra más, mucho más, en crisis. Anoche yo vi con mucho entusiasmo la exposición que se inauguró aquí en Itaú Cultural, la exposición Mapas, Piratas y Tesoros. Porque sí, creo que evidentemente resume mucho de lo que vamos a hablar aquí, mucho de lo que podemos discutir aquí. Lo resume y lo ilustra de una manera mucho más evidente esa deslocalización de la fotografía, o esa utilización de distintos medios fotográficos o no fotográficos necesariamente para reflexionar sobre esta disolución de la realidad de la foto, y lo que yo he llamado en este texto, el “no lugar de la fotografía”. Ese “estar y no estar”, esa construcción, reconstrucción de un espacio. Parece como se hubiera un tránsito desde un enfoque que originalmente se ha concentrado en la noción tradicional del paisaje hacia una serie de exploraciones, que tienen que ver con las relaciones espaciales, y hacia una concentración en la noción de lugar para aterrizar en lo que me parece una de la problemáticas que son prioritarias en la fotografía contemporánea, y que tienen que ver con el concepto de territorio. O sea, pasando una noción un poco más abstracta, yo diría, con el paisaje, podemos llegar por todo este tránsito y en la exposición esta de aquí de los mapas, de los piratas y los tesoros, tienen ustedes la posibilidad de ver suficientes ejemplos, como en lo que se está concentrando es en la constitución del territorio, en todo lo que tiene el territorio también de constitución social, de intercambios, de flujos, de transiciones. En la ambigüedad de sus fronteras, en la posibilidad de los desplazamientos, de los cruces, y en su determinación también social, por la gente. O sea, siempre pienso en la idea del territorio asociado a la idea de la comunidad. Hay un territorio donde hay una comunidad que se constituye sobre esa base, esos límites y que violenta a veces que hace más flexibles esos límites del propio territorio. Me parece muy oportuna una reflexión que hace Michel Foucault al final de un ensayo que tiene precisamente sobre el espacio, que se llama Espacios Diferentes. La cita se la voy a leer completa, es un parrafito. Vale la pena para llegar al final de la cita, y ver en qué medida se relaciona esta idea. Seguramente habrán visto la exposición, notarán en qué medida se relaciona esta idea con lo que plantea Foucault, que comienza hablando de los burdeles. Dice: “Burdeles y colonias son dos tipos extremos de heterotopías. Y se pensamos que el barco es al fin y al cabo un trozo flotante de espacio, un lugar sin lugar, que vive por sí mismo, que está cerrado en sí mismo, y que al mismo tiempo es abandonado al mar infinito, y que de puerto en puerto, de juerga en juerga, de burdel en burdel, va hasta las colonias a buscar lo que estas tienen de más preciado en sus jardines, comprenderemos porque el barco ha sido para nuestra civilización”, dice Foucault, “desde el siglo XVI, y hasta nuestros días no solo por supuesto el principal instrumento de desarrollo económico, sino también al mismo tiempo la mayor reserva de imaginación. El navío es la heterotopía por excelencia. En las civilizaciones sin barcos los sueños se secan y el espionaje sustituye a la aventura, y la policía a los corsarios”. Eso es muy sugerente, y además está llena de poesía, llena de imaginación, ciertamente, y bueno, este podría ser un buen texto para la exposición de los piratas, los mapas y los barcos que tenemos aquí en Itaú Cultural. Y también cuando leo ese texto pienso en como hubiera sido la historia de América si los marineros y colonos hubieran traído cámaras fotográficas con ellos. Porque entonces tal vez sería más fácil pensar el navío no como un reservorio de la imaginación, sino como un vehículo más para el tránsito o para el tráfico de la imagen. Y por cierto también a ese tenor podemos pensar a los espías y los policías modernos como agentes del tráfico de imágenes, con toda la parafernalia que tienen a su disposición: cámaras en miniatura, satélites, rayos x, sistemas sofisticados de comunicación y vigilancia. Y me consta también, quizá por haber vivido en una isla que el barco se asocia tanto a la fantasía como a la historia, tanto a la epopeya como a la catástrofe, que a su condición de “lugar sin lugar”, que dice Foucault, corresponde a esa peculiar situación de “estar sin estar”, que es propia de los que viven en las cercanías del mar. Como la posibilidad, o la premonición, o incluso como la necesidad del viaje. Pero se habrán dado cuenta de todas formas que hay algo extemporáneo en esa alusión al barco que hace Foucault. Y probablemente porque la figura del barco ya ha sido sustituida en nuestro imaginario por la del avión, por el imagen de avión. De la caracterización que hace Foucault del barco como lugar singular, ya hemos pasado por ejemplo ahora a la que hace Marc Augé, que seguro le resulta familiar a todos ustedes, del avión como un “no lugar”, o como un vehículo de tránsito, entre esos “no lugares” que serían los aeropuertos. Y espacio de transición, donde el sujeto entra y sale, pero no habita. Espacios funcionales donde el sujeto es un usuario más que una persona. Espacios que según Augé no pueden definirse ni como espacios de identidad, ni como espacios relacionales, ni como espacios históricos. Esos son los “no lugares”, los aeropuertos, las autopistas, los supermercados, pero también los hoteles, los parques temáticos, los sitios turísticos, las oficinas de atención al cliente. Yo diría incluso los pasillos, los pasajes, las escaleras mecánicas, los elevadores, todos esos lugares donde la identidad no se construye ni siquiera se representa, solamente se comprueba también por medio del documento, casi siempre por medio de la fotografía. En los puestos de control de aduana, migración, en la frontera, los puestos de migración, las casetas de peaje en la carretera, las cajas registradoras de los supermercados, las recepciones de los hoteles, los edificios públicos… Esos son los extremos opuestos de los monumentos. Pero también según Augé son los extremos opuestos a las utopías. Son lugares de tránsito, configurados como lugares de consumo. Son espacios hipertextualizados, con inscripciones, descripciones, indicaciones, señales, prohibiciones, invitaciones, provocaciones, todo tipo de ficciones seductoras, pero también toda una serie de textos coercitivos, dirigido a cada uno y a ninguno de nosotros en particular. Lo que veo de provocativo en todo esto es enfrentarlo desde la pregunta ¿Cómo interviene la fotografía en nuestra relación con estos espacios?, complementada con la pregunta ¿Cómo intervienen esos espacios en nuestra relación con la fotografía? Son dos preguntas que me han llevado a mí a la revisión de esa imagen del “no lugar”. Teniendo en cuenta, en primer lugar, que hay que partir que en una imagen tan heteróclita el espacio no va a ser enfrentado desde un esquema uniforme de las funciones y las configuraciones de la fotografía. No estamos pensando en un tipo de fotografía específico, no estamos pensando en una sola función, uno solo destino de la fotografía. Porque por ejemplo aquí habría que atender a toda la importancia que tiene en esos lugares la fotografía publicitaria. Y de hecho una cosa interesante sobre la que llama la atención Marc Augé, es que muchas de esas fotografías muestran lugares donde a su vez encontramos fotografías de otros lugares, y así sucesivamente. La fotografía del lugar remite al lugar de la fotografía. Pero también en la mayoría de esos lugares nos piden que nos identifiquemos, y eso en ese contexto es una especie de eufemismo, que se refiere a que demostremos por medio de un documento fotográfico que somos quienes decimos ser. La fotografía pasa de una mano a la otra, a veces es mirada con indiferencia, a veces es escrudiñada con suspicacia. Y por otra parte finalmente en la mayoría de esos lugares hay cámaras de vigilancia también, que todo el tiempo nosotros estamos siendo videograbados, nuestra imagen está siendo reproducida, está expuesta a la mirada del otro, está circulando por distintos dispositivos. Se pasamos por un módulo de seguridad más estricto entonces nuestras pertenencias son expuestas a una cámara de rayos x, donde se someten a un doble reblandecimiento, pierden la opacidad y la tridimensionalidad de la mayoría de los óleos y pierden el aura de la mayoría de los objetos pertenecientes a nuestra privacidad. Entonces no es extraño que en esos lugares las cámaras fotográficas sean vistas con suspicacias y los fotógrafos no sean siempre bien recibidos, porque para quienes hacen un uso tan disciplinado de la fotografía no es tan fácil aceptar que tengan una utilidad puramente estética, o que sea una actividad lúdica, o simplemente ociosa. De modo que esos lugares o “no lugares” son espacios donde la función estética de la fotografía entra en crisis también. Y así también entra en crisis el reconocimiento del sujeto fotografiado ante el acto fotográfico, porque el acto fotográfico son espacios, se supone, sometidos a una cierta discreción o clandestinaje. Y esa discreción va dirigida a mantener y respetar el frágil equilibrio entre identidad y anonimato del sujeto. A esa doble condición se refiere Marc Augé pensando específicamente en la figura del viajero, y ahora diríamos del pasajero. Ese sujeto desarraigado, que vive la experiencia del tránsito por espacios donde cito: “ni la identidad, ni la relación, ni la historia tienen verdadero sentido. Donde la soledad se experimenta como exceso o vaciamiento de la individualidad, donde sólo el movimiento de las imágenes deja entrever borrosamente por momentos aquél que las mira desaparecer; la hipótesis de un pasado y la posibilidad de un porvenir”. Ahí termina la cita. Esa lectura me deja con dos preguntas que quiero dejar aquí para ustedes porque después vamos a tener un momento para que ustedes hagan preguntas, pero voy a empezar haciendo preguntas yo. Dos temas que pueden servirnos para volver a reflexionar sobre esto. Y es justamente la relación con este tema del anonimato, la primera pregunta sería esta: ¿Existe una fotografía del anonimato?, pero viene asociado a una segunda pregunta: ¿No será la historia de la fotografía una historia de la construcción imaginaria del anonimato, tanto como el escenario de una resistencia ante el anonimato? Esto lo asocio con una frase, una propuesta con la que termina precisamente el libro de Augé que habla de la posibilidad y la necesidad del desarrollo que lo que llama una “enología de la soledad”, y yo creo que a nosotros más bien como estudiosos de la fotografía nos pudiera resultar interesante más bien preguntarnos qué apariencia podría tener una fotografía que alude a la soledad, en dónde se ubica, a quién se refiere. A veces sospecho que tal vez pudiera referirse a nosotros mismos. Finalmente, es posible investigar también este fenómeno del “fuera de casa”, este fenómeno del desplazamiento, de la deslocalización de una manera tal vez menos fría, y pensar en el impacto que tiene en el sujeto, el impacto que tiene en el individuo, todo este proceso que a veces lo vemos en términos estadísticos, pero también se tratan de individuos. Y que está pasando con esos individuos, en qué medida se está construyendo, se está generando esta sensación de soledad precisamente. Qué impacto tiene entonces en la fotografía, y qué impacto tiene también la fotografía, el acto fotográfico en esta generación de esta sensación, este sentimiento de soledad. Que función cumpliría además una fotografía dentro de una posible enología de la soledad, porque en ese contexto la fotografía no sería ya el documento, habría que documentar otras cosas, habría que documentar cómo funciona la fotografía en ese contexto más bien. A veces yo pienso, esto puede sonar muy escéptico, que en ese contexto también la fotografía puede empezar a adquirir la significación de un acto solitario, un acto casi onanista, un acto que puede ser visto casi como estéril. Un acto que se satisface a sí mismo también, y que finalmente tiene que ver también con el modo en que se crea, en que se genera esa combinación entre la sensación de desarraigo y la elaboración de un lenguaje individual, donde se combina lo local y lo marginal. Esa combinación que el propio Vattimo menciona en términos de dialectos y desarraigo, cuando habla del posible alcance emancipador, liberador de la pérdida del sentido de realidad. No es esa pérdida del sentido de realidad como dice: “Aquí, la emancipación consiste más bien en el desarraigo que es también, y al mismo tiempo, lo que podríamos llamar en síntesis el dialecto”. Y dice algo interesante. Si finalmente estamos viviendo un mundo de dialectos, si hablo en dialecto en un mundo donde todos los demás hablan su dialecto también esto genera una especie de situación de tolerancia, digamos en términos lo más prosaicos posibles, de humildad también. De pluralidad. No quiero usar la palabra democracia, porque esa palabra la usa todo el mundo, y le han dado muy mala luz. Pero de pluralidad él dice, se hablo este dialecto en un mundo de dialectos tengo que aprender a aceptar que mi lengua no es la única posible. Tengo que aprender a aceptar que mi discurso no es el único aceptable. Ayer yo estaba en el lobby del hotel y estaba viendo un huésped que hablaba español, por supuesto, hablaba todo el tiempo en español, y se veía seguro, se veía fuerte, se veía un tipo convincente, hablando en su propio idioma. Era una figura de poder. Entonces yo estaba balbuceando, tratando de balbucear unas pocas palabras que sé en portugués. Bueno, la única frase que yo sé es “eu não falo português”. Pero igual, trataba de comunicarme desde el mal dominio del idioma local, y entonces de pronto me comparo con ese tipo y yo debo verme como una figura débil, frágil, comparado con este hombre que está hablando su idioma, que está imponiendo su idioma, mientras que yo estoy haciendo el proceso contrario. Yo estoy tratando de hablar el idioma del otro, estoy aceptando el idioma del otro, no estoy imponiendo el mío. Eso me coloca en una situación de fragilidad, en una situación de debilidad. Y esa situación de debilidad es de donde yo veo precisamente ese carácter emancipador, la posibilidad de mi propia experiencia de libertad. Yo no busco mi experiencia de libertad en la fuerza, yo no busco mi experiencia en el poder. Yo busco entonces mi experiencia de libertad en este juego con esta combinación entre el dialecto y el desarraigo. Esta situación de debilidad me abre las puertas también para una experiencia de libertad. Un poco pensando en esas cosas es que desde hace años he venido trabajando con el tema de la fotografía como objeto débil, que implica todo esto proceso de disolución, de desplazamiento, de lo que he comentado aquí. Pero que implica también esta relación, esta referencia a un sujeto también débil. Porque si no no tendría sentido, no tendría coherencia este proyecto. Bueno, es más o menos el resumen de lo que quería comentarles. Muchas gracias. Eder Chiodetto: Obrigado, Molina. Agora eu passo a palavra pra Cecilia. Cecilia Fajardo Hill: Ok. Buenas noches. Preparé mi charla en inglés. Lo que pasa es que desde que llegué a São Paulo no tengo ningunas ganas de hablar en inglés, sino en español o en portugués, que no lo sé hablar. Entonces es una situación un poquito extraña, no siento que es un idioma fluido, a pesar que normalmente lo hablo todos los días en casa, pero como ya cambié de casa, hablando de casas… Y creo que es una cosa bastante simbólica, un poco de todos estos procesos de intercambio y de cambio propio, cuando uno se desplaza a unos sitios que no son los distintos, ¿no? Mi manera de pensar en la propuesta para la charla le dé un poquito la vuelta. Es muy distinta y es interesante la propuesta que acaba de hacer Juan Antonio. Entonces voy a empezar a hablar en inglés. También hay que pensar que yo hablo desde la perspectiva de una persona que trabaja curando arte contemporánea, pero que no creo mucho en mi hecho de trabajar sencillamente desde la definición de un medio artístico. Sí creo que un medio como la fotografía es específico, pero no siento que es enteramente relevante solamente hablar de fotografía. Especialmente porque lo vemos la exposición aquí abajo, hay una exposición que habla de fotografía, pero la mitad de la exposición es video. Y la mitad de los artistas que hacen fotografía hacen video, o hacen dibujos, o que sea. Entonces… It is worth asking if it is relevant to attempt to define such a thing as a Latin American photography. And furthermore, how important or valid it is to discuss art in terms of a medium such as photography. Iatã Cannabrava suggests that despite the affirmation that there is no Latin American photography we’ve never stopped talking about it and this photography is undergoing constant redefinition as cultural references change in the process of immigration and exchange. Nevertheless it could be argued that we live in a global culture, and Latin America is very much part of it. Being international, having access to Internet and high technology, participating in important biennials such as the Bienal de São Paulo, which is very international, Poligráfica de Puerto Rico, Trienal de Chile. I cannot think of Brazilian, Argentinian, Venezuelan or Mexican art as local art. But I can only think of it as international nature. And also because all of these countries have a very strong modern and modernist traditions themselves. Also because in this specific case photography is a sort of universal pan language, partly because of its relationship with reality. Everybody recognizes a theme in a photography, even though you can’t read the codes. And because of the digital nature that it has today that it allows a circulation which is very widespread. So the way I would like to think of photography in Latin America is more from the perspective of looking a culture’s specificity from my perspective, which is international. And thinking more that the process of migration of signifies, where is in Brazil, is being read in London, or whatever, is actually a dynamic process and it allows both to be specific and to be more universal. Photography perhaps is one of the most widespread mediums of contemporary art since the 1960’s and 1970’s, it has been invested with conceptual and more ambiguous and complex role as its initial attempt to assert it as an ultimate recorder of reality. Its potential for manipulation and for blurring the boundaries between fiction and reality. Truth has been explored since its inception, and photographers are fabricating reality not as much as illustrating it. Nevertheless, no matter how conceptual or post-colonial, maybe define tendencies of contemporary art today are how it’s translating into realm photography it is the realism of photography what constitutes the bases of its popularity. The public conscious or unconscious desire to pair photography to visual perception into some idea of the truth or veracity no matter how constructed and fictional an image is an inevitable association of photographic representation with objectivity takes place. Perhaps confirming what Jean Baudrillard cynically asserts that the magic of photography is that it is the object which does all the work. In the same way that you would think that a note in a piano is already something that exists as opposed to violin as a note that you have to compose, like a brush stroke versus representing something from the actual world. David Campany in an article, it was a special issue in photography, recently asks, “What is it about photography that sustains the interest? Is its longevity a simple amount of compulsive repetition? The answers are to be found less within the medium per se, but in its status as recorder. Photography is inherently of the world. It cannot help but document things however abstract, theatrical, artificial or contentious that documentation may be. So the meaning of photography is intimately bound up with the meaning of the world it records”. So mostly what we call Latin American photography is seen through a lens of pre-determined of expected close association with specifics social and political reality, such as the representation of violence, social justice, exotic racial diversity, urban contradiction. Recently we actually did an exhibition of photography from the 90’s and it happens that photography in the 90’s in Latin America was very strongly dealing with a lot of issues that had to do especially with violence and social issues in Latin America and somehow I found that it was very difficult to frame this in a way that it wasn’t going to be perceived as confirming yet again that Latin America has to deal with all these social issues. And that somehow it becomes like a niche idea and so forth. And that this representation stands for Latin America. If photography is so intimately bound with the world, the circumstance, how can it be otherwise? Photography can be a tool to deconstruct the real world, to provide an internal critique and a dialectical relationship between image, reality and conceptual and political engagement. Personally I think that in Latin America the photography which is engaged in some sort of formal critical dialogue with its reality is the stronger and more meaningful. The traditional divide or supposed contradiction between the esthetics and the political, and the association with the documentary when representing social issues are two key reasons why photography in Latin America may be seen in stereotypical terms as predictable or picturesque or as beautifying difficult subjects. As opposed to producing thoughtful, complex, socially and culturally enough and political engaged visual construct. David Levi Strauss, who published a little while ago a book called Between the Eyes – Essays on Photography and Politics bears the important question: “The idea that the more transformed or aestheticized an image is, the less authentic or politically valuable it becomes, is one that needs to be seriously questioned. Why can’t beauty be a call to action? Is it unsupported and careless the use of aestheticization to condemn artists who deal with politically charged subjects?” It is important to differentiate images that simply signify illustrated social issues leaving nothing to the imagination or sentimental representation, which only brings distancy and unacceptance to the complex one that David Levi Strauss may describe as “being able to disorganize us”. In the 1980’s in the States and in Europe specially, there was a specific time where artists from Latin America or Native Americans, African, Asian were allowed somehow to participate and become of the art world in New York and so forth, but the way they were allowed to participate… I say “allow” because it really was a completely mediated situation was in term of the multicultural issues, and it had to do with racial issues, political issues, they were all very, very real. And I think during the 1990’s there was a little bit of a pitfall in the sense of the representation was a little bit too literal. So when it is too literal, what happens is people look at the image, and then they turn around and say “I’ve seen it, and it’s not raising the questions that it should be raising”. And then what he suggests is that an image, which is complex and difficult, should be able to disorganize our thought and our pre-conceptions. So we need multiple and opened interpretations when thinking of Latin America photography, where both artistic and cultural specificities are contextualized and pro-forward as not being in contradiction and as different from contemporary art at large but as part of it. Basically from my point of view, I mean this idea of if we have a house or we don’t have a house, I think we really do live in a global society where as artists that produce let’s say in Mexico, Brazil, we do have a moment of cultural specificity in our work but that carries on in this kind of broader arena of the international, where there is a lot of relationships and dialogue that needs to be created, which is not a dialogue of the niche, is not a dialogue of isolation, is not a dialogue of nationalistic discourse. I think, you know, from the moment you have an artist and it begins from an individual idea, then it moves on to the kind of specific cultural issues, and then it moves on to the issues of contemporary art and so forth. And in the same way I see photography, in a way I’m glad about the exhibition which is downstairs. You know, there is artists like Amilcar Parker who is fundamentally a performer’s artist but then is represented with this line that somehow because he moves along the space. It does become somehow a reflection of this performative space and movement in space. So I really feel that photography in itself as a medium alone I think it coexists in relation to a lot of other things and it coexists in kind of a relationship between reality and fiction and political issues and social issues and is in this all this kind of borderlines that are somehow constantly overlapping with each other. I think is where photography is interesting and especially photography which is not disinterested in the world. Eder Chiodetto: Passo a palavra para o professor Rubens Fernandes Junior. Rubens Fernandes Junior: Boa noite. Queria agradecer à organização do Fórum Latino-americano de Fotografia de São Paulo e o Itaú Cultural pela oportunidade de estar aqui e também a oportunidade de reunir fotógrafos, pesquisadores, curadores e interessados em ampliar o repertório sobre a questão da fotografia. E por outro lado falar um pouco da questão do tema Fora de Casa, Fora do Eixo – Exílios e Migrações. E quando me vi nessa mesa eu me vi fora do lugar, porque na realidade eu não tenho nenhuma experiência de exílio e nenhuma experiência de morar fora de casa, morar fora em outro país. As experiências que eu tive nesse sentido foram curtas, breves e normalmente muito centrado no meu trabalho acadêmico administrativo na minha Universidade e, portanto, pouco associado às questões da fotografia. Mas também me vejo como uma pessoa em trânsito permanente, como disse o Molina. Aliás, eu acho que mais que isso, eu acho que eu sou uma pessoa que vive em transe permanente, porque na realidade a gente vive num transe de imagens, num transe de vida, e eu gosto mais da idéia de que a gente vive em transe, e claro, transe pressupõe esse movimento, mas pressupões muito mais que o movimento. Em relação às exposições e experiências com curadoria fora do Brasil, também tive a oportunidade de realizá-las em Houston, em Wolfsburg, no Instituto Valenciano de Arte Moderna, no Centro Português de Fotografia da cidade do Porto. Também participei do projeto Mapas Abertos com o Molina e Castellote, e atuo junto ao Nafoto – Núcleo de Amigos da Fotografia, um grupo independente que atua desde 1991. Agora um pouco mais lento, mas atua com a fotografia aqui na cidade de São Paulo. Nós tivemos a oportunidades de participar de várias exposições, no Equador, Japão, França, Chile, etc. Eu, diante dessa minha situação de não estar dentro da mesa, mas estar fora da mesa, na medida em que a minha experiência diversa dos meus colegas, resolvi fazer então um movimento inverso. Eu resolvi pensar um pouco a fotografia brasileira hoje, mas também de uma maneira inversa. Eu vou chegar na fotografia contemporânea, mas antes a gente vai percorrer um pouco o que aconteceu em 170 anos, na medida em que a fotografia chega ao Brasil em 17 de janeiro de 1840. Eu preparei umas imagens que muitos de vocês podem conhecer, mas de qualquer maneira a gente sabe que o Hercules Florence traz a fotografia aqui a partir de 1832, pioneiramente. Então nós poderíamos pensar a idéia de que a nossa fotografia desde o seu nascimento é estrangeira. E olhar retrospectivamente para esta questão, para esses 170 anos, é tentar entender como que a gente pode avaliar os vários momentos em que os fotógrafos estrangeiros se instalaram no Brasil e de algum modo se inscreveram na nossa cronologia da fotografia brasileira. Eu vou assumir aqui nessa noite quatro períodos bem distintos, para pensar essa produção fotográfica e tentar estabelecer alguns nexos e parâmetros comparativos pra minha reflexão. O primeiro momento indubitavelmente ocorre entre 1840 e 1889, que é o momento do Império, o momento do advento da fotografia, onde nós tivemos aqui a presença de inúmeros fotógrafos estrangeiros em diferentes regiões, principalmente nas proximidades dos portos do litoral brasileiro. O segundo momento é o momento entre 1890, a República, e 1930, período de grande fluxo de imigração e quando muitos profissionais se instalaram nas cidades brasileiras e que inúmeros, centenas, destes profissionais ainda não se inscreveram na história oficial da fotografia brasileira. O terceiro momento eu delimitei entre 1931 e 1950, o período em que o mundo se encontrava em guerra e que muitos profissionais de origem europeia e/ou judaica se instalaram no país, particularmente no eixo Rio de Janeiro, São Paulo e Salvador. E finalmente o último período, entre 1951 e 1970, quando alguns profissionais chegam ao país por motivações bem diversas dos momentos anteriores. Vale lembrar que a nossa primeira imagem fotográfica é essa imagem produzida em 17 de janeiro de 1840 pelo abade Compte, que fez uma demonstração pública. E nós sabemos que antes ele tinha feito uma demonstração pública em Salvador, mas não há memória disso. E esse é um daguerreótipo que está presente na coleção da família imperial brasileira. Logo em seguida a gente tem inúmeros daguerreotipistas Napoleão Bautz, Auguste Morin e um em particular, Charles DeForest Fredricks, um norte-americano que entrou pelo país via Belém, e ficou percorrendo a América Latina durante nove anos. Só que existepouca informação e pouco material que sobrou dessa enorme viagem do Charles Fredricks. Outro dado importante é o nosso Imperador, que em 1851, dois anos antes da Rainha Victoria na Inglaterra, instituiu o Real Patrocínio e criou o título “Fotógrafo da Casa Imperial”, pra aqueles que desenvolviam um trabalho de qualidade no país. Ele atribuiu esse título entre 1851 e 1889 a 23 fotógrafos, seis no exterior e 16 aqui. Desse primeiro período existe uma coleção de nomes vindo dos lugares mais distintos da Europa. Basicamente Alemanha, Suíça, França, alguns italianos. E eles se instalaram em Belém, Recife, Salvador, Rio de Janeiro, São Paulo, Porto Alegre e Ouro Preto. Eles criaram um olhar específico sobre o nosso país, sobre nossa cultura e sobre nossa gente. De origem européia, portanto do Velho Mundo, eles se defrontaram com o Novo Mundo não com o frescor da novidade, mas buscaram criar uma imagem moldada nos valores etnocêntricos em sintonia com as informações dos relatos dos viajantes, dos cronistas e dos cientistas das diferentes expedições realizadas com a finalidade de estudar certas especificidades desse Novo Mundo. Boris Kossoy denomina esse olhar de “olhar europeu”, que é um olhar exótico. Essa idéia de revelar para o mundo europeu o misterioso e exótico mundo tropical. Para Boris, o olhar se fez sobre o prisma da ilustração, das ciências biológicas e das novas teorias raciais, questionadoras do múltiplo e fortalecedoras do imperialismo e da postura etnocentrista. Nesta paisagem do Victor Frond, um francês que apareceu pelo Brasil fugido das tropas napoleônicas por volta de 1857, o fotógrafo elege o pitoresco na sua representação. Registra a exuberância e a monumentalidade das nossas florestas, no caso aqui Petrópolis, e se coloca como o fluidor do espetáculo oferecido pela natureza. Frond é um dos responsáveis também pela criação ou pela definição daquilo que a gente entende como os paradigmas da paisagem carioca, pois elegeu alguns aspectos do espaço urbano que foram posteriormente repetidos por diferentes profissionais. Além disso, ele registrou também o cotidiano dos escravos nas fazendas, em Salvador, e quando ele retornou a Paris publicou um álbum litográfico denominado Brasil Pitoresco, com 74 imagens dessas feitas no Brasil e talvez seja esse considerado o primeiro livro da história da nossa fotografia. Outro fotógrafo e litógrafo importante e atuante no século XIX foi o suíço Georges Leuzinger, proprietário da Casa Leuzinger, misto de tipografia, papelaria e livraria que possuía por volta de 1867 um catálogo de 337 diversas, que era distribuído na Europa e funcionava como uma espécie de matriz pra você montar o seu próprio álbum sobre as imagens do Brasil. O catálogo continha fotografias do Frisch, do Stahl, do Cristiano Junior, que editados lado a lado permitiam uma visão muito específica sobre o nosso país. Um dos usuários dessas imagens foi o Louis Agassiz, um suíço também, que juntamente com sua esposa coordenou uma expedição científica pelo país e publicou um livro em 1867, chamado Viagem ao Brasil, usando as imagens do Stahl. Nesse livro literalmente o Agassiz diz que o Stahl “é um fotógrafo de negros de puro sangue”. O Frisch é um fotógrafo de origem alemã, e tem talvez a coleção mais antiga de índios brasileiros, especificamente da região amazônica. Seus registros datam de 1865 e em 1867 ele mostrou essas imagens na Exposição Universal de Paris. Esses exemplos foram destacados pra reforçar a hipótese de que a exuberância da nossa paisagem, nossa fauna e flora diferenciada, os índios e os negros escravos e alforriados compunham o centro de interesse desses profissionais que atuaram no país no século XIX. Por outro lado é interessante perceber que também quando nos deparamos com álbuns produzidos na África e no Extremo Oriente, esse interesse pelo exótico também era determinante para os fotógrafos que ali circulavam. Muitos álbuns fotográficos e litográficos e muitos livros são interessantes da gente rever. Esse livro, Brasil e Brasileiros, de 1857, de dois reverendos norteamericanos, o Kidder e o Fletcher, traz incríveis imagens do nosso país, só que pela inexistência de processos fotomecânicos, as fotografias se transformavam em meras ilustrações. Quero também salientar que essas informações organizadas que a gente tem hoje surgem primeiramente num texto do Gilberto Ferrez, que é neto do Marc Ferrez, publicado na revista do Patrimônio Histórico Nacional em 1946, que gerou o livro A Fotografia no Brasil, um clássico já e que posteriormente também gerou esse livro, Pioneer Photographers of Brazil, publicado em Nova York. Após a libertação dos escravos e o advento da República em 1888 e 1889 o país mudou. Inicia-se um fluxo imigratório de grandes proporções e as capitais brasileiras sofrem uma profunda alteração em seu cotidiano. Foram milhões de imigrantes que chegaram com promessas de prosperidade e nova vida. Dentre esse enorme contingente, muitos se estabeleceram como fotógrafos. Em São Paulo, por exemplo, temos uma forte presença de imigrantes de origem italiana e alemã. No segundo momento então, entre 1890 e 1930, destaco alguns profissionais que estão aqui na tela, Otto Rudolf Quaas, Aurélio Becherini, Oreste Cilento. Vale à pena perceber que a maioria deles era retratista, porque era uma atividade muito mais rentável. E que à sua maneira, através do retrato, eles registraram a revolução social da população burguesa brasileira. Exceção feita a Gaensly e Becherini, responsáveis por uma extensa documentação da transformação urbana das cidades, e alguns flagrantes inesperados, que buscavam compreender a cidade como um novo sujeito social, com um novo enredo, um novo drama e novos atores. Não mais aquela fotografia centrada na diferença e na visão hierárquica produzida no século anterior, mas buscava se concretizar na imagem um projeto de nação mais sintonizado com os centros urbanos europeus. Vale à pena destacar que nas duas décadas o país foi invadido por inúmeros fotógrafos estrangeiros que produziram uma extensa documentação das cidades brasileiras e viabilizaram as suas fotografias através de cartões postais, tão em moda nas primeiras duas décadas no mundo todo, e que uma parte incrível desses fotógrafos sequer é conhecido ou lembrado na história da nossa fotografia. O terceiro momento caracteriza-se por um período extremamente específico, entre 1931 e 1950, ou seja, o início de um processo político que desencadeia a Segunda Guerra Mundial, e que obriga milhares de pessoas a abandonarem a Europa em direção às Américas. No Brasil, podemos destacar a presença de alguns deles: Pierre Verger, Hildegard Rosenthal, Marcel Gautherot, Flieg entre outros. Pra mim, é nesse momento que ocorre a transição entre o primeiro e o último período. Pois se agora já temos um olhar mais comprometido com a cultura brasileira, temos também aquela visão equivocada sobre o Brasil e os brasileiros. Um momento de transição porque ainda está presente um olhar muito específico sobre o negro e o índio, ou um olhar sobre a mulher e sobre o Carnaval. Enfim, parâmetros ainda muito preconceituosos sobre o nosso país. Por outro lado, temos o trabalho do Pierre Verger e Marcel Gautherot, dois franceses que chegam ao Brasil por volta de 1946 e produzem uma fotografia exemplar sobre o homem e a cultura brasileira. E souberam aliar com clareza e concisão a idéia de que a fotografia é acima de tudo, coerência. Jamais se utilizaram de uma imagem para uma visão pré-concebida, pelo contrário: trabalharam como observadores apaixonados pela natureza e pelo homem brasileiro. Nunca é uma leitura que nos leva à compaixão, pelo contrário: o resultado é uma imagem singular, de exaltação do homem, do seu trabalho e de suas celebrações. Uma obra honesta, que exalta com dignidade a magnitude do homem comum, destacado sempre em sua autêntica dimensão cotidiana. Como declarou o arquiteto Oscar Niemeyer sobre Marcel Gautherot: “Gautherot tinha um talento extraordinário. Muito cuidadoso com a luz e extremamente organizado, foi um profissional que ajudou a tornar o Brasil mais conhecido no exterior e de maneira muito mais inteligente”. Diante disso, é possível entender porque país atraía como um ímã alguns expoentes da modernidade fotográfica que se produzia naquele momento com uma intensidade estética sem precedentes na fotografia brasileira. Esse período foi significativo para o florescimento da arte e da cultura, quando durante mais de uma década o país viveu um intenso processo de fermentação sócio-política e cultural. Queria lembrá-los que nesse período, no final dos anos 1940, em 1947, é que começam a surgir as nossas instituições públicas mais importantes: Museu de Arte Moderna de São Paulo e do Rio de Janeiro, Museu de Arte de São Paulo, a televisão brasileira surge em 1950, a Bienal Internacional em 1951, a companhia cinematográfica Vera Cruz em 1949, enfim, nós temos aqui um conjunto de informações preciosas que vão de encontro a essa imagem que estava se produzindo naquele momento. Os artistas estrangeiros formavam uma pequena comunidade aqui em São Paulo e no nosso país. Por último, o momento mais forte e expressivo da presença do olhar estrangeiro na produção fotográfica brasileira. Entre 1951 e 1970, vimos aportar aqui Jean Solari, Claudia Andujar, Luigi Mamprin, Maureen Bisilliat, David Drew Zingg, Lew Parella, Roger Bester, George Love, Claus Meyer, entre outros. Podemos afirmar que este é um momento especial para o país e para a fotografia. Se no momento anterior tivemos como suporte a propagação das imagens, os livros e a revista O Cruzeiro, agora nos anos 1950 e 1960 temos as revistas Manchete, Cláudia, Quatro Rodas e Realidade, além dos livros. Quase todos esses fotógrafos que vemos aqui participaram do maior e mais emblemático projeto editorial do país que foi a revista Realidade. Praticamente todos estes fotógrafos consolidaram suas carreiras aqui no Brasil, cada um com as suas especificidades. Resgatar suas histórias, que merecem ser lembradas como ontem, por exemplo, a história da Claudia Andujar, é fundamental para compreendermos esse período da fotografia brasileira e a fotografia brasileira contemporânea. De certo modo, podemos perceber que em seus trabalhos o Brasil aparece agora de maneira mais espontânea por esses olhares que se apaixonaram perdidamente pela nossa cultura e pela nossa gente. Através de ensaios tão diversos... Música e fotografia, como David Zingg; fotografia e literatura, como Maureen Bisilliat; fotografia e os Yanomamis, como Cláudia Andujar. É possível entender e sensibilizar-se diante da verdadeira alma brasileira registrada através desses olhares atentos e estrangeiros. Que além de terem uma extensa bagagem teórica e técnica, fotografaram com sinceridade e cumplicidade o calor humano e a identidade do povo brasileiro, se envolveram e se misturaram com a nossa gente. A relação desses fotógrafos com a cultura brasileira se dá em outro grau, em outra intensidade se compararmos com os fotógrafos dos dois primeiros períodos. Vieram para o Brasil por motivos diversos, se apaixonaram e viveram suas vidas aqui. Tornaram-se integrantes desse novo movimento cultural, valorizaram nossos costumes, valorizaram o povo brasileiro e trouxeram para a sua fotografia o frescor que pedíamos desde os primeiros tempos. Nos anos 1980, a fotografia brasileira se consolidou como uma das melhores do mundo e invariavelmente as principais revistas internacionais publicaram números especiais sobre o Brasil. A revista Zoom francesa, em 1985, dois números seguidos; a revista belga Cliché; a revista Photo, de abril de 1996; a revista Lapiz, espanhola de 1996; a revista Art in America, de abril de 98. Então a gente vê que a fotografia brasileira ganha uma nova dimensão, e todos esses fotógrafos, principalmente do último período, estavam presentes nessas grandes coletivas realizadas no final dos anos 1980 e na década de 1990. Proponho agora pra finalizar uma breve reflexão. Como membro curador da coleção Pirelli Masp de Fotografia desde a sua criação, em 1991, faço algumas leituras quantitativas e qualitativas com regularidade para buscar mapear a coleção. Nós temos 18 edições da coleção com 298 fotógrafos. Desses 298 fotógrafos, 41 são fotógrafos estrangeiros. 14% dentro de uma totalidade. Pode parecer pouco, mas devo dizer que quase todos esses fotógrafos estão invariavelmente citados e agregados na nossa história da fotografia. Outra avaliação interessante de se fazer é que se olharmos apenas pra esse universo de 41 fotógrafos estrangeiros nós temos 85% deles vindo da Europa. Apenas dois dos Estados Unidos, dois da América Latina e dois do Japão. Isto também mostra uma representação e uma influência muito forte. E se olharmos para esse universo de fotógrafos europeus, temos ainda um outro mapa que é o que significa essa distribuição dentro daqueles fotógrafos que desembarcaram aqui a partir dos anos 1930 e se consolidaram dentro da cultura fotográfica brasileira. Seguramente, os nossos 257 fotógrafos brasileiros da coleção em algum momento ou de alguma forma sofreram influência desses estrangeiros que também pertencem à coleção. Isso porque esses estrangeiros trouxeram a contribuição técnica de inestimável valor e fotografaram certos aspectos da cultura brasileira que nem sempre eram valorizados. Essa troca, realizada em diferentes momentos, e a importância do trabalho desses profissionais possibilita-nos hoje ter uma compreensão bastante clara dessas influências que o olhar estrangeiro e o seu fazer fotográfico exerceu sobre a nossa fotografia. Acredito que mesmo rapidamente pudemos ter mais clareza desses diferentes momentos que eu quis traçar aqui, e das intenções específicas de cada um deles. O que temos certeza, é que o trabalho desenvolvido pelos fotógrafos nesta última invasão, entre 1960 e 1970, tem uma maior sintonia com a identidade brasileira. Fora isso, o envolvimento é tão intenso e tão verdadeiro, que eles registraram o país com um estilo muito inspirado. Suas fotografias possuem vitalidade e um sentido de presença que deixam óbvia uma comunhão entre os sujeitos envolvidos, fazendo emergir nas imagens uma ênfase naturalista específica e quase sempre centrada na tradição figurativa clássica, que vai desencadear num segundo momento a fotografia contemporânea, que tem um pé nessa tradição e um pé na fotografia expandida. É muito difícil imaginar a fotografia brasileira sem a presença destes olhares estrangeiros. E é muito difícil imaginar a fotografia brasileira contemporânea sem a influência desses olhares. Mútua contaminação, pura antropofagia. Muito obrigado. Eder Chiodetto: Obrigado Rubens. Nós avançamos um pouco no tempo aqui porque não devemos nunca perder a oportunidade de ouvir essas falas tão bem encaminhadas, só que com isso a gente vai diminuir bem o tempo de discussão. Mas eu queria propor pelo menos uma questão aqui, e depois tentar abrir para algumas questões rápidas da platéia. Foi tocado aqui de leve um pouco, o Molina falou primeiro, um pouco sobre a exposição Mapas, Tesouros e Piratas. Eu queria então que a gente falasse um pouquinho sobre o “fora de casa”, pensando na verdade na fotografia contemporânea dentro desse conceito do “fora de casa”, ou de um deslocamento de eixo. Exemplificado aqui na exposição com a curadoria do Eduardo Brandão, que tem um ítem de provocação bastante forte, pra nos fazer refletir na verdade sobre a fotografia contemporânea. Vemos em boa parte dos trabalhos que os artistas optaram por um caminho de contemplação diante do belo, do horror, enfim, de uma atmosfera, as mais diversas que a fotografia cria, e que tradicionalmente procuramos quando vamos ver um trabalho desse tipo, enfim, o de um arrebatamento diante de uma imagem que está muito ligada à tradição da fotografia. Aqui em vários trabalhos expostos, mas também em outros trabalhos que a gente pode ver na Bienal, ou no circuito contemporâneo, sai de foco essa questão pra fazer uma discussão mais propriamente sobre o meio. Uma discussão sobre o processo, a difusão, a catalogação, o arquivamento, que são questões bastante prementes que estamos vivendo. Neste momento em que a fotografia está passando por tantos câmbios, eu queria perguntar isso, e se possível que os três comentassem um pouco. Se esse momento que estamos vivendo, da discussão da fotografia como meio, mais do que dessa contemplação onírica de uma imagem final, está ligado também a esse momento em que a fotografia entrou no circuito das artes, mais fortemente. E parece que ela tem uma necessidade de se revisar conceitualmente o tempo todo. Seria esse um deslocamento de eixo, talvez, dentro da fotografia contemporânea? Espero que tenha ficado claro. Talvez o Molina possa falar primeiro... Jose Antonio Molina: Bueno, yo creo que sí. Yo creo que los cambios y los desplazamientos también en los ejes desde los temáticos conceptuales, técnicos, de lenguaje finalmente dentro del campo de la fotografía no se pueden ver aislados de los cambios del impacto que se da en el campo del arte. Claro, estoy pensando en término de fotografía artística. Y se dan en distintos grados y en distintos momentos, y se hacen más o menos evidentes en distintos momentos. Creo que ahora es mucho más evidente, incluso creo que hay todo un momento, sobre todo en los años ochenta, que se hace muy claro como los cambios que se están dando el lenguaje en la fotografía lo están haciendo la gente, no lo están haciendo los fotógrafos. Y eso hace incluso vuelve bastante relativa también esta noción del fotógrafo. Se están haciendo desde el campo del arte, se están proponiendo desde el campo del arte como una actitud también como apropiarse del lenguaje fotográfico, utilizar el lenguaje fotográfico, no utilizarlo tampoco de una manera pura. O sea, ya se pierde también esa idea de la pureza del lenguaje fotográfico. Entonces es sometido constantemente a cruces, a intersecciones, a contaminaciones, o sea, construyendo como un lenguaje mixto. Sí yo creo que es inevitable entender esa relación, o sea, lo que debería ser inevitable es que no separáramos la fotografía del arte (risas). Lo que debería ser inevitable es que mantuviéramos un discurso como lo que acabamos de ver, que inserta y ve la fotografía artística en la lógica de las prácticas artísticas. Pero no siempre hay condiciones para esto, porque tenemos que luchar también y dialogar con la tradición que ha visto la fotografía como una práctica específica, como un lenguaje específico. Incluso discutir esa especificidad. Para discutir esa especificidad tenemos que remitirnos a esa tradición y a ese modo de ver la foto. Eder Chiodetto: Ok, gracias. Cecilia poderia comentar-me um pouco? Cecilia Fajardo Hill: No sé si entendí muy bien tu pregunta, pero en todo caso… Uno de los temas que no discutimos aquí fue el tema de las tecnologías, de lo que está pasando con el mundo digital, y vienen cosas que no hablé que pudiera hacer un comentario. Había un curador, director de fotografía en el MOMA en 1978, que se llamaba John Szarkowski, que describía la fotografía en dos maneras: o eran espejos, ese que hablaba más del fotógrafo, que es del sujeto; o eran de ventanas, donde más que el fotógrafo hablaba del mundo. Sin embargo hay un libro recientemente de Fred Ritchin, que se llama After Photography, o Después de la Fotografía, que habla de un tercer concepto que es el concepto del mosaico. Y el concepto del mosaico es que ahorita que vivimos en un mundo digital, en un mundo donde en la comunicación y la transmisión de las imágenes hay un concepto como de hibridez, hay un concepto de hipertexto, de reconfiguración, donde se crea un tipo de imagen como mucho más fragmentada y a la vez con un carácter dialógico que es muy interesante, que se ha perdido un poco ese sentido como de unicidad del imagen que yo creo que está cuestionada hace mucho tiempo. Me gusta la idea de la fotografía como un mosaico, en término de contenido, en término de la posibilidad de dialogar, y de compartir, y de modificación. Y también desde el punto de vista de no ver a la fotografía como un medio puro, encerrado en sí mismo. Creo que eso está reflejado en la exposición de abajo, que incluye todas estas cosas. Eder Chiodetto: Gracias. Rubens, por favor. Rubens Fernandes Junior: Eu vou trazer aqui a idéia do Flusser, que diz que estamos vivendo o momento da pós-história. Esse momento é predominantemente o momento da imagem técnica. E a imagem técnica, como diz Flusser, são superfícies sensíveis. E aproveitando um pouco que o Molina citou o Foucault e a questão da vigilância, eu gostaria de trazer um contraponto e contemporâneo do Foucault, que é o Guy Debord. Ele defendia a idéia de que esse momento seria o momento do espetáculo. E o Foucault diz que a sociedade é a da vigilância, não é do espetáculo. E eu acho que diante dessa profusão de imagens, o que estamos evidentemente vivendo é a espetacularização da imagem. E essa espetacularização é de alguma forma, seja ela como mosaico, seja ela como vídeo, seja ela como fotografia “aspas”, ela é no fundo um mecanismo de controle social muito intenso. Assim como o Molina fala da questão da transparência da imagem, ele cita o Vattimo etc, do mundo contemporâneo como o mundo da transparência, eu também acho que hoje a imagem se banalizou de tal ordem e em tal grau que evidentemente quando pensamos nesses nomes, o Debord e o Foucault, efetivamente vivemos a era da espetacularização da imagem, seja ela de qualquer ordem, seja ela de qualquer origem, seja ela de qualquer tempo. Eder Chiodetto: E cabe então ao artista contemporâneo enfrentar isso de alguma forma entrando no DNA da fotografia atual, do circuito dela, e que é um pouco do que essa exposição trata aqui também. Queria agradecer aqui a presença do professor Rubens, da Cecilia e do Molina. Vejam o blog, venham aqui, divulguem, e boa noite a todos.