Michael Hardt
editorial
EL TIEMPO DE LA PRISIÓN
PRISON TIME
TEMPO DE CADEIA
“La prisión y sus presos tienen una existencia
hacer concreto como castigo en la forma de una
demasiado real como para no tener un profun-
cantidad de tiempo precisa. Los cálculos son to-
do efecto sobre la gente que sigue libre”
talmente arbitrarios (no tienen ni siquiera la ho-
Genet, Miracle of the Rose, p. 35;
rrible relación metonímica de cortarle la mano
Oeuvres complètes, 2, 249
a un ladrón) pero, mientras que es posible cuestionar la relatividad de los dos términos de la
El tiempo en prisión es la forma obvia de cas-
ecuación, pocas veces dudamos de la viabilidad
tigo en nuestra sociedad. La libertad, es decir, el
del cálculo mismo. El castigo es igual a tiempo.
control de nuestro tiempo, está concebida como
Esta lógica es simplemente obvia desde nuestra
la piedra de toque y la posesión más preciada
sociedad moderna. A través de la prisión, el po-
en la sociedad moderna como algo que es igual
der es infundido directamente al tiempo como
para todos. De ahí que por una lógica inescru-
una serie de disciplinas, reglamentaciones, ór-
table, el paradigma del castigo sea la pérdida del
denes[2]. El tiempo es una medida del poder, y
bien más preciado que todos poseemos en igual-
una vez que un poder soberano posee nuestro
dad: el tiempo . La prisión dispone de nuestro
tiempo es odioso verlo irse. (Genet nos cuenta,
tiempo en cantidades determinadas con preci-
por ejemplo, que el cadáver de cierto preso no
sión. Como las ecuaciones entre el tiempo de
fue entregado a su familia, sino que tuvo que
trabajo y el valor, nuestra sociedad establece un
quedarse temporalmente en prisión porque to-
cálculo elaborado y familiar para todos entre el
davía tenía tres años de sentencia pendiente)[3].
crimen y el tiempo en prisión. Robar un coche
El poder en nuestra sociedad es sobre todo po-
equivale a seis meses; la venta de drogas ilega-
der sobre nuestro tiempo.
[1]
les equivale a cinco años; el asesinato equivale a
Los presos comúnmente se refieren al tiem-
diez años. El crimen concreto se abstrae, se mul-
po que pasan en prisión como cualitativamente
tiplica por una variable misteriosa y se vuelve a
diferente al tiempo fuera. La prisión desperdicia
Lucia Koch, STAND, 2007 (Courtesy: Galeria Casa Triângulo)
el tiempo, destruye el tiempo, vacía el tiempo.
Los prisioneros cumplen tiempo en prisión por
sus crímenes y “hacen tiempo” para pagar su
deuda. Ese tiempo está vacío por la repetición
del horario y la rutina de la prisión. El tiempo
se estira y se colapsa en una especie de ilusión
óptica. Cada día está lleno de actividades y citas
obligatorias y especificadas con todo detalle. El
tiempo se mueve al ritmo de un caracol, el día
es interminable. Miras esa mosca en la pared y
sus movimientos parecen infinitamente lentos.
La comida parece no llegar nunca, sin embargo
cuando recuerdas esos días desde la distancia
parecen indistinguibles. Se pliegan unos sobre
otros como el fuelle de un acordeón. El tiempo
utilizado parece no tener duración, la precisa
repetición de sus componentes, la homogeneidad y la falta de novedad le quitan sustancia.
El tiempo de prisión carece del azar, es tiempo
predestinado. Nada es impredecible. Todo está
planeado de antemano por un poder superior.
Las variadas manos de las autoridades penitenciarias parecen darle concreción a la mano
todopoderosa del destino que mueve al preso a
través del camino programado de la sentencia.
Los presos tratan en vano de aferrarse a este
tiempo volátil y efímero dotándolo de alguna
sustancia o concreción aunque sólo sea simbólicamente, tachando los días en un calendario,
rayando un muro marcan el tiempo.
Los reos viven la prisión como si se tratase
de un exilio de la vida, o más bien, del tiempo
de la vida[4]. El tiempo siempre es su principal
preocupación (cualquier preso cambiaría la
severidad del castigo por la mitad del tiempo).
En el tiempo de la prisión, la existencia misma
de los presos parece haberse vaciado al verse
reducidos a meras sombras que transitan los
corredores de la prisión. El peso del destino, el
(destino) impuesto por el poder soberano del
tiempo de la prisión parece haberlos empujado
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fuera de sus cuerpos, fuera de la existencia misma. Los prisioneros son así forzados a buscar
la esencia en otro lado, lejos de su propia existencia desperdiciada y empobrecida. La vida
interior aparece para algunos como un refugio
fuera del tiempo y más allá del dolor y el tedio
de la rutina de la prisión. No importa cuanto
me expongan al ojo brutal de las autoridades
penitenciarias, no importa cuantos cacheos
y humillaciones, no pueden tocar lo que soy
por dentro, lo que soy en realidad. Otros presos se consuelan al imaginarse fervientemente
la riqueza de una vida en libertad fuera de los
muros que los encierran –ya sea en su pasado
concreto, en un presente alternativo o en un futuro posterior a su liberación. Lo primero que
haré cuando salga... entonces estaré realmente
con los vivos. Este ser completo y este tiempo
lleno no pueden coincidir con su existencia pero
deben de ser proyectados siempre en otro lado.
No ha de sorprendernos que tantos presos sufran conversiones religiosas. Están obligados a
lidiar con una de las problemáticas metafísicas
más intensas y a sufrir el subsecuente malestar
ontológico. Están limitados a una existencia separada del ser –este es su exilio de los vivos.
Aquellos que son libres y que miran la prisión
desde fuera quizá imaginen su libertad como
algo definido y reforzado en oposición al tiempo en prisión. Cuando te acercas a la prisión sin
embargo, te das cuenta de que no se trata en
realidad de un sitio de exclusión separado de la
sociedad, sino más bien de un punto focal, del
sitio con la mayor concentración de una lógica
del poder difusa generalmente en el ámbito de
la sociedad. La prisión es nuestra sociedad en su
forma más realizada. Es por eso que cuando entras en contacto con las preguntas existenciales
y las preguntas ontológicas de los presos no se
puede sino dudar de la calidad de nuestra propia existencia. Si yo estoy viviendo ese “afuera”,
esa vida completa con la que sueñan los reos,
¿es mi tiempo realmente tan rico? ¿de verdad mi
vida no es un desperdicio? Mi vida también está
estructurada mediante regímenes disciplinarios,
mis días avanzan con una repetición mecánica
–trabajar, transportarse, ver televisión, dormir.
No sufro las mismas incomodidades físicas ni
la privación sexual, pero incluso sin los muros
y los barrotes mi vida termina asemejándose
extrañamente a la de ellos. Más precisamente,
mi tiempo, sea alegre o aburrido, está muchas
veces igualmente vacío, igualmente desperdiciado. Miro hacia atrás y mis días y mis semanas
me dan la misma sensación de plegarse sobre si
mismas, comprimidas como un acordeón porque nada las llena. Vivo el tiempo de la prisión
en medio de la sociedad libre, exiliado de los
vivos. Pero ¿cómo se puede redimir el tiempo?
¿cómo puede uno vivir un tiempo enriquecido?
La propia existencia de la prisión hace que estas
preguntas sean necesarias y urgentes.
El milagro de Genet es que transforma el
tiempo vacío y homogéneo de la prisión en un
tiempo pleno. Ataca el problema en su punto de
mayor intensidad y parece captar una riqueza
del tiempo ahí donde más hace falta. Cuando
los narradores de las novelas de Genet insisten
repetidamente que aman la prisión, no está
simplemente disfrutando la perversión de invertir nuestras expectativas[5]. “No trato de ser
escandaloso” (The Thief ’s Journal, p. 214). Una
respuesta a los valores morales y a las nociones
comunes que apuntase simplemente a violar la
opinión pública sería un gesto meramente reactivo que en su trasgresión sólo confirmaría la
norma. No, ese amor por la prisión (y por la
policía) es real y verdadero[6]. El amor por la prisión sin embargo, no debe de confundirse con
un simple deseo de estar en prisión o con preferir la prisión por encima de la sociedad externa.
Los personajes de Genet no eligen ir a prisión
porque la amen o por su belleza; hacen todo lo
que pueden por evitar ser arrestados y no hacen
nada para resistir su puesta en libertad. El robo
y el asalto son las causas próximas del encarcelamiento, pero finalmente los personajes parecen ser llevados a prisión por la fuerza del destino. Lo que tenemos que entender y elaborar en
Genet es la compleja relación entre el amor y el
destino. En un primer momento veremos que el
amor involucra nuestro poder para aceptar la
fuerza de un destino en estado de divina abyección. Luego, en un segundo momento, el amor
toma un papel activo, capaz de transformar el
mundo y de forjar un nuevo destino.
“Durante el robo mi cuerpo está expuesto. Se
que resplandece con todos mis gestos. El mundo
está atento a todos mis movimientos...”
The Thief ’s Journal, pp. 30-31
La santidad de la exposición
La plenitud del ser en Genet comienza con
el hecho de que nunca busca una esencia afuera
–el ser reside sólo e inmediatamente en nuestra
existencia. Y la manifestación, la exposición de
esa existencia, es lo que permite al ser aparecer.
Esta es la primera clave para entender el proyecto transformador ontológico de Genet. El
principal atractivo del robo, por ejemplo, es que
en ese acto el ladrón se expone por completo.
El ladrón de Genet no es el cuerpo invisible que
se desliza dentro y fuera del orden social sin ser
percibido. Tampoco se trata del criminal soberano que intenta forzar al mundo a obedecer
sus propias reglas. Este ladrón está expuesto de
cuerpo completo al mundo. No ha de sorprendernos que Genet encuentre la misma vulnerabilidad en el cuerpo del prisionero[7]. Los prisioneros nunca están realmente solos, siempre
están en contacto abierto con otros presos y con
los guardias. Dos prisioneros pueden compartir
d 23
Jaime de la Jara, 15 INCHES, 2007 (Courtesy: Galería Fúcares)
d 24
Jaime de la Jara, 15 INCHES, 2007 (Courtesy: Galería Fúcares)
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un momento íntimo al cruzarse en las escaleras,
pero nunca dura mucho antes de que otro preso pase cerca o algún guardia los cuestione. De
hecho, el prisionero está expuesto a la prisión
misma, un organismo complejo formado por
muros, puertas, reos, guardias, etc. Como el del
ladrón, el cuerpo del preso está expuesto, abierto al mundo. En esta vulnerabilidad los cuerpos
se realizan plenamente y brillan en todos sus
gestos.
La vulnerabilidad de Genet es en parte una
aceptación de la realidad de las fuerzas materiales, una aceptación del destino. La exposición al
mundo no es la búsqueda de una esencia ulterior, sino la plena ocupación de este mundo, la
creencia en este mundo. Lo no expuesto puede
conformar un mundo interior, un ámbito separado de profundidades y abismos y al contrario,
la exposición tiende a todo el ser por igual sobre
la superficie, en la carne. El ser expuesto es unívoco –el ser se dice siempre y en todo lugar con
la misma voz. No se define por ser diferente de
cualquier ser o de la nada; es singular, diferente
en sí mismo. Cuando nos exponemos a la fuerza
de las cosas nos damos cuenta de esta condición
ontológica, de la inmanencia del ser en la existencia. Nos fundimos con el destino que vivimos
y somos arrastrados por su poderoso flujo. Aquí
entramos en “el universo de lo irremediable. Es
el mismo en el que estábamos con una peculiaridad: en lugar de actuar y saber que actuamos,
sabemos que se actúa sobre nosotros” (Our Lady
of the Flowers, p.246; Oeuvres complètes, 2, 159).
El mundo es tal como es, las cosas son como
son y por lo tanto son irremediables[8]. Siempre
han sido así pero ahora sus superficies parecen
brillar. Expuestos, irremediables, perdemos los
límites que nos separan, la distancia con nosotros mismos. La identidades fijas se desvanecen,
nuestras fronteras se disuelven y nos fundimos
con la fuerza de las cosas en la superficie uní-
d 26
voca del mundo. La exposición es una especie
de pasividad sublime, de alegre abyección. Los
delincuentes juveniles se mezclan en la colonia
misma, los prisioneros entran en la unicidad de
la prisión, los gestos del ladrón brillan en la unidad del mundo. La exposición es precisamente
la realización de la univocidad y singularidad
del ser, y a la vez nuestra inmersión igual y absoluta en él.
La exposición es el primer paso en el camino de Genet hacia la divinidad. Pero ¿por qué
habría de cargar con el peso de la terminología
religiosa a este reclamo ontológico sobre la inmanencia de la esencia en la existencia y de la
univocidad de lo uno en el ser? ¿Se trata simplemente de una especie de burla y de herejía reactiva? ¿de una revancha frente a la Iglesia Católica por el sufrimiento que ha causado? Esto
puede ser en parte cierto, pero este gesto reactivo de ninguna manera justifica la intensidad
de la experiencia de Genet. Genet encuentra la
divinidad ahí donde la vida ha elevado su intensidad, donde el mundo parece brillar, donde en
la exposición de sus superficies, donde la unicidad del ser refulge. Lo divino no está escondido
en un más allá o en un espacio trascendente,
sino que es inmanente y está a la vista en la superficie de las cosas. “Uno es santo por la fuerza
de las cosas que es la fuerza de Dios!” (Miracle
of the Rose, modificada, p.264; Oeuvres complètes,
2, 446). La fuerza de Dios no es otra cosa sino
la fuerza de las cosas, las superficies materiales
de la existencia (como dice Spinoza: Deus sive
Natura). La santidad entonces es precisamente
nuestra apertura a la fuerza de las cosas, nuestra
exposición al mundo. El santo se reconoce por
una cierta abyección con respecto a la fuerza
de las cosas, por una aceptación pasiva de las
circunstancias. Genet deifica esta abyección.
Este cuerpo abyecto del santo, sin embargo, no
debería de ser concebido simplemente sujeto
a y dominado por la fuerza de las cosas –eso
sería concebirlo todavía como algo separado.
Más bien, a través de su apertura, de su estar
expuesto, la carne del santo esta infundida de
la fuerza de las cosas y lo vuelve uno con ellas.
La exposición actualiza la divinidad de la carne.
La existencia del santo siempre está condenada a ser arrastrada por la fuerza del destino. El
ser condenado marca la unidad del santo con
el destino. Genet encuentra más intensamente
esta exposición divina en los gestos del ladrón,
en los cuerpos abyectos de los convictos y en los
rostros de los asesinos condenados a muerte,
pero estas no son las únicas instancias, se trata al
contrario de ejemplos o singularidades que nos
permiten reconocer lo divino a través de las superficies del ser, a través del mundo. A cambio,
esto debería ayudar a explicar el extraño enamoramiento de los narradores de Genet con las
prisiones. “Amaba mi colonia con mi carne...”
(Miracle of the Rose, p.237; Oeuvres complètes, 2,
p.423). Este amor es el signo último de la exposición. En la carne del santo la esencia (la fuerza
de Dios) coincide de lleno e irremediablemente
con la existencia (la fuerza de las cosas). Esta
coincidencia divina hace que el cuerpo brille.
Es por eso que la carne del santo siempre está
rodeada por un halo.
Esta exposición es erótica precisamente en
el sentido de que disuelve lo que nos separa:
la auto-posesión, la discontinuidad de las cosas
individuales, y se abre así a una continuidad
absoluta a través del ser. En movimiento o en
reposo, los cuerpos descomponen y recomponen relaciones al ritmo del flujo material de
los deseos. Esta operación supera, o más bien
disuelve la prisión del ser individual y su aislamiento. Genet se pierde en la exposición erótica, o más precisamente, sus límites, junto con
los límites de todas las cosas, se transforman en
umbrales abiertos a los flujos y a las intensida-
des, arrastrados en el divino oleaje de la fuerza
de las cosas. Junto con una larga tradición de
místicos, Genet descubre una energía divina en
la vulnerabilidad erótica.
“Las paredes se derrumbaron, el tiempo
se hizo polvo....”
Miracle of the Rose, p. 46;
Oeuvres complètes, 2, p. 259.
La abolición del tiempo
La exposición sin embargo no es suficiente
para Genet. La aceptación abyecta de nuestra
existencia y nuestra apertura al ser corre el riesgo de la indiferencia. La exposición debe estar
acompañada de un poder constituyente y del
amor para llenar ese cuerpo expuesto. Veremos
que de hecho, esa exposición es la condición de
posibilidad que eventualmente permitirá que
este amor emerja. Los muros de la prisión que
nos separan de nuestros deseos, que nos aíslan
del contacto, que nos prohíben el encuentro,
parecen convertir ese amor en imposible. La
privación sexual, que es uno de los ejes del régimen penitenciario, sólo es indicativa de una
privación más general de afecto. Genet desafía
este aislamiento, este exilio del afecto, mediante
un proyecto activo. En los escritos de Genet el
evento amoroso (ya sea en fantasía o experimentado en la carne) agita los fundamentos mismos
de los muros de la prisión y destruye el poder
de la separación. Por ejemplo, un preso fantasea
sobre su amado condenado a muerte, y los muros danzan agitados por la energía sísmica del
evento: “La prisión salta y se estremece! Ayuda!
Nos estamos moviendo!” (“Le condamné à mort”,
Oeuvres complètes, 2, p.215). O alternativamente,
dos presos comparten una chispa de amor en un
pasillo y “los muros se derrumbaron, el tiempo
se hizo polvo...” (El milagro de la rosa, p.46; Obras
completas, 2, p.259). En el momento del evento
d 27
Jaime de la Jara, 15 INCHES, 2007 (Courtesy: Galería Fúcares)
d 28
la segmentación o estriación del espacio de la
es desesperantemente necia. El poder milagroso
prisión se disuelve y da lugar al espacio liso y
del evento se entiende quizá mejor en términos
uniforme del amor. Los presos ya no están aisla-
temporales –“el tiempo se hizo polvo”. Cuando
dos, sino totalmente expuestos. La exposición es
surge el amor, el tiempo de la prisión, su regi-
la condición de posibilidad del evento amoroso
mentación y su tedio se desvanecen. “Me hu-
y viceversa. Como los músicos que desfilan en
biera gustado hablarte de los encuentros. Tengo
Jericó, el evento parece tener el misterioso po-
la noción de que el momento que los provocó
der de tumbar las paredes.
–o los provoca– está localizado fuera del tiem-
Sin embargo esta destrucción del espacio, el
po, que el impacto salpica el tiempo y el espa-
derrumbamiento de las paredes que Genet ima-
cio alrededor...” (Our Lady of the Flowers, p.146;
gina en el momento del amor, solo puede ser
Oeuvres complètes, 2, p.81). Deberíamos ser cuida-
parcial. Incluso Harcamone, el glorioso santo
dosos aquí al distinguir los eventos de los en-
que espera la ejecución invocando toda su fuer-
cuentros. Los encuentros están provocados por
za junto con la energía amorosa que le envía
los eventos que vienen de fuera; de hecho, sería
Jean –incluso él no es suficientemente poderoso
más apropiado decir que el evento mismo nos
como para hacer el milagro de traspasar todas
transporta fuera del tiempo. El evento no tiene
las paredes de la cárcel. La realidad de los muros
tiempo propio, nunca es presente, no tiene du-
ración. Golpea como un rayo, o llega como un
heraldo que viene de lejos anunciando la abolición del tiempo. En el evento pasional, durante
un momento infinito e infinitesimal, escapamos
al tedio y al vacío del tiempo de la prisión.
El evento nunca es actual (ni en el sentido
temporal ni en el sentido existencial del término francés actuel). Es puramente virtual. El evento no es por lo tanto realmente comprendido
como un estado de cosas. Puede ser actualizado
en la forma de un estado de cosas o en un encuentro –en una conformación de cuerpos, de
afectos, etc– pero siempre permanece distinto,
fuera de esa actualización, distinto de ese estado. El evento es como echar los dados. Agita
la fijación del destino que estábamos viviendo.
Abre la posibilidad del caos del azar y corta un
camino o un plano a través de su universo. Esta
es la región fuera del tiempo que provoca los encuentros de Genet. El evento nunca ocurre en
el tiempo. Quiebra el tiempo, desafía al destino
–el tiempo se hace polvo. Al mismo tiempo sin
embargo, el evento es el potencial mismo que
subyace al tiempo. Es a la vez la abolición del
tiempo y su condición de posibilidad. Se podría
decir que el evento es trascendente en el sentido
de que parece volar por encima o fuera de nuestra existencia temporal. Esta trascendencia, no
obstante, es inherente a la temporalidad misma como su condición de posibilidad, es una
exterioridad íntima. Resultará quizá más claro
entonces reconocer el evento como una pura
virtualidad: es real sin ser actual, es ideal sin ser
abstracto[9]. Quizá el halo que rodea los objetos
divinos es producto precisamente de la pura inmanencia de lo que permanece no actualizado
en ellos. Es el resplandor de lo virtual. El evento
no tiene principio, ni fin, ni duración –y como
tal no nos da tiempo a vivirlo. La muerte puede
ser imaginada precisamente como este estado
virtual de existencia fuera del tiempo (ver por
ejemplo, The Screens, p.144; Oeuvres complètes, 5,
p.321). La experiencia del evento es por lo tanto
extática e imposible de vivir.
“Somos un libro de historia familiar y vivida
en el que el poeta puede descifrar los signos del
Eterno Retorno”
Miracle of the Rose, modificado, p. 224;
Oeuvres complètes, 2, 411).
Constituciones ceremoniales
El evento quiebra el tiempo de la prisión
mediante una pura e imposible liberación. Es el
momento del azar puro, el momento de echar
los dados, la apertura del universo del caos, la
destrucción absoluta del destino que habíamos
estado viviendo. El evento mismo sin embargo
es imposible precisamente porque se niega a ser
actualizado, porque no tiene tiempo. El evento
destruye el tiempo de la prisión pero no alcanza
a ofrecer una alternativa. Es la pura negación
del tiempo. Vivir requiere un tiempo alternativo, una articulación positiva o una actualización. Tenemos que elaborar el evento [dresser
l’événement] como modo de vida, como un estado
vivo de las cosas[10]. Sin esta articulación de un
tiempo alternativo nuestra huida del tiempo
de la prisión no es sino un instante, ni siquiera
un momento, breve y efímero –seguimos confinados al exilio de los vivos. En otras palabras,
tenemos que construir una manera para que
el momento del amor regrese, para que se repita incesantemente y marque una densidad
temporal, una duración que se convertirá en
la estructura material de un tiempo nuevo. El
eterno retorno del momento de amor estará en
la hechura de nuestro nuevo destino.
La santidad consiste no sólo en la apertura
abyecta que hace posible la llegada del evento, que da lugar al nacimiento del amor, sino
que también involucra una construcción activa
d 29
y positiva. El santo es definido finalmente por
sus poderes creativos. La divinidad no es sólo
la realización del ser en existencia, no es sólo
una cuestión de exposición sino que también involucra la constitución del ser mismo. Si como
nos dice Sartre, Genet es Dios, su divinidad no
recae en su papel de creador omnipotente separado de sus criaturas en un mundo privado
o ficticio sino más bien en su poder para revelar nuestro potencial para constituir la realidad,
para constituir el ser (Saint Genet, p.476). El poder de la creación, el poder de causar nuestra
propia existencia, es divino.
La constitución del ser requiere de cierta
consistencia a través del tiempo, de una repetición continua, de una duración. Este es un
punto en el que Genet, al igual que su querido
revolucionario sudanés Mubarak[11], se muestra
profundamente espinoziano. Como Spinoza,
Genet comienza todo su proyecto desde la afirmación simple: todavía no sabemos lo que los
cuerpos son capaces de hacer. La exposición
nos proyecta completamente sobre el plano
material de los cuerpos y sobre la fuerza de las
cosas, ¿pero cómo pueden unos cuerpos diferentes recomponerse en nuevas relaciones, en
nuevos encuentros? ¿Cómo podemos hacer que
nuestros encuentros felices regresen? Un evento
puede intervenir en nuestra vida y dar lugar a
un encuentro feliz, pero no podemos garantizar
que esa felicidad regresará en la medida en que
la causa del encuentro viene de fuera y es desconocida para nosotros. El encuentro feliz y fortuito sin embargo, es un regalo –nos presenta con
una determinada oportunidad. Si reconocemos
lo que es común a ese cuerpo y al nuestro, si
descubrimos la manera en que ese cuerpo concuerda con el nuestro y cómo nuestros cuerpos
juntos componen un nuevo cuerpo, podemos
hacer regresar ese encuentro feliz. Así es como
Spinoza concibe nuestra constitución activa en
d 30
tanto modo de vida feliz[12]. El amor es la fuerza
motora de esta constitución. La organización
de encuentros felices incrementa nuestro poder,
nuestro poder para actuar y nuestro poder para
existir –esa es la noción espinoziana del amor.
Este eterno retorno del encuentro feliz constituye el ser, no en el sentido de fijar una identidad
inamovible (todo lo contrario), sino que define
un movimiento, un devenir, una trayectoria de
encuentros siempre abierta e impredecible, susceptible a la intervención de nuevos eventos. El
retorno del encuentro feliz es el primer hilo con
el que tejeremos un tiempo alterno y constituyente.
El encuentro, en contraste con el evento,
ya presenta una cierta noción de duración,
pero para de verdad constituir el tiempo esos
encuentros tienen que retornar. Los escritos de
Genet están llenos de incesantes repeticiones.
Los encuentros retornan en la forma de lo ceremonial. “Mi aventura, jamás gobernada por
la rebelión ni por el sentimiento de la injusticia,
no será sino un largo emparejamiento, cargado
y complicado por un pesado, extraño y erótico
ceremonial (ceremonias figurativas que darán
lugar y anticiparán la cárcel)” (The Thief ’s Journal, p.10). Las ceremonias de Genet siempre son
ceremonias de amor. Consisten en la repetición
infinita de encuentros felices. La ceremonia finalmente trae el evento al ámbito del tiempo
convirtiéndolo en un tiempo de la vida. Es así la
constitución de un nuevo destino la que insiste
en su propia rigidez, la que insiste en ser llevada
a cabo sin falta.
Genet es bien conocido por su propensión a
la traición, incluso de aquellos a los que ama.
Pero hemos de ser cautos en este punto. Traicionará a cualquier identidad fija o constituida
y desobedecerá cualquier ley, a veces sólo para
demostrar que no será regido por ellas. Su afirmación de la traición es la negación a cualquier
obediencia, una insubordinación absoluta: “no
servir a ningún propósito” (The Screens, p.199).
Esta traición general es la prueba de la singularidad. No obstante no debemos extender esta
noción hasta hacerla significar que Genet se
niega “a participar de cualquier sociabilidad”
(Leo Bersani, Homos, P.168). Genet traicionará
cualquier propósito o cualquier identidad fija
pero igualmente buscará sin cesar un proceso
de constitución, de devenir, una ceremonia. “No
tienes derecho a cambiar nada en la ceremonia a menos que, por supuesto, hayas dado con
algún cruel detalle que la engrandezca” (The
Blacks, p.18, Oeuvres complètes, 5, p.89). El único
distanciamiento de la ceremonia será aquel que
intensifique su línea de constitución. Se podría
decir que Genet no traiciona la ceremonia, pero
eso implicaría su subordinación frente a ella. Es
más preciso decir que su vida, su nuevo modo
de vida, está constituido por el ritmo y el movimiento de la ceremonia. Genet se abandona a
sí mismo (y a cualquier noción del yo) en esta
inmersión igualitaria o participación en la ceremonia. Esta ceremonia es la figura básica del
nuevo tiempo, el tiempo de los encuentros felices que deseamos que regresen.
¿Qué tan torpe sería para Genet seguir el
dictado clásico de la unidad de tiempo en su
teatro? ¿Qué sentido tendría crear un drama
si sólo fuéramos a repetir en él el tiempo del
mundo que estamos viviendo, el tiempo vacío
de la prisión que es nuestra sociedad? Ya en la
soledad y el desapego de la prisión Genet descubrió el poder de la lentitud. “Puedes detenerte
en medio de algo. Eres el maestro del tiempo
y del pensamiento. (...) Ese es el lujo de la vida
en la celda. (...) La eternidad fluye en la curva
de un gesto” (Miracle of the Rose, p.156; Oeuvres
complètes, 2, 353). El tiempo que Genet creó en
su celda fue quizá una primera elaboración de
las constituciones temporales que articularía
sobre el escenario. Sus ceremonias privadas en
la prisión, llevadas a cabo en la oscuridad, bajo
las sábanas, eran experimentos en miniatura
de las creaciones ceremoniales colectivas del
teatro. Lo que el teatro tiene que hacer sobre
todo es crear un nuevo tiempo, esto es, un nuevo ritmo y una nueva forma de vivir. Es quizá
sintomático de este mandato el hecho de que
en la producción de The Screens, por ejemplo,
Genet se encuentre continuamente preocupado con la velocidad y la lentitud variables del
diálogo. Las cartas a Roger Blin, el productor
de la obra, y las anotaciones en el margen del
texto están llenas de instrucciones sobre el ritmo
en el que los actores tenían que decir sus diálogos: “muy rápido”, “muy, muy despacio”, “muy
velozmente”, “hacer más vivo el ritmo de Sir
Harold y Blankensee”. Las mareantes aceleraciones y la lujuriosa lentitud son la construcción
de una nueva cadencia, de un nuevo ritmo para
la existencia. Las ceremonias, en la medida en
que reúnen a la masa colectiva y la repetición,
crean un nuevo tiempo que no está limitado a
las pocas horas de la actuación, sino que se propagan como nuevos tiempos para la vida.
Como sugiere Sartre, Genet se da cuenta de
que está sujeto al destino y por lo tanto hace
suyo ese destino.[13] Esta formulación sin embargo corre el riesgo de oscurecer la complejidad
de la operación y la transformación que implica. Genet no acepta simplemente el tiempo
muerto, homogéneo y vacío que le impone la
sociedad, ni tampoco se le resiste en un enfrentamiento dialéctico. Abandona ese tiempo, lo
abole en la pura virtualidad del evento, se sale
del tiempo. Nuestro destino común, el tiempo de
la prisión, excluye cualquier azar pero el evento
abre la posibilidad tanto como el momento de
echar los dados, haciendo estallar el destino en
el caos del universo. En un segundo momento
los dados caen, se detienen y muestran un nue-
d 31
vo número.[14] Esta es la constitución de un nuevo destino tan fijo como el primero pero ahora
colmado por nuestro deseo. Este es el encuentro
feliz al que retornaremos eternamente. La ceremonia debe ser llevada a cabo precisamente
porque es la repetición de nuestro deseo –no tienes derecho a cambiar nada a menos que sirva
para intensificar nuestro deseo. Deseamos que
vuelva. Y aún así este tiempo ceremonial, este
nuevo destino puede ser quebrantado en cualquier momento por un nuevo golpe proveniente
del tiempo externo, por un nuevo evento, abierto otra vez a todo el proceso. Evento-encuentro-ceremonia: El proceso de transformación de
Genet sigue esta clara trayectoria constitutiva.
El nuevo tiempo que emerge de este proceso es
el destino que Genet hace suyo.
“Hubo los Zengakuren en Japón en 1966, el
Ejército Rojo en China, las protestas estudiantiles en Berkeley, las Panteras Negras, Mayo del
1968 en París, los Palestinos.”
Prisoner of love, p. 327;
Un captif amoureux, p. 442.
El tiempo revolucionario
El trabajo literario de Genet nunca está del
todo separado de su vida fuera de la escritura.
Las fronteras del trabajo continuamente se funden con la autobiografía y el reportaje. Uno podría especular que el hecho de que el arte quede
consignado a un ámbito separado de la vida es
lo que llevó a Genet en distintos momentos de
su vida a abandonar la escritura para continuar
su proyecto en un ámbito más amplio. Lo que
es importante en cualquier caso, es que el tiempo constituyente que hemos estado rastreando
no quede aislado de la obra de arte sino que
se extienda al tiempo de la vida. En otras palabras, que entre o constituya la historia. La historia sin embargo, tal y como es concebida casi
d 32
siempre aparece homogénea y vacía, como la
simple cristalización del tiempo de la prisión[15].
Las series temporales largas se colapsan bajo
la fijeza de un destino inmóvil, de una idea,
de una corriente homogénea de progreso. Paradójicamente, según esta noción de la historia
parece que no hay movimiento ni tiempo, solo
un panteón rígido de identidades, naciones y
poderes soberanos constituidos. Una noción de
la historia fundada en el evento es totalmente
distinta. El tiempo de esta historia está siempre
deviniendo, siempre es impredecible, siempre
está abierto al azar y está continuamente conformado por nuestros deseos, por nuestros encuentros felices. Cualquier noción de soberanía
es inestable frente a este movimiento perpetuo
e impredecible. La historia al contrario es reconocida como el caos de una multitud de deseos
que temporalmente se han vuelto congruentes
como grupos, patrones o movimientos constituidos en una sucesión de encuentros. Esta historia constituyente, en contraste con la historia
constituida, es la elaboración extendida de los
ceremoniales que animan el tiempo de la escritura de Genet.
Toda revolución llega como un evento que
parte en dos el continuum de la historia.[16] El
evento revolucionario siempre irrumpe en la
historia desde fuera del tiempo –“haber sido
peligrosos por una milésima de segundo” (Prisoner of Love amor, p.239; Le captif amoureux, p.323).
Pero entonces el movimiento revolucionario
debe articular ese evento en el tiempo con una
serie de gestos y encuentros repetidos. De ahí
que Genet se sienta atraído por ciertos grupos
revolucionarios en parte por su teatralidad.
Descubrió una especie de teatro viviente por
ejemplo en los peinados y vestimentas de las
Panteras Negras. En efecto, Genet encuentra
en los movimientos revolucionarios los mismos
constituyentes ceremoniales que el creó en sus
novelas y obras de teatro pero proyectados ahora en una escala mayor. Estos grupos consiguen
vivir, en duraciones variadas, una historia constituyente abierta.
Genet estaba hechizado por un juego de
cartas del que fue testigo durante el tiempo que
pasó con los palestinos. Los fedayines tenían
prohibido jugar a las cartas. El juego podía dar
lugar a otros vicios y prestarse a que los extran-
No tenían poder en sus manos, ni soberanía, ni
identidad, ni territorio fijos. Las cartas reales,
incluso como meros símbolos de los poderes soberanos, podrían haber mitigado su vulnerabilidad. Al contrario, en su juego de cartas virtual
los fedayines quedaban totalmente expuestos,
su existencia aparecía completamente abierta
al azar, al evento de la revolución[17]. Los fedayines eran como dados vivientes arrojados en
Annika Larsson, POLIISI, 2001 (Courtesy: Andrea Rosen Gallery)
jeros cuestionaran la moral de los guerreros.
Los fedayines sin embargo jugaban al póker,
pero con cartas imaginarias en las manos. Consideraban con cuidado sus cartas imaginarias,
tiraban las cartas al suelo y las levantaban con
desparpajo al tiempo que mostraban triunfantes sus manos ganadoras con una lentitud y
una solemnidad elegantísimas. Continuaban el
juego o la ceremonia envueltos en una calma
serena. Sus líderes no querían que manejaran
reyes, reinas ni sotas –todos símbolos de poder.
las arenas abiertas del desierto. “Muchos de los
que pelearon por la causa de los palestinos –esos
jugadores de cartas sin cartas– eran mirados
en Europa como marginados desprovistos de
cualquier identidad real, de cualquier vínculo
legítimo con un país reconocido y sobre todo,
sin un territorio que les perteneciera y al cual
pertenecer, carentes de las pruebas comunes de
la existencia...” (Prisoner of Love, p.204; Le captif amoureux, p.278). Genet veía el movimiento
Palestino como algo totalmente abierto, sin so-
d 33
beranía, identidad o territorio –como un flujo
constante de deseo revolucionario.
La revolución está definida por el movimiento continuo de un poder constituyente. Cada
vez que un proceso revolucionario se cierra
transformándose en un poder constituido –en
una identidad soberana, en un Estado, en una
nación– la revolución deja de existir.[18] De la
misma manera el tiempo revolucionario debe
ser concebido como un tiempo constituyente
en contraste con el tiempo constituido, homogéneo y vacío de los poderes soberanos. El tiempo revolucionario finalmente marca nuestra
huida del tiempo de la prisión hacia un modo
de vida pleno, impredecible, expuesto, abierto
al deseo. El tiempo de la prisión sin embargo
regresará cada vez que ese tiempo revolucionario se cierre, en cuanto los rebeldes dejen que la
revuelta cuaje, en cuanto el poder constituido
sea erigido. No nos escapamos de la prisión una
vez para permanecer libres. Nuestra existencia
alternativa debe ser un proyecto continuo en
movimiento perpetuo. El tiempo revolucionario
es una fuente interminable e infinito. Cualquier
fin lo destruiría. Genet apenas tolera este nuevo
tiempo constituyente. “El día en que los palestinos estén institucionalizados dejaré de estar a su
lado. El dia en que los palestinos se conviertan
en una nación como las otras, ya no estaré ahí”
(Entrevista con Wischenbart, Oeuvres complètes,
6, p.282). Genet traicionará a los palestinos al
igual que traicionará cualquier identidad en
cuanto ésta cierre el tiempo revolucionario mediante la instauración de una mera soberanía
nueva. Convertirse en un estado como los otros
negaría la fuerza revolucionaria de los palestinos.[19] Puede que Genet traicione a un estado
constituido pero nunca negará la fuerza revolucionaria de las cosas. Puede traicionar cualquier
identidad (de hecho, felizmente traicionaría todas las identidades) pero continuamente y sin
d 34
falta se abandonará al tiempo constituyente, al
tiempo ceremonial, al tiempo revolucionario
que siempre está abierto y expuesto. Este tiempo revolucionario es el tiempo del amor
1 “Como podría la prisión no ser el castigo por excelencia en
una sociedad en la que la libertad es un bien que pertenece a
todos por igual...”(Michel Foucault, Discipline and Punish, p. 232).
2 “Tiempo, operador y castigo”; “El poder está articulado directamente en el tiempo; asegura su control y garantiza su uso”
(Michel Foucault, Discipline and Punish, pp. 160 y 108).
3 “... en cuanto a Botchako, si es verdad que todo prisionero
debe cumplir el tiempo al que fue sentenciado y como todavía le
faltaban tres años por cumplir, su familia no podrá reclamar su
cuerpo hasta dentro de tres años...” (Miracle of the Rose, p. 234;
Oeuvres complètes, 2, pp. 420-21).
4 “... el interno tiende a sentir que durante la duración de su
sentencia ha sido completamente exiliado de la vida” (Goffman,
Asylums, p. 68).
5 “Amo Mettray, ese paraíso en el corazón del real Touraine”
(Miracle of the Rose, p. 171; Oeuvres complètes, 2, p. 366). “Tengo un
montón de tiempo para hacer volar mis dedos! Me faltan diez
años! Dios mio, mi dulce amiga, mi celda! Mi dulce retiro, sólo
mío, te quiero tanto!” (Our Lady of the Flowers, p. 129; Oeuvres complètes, 2, p. 69).
6 “Las regulaciones de la prisión en lo que concierne a los
criminales son estrictas y precisas, y justamente con respecto al
código de la justicia especial al servicio de la belleza...” (Miracle of
the Rose, p. 208; Oeuvres complètes, 2, p. 398). “Secretamente amo,
si, amo a la policía” (The Thief ’s Journal, p. 218).
7 “En general, por supuesto, el preso nunca está del todo solo.
Siempre está a la vista de alguien, aunque sea de sus compañeros.
Las celdas de la prisión con barras y muros realizan plenamente
esta exposición”(Goffman, Asylums, p. 25).
8 “Lo irremediable es que las cosas son como son, de esta o
aquella manera, están consignadas irremediablemente a su modo
de ser. Son irremediables los estados de las cosas, cualquiera que
éstos sean –tristes o alegres, atroces o hermosos. Tal como eres,
tal como el mundo es –es irremediable” (Giorgio Agamben, The
Coming Community).
9 “Es la pura inmanencia de lo que no está actualizado o de lo
que permanece indiferente a la actualización porque su realidad
no depende de ello. El evento es inmaterial, incorpóreo, invibible: pura reserva” (Deleuze y Guattari, Qu’est-ce que la philosophie?,
p. 148).
10 Ver Deleuze and Guattari, Qu’est-ce que la philosophie?, pp.
36 y 151.
11 El único jefe que reconozco es un judío -Spinoza» (Prisionero
de amor, p. 296; Un cautivo enamorado, p. 400).
12 «Cuando encontramos un cuerpo que concuerda con el
nuestro, cuando experimentamos un afecto pasivo y feliz, tendemos a formarnos la idea de lo que tienen en común ese cuerpo
y el nuestro. (...) Debemos entonces, con la ayuda de nuestras
pasiones felices, formarnos la idea de lo que es común entre un
cuerpo externo y el nuestro, pues sólo esta idea, sólo esta noción
común, es adecuada” Gilles Deleuze, Expressionism is Philosophy:
Spinoza, pp. 282-83). Ver también, Michael Hardt, Gilles Deleuze,
pp. 95-100.
13 «Ya que no puede escapar a la fatalidad, será su propia
fatalidad...Deseará su destino; intentará amarlo» (Sartre, Saint
Genet).
14 «La mano del jugador de dados, levantada en lo alto, se
detiene un momento y luego voltea y derrama los números sobre
el mármol, derrama el destino sobre la mesa de café. Los dados
hacen un ruido terrible al caer, urgentes como el resonar de un
tambor. Pero ahora que el destino ha hablado los dedos del jugador se relajan y descansan sobre la mesa» (Prisoner of Love, p. 249;
Un captif amoureux, p. 337).
15 «La historia es el sujeto de una estructura cuya localización
no es el tiempo vacío, homogéneo, sino el tiempo lleno por la
presencia del ahora [Jetztzeit]» (Walter Benjamin, «Theses on the
Philosophy of History», Illuminations, p. 261).
16 «La consciencia de que están a punto de hacer explotar el
continuum de la historia es característica de la clase revolucionaria en el momento de la acción” (Walter Benjamin, «Theses on
the Philosophy of History,» Illuminations, p. 261).
17 «El juego de cartas…era un estilo, un principio de desterritorialización...» (Felix Guattari, «Genet retrouvé,» Cartographies
schizoanalytiques, p. 283).
18 Ver Antonio Negri, Constituent Power, University of Minnesota Press, en prensa.
19 «La idea de aceptar un territorio, no importa cuán pequeño, en el que los palestinos tendrían un gobierno, una capital...
la idea era tal herejía que sólo pensarla como hipótesis era un
pecado mortal, una traición a la revolución» (Prisoner of Love, p.
266; Un captif amoureux, p. 359).
homicídio vale dez anos. O tempo concreto é abstraído, multiplicado por uma variável misteriosa,
e depois tornado concreto de novo como castigo
expresso numa quantidade precisa de tempo. Os
cálculos são completamente aleatórios (nem têm
a correspondência metonímica terrível de cortar
uma mão para castigar o roubo), mas, enquanto
podemos questionar os valores relativos dos dois
lados da equação, raramente temos dúvidas em
relação à viabilidade do próprio cálculo. O castigo equivale a tempo. A sua lógica é óbvia vista
de dentro da nossa sociedade moderna. Através
da cadeia, o tempo investe-se de poder na forma
de um conjunto de disciplinas, regimentações e
ordens.[2] O tempo é a medida do poder, e uma
vez que um poder soberano se apodera do nosso
tempo destesta perdê-lo. (Genet relata, por exemplo, que o corpo de um recluso que morreu não
TEMPO DE CADEIA
foi entregue de imediato à família mas teve de ficar temporariamente na cadeia porque ainda fal-
“A cadeia e os reclusos têm uma existência demasiado real para ter um efeito profundo sobre as
pessoas livres.”
Genet, “Milagre da Rosa”;
“Obras Completas”, 2, 249
tavam três anos de pena por cumprir.)[3] Na nossa
sociedade o poder é sobretudo o poder sobre o
nosso tempo.
Os reclusos referem-se normalmente ao tempo que passam na prisão como qualitativamente
diferente daquele que passam no exterior. A pri-
Tempo de cadeia é o método óbvio de casti-
são desperdiça o tempo, destrói-o e esvazia-o.
go na nossa sociedade. A liberdade, ou seja, o
Os presos são presos por um determinado tempo
controle sobre o nosso tempo, é concebida como
pelos crimes que cometem e cumprem uma pena
a pedra fulcral e o bem mais cobiçado na socie-
para saldar as suas divídas. O tempo é vazio por
dade moderna, igual para todos. Através de uma
causa da repetitividade do horário e da rotina da
lógica inescrutável, o paradigma do castigo é a
cadeia. O tempo estica-se e colapsa numa espé-
perda deste bem tão precioso que todos possuem
cie de ilusão óptica. Cada dia é preenchido com
da mesma forma: o tempo.[1] A cadeia consome
actividades e marcações necessárias e bem espe-
o nosso tempo em quantidades bem definidas.
cíficadas. O tempo move-se a passo de caracol;
Como as equações entre tempo de trabalho e
o dia nunca acaba. Olhas para uma mosca na
valor, a nossa sociedade estabelece um cálculo
parede e os seus movimentos parecem infinita-
complicado que nos é familiar entre o crime e o
mente lentos. Parece que as refeições nunca mais
tempo de cadeia. O roubo de um carro vale seis
chegam. Mas se olhares para esses dias à distân-
meses; a venda de drogas ilegais vale cinco anos;
cia, parecem indistintos. Encaixam uns nos outros
d 35
como os foles de um acordeão. O tempo que pas-
sente alternativo, ou um futuro depois da liberta-
sou parece não ter tido duração, nem substância,
ção. A primeira coisa que vou fazer quando sair
por causa da precisa repetição das suas partes
daqui… Só então estarei mesmo a viver. Este ser
componentes, a homogeneidade e a ausência de
total e tempo inteiro não pode coincidir com as
novidade. O tempo de prisão não conhece o aca-
suas existências mas tem de projectar-se sempre
so, é um tempo destinado. Nada é imprevisível.
para qualquer lugar. Não devía admirar-nos que
Tudo é planeado com antecedência por um poder
tantos presos se convertam religiosamente. São
maior. As muitas mãos das autoridades da prisão
obrigados a lidar com um dos problemas metafí-
parecem tornar concreta a mão toda poderosa do
sicos mais fortes e padecem de uma doença on-
destino que orienta o recluso ao longo do per-
tológica a sério. Estão limitados a uma existência
curso programado de tempo de prisão. Os presos
separada do ser – este é o seu exílio da vida.
tentam, em vão, agarrar-se a este tempo efémero,
Os que são livres fora da prisão ao olharem
flutuante, dando-lhe uma substância concreta,
para ela podem imaginar a sua liberdade definida
ainda que apenas simbólica, e, riscando os dias
e reinforçada em oposição ao tempo de prisão.
do calendário ou fazendo marcas na parede, mar-
Contudo, quando te aproximas da cadeia, perce-
cam o tempo.
bes que não é realmente um lugar de exclusão
Os reclusos vivem a prisão como um exílio da
vida, ou melhor, do tempo de vida.
d 36
separado da sociedade, mas antes um ponto cen-
O tempo
tral, o sítio onde há uma maior concentração de
é sempre a sua preocupação principal (qualquer
uma lógica de poder geralmente difusa na socie-
preso trocaria o dobro da severidade do castigo
dade. A prisão é a nossa sociedade na sua reali-
por metade do tempo de pena). Enquanto na pri-
zação mais plena. É por isso que quando entras
são, o próprio ser dos reclusos parece esvaziar-
em contacto com as questões existenciais e preo-
se, reduzindo-os a meras sombras que divagam
cupações ontológicas dos recluses, só podes du-
pelos corredores. O peso do destino imposto pelo
vidar da qualidade da tua própria existência. Se
poder soberano do tempo de pena parece tê-los
vivo esse algures de ser total com que os presos
puxado para for a dos seus corpos, para fora da
sonham, sera que o meu tempo é assim tão pre-
existência ao mesmo tempo. Os prisioneiros são
enchido? Será que não estarei a desperdiçar a mi-
então obrigados a procurar uma essência noutro
nha vida? Também a minha vida se estrutura por
lado, separados da sua existência desperdiçada e
regimes disciplinares, e também os meus dias se
empobrecida. O vida interior funciona para al-
repetem mecanicamente – trabalho, transportes,
guns como um refúgio exterior ao tempo e para
televisão, cama. Não sinto o mesmo desconforto
além da dor e do tédio da rotina da prisão. In-
físico ou a mesma privação sexual, mas mesmo
dependentemente do número de vezes que me
sem muros e barras, a minha vida acaba por ser
expõem ao olhar brutal das autoridades da prisão,
estranhamente semelhante. Mais precisamente, o
às vezes que me revistaram nu e às humilhações,
meu tempo, quer bem quer mal passado, é, mui-
não podem tocar a pessoa real do meu interior.
tas vezes, igualmente vazio, igualmente desperdi-
Outros reclusos consolam-se com a imaginação
çado. Quando recordo os meus dias e as minhas
febril do preenchimento total de uma vida de li-
semanas e sinto a mesma experiência de tempo
berdade para lá dos muros do seu confinamento:
que se dobra para encaixar em si, de tempo com-
quer os seus passados concretos, quer um pre-
primido como um acordeão por estar vazio. Eu
[4]
vivo um tempo de pena de prisão na nossa so-
“Durante o roubo, o meu corpo é exposto.
ciedade livre, exilado da vida. Mas de que for-
Sei que brilha a par de todos os meus gestos
ma poderíamos corrigir o tempo, viver a tempo
Que o mundo está atento a todos os meus
inteiro? A própria existência da prisão torna estas
movimentos ....”
questões necessárias e urgentes.
The Thief’s Journal, pp 30-31
O milagre de Genet é o de transformar o tempo vazio e homogéneo do cumprimento da pena
em tempo inteiramente preenchido. Ele ataca o
problema no seu ponto de maior intensidade e
parece alcançar uma completude de tempo onde
esta lhe é mais negada. Quando os narradores
dos romances de Genet insistem repetidamente
no facto de gostarem imenso da prisão, o autor
não está apenas a apreciar a perversidade de contrariar as nossa expectativas.[5] “Não estou a tentar ser escandaloso” (Diário de um Ladrão). Uma
resposta aos costumes sociais e a noções comuns
com o único objectivo de violar a opinião pública
não passaria de um mero gesto de reacção, confirmando apenas as normas na sua transgressão.
Não, esse amor pela prisão (e pela polícia) é real e
verdadeiro.[6] O amor à prisão, contudo, não deve
ser confundido com o simples desejo de querer
estar na cadeia ou uma preferência por esta em
detrimento da sociedade exterior. As personagens
de Genet não optam por ir para a prisão porque
A Santidade da Exposição
A totalidade do ser em Genet começa com o
facto de este nunca procurar uma essência algures – o ser reside apenas e imediatamente na nossa existência. E a exposição desta existência é o
que permite o ser surgir. Esta é a primeira chave
para a compreensão do projecto ontológico transformativo de Genet. O apelo primário do roubo,
por exemplo, é o facto de, no acto, o ladrão se expor totalmente. O ladrão de Genet não é o corpo
invisível que discretamente oscila entre o interior
e o exterior da ordem social; nem é o criminoso
soberano que tentar forçar o mundo a obedecer
às suas regras. Este ladrão é um corpo exposto,
um corpo aberto ao mundo. Não devia surpreender-nos que Genet detecta esta mesma exposição
no corpo do prisioneiro.[7] Os presos nunca estão
realmente sózinhos, mas sempre expostos ao contacto com outros presos e guardas. Dois presos
podem partilhar um momento intímo quando se
a amam ou pela sua beleza; fazem tudo ao seu
cruzam nas escadas, mas é sempre um momento
alcance para evitarem serem detidos, e não fazem
curto até que passe outro preso ou um guarda os
nada para resistir à sua libertação. Roubo e assal-
questione. Com efeito, o prisioneiro é exposto à
to surgem como as causas mais objectivas para a
própria prisão, um organismo complexo que con-
detenção, mas, em última instância, as persona-
siste em muros, portões, reclusos, guardas, e por
gens parecem ser conduzidas para a prisão pela
aí em diante. À semelhança do corpo do ladrão,
força do destino. O que temos de compreender e
o corpo do preso é um corpo exposto, aberto ao
traçar em Genet é a complexa relação entre amor
mundo. Nesta exposição, os corpos realizam-se
e destino. Num primeiro momento vamos ver que
plenamente e brilham em todos os seus gestos.
o amor abarca o nosso poder de aceitar a força do
A exposição de Genet é, em parte, a aceitação
destino num estado de abjecção divina; depois,
da realidade das forças materiais, a aceitação do
num segundo momento, o amor tem um papel
destino. A exposição ao mundo não é a procura
activo, capaz de transformar o mundo e de forjar
por uma essência algures, mas a concretização
um novo destino.
máxima neste mundo, a crença neste mundo.
d 37
Raul Mourão, BURACO DO VIEIRA, 2001 (Courtesy: Lurix Arte Contemporânea)
d 38
Aquele que não se expõe pode construir um mun-
do tal como ele é, as coisas tal como elas são,
do interior, um reino à parte de profundidades e
assim, irremediáveis.[8] Elas sempre foram assim,
abismos; a exposição, contrariamente a isto, dis-
mas agora as suas superfícies parecem luzir ou
põe todo o ser igualmente à superfície, em corpo.
brilhar. Irremediavelmente expostos, perdemos
O ser exposto é um ser unívoco e diz-se sempre
o que nos separa, o que nos desprende de nós
e em toda a parte na mesma voz. Não se defi-
próprios. As identidades fixas derretem, as nossas
ne por ser diferente de qualquer outro ser ou do
fronteiras dissolvem-se, e nós misturamo-nos com
nada; é único, diferente em si mesmo. Quando
a força das coisas, e desenbocamos na superfície
nos expomos à força das coisas damo-nos conta
unívoca do mundo. A exposição é uma espécie
desta condição ontological, a imanência do ser
de passividade sublime, de renúncia contente. Os
na existência. Misturamo-nos com o destino que
jovens delinquentes são assimilados pela própria
estamos a viver e somos levados pelo seu pode-
colónia, os prisioneiros entram na unicidade da
roso fluxo. Aqui entramos “no universo do irre-
prisão; os gestos do ladrão brilham na unidade do
mediável. Trata-se do mesmo em que estávamos
mundo. A exposição é precisamente a realização
antes, com uma diferença peculiar: em vez de
da univocidade e singularidade do ser, e a nossa
agirmos e sabermos que estamos a agir, sabemos
igual e absoluta imersão nela.
que alguém estar a agir sobre nós” (Nossa Senho-
A exposição é o primeiro passo no percurso de
ra das Flores; Obras Completas, 2, 159). O mun-
Genet para a divindade. Mas porque carregaria
ele esta busca ontológica da imanência da essên-
nos permitem reconhecer o divino nas superfícies
cia na existência e unívoca unicidade do ser com
do ser, pelo mundo fora. E, por sua vez, isso aju-
uma terminologia religiosa? Tratar-se-á de uma
da a explicar o misterioso amor do narrador de
heresia e de gozo de tipo reaccionário, vingança
Genet pela prisão. “Amava a minha Colónia com
à Igreja Católica pelo sofrimento que causou? Isto
o meu corpo…” (Milagre da Rosa; Obras com-
pode ser parcialmente verdadeiro, mas esse gesto
pletas, 2, p. 423). Este amor é o maior sinal de
reaccionário, só por si, não basta para justificar a
exposição. No corpo da essência santa (a força
intensidade da experiência de Genet. Este desco-
de Deus) coincide total e irremediavelmente com
bre a divindade onde a vida tem uma intensida-
a existência (a força das coisas); esta coinicdência
de acrescida, uma carga, onde o mundo parece
divina faz o corpo brilhar. Este é o motivo por que
brilhar, onde na exposição das suas superfície a
o corpo de um santo está sempre banhado por
unicidade do ser brilha mais. O divino não se es-
uma auréola.
conde em qualquer para além de, em qualquer
Esta exposição é erotica exactamente no sen-
espaço transcendental, mas encontra-se imanen-
tido em que dissolve a separação, a auto-posses-
te e exposto na superfície das coisas. “Uma pes-
são, a descontinuidade das coisas individuais,
soa é santa pela força das coisas que é a força
de Deus!” (Milagre da Rosa, modificado; Obras
Completas, 2, 446). A força de Deus não é outra
que não a força das coisas, as superfícies materiais da existência: (“Deus sive Natura”, como diz
Espinoza.) Então, a santidade é precisamente a
nossa abertura à força das coisas, a nossa exposição ao mundo. Pode reconhecer-se o santo por
uma certa renúncia em relação à força das coisas,
uma aceitação passiva das circunstâncias. Genet
deífica a renúncia. Este corpo renunciador do
santo, contudo, não devia ser apenas visto como
sujeito à, e dominado pela, força das coisas – o
que seria considerá-lo separadamente. Ao invés
disso, através da sua abertura, da sua exposição,
o corpo do santo infunde-se da força das coisas,
tornando-se uma só com ela. A exposição actua-
abrindo assim uma continuidade absoluta no ser.
Em movimento e em descanso, os corpos decompõem umas relações e compõem outras sob a
corrente do fluxo material dos desejos. Esta operação supera, ou melhor, dissolve a prisão do ser
e o seu isolamento. Genet perde-se numa exposição erotica, ou, mais precisamente, os seus limites, juntamente com os limites de todas as coisas
transformam-se em limiares abertos a fluxos e
intensidades, levados pelas correntes divinas da
força das coisas. A par de uma longa tradição de
místicas, Genet descobre uma energia divina na
exposição erótica.
“[As] paredes ruiram, o tempo tornou-se pó…”
Milagre da rosa;
Obras completas, 2, p. 259.
liza a divindade do corpo. A existência do santo é
A abolição do tempo
sempre condenada, sugada pela força do destino.
Contudo, a exposição em si não é o suficiente
Estar condenado marca a unidade do santo com
para Genet. A nossa aceitação total da nossa exis-
o destino. Genet acha que esta exposição santa é
tência e a nossa abertura a sermos corre o risco
mais intensa nos actos do ladrão, nos corpos de
de provocar uma certa indiferença. A exposição
condenados absolutos, e nos rostos de assassinos
deve fazer-se acompanhar por um poder de cons-
condenados à morte, mas estes não são casos úni-
tituição e de amor para preencher o ser exposto.
cos, são apenas exemplos ou singularidades que
Na verdade, veremos que a exposição é a condi-
d 39
d 40
ção de possibilidade que permitirá eventualmen-
cadeia é tão teimosa que mete raiva. O poder
te a emergência deste amor. Os muros da cadeia
miraculoso do acontecimento talvez seja melhor
que nos separam dos nossos desejos, que nos iso-
compreendido em termos temporais – “o tempo
lam de qualquer contacto, proibindo encontros,
tornado pó”. Quando o amor acontece, o tem-
parecem tornar o amor numa coisa impossível. A
po de pena, a sua regimentação, e o seu tédio
privação sexual que é um dos aspectos fulcrais do
desaparecem. “Gostava de poder falar-vos de en-
regime prisional só vem apontar para uma priva-
contros. Tenho a noção de que o momento que
ção mais geral de afecto. Genet desafia este iso-
os provocava – ou provoca – se situa fora do tem-
lamento, este exílio distante do afecto, com um
po, que o choque estilhaça o tempo e o espaço
projecto activo. Nos escritos de Genet, o evento
envolventes...” (Nossa Senhora das Flores; Obras
amoroso (quer fantasiado quer vivido corporea-
completas, 2, p. 81). Neste ponto devíamos ter
mente) abala as próprias fundações dos muros
cuidado em distinguir eventos de encontros. Os
da prisão e destrói o seu poder de separação. Por
encontros são provocados por eventos que vêm
exemplo, um recluso imagina a pessoa que ama
do exterior; ma realidade, seria mais adequado
condenada à morte, e as paredes dançam, estre-
dizer que o evento em si nos transporta para fora
mecidas pela energia sísmica do evento. “A pri-
do tempo. E evento não tem um tempo próprio,
são salta e treme! Socorro, estamos a mover-nos!”
nunca está presente, não tem duração. Atinge-nos
(O condenado à morte, Obras completas, 2, p.
como um relâmpago, ou chega até nós como um
215). Ou, como ainda noutro caso, dois reclusos
arauto vindo de longe, anunciando a abolição do
partilham uma faísca de amor no corridor e “as
tempo. No acontecimento apaixonado, por um
paredes desmoronaram, o tempo tornou-se pó...”
momento infinito e infinitésimo, escapamos ao
(Milagre da Rosa; Obras completas, 2, p. 259).
tédio e ao vazio do tempo da prisão.
No momento do evento as segmentações ou tria-
O evento nunca é actual (nem no sentido tem-
gens do espaço prisional dissolvem-se e dão lugar
poral nem existencial da palavra francesa “ac-
a um espaço suave de amor. Os presos deixam
tuel”); é puramente virtual. Assim, o evento não é
de estar isolados para estarem completamente
verdadeiramente entendido num estado de coisas
expostos. A exposição é a condição de possibili-
ou num encontro – uma disposição de corpos,
dade do acontecimento amoroso e vice-versa. Tal
afectos, etc – mas permanece sempre distinto,
como os músicos desfilando à volta de Jericó, o
fora dessa actualização, desse estado. O evento
evento parece ter o misterioso poder de derrubar
é como o lançamento de dados. Destrói a fixidez
barreiras.
do destino que até então vivemos. Abre o caos da
No entanto, esta destruição do espaço, este
acaso e marca um caminho ou superfície sobre o
derrube de muros que Genet imagina ter lugar
universo dele. Esta é a região for a do tempo que
no momento do amor pode apenas ser parcial.
provoca os encontros de Genet. O evento nunca
Até mesmo Harcamone, o famoso santo à espera
ocorre no tempo. Rompe com o tempo, desafia o
da sua execução, fundindo toda a sua força com
destino – o tempo torna-se pó. Contudo, ao mes-
a energia amorosa emitida por Jean – até mes-
mo tempo, o evento é o verdadeiro potencial que
mo ele não tem poder suficiente para finalmente
subtende o próprio tempo. É simultaneamente
executar o milagre de passar através dos muros
a abolição do tempo e a sua condição de pos-
da prisão. A realidade das paredes e muros da
sibilidade. Então podemos denominar o even-
to de transcendente, no sentido em que parece
um estado de coisas vivo.[10] Sem esta articulação
voar acima ou fora da nossa existência temporal.
de um tempo alternativo, a nossa fuga do tempo
Esta transcendência, contudo, abrange a própria
da prisão é apenas um instante, nem mesmo um
temporalidade, como sua condição de possibili-
momento, breve e efémero – estamos ainda con-
dade; a mais profunda exterioridade. Talvez seja
finados a um exílio da vida. Por outras palavras,
mais fácil, então, reconhecer o evento igualmente
temos de construir uma forma para o momento de
puro, virtualmente: real sem ser actual, ideal sem
amor voltar, que se repita incessantemente para
ser abstracto. O evento é a imanência pura do vir-
marcar uma densidade temporal, uma duração
tual que não é actualizado.[9] Talvez a auréola que
que será a estrutura material de um tempo novo.
envolve os objectos divinos seja causado precisa-
O eterno retorno do momento de amor sera a ma-
mente pela imanência pura do que neles perma-
téria-prima do nosso novo destino.
nece desactual. É o brilho do virtual. E evento não
A santidade consiste não apenas na abertura
tem princípio, nem fim, nem duração – e como tal
total que permite a emergência do evento, que
não nos dá tempo para vivermos. Pode imaginar-
permite o nascimento do amor; envolve também
se a morte precisamente como este estado virtual
uma construção positiva e activa. O santo é fi-
de se estar fora do tempo (ver, por exemplo, The
Screens, p. 144; Obras completas, 5, p. 321). A
experiência do evento é assim simultaneamente
extático e não vivível.
“Somos um livro de história familiar e viva
na qual o poeta pode decifrar os sinais
do Eterno Regresso “
Milagre da Rosa, modificado;
Obras completas, 2, 411).
nalmente definido pelos seus poderes criativos. A
divindade é não apenas a realização do ser na
existência, não é apenas uma questão de exposição, também envolve a constituição do próprio
ser. Se Genet é Deus, como nos diz Sartre, a sua
divindade reside não na sua brincadeira com
Deus, um criador omnipotente distante das suas
criaturas num mundo privado e fictício, mas na
forma como revela o nosso potencial para constituirmos a realidade, para constituirmos o ser (Santo Genet, p. 476). O poder da criação, o poder de
Constituições cerimoniosas
causar a nossa própria existência é divino.
O evento desfaz o tempo da prisão com uma
A constituição do ser requer uma consistência
libertação pura e não vivível. É um momento de
prolongada, uma repetição contínua, uma du-
pura sorte, o momento em que os dados são lan-
ração. Este é um ponto em que Genet, a par do
çados, a abertura do universo do caos, a destrui-
seu querido revolucionário sudanês Mubarak,[11]
ção absoluta do destino que temos estado a viver.
se revela profundamente espinoziano. À seme-
Contudo, o evento em si não é vivível precisa-
lhança de Espinoza, também Genet inicia todo o
mente porque recusa actualização, porque não
seu projecto a partir da simples afirmação: ain-
tem tempo. O evento destrói o tempo da prisão
da não sabemos o que os corpos podem fazer.
mas não consegue oferecer uma alternativa. É a
A nossa exposição colocou-nos plenamente no
pura negação do próprio tempo. Viver requer um
plano material de corpos e da força das coisas.
tempo alternativo, uma articulação positiva ou
Mas como é que corpos diferentes se compõem
uma actualização. Temos de elaborar o evento
em novos relacionamentos, em novos encontros?
[adresser l’événement] como um modo de vida,
Como podemos fazer com que os nossos felizes
d 41
d 42
encontros voltem? Como podemos constituir um
consistem na repetição infinita dos encontros fe-
modo de vida a partir dos nossos felizes encon-
lizes. O ceremonial conduz finalmente o evento
tros? Um evento pode intervir na nossa vida e ge-
para o tempo, fazendo deste um tempo de vida.
rar um encontro feliz, mas não podemos garantir
É portanto a constituição de um novo destino que
que essa felicidade volte, uma vez que a causa do
insiste na sua própria rigidez, que insiste em ser
encontro vem do exterior, que nos é desconhe-
executado a todo custo.
cido. O encontro feliz fortuito, contudo, é uma
Genet é conhecido pela sua propensão para a
dádiva – oferece-nos uma certa oportunidade. Se
traição, mesmo em relação àqueles que ama. Mas
reconhecermos o que é comum a esse corpo e ao
aqui devemos ter cuidado. Genet trairá qualquer
nosso, se descobrirmos a forma como esse corpo
identidade fixa ou constituída, e desobedecerá
coincide com o nosso e como os nossos corpos
qualquer lei, por vezes apenas para mostrar que
juntos compõem um corpo novo, nós mesmos
não sera controlado por ela. A sua afirmação da
podemos fazer com que esse encontro feliz volte.
traição é a recusa de qualquer obediência, uma
É assim que Espinoza concebe a nossa constitui-
insubordinação total: “não servem para nada”
ção activa de um modo de vida feliz.
O amor
(The Screens, p. 199; não em Obras completas).
é a força condutora nesta constituição. A organi-
Esta traição generalizada é a prova da singulari-
zação de encontros felizes é o aumento do nosso
dade. No entanto, não devemos considerar que
poder, do nosso poder para agirmos e do nosso
esta noção significa que Genet rejeite “participar
poder para existirmos – essa é uma noção espi-
em qualquer vida social” (Leo Bersani, Homos,
nosiana de amor. Este eterno retorno do encontro
p. 168). Genet trairá qualquer propósito ou iden-
feliz é constituição do ser não no sentido de fi-
tidade fixa, mas perseguirá até ao fim um proces-
xar uma identidade imóvel (longe disso), mas no
so de constituição, um começar, um cerimonial.
sentido de definir um movimento, um devir, uma
“Não tens o direito de alterar nada no ceremonial
trajectória de encontros, sempre abertos e im-
a não ser, claro, que encontres algum pormenor
previsíveis, susceptíveis à intervenção de novos
cruel que a realce” (Os Negros; Obras comple-
eventos. O retorno do encontro feliz é o primeiro
tas, 5, p. 89). O único desvio do ceremonial será
fio a partir da qual vamos tecer um tempo consti-
aquele que intensifica a sua linha de constituição.
tuinte alternativo. O encontro, contrariamente ao
Pode-se dizer que Genet não trai o ceremonial,
evento, apresenta já uma certa ideia de duração,
mas que tal acto implicaria uma relação de su-
mas, para que o tempo realmente se constitua,
bordinação perante o mesmo. Seria mais correcto
esses encontros têm de voltar. Os escritos de Ge-
dizer que a sua vida, a sua nova maneira de viver,
net estão cheios de incessantes repetições. Os en-
é constituída pelo ritmo e pelo movimento do ce-
contros retornam sob a forma de cerimonial. “A
rimonial. Genet abandona-se (e qualquer noção
minha aventura, jamais presidida pela revolta ou
do ser) na sua igual imersão ou participação no
por um sentimento de injustice, será apenas um
cerimonial. Este cerimonial é a figura básica do
acoplar prolongado, carregado e complicado por
tempo novo, o tempo dos encontros felizes, que
um ceremonial pesado, estranho e erótico (ce-
desejamos ver voltar.
[12]
rimónias figurativas conducentes à prisão e sua
Como seria ridículo se Genet seguisse o for-
antecipação)” (Jornal de um Ladrão). Os cerimo-
mato clássico em relação à unidade clássica do
niais de Genet são sempre cerimoniais de amor;
tempo no seu teatro. Que sentido faria criar teatro
se o repetíssemos no tempo do mundo em que vi-
lhe é imposto pela sociedade, nem resiste a ele
vemos, o tempo vazio de prisão da nossa socieda-
numa luta dialéctica. Abandona esse tempo, abo-
de? Já na solitude e na separação da cadeia, Ge-
lindo-o na virtualidade pura do acontecimento,
net descobriu o poder de criar o tempo. “Na cela,
fora do tempo. O tempo de cadeia, o nosso desti-
podemos fazer gestos com uma lentidão extrema.
no comum, expele todo o acaso, todo o azar, mas
Podes parar no meio de um gesto. Dominas o
o acontecimento abre o acaso como o momento
tempo e o pensamento. (...) É disso que é feito o
de um lanço de dados cósmico, a estilhaçar o
luxo da vida na cela. (...) A eternidade flui para a
destino no caos do universo. Num segundo mo-
curvatura de um gesto” (Milagre da Rosa; Obras
mento os dados caem para trás, param e revelam
completas, 2, 353). O tempo que Genet criou na
um número novo.[14] É a constituição de um novo
sua cela foi talvez uma primeira elaboração das
destino, tão fixo como o primeiro, mas agora
constituições temporais que articularia no palco.
cheio de desejo. Aqui temos o encontro feliz ao
As suas cerimónias particulares na cadeia, feitas
qual voltaremos eternamente. O cerimonial deve
no escuro, por baixo dos cobertores, eram experi-
ser representado com precisão porque é a repeti-
ências em miniatura das criações cerimoniais co-
ção do nosso desejo – não tens o direito de mudar
lectivas do teatro. O que o teatro deve sobretudo
fazer é criar um tempo novo, ou seja, um novo
ritmo e maneira de vivir. Talvez seja sintomático
deste mandato que, na produção de The Screens,
por exemplo, Genet se preocupa constantemente com as variações de velocidade e lentidão do
diálogo. As suas cartas ao Roger Blin, o encenador da peça, e as suas instruções na margem do
texto sobre o ritmo com o qual os actors deviam
dizer as suas falas: “muito rápido,” “muito, muito
devagar,” “muito rápido,” “dê mais vida ao ritmo
do Sir Harold e do Blankensee.” As acelerações
vertiginosas e a lentidão luxuriante formam a
construção de um novo andar, um novo passo
para a existência. As cerimónias, ao ganharem
uma massa colectiva e uma repetição, criam um
novo tempo que não se restringe às poucas horas
da representação da peça, mas que se propagam
nada se não intensificas o nosso desejo. Desejamos que ele regresse. E, contudo, este tempo cerimonial, este novo destino, pode ser estilhaçado
a qualquer instante por um novo relâmpago que
vem de fora do tempo, um acontecimento novo,
voltando a abrir todo o processo. Acontecimentoencontro-cerimonial: o processo de transformação de Genet tem esta trajectória bem definida
de constituição. O tempo novo que emerge deste
processo é o destino que Genet torna seu.
“Havia os Zengakuren no Japão em 1966;
a Guarda Vermelha na China; os motins estudantis em Berkeley; as Panteras Negras; Maio
1968 em
Paris; os palestinianos.”
Prisioneiro do Amor;
Un captif amoureux, p. 442.
como um novo tempo de viver.
Como sugere Sartre, Genet apercebe-se que
está preso pelo destino e por isso faz dele o destino.
Tempo revolucionário
A obra literária de Genet nunca é completa-
Contudo, esta formulação corre o risco de
mente separada da sua vida fora da escrita. As
ofuscar a complexidade da operação e da trans-
fronteiras da obra misturam-se continuamen-
formação que implica. Genet simplesmente não
te com a autobiografia e a reportagem. Pode-se
aceita o tempo morto, homogéneo e vazio que
especular que o facto da arte ser entregue a um
[13]
d 43
reino distante da vida é o que levou Genet, em
encontros. Assim, Genet é em parte atraído por
momentos diferentes da sua vida, a abandonar a
certos grupos revolucionários devido à sua te-
escrita para prosseguir o seu projecto num campo
atricalidade. Descobriu uma espécie de teatro
mais vasto. De qualquer maneira, o que impor-
vivo, por exemplo, nos penteados e nas roupas
ta é que o tempo constituinte que temos estado
dos membros das Panteras Negras. Com efeito,
a definir não seja limitado à obra de arte, mas
Genet encontra nos movimentos revolucionários
alargado a um tempo de vida; por outras pala-
as mesmas constituições cerimoniais que tentou
vras, que entre na história ou que a constitua. No
criar nos seus romances e nas suas peças, agora
entanto, a história, como é considerada muitas
projectados numa escala maior. Estes grupos con-
vezes, aparece apenas como a cristalização do
seguem viver, durante períodos variáveis, uma
tempo de cadeia, homogéneo e vazio.[15] Séries
história aberta e constituinte.
temporais longas desmoronam-se perante a fixi-
Genet ficou encantado por um jogo de cartas
dez de um destino imóvel, uma ideia, uma cor-
que viu durante a sua estadia com os palestinia-
rente homogénea de progresso. Nesta noção de
nos. Os chefes dos Fedaím proibiram-nos de jogar
história, parece, paradoxalmente, não existir nem
às cartas; o jogo podia conduzir a outros vícios e
movimento nem tempo, apenas um panteão rígi-
permitir aos estranhos questionar a moralidade dos
do de identidades constituídas, nações e poderes
guerrilheiros. Mesmo assim, os Fedaím jogavam
soberanos. Uma noção da história fundada no
póquer, mas a segurarem cartas imaginárias nas
acontecimento é totalmente diferente. O tempo
mãos. Olhavam para as suas cartas com cuidado,
desta história é sempre o devir, sempre imprevisí-
deixavam as cartas no chão e apanhavam-nas cal-
vel, aberto ao acaso, e é formado constantemente
mamente, e mostravam as suas cartas vencedoras
pelos nossos desejos, os nossos encontros felizes.
em triunfo, com lentidão e solenidade luxurian-
Qualquer noção de soberania é desestabilizada
tes. Prosseguíam o seu jogo ou cerimónia com
por este movimento perpétuo e impredizível.
uma calma serena. Os seus líderes não queriam
Assim, reconhece-se a história como o caos de
que tocassem em reis, rainhas e valetes – todos
uma multiplicidade de desejos feitos coerentes,
símbolos de poder. Não tinham poder nas suas
temporariamente, em grupos constituintes, em
mãos, nenhuma soberania, nenhum território fixo
padrões ou em movimentos – numa procissão de
nem identidade. Cartas verdadeiras, mesmo como
encontros. Esta história constituinte é a elabora-
símbolos de poderes soberanos, podiam mitigar a
ção alargada dos cerimoniais que animam o tem-
sua exposição. Em vez disso, no seu jogo virtual,
po da escrita de Genet.
os Fedaím eram completamente expostos; a sua
Todas as revoluções emergem como um
existência ficava totalmente aberta ao acaso, ao
acontecimento que faz explodir o continuum da
acontecimento da revolução.[17a] Os Fadaím eram
história.
O acontecimento revolucionário ir-
como dados vivos lançados nas areias abertas do
rompe sempre para a história vindo de fora do
deserto. “(Muitos) deles que lutaram na causa dos
tempo – “ter sido perigoso durante um milésimo
palestinianos – aqueles jogadores de cartas sem
de um segundo” (Prisioneiro do amor; Un captif
cartas – eram vistos na Europa como marginali-
amoureux, p. 323). Mas a seguir, o movimento
zados sem qualquer identidade verdadeira, sem
revolucionário deve articular esse acontecimen-
qualquer ligação legítima com um país reconhe-
to no tempo com uma série repetida de gestos e
cido, e sobretudo sem um território que lhes per-
[16]
d 44
tencia e ao qual eles pertenciam, com as provas
força revolucionária das coisas. Pode trair qual-
habituais de existência ...” (Prisioneiro do Amor;
quer identidade (de facto, trairia de bom grado
Un captif amoureux, p. 278). Genet viu o movi-
todas as identidades) mas continuará sem parar
mento palestiniano como totalmente aberto, sem
a abandonar-se ao tempo constituinte, ao tempo
soberania, identidade ou um território fixo – um
ceremonial, ao tempo revolucionário que fica
fluxo constante de desejo revolucionário.
sempre aberto e exposto. O tempo revolucionário
Uma revolução é definida pelo movimento
constante de um poder constituinte. Cada vez
que um processo revolucionário se fecha num
poder constituído – uma identidade soberana,
um estado, uma nação – a revolução já não existe
mais.[17b] Da mesma maneira, o tempo revolucionário deve ser encarado como um tempo constituinte, ao contrário do tempo constituído, homogéneo e vazio dos poderes soberanos. O tempo
revolucionário acaba por marcar a nossa fuga ao
tempo de cadeia para uma maneira plena de viver, imprevisível, exposta, aberta ao desejo. No
entanto, o tempo de cadeia voltará sempre logo
após o fecho desse tempo revolucionário, quando
os rebeldes permitem que a revolta se estagne, e
existe o estabelecimento de um poder constituído. Não se foge uma vez da prisão para assim
ficar livre; a nossa existência alternativa deve ser
um projecto contínuo em andamento contínuo.
O tempo revolucionário é um meio sem fim que
nunca acaba. Qualquer fim significa a destruição.
Genet apenas tolera este novo tempo constituinte. “(no dia) em que os palestinianos passarem a
serem uma instituição, deixarei de estar ao lado
deles. No dia em que os palestinianos se tornarem uma nação como qualquer outra nação, já
não estarei lá.” (Entrevista com Wischenbart,
Obras completas, 6, p. 282). Genet trairá os palestinianos, da mesma forma como trairá qualquer
identidade quando esta fecha o tempo revolucionário numa mera soberania nova. Tornando-se
un estado como todos os outros negará a força
revolucionária dos palestinianos.[18] Genet pode
trair um estado constituído, mas nunca negará a
é o tempo do amor
1 “Como é que a prisão podia não ser o castigo, por excelência,
numa sociedade em que a liberdade é um bem que da mesma
forma pertence a todos…” (Michel Foucault, Discipline and Punish,
p. 232).
2 “Tempo, executor do castigo.” “O poder articula-se directamente com o tempo; assegura o seu controlo e garante o seu uso”
(Michel Foucault, Discipline and Punish, pp. 160 and 108.
3 “... em relação a Botchako, se é verdade que todo o prisioneiro deve cumprir o tempo de pena a que foi condenado e como
ainda lhe faltava cumprir três anos, a sua família não pode reclamar o seu corpo até que acabem esses três anos...” (Milagre da
Rosa; Obras Completas, 2, pp. 420-21).
4 - “... o recluso tende a sentir que durante o tempo que foi
obrigado a cumprir – a sua pena – foi totalmente exilado da vida.
“ (Goffman, Asilos, p. 68).
5 - “Amo Mettray, esse paraíso no coração da Touraine real”
(Milagre da Rosa; Obras Completas, 2, p. 366). “Tenho muito
tempo para fazer os meus dedos voarem! Faltam-me dez anos!
Minha boa, querida e amiga cela! Meu querido retiro, só meu,
como te amo! “ (Nossa Senhora das Flores; Obras Completas,
2, p. 69).
6 “Os regulamentos da prisão em relação aos criminosos são
tão rigidos e precisos, e muito bem – no que toca ao código de
justiça especial ao serviço da beleza...” (Milagre da Rosa; Obras
Completas, 2, p. 398). “Amo secretamente, sim, amo a polícia “
(Diário de um Ladrão).
7 “Em geral, claro, o recluso nunca está completamente só;
está sempre à vista e, frequentemente, ao alcance de ouvido de
alguém, mesmo que apenas dos seus colegas reclusos. As jaulas
de prisão com barras em vez de paredes concretizam plenamente
essa exposição “ (Goffman, Asilos, p. 25).
8 “O irremediável é as coisas serem como são, desta ou daquela maneira, destinadas irremediavelmente à forma de serem.
Irremediáveis são os estados das coisas, independentemente da
forma como são – alegres ou tristes, atrozes ou belas. Como és,
como o mundo é – isso é irremediável” (Giorgio Agamben, The
Coming Community, p. ).
9 “É a pura imanência do que não é actualizado ou o que permanence indiferente á actualização, porque a sua realidade não
depende dela. O evento é imaterial, incorpóreo, e não vivível:
pura reserva” (Deleuze e Guattari, O que é a filosofia?).
10 Ver Deleuze e Guattari, O que é a filosofia?
11 “O único patrão que reconheço é um Espinoza judeu” (Prisoneiro do amor; Un captif amoureux, p. 400).
12 “Quando encontramos um corpo que condiz com o nosso,
quando experimentamos uma afeição amorosa alegre, somos levados a pensar no que é o comum a esse corpo e ao nosso. (...)
Devemos então, com a ajuda de paixóes alegres, conceber a ideia
do que é comum a certo corpo externo e ao nosso. Só por esta
ideia esta noção comum é correcta” (Gilles Deleuze, Expressionism
d 45
is Philosophy: Spinoza, pp. 282-83). Ver também Michael Hardt,
Gilles Deleuze, pp. 95-100.
13 “Uma vez que ele não pode fugir à fatalidade, ele sera a sua
própria fatalidade... Ele deseja o seu destino; ele vai tentar amálo “ (Sartre, Santo Genet).
14 “A mão do lançador de dados, erguida bem alto, paira por
um momento, depois vira-se e deixa cair os números no mármore, derrama o destino na mesa do café. Os dados produzem um
som terrível quando caem, um som urgente como a batida de
uma tambor. Mas agora o destino já foi ditado, os dedos do jogador estão relaxados e voltam a repousar sobre a mesa” (Prisioneiro
do amor; Un captif amoureux, p. 337).
15 “A história é o tema de uma estrutura cuja localização não é
homogénea, tempo vazio, mas tempo preenchido pela presença
do agora [Jetztzeit]” (Walter Benjamin, “Theses on the Philosophy of History “ Illuminations, p. 261).
16 - “A percepção de estarem a fazer o continuum da explosão
da história é característico da classe revolucionária no momento
da sua acção “ (Walter Benjamin, “Teses sobre a Filosofia da História”, Illuminations, p. 261).
17a “O jogo das cartas... foi um estilo, um princípio de desterritorialização...” (Félix Guattari, “Genet retrouvé,” Cartographies
schizoanalytiques, p. 283).
17b Ver Antonio Negri, Constituent Power, University of Minnesota Press, no prelo.
18 “A ideia de aceitar um território, por mais pequeno que
fosse, onde os palestinianos tivessem um governo, uma capital...
essa ideia era uma heresia tal que só admiti-la como hipótese
era já um pecado mortal, uma traição à revolução” (Prisioneiro do
Amor; Un captif amoureux, p. 359).
of illegal drugs equals five years; murder equals ten
years. The concrete crime is abstracted, multiplied
by a mysterious variable, and then made concrete
again as punishment in a precise quantity of time.
The calculations are utterly arbitrary (they do not
even have the horrible metonymic correlation of
cutting off a hand for theft), but, while we may question relative values on the two sides of the equation,
we seldom doubt the viability of the calculus itself.
Punishment equals time. Its logic is simply obvious
from within our modern society. Through the prison, power is invested directly into time as a series of
disciplines, regimentations and orderings.[2] Time is
the measure of power, and once a sovereign power
has our time it is loathe to let it go. (Genet tells us,
for example, that the corpse of a certain inmate
was not given over to his family but had to remain
temporarily in the prison because he still had three
years left on his sentence.)[3] Power in our society is
above all power over our time.
Inmates commonly refer to the time they spend
PRISON TIME
in prison as qualitatively different from time outside.
Prison wastes time, destroys time and empties time.
“Prison and their inmates have too real an
existence not to have a profound effect on
people who remain free.”
Genet, Miracle of the Rose, p. 35;
Oeuvres complètes, 2, 249
Prisoners get time for their crimes and do time to
pay their dues. The time is empty because of the
repetitiveness of the prison schedule and routine.
Time stretches out and collapses in a kind of optical illusion. Each day is filled with precisely specified,
required activities and appointments. Time moves
d 46
Prison time is the obvious form of punishment in
at a snail’s pace; the day is never-ending. You watch
our society. Freedom, that is, the control of our time,
that fly on the wall and its motions seem infinitely
is conceived as the keystone and the most coveted
slow. Meal time never seems to arrive. Look back at
possession in modern society, equal to all. By an in-
those days from a distance, however, and they are
scrutable logic, then, the paradigm for punishment is
indistinguishable. They fold into each other like the
the loss of this most precious asset that all possess
bellows of an accordion. Time spent seems to have
equally: time.[1] Prison takes our time in precisely
no duration, no substance, because of the precise
determined quantities. Like the equations between
repetition of its component parts, the homoge-
labor-time and value, our society sets up an elabo-
neity, the lack of novelty. Prison time is devoid of
rate calculus familiar to all of us between crime and
chance, it is fated time. Nothing is unforeseeable.
prison-time. Theft of a car equals six months; sale
All is planned in advance by a higher power. The
many hands of the prison authorities all seem to
Those who are free outside of prison looking in
make concrete the all-powerful hand of fate that
might imagine their freedom defined and reinforced
moves the inmate along the programmed path of
in opposition to prison time. When you get close to
prison time. Inmates try in vain to hold on to this
prison, however, you realize that it is not really a site
ephemeral, fleeting time, giving it some concrete
of exclusion separate from society, but rather a fo-
even if only symbolic substance, crossing out days
cal point, the site of the highest concentration of a
on a calendar, scratching notches in the wall – they
logic of power diffuse generally throughout society.
mark time.
Prison is our society in its most realized form. That
Inmates live prison as an exile from life, or rather,
is why when you come into contact with the exis-
from the time of living.[4] Time is always their pri-
tential questions and ontological preoccupations of
mary concern. (Any inmate would trade twice the
inmates, you cannot but doubt the quality of your
severity of punishment for half the time.) In prison
own existence. If I am living that elsewhere of full
time, the being itself of the inmates seems to have
been emptied, reducing them to mere shadows that
shuffle around the corridors. The weight of destiny,
the fate imposed by the sovereign power of prison
time seems to have pushed them out of their bodies, out of existence altogether. Prisoners are thus
forced seek an essence elsewhere, detached from
their wasted, impoverished existence. Interior life
appears to some as a refuge outside of time and
beyond the pain and tedium of the prison routine.
No matter how much they expose me to the brutal eye of prison authorities, no matter how many
strip searches and humiliations, they can’t touch the
real me inside. Other inmates take consolation by
feverishly imagining the fullness of a life of freedom
being that inmates dream of, is my time really so full?
Is my life really not wasted? My life too is structured
through disciplinary regimes, my days move on with
a mechanical repetitiveness – work, commute, TV,
sleep. I do not have the same physical discomfort or
the sexual deprivation, but even without the walls
and bars my life ends up being strangely similar.
More precisely, my time, whether cheerful or drab,
is often equally empty, equally wasted. I look back
on my days and weeks and have the same experience of time folding on to itself, compressed like an
accordion because of being empty. I live prison time
in our free society, exiled from living. But how could
one redeem time, how could one live a full time?
The very existence of prison makes these questions
necessary and urgent.
outside the walls of their imprisonment: either their
The miracle of Genet is to transform the empty,
concrete past, an alternative present, or a future af-
homogeneous time of prison life into full time. He
ter their release. The first thing I’ll do when I get
attacks the problem at its point of highest intensity
out is.... Then I’ll be really living. This full being and
and seems to grasp a fullness of time where it is
full time cannot coincide with their existence but
most denied. When the narrators of Genet’s nov-
must be projected always elsewhere. It should be
els insist repeatedly that they love prison he is not
no surprise that so many inmates undergo religious
simply enjoying the perversity of reversing our ex-
conversions. They are forced to grapple with one
pectations.[5] “I am not trying to be scandalous” (The
of the most intense metaphysical problematics and
Thief ’s Journal, p. 214). A response to social mores
suffer a properly ontological malady. They are con-
and common notions aimed only at violating public
strained to an existence separate from being – this
opinion would be a mere reactive gesture, confirm-
is their exile from living.
ing the norms in their transgression. No, that love of
d 47
James Casebere, PANOPTICON PRISON #3, 1992 (Courtesy: Galería Helga de Alvear)
d 48
prison (and the police) is real and true.[6] The love
ers might share an intimate moment crossing paths
of prison, however, should not be confused with a
on the stairs, but it is never long until another in-
simple desire to be in prison or a preference for
mate passes along or a guard questions them. In
prison over the society outside. Genet’s characters
effect, the prisoner is exposed to the prison itself,
do not choose to go to prison because of their love
a complex organism that consists of walls, gates, in-
for it or because of its beauty; they do all they can to
mates, guards, and so forth. Like that of the thief, the
avoid arrest, and do nothing to resist their release.
body of the inmate is exposed, open to the world.
Theft and assault are given as the proximate causes
In this exposure the bodies are fully realized and
of imprisonment, but finally the characters seem to
they shine in all their gestures.
be guided to prison by the force of destiny. What
Genet’s exposure is in part the acceptance of
we need to understand and elaborate in Genet is
the reality of material forces, the acceptance of fate.
the complex relationship between love and destiny.
Exposure to the world is not the search for an es-
In a first moment we will see that love involves our
sence elsewhere, but the full dwelling in this world,
power to accept the force of destiny in a state of di-
the belief in this world. The unexposed might con-
vine abjection; then in a second moment love takes
struct an interior world, a separate realm of depths
an active role, capable of transforming the world
and forging a new destiny.
“During the theft, my body is exposed. I
know that it is sparkling with all my
gestures. The world is attentive to all my
movements ....”
The Thief ’s Journal, pp. 30-31
The Saintliness of Exposure
The fullness of being in Genet begins with the
and abysses; exposure in contrast lays all of being
equally on the surface, in the flesh. Exposed being
is univocal – being is said always and everywhere
in the same voice. It is not defined by being different from any other being or from nothingness; it
is singular, different in itself. When we expose ourselves to the force of things we realize this ontological condition, the immanence of being in existence.
We merge with the destiny we are living and are
swept along in its powerful flux. Here we enter “the
fact that he never seeks an essence elsewhere – be-
universe of the irremediable. It is the same as the
ing resides only and immediately in our existence.
one we were in, with one peculiar difference: in-
And the exposure of that existence is what allows
stead of acting and knowing we are acting, we know
being to appear. This is the first key to understand-
we are acted upon” (Our Lady of the Flowers, p.
ing Genet’s transformative ontological project. The
246; Oeuvres complètes, 2, 159). The world is as it
primary appeal of theft, for example, is that in the
is; things are as they are, thus, irremediably.[8] They
act the thief is fully exposed. Genet’s thief is not the
have always been that way but now their surfaces
invisible body that slides unperceived in and out of
seem to sparkle or glow. Exposed, irremediable, we
the social order; neither is it the sovereign crimi-
lose the separateness, the detachment of our selves.
nal that tries to force the world to obey its own
Fixed identities melt, our boundaries dissolve, and
rules. This thief is the exposed body, open to the
we merge with the force of things into the univocal
world. It should not be surprising that Genet finds
surface of the world. Exposure is a sort of sublime
this same exposure in the body of the prisoner.[7]
passivity, a joyful abjection. The juvenile delinquents
Prisoners are never really alone, but always open to
merge into the colony itself; the prisoners enter the
contact with other inmates and guards. Two prison-
oneness of the prison; the thief ’s gestures glitter in
d 49
the unity of the world. Exposure is precisely the
are not unique instances, they are instead examples
realization of the univocality and singularity of being,
or singularities that allow us to recognize the divine
and our equal and absolute immersion in it.
across the surfaces of being, throughout the world.
Exposure is the first step on Genet’s path to
And in turn this should help explain Genet’s narra-
divinity. But why should he burden with religious
tor’s mysterious love of prison: “I loved my Colony
terminology this ontological claim about the imma-
with my flesh...” (Miracle of the Rose, p. 237; Oeu-
nence of essence in existence and the univocal one-
vres complètes, 2, p. 423). This love is the ultimate
ness of being? Is it merely a reactive kind of heresy
sign of exposure. In the flesh of the saint essence
and mockery, revenge on the Catholic Church for
(the force of God) coincides fully and irremediably
the suffering it has caused? That may be true in part,
with existence (the force of things); this divine coin-
but that reactive gesture in no way accounts for the
cidence makes the body glow. That is why the flesh
intensity of Genet’s experience. Genet finds divin-
of a saint is always bathed in a halo.
ity where life has a heightened intensity, a charge,
This exposure is erotic precisely in the sense that
where the world seems to sparkle, where in the
it dissolves the separateness, the self-possession, the
exposure of its surfaces the oneness of being shines
discontinuity of individual things, and thus opens to
forth. The divine is not hidden in any beyond, any
transcendental space, but immanent and exposed
in the surface of things. “One is a saint by the force
of things that is the force of God!” (Miracle of the
Rose, modified, p. 264; Oeuvres complètes, 2, 446).
The force of God is nothing other than the force
of things, the material surfaces of existence. (“Deus
sive Natura”, as Spinoza says.) Saintliness, then, is
precisely our openness to the force of things, our
exposure to the world. The saint can be recognized
by a certain abjection with respect to the force of
things, a passive acceptance of circumstance. Genet
deifies abjection. This abject body of the saint, however, should not be conceived simply as subject to
and dominated by the force of things – that would
still be to conceive it as separate. Rather, through
an absolute continuity across being. In movement
and rest, bodies decompose relationships and compose others under the sway of the material flux
of desires. This operation overcomes or rather
melts away the prison of the self and its isolation.
Genet loses himself in erotic exposure, or more
precisely his boundaries along with the boundaries
of all things are transformed into thresholds open
to flows and intensities, swept in the divine tides of
the force of things. Together with a long tradition of
mystics, Genet discovers a divine energy in erotic
exposure.
“[T]he walls crumbed, time turned to dust ....”
Miracle of the Rose, p. 46;
Oeuvres complètes, 2, p. 259.
its openness, its exposure, the saint’s flesh is infused
d 50
with the force of things and becomes one with it.
The Abolition of Time
Exposure actualizes the divinity of the flesh. The
Exposure itself, however, is not enough for
existence of the saint is always condemned, swept
Genet. Our abject acceptance of our existence and
along in the force of destiny. Being condemned
our openness to being risks a certain indifference.
marks the unity of the saint with destiny. Genet finds
Exposure must be accompanied by a power of con-
this saintly exposure most intense in the gestures of
stitution and love to fill that exposed being. We will
the thief, in the bodies of abject convicts, and in the
see, in fact, that exposure is the condition of pos-
faces of murders condemned to death, but these
sibility that will eventually allow this love to arise.
Prison walls separating us from our desires, isolating
inmate fantasizes about his loved one condemned
us from contact, prohibiting encounters, seem to
to death, for example, and the walls dance, shaken
make love impossible. The sexual deprivation that is
by the seismic energy of the event: “The prison
one of the centerpieces of the prison regime is only
leaps and trembles! Help, we are moving!” (“Le con-
indicative of a more general deprivation of affect.
damné a mort,” Oeuvres complètes, 2, p. 215). Or al-
Genet challenges this isolation, this exile from affect,
ternatively, two inmates share a spark of love in the
with an active project. In Genet’s writings the amo-
corridor and “the walls crumbled, time turned to
rous event (whether fantasized or experienced in
dust ...” (Miracle of the Rose, p. 46; Oeuvres complètes,
the flesh) shakes the very foundations of the prison
2, p. 259). In the moment of the event the segmen-
walls and destroys their powers of separation. An
tations or striation of prison space dissolve and give
Raul Mourão, ENTONCES, 2004 (Courtesy: Lurix Arte Contemporânea)
d 51
way to a smooth space of love. The inmates are no
mains distinct, outside that actualization, that state.
longer isolated but fully exposed. Exposure is the
The event is like the dice throw. It shatters the fixity
condition of possibility of the amorous event and
of the destiny we had been living. It opens up the
vice versa. Like the musicians parading around Jeri-
chaos of chance and cuts a path or plane across its
cho, the event seems to have the mysterious power
universe. This is the region outside of time that pro-
to batter down walls.
vokes Genet’s encounters. The event never occurs
This destruction of space, however, the tum-
in time. It ruptures time, defies destiny – time turns
bling of walls that Genet imagines in the moment
to dust. At the same time, however, the event is the
of love can only remain partial. Even Harcamone,
very potential that subtends time itself. It is at once
the glorious saint awaiting execution, mustering all
the abolition of time and its condition of possibil-
his strength along with the amorous energy sent
ity. One might call the event transcendent, then, in
by Jean – even he is not powerful enough finally
the sense that it seems to fly above or outside our
to perform the miracle of passing through all the
temporal existence. This transcendence, however,
prison walls. The reality of prison walls is infuriat-
inheres within temporality itself, as its condition of
ingly stubborn. The miraculous power of the event
possibility; it is an innermost exteriority. It may be
is perhaps better understood in temporal terms
more clear, then, to recognize the event as pure
– “time turned to dust.” When love arises, prison
virtuality: real without being actual, ideal without
time, its regimentation, and its tedium wither away.
being abstract. The event is the pure immanence of
“I should have liked to talk to you about encounters.
the virtual that is not actualized.[9] Perhaps the halo
I have a notion that the moment that provoked –or
that surrounds divine objects is caused precisely by
provokes–them is located outside of time, that the
the pure immanence of what remains non-actual
shock spatters the surrounding time and space ...”
in them. It is the glow of the virtual. The event has
(Our Lady of the Flowers, p. 146; Oeuvres complètes,
no beginning, no end, no duration – and as such it
2, p. 81). We should be careful to distinguish events
gives us no time for living. Death might be imag-
from encounters here. Encounters are provoked by
ined precisely as this virtual state of being outside of
events that come from the outside; in fact, it would
time (see, for example,The Screens, p. 144; Oeuvres
be more proper to say that the event itself transports us outside time. The event has no time of
its own, it is never present, it has no duration. It
strikes like a bolt of lightning, or arrives as a herald
from far away announcing the abolition of time. In
the passionate event for an infinite and infinitesimal
moment we escape the tedium and emptiness of
complètes, 5, p. 321).The experience of the event is
thus both ecstatic and unlivable.
“We are a book of familiar and living history
in which the poet can decipher the signs of
the Eternal Return”
Miracle of the Rose, modified, p. 224;
(Oeuvres complètes, 2, 411).
prison time.
The event is never actual (neither in the tempo-
d 52
Ceremonial Constitutions
ral nor existential sense of the French “actuel”); it
The event shatters prison time with a pure and
is purely virtual. The event is thus not properly un-
unlivable liberation. It is the moment of pure chance,
derstood as a state of things. It may be actualized in
the moment of the dice throw, the opening of the
a state of things or an encounter–an arrangement
universe of chaos, the absolute destruction of the
of bodies, affects, and so forth – but it always re-
destiny we had been living.The event itself, however,
is unlivable precisely because it refuses actualization,
can we make our joyful encounters return? How
because it has no time. The event destroys prison
can we constitute a mode of living out of our joy-
time but fails to offer an alternative. It is the pure
ful encounters? An event may intervene in our life
negation of time itself. Living requires an alternative
and give rise to a joyful encounter, but we cannot
time, a positive articulation or actualization. We have
guarantee that joy will return since the cause of the
to elaborate the event [“adresser l’événement”] as
encounter comes from outside, unknown to us.The
a mode of life, a living state of things.
Without this
fortuitous joyful encounter, however, is a gift – it
articulation of an alternative time our escape from
presents us with a certain opportunity. If we recog-
prison time is only a flash, not even a moment, brief
nize what is common to that body and our own, if
and ephemeral -- we are still confined to an exile
we discover the way in which that body agrees with
from living. In other words, we have to construct a
our own and how our bodies together compose a
way for the moment of love return, that it repeat
new body, we can ourselves cause that joyful en-
incessantly to mark a temporal density, a duration
counter to return. This is how Spinoza conceives
that will be the material structure of a new time.
our active constitution of a joyful mode of living. [12]
The eternal return of the moment of love will be
Love is the driving force in this constitution. The or-
the fabric of our new destiny.
ganization of joyful encounters is the increase in our
[10]
Saintliness consists not only in the abject open-
power, our power to act and our power to exist:
ness that makes possible the arrival of the event,
that is a Spinozian notion of love.This eternal return
which makes possible the birth of love; it also in-
of the joyful encounter is constitution of being not
volves a positive and active construction. The saint
in the sense that it fixes an immobile identity (far
is finally defined by its creative powers. Divinity is
from it), but rather in that it defines a movement, a
not only the realization of being in existence, it is
becoming, a trajectory of encounters, always open
not only a matter of exposure, it involves also the
and unforeseeable, susceptible to the intervention
constitution of being itself. If Genet is God, as Sartre
of new events. The return of the joyful encounter is
tells us, his divinity lies not in his playing at God, an
the first thread from which we will weave an alter-
omnipotent creator separate from its creatures in a
native, constituent time.
private or fictitious world, but rather in his revealing
The encounter, in contrast to the event, already
our potential to constitute reality, to constitute be-
presents a certain notion of duration, but in order
ing (Saint Genet, p. 476). The power of creation, the
really to constitute time those encounters have to
power to cause our own existence, is divine.
return. Genet’s writings are filled with incessant
The constitution of being requires a consistency
repetitions. Encounters return in the form of the
over time, a continual repetition, a duration. This is
ceremonial. “My adventure, never governed by re-
a point at which Genet, like his beloved Sudanese
bellion or a feeling of injustice, will be merely one
revolutionary Mubarak,
shows himself profound-
long mating, burdened and complicated by a heavy,
ly Spinozian. Like Spinoza, Genet too begins his en-
strange, erotic ceremonial (figurative ceremonies
tire project from the simple affirmation: we still do
leading to jail and anticipating it)” (The Thief ’s Jour-
not know what bodies can do. Our exposure has
nal, p. 10). Genet’s ceremonials are always ceremo-
cast us fully on the material plane of bodies and the
nials of love. They consist of the infinite repetition
force of things. But how are different bodies com-
of joyful encounters. The ceremonial finally brings
posible in new relationships, new encounters? How
the event into time, making it a time of living. It is
[11]
d 53
d 54
thus the constitution of a new destiny that insists
“In the cell, gestures can be made with extreme
on its own rigidity, insists on being carried out with-
slowness.You can stop in the middle of one.You are
out fail.
master of time and of thinking. (...) That is what the
Genet is well known for his propensity for be-
luxury of cell life is composed of. (...) Eternity flows
trayal, even of those he loves. But we should be
into the curve of a gesture” (Miracle of the Rose,
careful on this point. He will betray any fixed or
p. 156; Oeuvres complètes, 2, 353). The time Genet
constituted identity and he will disobey any law, at
created in his cell was perhaps a first elaboration
times only to prove that he will not be ruled by
of the temporal constitutions he would articulate
it. His affirmation of betrayal is the refusal of any
on stage. His private prison ceremonies, conducted
obedience, an absolute insubordination: “don’t
in the dark, under the covers, were experiments in
serve any purpose whatever” (The Screens, p. 199;
miniature of the collective ceremonial creations of
not in Oeuvres complètes). This general betrayal
the theater. What theater must do above all is cre-
is the proof of singularity. We should not extend
ate a new time, that is, a new rhythm and mode of
this notion, however, to mean that Genet refuses
living. It is perhaps symptomatic of this mandate that
“to participate in any sociality at all” (Leo Bersani,
in the production of the The Screens, for example,
Homos, p. 168). Genet will betray any purpose or
Genet is continually preoccupied with the varying
fixed identity but will pursue unendingly a process
speed and slowness of the dialogue. The letters to
of constitution, a becoming, a ceremonial: “You’ve
Roger Blin, the play’s producer, and the instructions
no right to change anything in the ceremonial, un-
in the margin of the text are filled with instructions
less, of course, you hit upon some cruel detail that
on the rhythm in which the actors should deliver
heightens it” (The Blacks, p. 18; Oeuvres complètes,
their lines: “very fast,” “very, very slowly,” “very rap-
5, p. 89). The only departure from the ceremonial
id,” “make the rhythm of Sir Harold and Blankensee
will be one that intensifies its line of constitution.
more lively.”The dizzying accelerations and luxurious
One might say that Genet does not betray the
slowness are the construction of a new gait, a new
ceremonial, but that would imply a relationship of
pace for existence. The ceremonies, as they gather
subordination to it. It would be more accurate to
a collective mass and repetition, create a new time
say that his life, his new mode of living is constituted
that is not limited to the few hours of performance
by the rhythm and movement of the ceremonial.
but propagate out as a new time of living.
Genet abandons himself (and any notion of self)
As Sartre suggests, Genet realizes he is bound
in his equal immersion or participation in the cer-
to destiny and thus he makes destiny his own.[13]
emonial. This ceremonial is the basic figure of the
This formulation, however, risks obscuring the com-
new time, the time of joyful encounters, which we
plexity of this operation and the transformation
will to return.
involved in it. Genet does not simply accept the
How silly it would be for Genet to follow the
dead, homogeneous, empty time imposed on him
classical dictate about the unity of time in his theat-
by society, nor does he resist it in a dialectical strug-
er. What sense would it make to create drama if we
gle. He abandons that time, abolishes it in the pure
were only to repeat in it the time of the world we
virtuality of the event, outside of time. Prison time,
had been living, the empty prison time of our soci-
our common destiny, expels all chance, all hazard,
ety? Already in the solitude and detachment of pris-
but the event opens up chance like the moment of
on Genet discovered the power of creating time.
a cosmic dice throw, shattering destiny in the chaos
Esko Männikkö, ORGANIZED FREEDOM #72, 1999-2005 (Courtesy: Yancey Richardson Gallery)
d 55
of the universe. In a second moment the dice fall
the Red Guard in China; the student unrest at
back, come to rest, and display a new number.
Berkeley; the Black Panthers; May 1968 in
[14]
This is the constitution of a new destiny, as fixed as
Paris; the Palestinians.”
the first but now full of our desire. Here is the joy-
Prisoner of Love, p. 327;
ful encounter that we will to return eternally. The
Un captif amoureux, p. 442.
ceremonial must be performed precisely because
it is the repetition of our desire – you have no
Revolutionary Time
right to change anything unless you intensify our
Genet’s literary work is never entirely separate
desire. We will it to return. And yet this ceremonial
from his life outside the writing. The boundaries of
time, this new destiny can be shattered at any mo-
the work continually blur with autobiography and
Simeón Saiz Ruiz, MATANZA EN RACAK, 2002 (Courtesy: Galería Fúcares)
d 56
ment by a new thunderbolt coming from outside
reportage. One might speculate that the fact that
time, a new event, opening again the entire process.
art is consigned to a realm separate from life is what
Event-encounter-ceremonial: Genet’s process of
led Genet at different times in his life to abandon
transformation has this clearly defined trajectory of
writing to pursue his project in a larger realm. What
constitution. The new time that emerges from the
is important, in any case, is that the constituent time
process is the destiny that Genet makes his own.
that we have been tracing not be isolated to the
“There were the Zengakuren in Japan in 1966;
work of art but extend to a time of living, in other
words, that it enter or constitute history. History,
Genet was charmed by a card game that he wit-
however, as it is often conceived appears merely as
nessed during his time with the Palestinians. The Fe-
the crystallization of prison time, homogeneous and
dayeen were forbidden by their leaders from playing
empty.[15] Long temporal series collapse under the
cards; gambling might lead to other vices and allow
fixity of one immobile destiny, one idea, one homo-
outsiders to question the morality of the fighters.
geneous stream of progress. In such a notion of his-
The Fedayeen played poker nonetheless, but with
tory, there seems paradoxically to be no movement
imaginary cards in their hands. They considered
and no time, only a rigid pantheon of constituted
their imaginary hands carefully, dropped cards on
identities, nations, and sovereign powers. A notion
the floor and picked them up nonchalantly, and tri-
of history founded on the event is something alto-
umphantly showed their winning hands with luxuri-
gether different. The time of this history is always
ous slowness and solemnity. They carried on their
becoming, always unforeseeable, open to chance,
game or ceremony with a serene calm.Their leaders
and continuously formed by our desires, our joyful
encounters. Any notion of sovereignty is destabilized
by this perpetual and unpredictable movement. History instead is recognized as the chaos of a multitude of desires become coherent, temporarily, in
constituent groups, patterns, or movements – in a
procession of encounters. This constituent history,
in contrast to a constituted history, is the extended
elaboration of the ceremonials that animate the
time of Genet’s writing.
Every revolution arrives as an event that blasts
open the continuum of history.[16] The revolutionary
event always bursts into history from out of time
– “to have been dangerous for a thousandth of a
second” (Prisoner of Love, p. 239; Un captif amoureux,
did not want them handling king, queens, and jacks
– all symbols of power. They had no power in their
hands, no sovereignty, no fixed territory or identity.
Real cards, even as mere symbols of sovereign powers, might have mitigated their exposure. Instead, in
their virtual card game the Fedayeen were totally
exposed; their existence was completely open to
chance, to the event of revolution.[17] The Fedayeen were like living dice cast in the open desert
sands. “[M]any of those who fought in the cause of
the Palestinians – those card-players without cards
– were regarded in Europe as outcasts without any
real identity, without any legitimate link with a recognized country, and above all without a territory
belonging to them and to which they belonged,
with the usual proofs of existence...” (Prisoner of
p. 323). But then the revolutionary movement must
Love, p. 204; Un captif amoureux, p. 278). Genet
articulate that event in time with a repeated se-
saw the Palestinian movement as completely open,
ries of gestures and encounters. Genet is drawn to
without sovereignty, identity, or a fixed territory – a
certain revolutionary groups, then, in part because
constant flux of revolutionary desire.
of their theatricality. He discovered a kind of living
Revolution is defined by the continuous move-
theater, for example, in the hair styles and dress of
ment of a constituent power. Whenever a revo-
the Black Panthers. In effect, Genet finds in revolu-
lutionary process is closed down in a constituted
tionary movements the same ceremonial constitu-
power – a sovereign identity, a state, a nation – the
tions he worked to create in his own novels and
revolution ceases to exist.[17] In the same way revo-
plays, cast now on a larger scale.These groups man-
lutionary time should be conceived as a constituent
age to live, for varying durations, an open, constitu-
time in contrast to the constituted, homogeneous,
ent history.
empty time of sovereign powers. Revolutionary
d 57
d 58
Valeriano López, LIBRE DE CULPA, 2003 (Courtesy: the artist)
time finally marks our escape from prison time into
a full mode of living, unforeseeable, exposed and
open to desire. Prison time, however, will always
return as soon as that revolutionary time is closed
down, as soon as rebels allow the revolt to congeal, as soon as a constituted power is erected. We
do not break out of prison once and then remain
free; our alternative existence must be a continuous project in perpetual motion. Revolutionary time
is a never-ending means without an end. Any end
would destroy it. Genet will only tolerate this new
constituent time: “[T]he day when the Palestinians
are institutionalized, I will no longer be at their side;
the day when the Palestinians become a nation like
another nation, I will no longer be there” (Interview
with Wischenbart, Oeuvres complètes, 6, p. 282).
Genet will betray the Palestinians, as he will betray
any identity, when it has closed down revolutionary
time in merely a new sovereignty. Becoming a State
like all the others would negate the revolutionary
force of the Palestinians.[18] Genet may betray a
constituted state but he will never deny the revolutionary force of things. He may betray any identity
(in fact, he would happily betray all identities) but he
will continuously without fail abandon himself to the
constituent time, the ceremonial time, the revolutionary time that always remains open and exposed.
This revolutionary time is the time of love
1 - “How could prison not be the penalty par excellence in a
society in which liberty is a good that belongs to all in the same
way ...?”
(Michel Foucault, Discipline and Punish, p. 232).
2 - “Time, operator of punishment.” “Power is articulated
directly onto time; it assures its control and guarantees its use”
(Michel Foucault, Discipline and Punish, pp. 160 and 108.
3 - “... as for Botchako, if it is true that every prisoner must put
in the time to which he was sentenced and as he still had three
years to go, his family will not be able to claim his body until
three years have elapsed ...” (Miracle of the Rose, p. 234; Oeuvres
complètes, 2, pp. 420-21).
4 - “... the inmate tends to feel that for the duration of his
required stay – his sentence – he has been totally exiled from
living” (Goffman, Asylums, p. 68).
5 - “I love Mettray, that paradise in the heart of royal Touraine” (Miracle of the Rose, p. 171; Oeuvres complètes, 2, p. 366). “I’ve
got lots of time for making my fingers fly! Ten years to go! My
good, my gentle friend, my cell! My sweet retreat, mine alone,
I love you so!” (Our Lady of the Flowers, p. 129; Oeuvres complètes,
2, p. 69).
6 - “Prison regulations concerning criminals are strict and precise, and rightly so – with respect to the code of special justice
in the service of beauty ...” (Miracle of the Rose, p. 208; Oeuvres
complètes, 2, p. 398). “I secretly love, yes, I love the police” (The
Thief ’s Journal, p. 218).
7 - “In general, of course, the inmate is never fully alone; he
is always within sight and often earshot of someone, if only his
fellow inmates. Prison cages with bars for walls fully realize such
exposure” (Goffman, Asylums, p. 25).
8 - “The irremediable is that things are thus as they are, in
this or that mode, consigned without remedy to their manner
of being. Irremediable are the states of things, however they are
– happy or sad, atrocious or beautiful. As you are, – as the world
is – this is irremediable.” (Giorgio Agamben, The Coming Community).
9 - “[I]t is the pure immanence of what is not actualized or
what remains indifferent to actualization, because its reality does
not depend on it. The event is immaterial, incorporeal, unlivable:
pure reserve” (Deleuze and Guattari, Qu’est-ce que la philosophie?, p.
148).
10 - See Deleuze and Guattari, Qu’est-ce que la philosophie?, pp.
36 and 151.
11 - The only boss I recognize is a Jew – Spinoza” (Prisoner of
Love, p. 296; Un captif amoureux, p. 400).
12 - “When we encounter a body that agrees with our own,
when we experience a joyful passive affection, we are induced to
form the idea of what is common to that body and our own. (...)
We must then, by the aid of joyful passions, form the idea of what is
common to some external body and our own. For this idea alone,
this common notion is adequate.” (Gilles Deleuze, Expressionism
is Philosophy: Spinoza, pp. 282-83). See also, Michael Hardt, Gilles
Deleuze, pp. 95-100.
13 - “Since he cannot escape fatality, he will be his own fatality.... He wills his destiny; he will try to love it” (Sartre, Saint
Genet).
14 - “[T]he hand of the dice player, raised up high, hovers a
moment then turns over and spills the numbers on to the marble,
spills fate on to the café table. The dice make a terrible noise as
they fall, urgent as the beat of a drum. But now that fate has
spoken the gambler’s fingers relax and come beck to rest on the
table.” (Prisoner of Love, p. 249; Un captif amoureux, p. 337).
15 - “History is the subject of a structure whose site is not homogeneous, empty time, but time filled by the presence of the
now. [Jetztzeit]” (Walter Benjamin, “Theses on the Philosophy
of History,” Illuminations, p. 261).
16 - “The awareness that they are about to make the continuum of history explode is characteristic of the revolutionary
class at the moment of their action” (Walter Benjamin, “Theses
on the Philosophy of History,” Illuminations, p. 261).
17 - “[T]he card game ... it was a style, a principle of deterritorialization ...” (Félix Guattari, “Genet retrouvé.” Cartographies
schizoanalytiques, p. 283).
17 - See Antonio Negri, Constituent Power, University of Minnesota Press, forthcoming.
18 - “The idea of accepting some territory, however, small,
where the Palestinians would have a government, a capital ... the
idea was such heresy that even to entertain it as a hypothesis was
a mortal sin, a betrayal of the revolution” (Prisoner of Love, p.
266; Un captif amoureux, p. 359).
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