EDITORIAL El colonialismo es un fenómeno que se define por la dominación cultural (pero también política y económica) de un pueblo sobre otro(s). El colonialismo tiene una vieja historia pero se agudizó con la expansión del capitalismo desde el siglo XVI; su funcionamiento, muchas veces brutal, ha producido jerarquías, exclusiones y subordinaciones que han marginado ciertos sectores sociales de los niveles de bienestar alcanzados por otros y han reprimido y transformado su universo simbólico. Sin embargo, desde la independencia de las colonias europeas en África el enfrentamiento al orden colonial se ha vuelto más explícito y programático, pasando a formar parte de la agenda política urgente de pueblos, movimientos sociales y, también (a pesar de quienes creen que el ejercicio disciplinario riñe con la política), de las disciplinas sociales. Un creciente número de arqueólog@s, no sólo del sur geopolítico, está empeñado en construir herramientas que conduzcan a la descolonización, tanto a la suya propia (rechazando el colonialismo académico) como de la sociedad en general, militando alrededor de saber y política, historizando los aparatos disciplinarios y entendiendo e imaginando a las sociedades descolonizadas, sobre todo el papel de las disciplinas humanas en ese proceso. Por eso uno de los temas más urgentes de la agenda de discusión y práctica actual en la disciplina es la descolonización. En este número de la revista invitamos a cuatro arqueólogos de tres continentes, comprometidos con la superación de las prácticas coloniales en la disciplina, para discutir aspectos relacionados con la descolonización de la arqueología y con su lugar en la descolonización de la sociedad en general. La conversación con Ernestina Mamaní se sitúa en la misma línea. Se trata de una situación concreta en la cual un grupo de investigador@s –ya de la universidad, ya de la localidad- desarrolla una investigación sobre la historia y arqueología local, en cuyo transcurso Ernestina ha dicho sus visiones, que aquí transcribimos con la urgencia con la que fueron dichas. El foro académico y la conversación local, aún diferentes en contextos, estilos y alcances, son dos aspectos del interés de la arqueología por la descolonización. La revista también acoge otros temas, otras preocupaciones, otros horizontes de intervención. El artículo de Paulo de Blasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini y Maria Dulce Gaspar presenta un modelo regional de ocupación de los pueblos costeros del sur de Brasil que produjeron los sambaquís o concheros, uno de los rasgos más conspicuos del paisaje arqueológico del litoral brasileño. Juliana Machado optó por una discusión metafísica sobre las clasificaciones cerámicas en la Amazonia, ofreciendo una perspectiva teórica y metodológica para interpretar análisis tecnológicos. Finalmente, Héctor Pucciarelli pone a prueba un modelo de poblamiento que explica el origen y la dispersión de nuestra especie; su medición de cráneos del Viejo y el Nuevo Mundo lo lleva a sugerir alternativas distintas de interpretación. En suma, este número de Arqueología Suramericana ofrece algo de los temas y preocupaciones que ocupan a l@s arqueólog@s de esta parte del mundo. Hablando de eso, les recordamos la invitación que hicimos en el número anterior: tenemos una cita en la IV Reunión Internacional de Teoría Arqueológica en América del sur, un inter-congreso del WAC, en San Fernando del Valle de Catamarca entre el 3 y el 7 de julio de este año. Allí nos vemos. EDITORIAL O colonialismo é um fenômeno que se define pela dominação cultural (mas também política e econômica) de um povo sobre outro(s). O colonialismo tem uma velha história, porém se agudizou com a expansão do capitalismo desde o século XVI; seu funcionamento, muitas vezes brutal, tem produzido hierarquias, exclusões e subordinações que tem marginalizado certos setores sociais dos níveis de bem estar alcançados por outros e tem reprimido e transformado seu universo simbólico. No entanto, desde a independência das colônias européias na África, o enfrentamento à ordem colonial tem se tornado mais explícito e programático, passando a formar parte da agenda política urgente dos povos, movimentos sociais e também (apesar daqueles que crêem que o exercício disciplinar oponha-se a política) das disciplinas sociais. Um crescente número de arqueólog@s, não só do sul geo-político, está empenhado em construir ferramentas que conduzam a descolonização, tanto a sua própria (rechaçando o colonialismo acadêmico), como da sociedade em geral, militando em torno do saber e política, historicizando os aparatos disciplinares e entendendo e imaginando às sociedades descolonizadas, sobretudo o papel das disciplinas humanas nesse processo. Por isso, um dos temas mais urgentes da agenda de discussão e prática atual na disciplina é a descolonização. Neste número da revista convidamos a quatro arqueólogos de três continentes, comprometidos com a superação das práticas coloniais na disciplina, para discutir aspectos relacionados com a descolonização da arqueologia e com seu lugar na descolonização da sociedade em geral. A conversa com Ernestina Mamaní situa-se na mesma linha. Trata-se de uma situação concreta na qual um grupo de investigador@s -seja da Universidade, seja da localidade – desenvolve uma investigação sobre a história e a arqueologia local, em cujo transcurso Ernestina disse suas visões que aqui transcrevemos com a urgência com a qual foram ditas. O fórum acadêmico e a conversa local, ainda que diferentes em contextos, estilos e alcances, são dois aspectos do interesse da arqueologia pela descolonização. A revista também acolhe outros temas, outras preocupações, outros horizontes de intervenção. O artigo de Paulo de Blasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar apresenta um modelo regional de ocupação dos povos costeiros do sul do Brasil que produziram os sambaquis ou concheiros, uma das características mais conspícuas da paisagem arqueológica do litoral brasileiro. Juliana Machado optou por uma discussão metafísica sobre as classificações cerâmicas na Amazônia, oferecendo uma perspectiva teórica e metodológica para interpretar análises tecnológicas. Finalmente, Héctor Pucciarelli põe a prova um modelo de povoamento que explica a origem e dispersão de nossa espécie; suas medições de crânios do Velho e do Novo Mundo o levam a sugerir alternativas distintas de interpretação. Em suma, este número de Arqueologia Sul-americana oferece algo dos temas e preocupações que ocupam arqueólog@s desta parte do mundo. Falando disto, recordamos o convite que fizemos no número anterior: temos um encontro na IV Reunião Internacional de Teoria Arqueológica na América do Sul, um inter-congresso da WAC, em San Fernando del Valle de Catamarca entre 3 e 7 de julho deste ano. Ali nos vemos. ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007 DIÁLOGOS DESDE EL SUR/ DIÁLOGOS DESDE O SUL FORO VIRTUAL: ARQUEOLOGÍA Y DESCOLONIZACIÓN En este foro virtual, pacientemente logrado en varios meses de trabajo en la velocidad del ciberespacio, participan Nayanjot Lahiri (India), Nick Shepherd (Sudáfrica), Joe Watkins (Estados Unidos) y Larry Zimmerman (Estados Unidos); si a ellos nos sumamos los editores de Arqueología Suramericana (uno de Argentina y el otro de Colombia) el espectro de contextos de discusión y puntos de vista es suficientemente amplio como para proveer miradas de interés general, no solamente vernáculo. Nayanjot Lahiri es profesora de arqueología en el Departamento de Historia de la Universidad de Delhi. Sus libros incluyen «Finding forgotten cities: how the Indus civilization was discovered» (2005) y «The archaeology of Indian trade routes» (1992); además, ha editado «The decline and fall of the Indus civilization» (2000) y un número de la revista World Archaeology titulado «The archaeology of hinduism» (2004). Nick Shepherd es lector titular en el Centro de Estudios Africanos en la Universidad de Ciudad del Cabo, donde dirige el programa Cultura Pública en África. Forma parte del Comité Ejecutivo del Congreso Mundial de Arqueología (WAC, por sus siglas en inglés) y es co-editor de la revista «Archaeologies: Journal of the World Archaeological Congress». En 2004 tuvo la beca Mandela en la Universidad de Harvard. Ha publicado ampliamente en temas de arqueología y sociedad en África y sobre historia pública y patrimonio. Joe Watkins es indígena choctaw, arqueólogo desde hace más de 35 años y profesor asociado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Nuevo México. Su tesis doctoral indagó por las respuestas de los arqueólogos a sus preguntas sobre sus percepciones de las problemáticas indígenas. Sus actuales intereses de investigación son la práctica ética de la arqueología y el estudio de las relaciones de los antropólogos con las comunidades descendientes y poblaciones aborígenes. Ha publicado numerosos artículos sobre estos temas. Su libro «Indigenous archaeology: American Indian values and scientific practice» (2000) examinó las relaciones entre indígenas norteamericanos y arqueólogos. Su libro más reciente, «Reclaiming physical heritage: repatriation and sacred sites» (2005), pretende crear conciencia de las problemáticas de los indígenas de Norte América en estudiantes de bachillerato. Larry J. Zimmerman es profesor de antropología y estudios sobre museos e intelectual público de representación de nativos americanos en la Universidad de Indiana, en la Universidad de Purdue-Indianapolis y en el Museo Eiteljorg de Indígenas Norteamericanos y Arte Occidental. Es vicepresidente del WAC; también ha servido como su Secretario Ejecutivo y fue organizador del Intercongreso del WAC sobre ética arqueológica y tratamiento de los muertos. Sus intereses de investigación incluyen la arqueología de las llanuras de Norte América y asuntos sobre los indígenas norteamericanos contemporáneos. Su proyecto de investigación actual examina la arqueología de las personas sin hogar. Neste fórum virtual, pacientemente levado a cabo em vários meses de trabalho na velocidade do ciberespaço, participam Nayanjot Lahiri (Índia), Nick Shepherd (África do Sul), Joe Watkins (Estados Unidos) e Larry Zimmerman (Estados Unidos); se a eles nos somarmos os editores de Arqueologia Sul-americana (um da Argentina e outro da Colômbia), o espectro de contextos de discussão e pontos de vista é suficientemente amplo para prover visões de interesse geral, não somente vernáculo. Nayanjot Lahiri é professora de arqueologia no Departamento de História da Universidade de Delhi. Seus livros incluem «Finding forgotten cities: how the Indus civilization was discovered» (2005) e «The archaeology of Indian trade routes» (1992); ademais, editou «The decline and fall of the Indus civilization» (2000) e um número da revista World Archaeology intitulado «The archaeology of hinduism» (2004). Nick Shepherd é professor titular no Centro de Estudos Africanos na Universidade da Cidade do Cabo, onde dirige o programa de cultura pública na África. Faz parte do Comitê Executivo do Congresso Mundial de Arqueologia (WAC, por sua sigla em inglês) e é coeditor da revista «Archaeologies: Journal of the World Archaeological Congress». Em 2004 obteve a bolsa Mandela na Universidade de Harvard. Tem publicado amplamente sobre temas de arqueologia e sociedade na África e sobre história pública e patrimônio. Joe Watkins é indígena choctaw, arqueólogo há mais de 35 anos e professor associado no Departamento de Antropologia da Universidade do Novo México. Sua tese doutoral indagou pelas respostas dos arqueólogos às suas perguntas sobre suas percepções das problemáticas indígenas. Seus interesses atuais de investigação são a prática ética da arqueologia e o estudo das relações dos antropólogos com as comunidades descendentes e populações aborígines. Publicou vários artigos sobre estes temas. Seu livro «Indigenous archaeology: American Indian values and scientific practice» (2000) examinou as relações entre indígenas norte-americanos e arqueólogos. Seu livro mais recente, «Reclaiming physical heritage: repatriation and sacred sites» (2005), pretende criar consciência das problemáticas dos indígenas da América do Norte nos estudantes de bacharelado. Larry J. Zimmerman é professor de antropologia e estudos sobre museus e público intelectual quanto a representação de nativos americanos na Universidade de Indiana, na Universidade de Purdue-Indianapolis e no Museu Eiteljorg de Indígenas Norte-americanos e Arte Ocidental. É vice-presidente da WAC; também tem servido como seu Secretário Executivo e foi organizador do InterCongresso da WAC sobre ética arqueológica e tratamento dos mortos. Seus interesses de investigação incluem a arqueologia das planícies da América do Norte e assuntos sobre os indígenas norte-americanos contemporâneos. Seu projeto de investigação atual examina a arqueologia das pessoas sem teto. Arqueología Suramericana: ¿cuáles son los mecanismos de reproducción colonial de la arqueología en el sur geopolítico? Zimmerman: en las antiguas colonias existe la tendencia a creer que las cosas de valor provienen del colonizador. Las razones que explican este comportamiento son muchas pero en arqueología toman la forma de la creencia de que las metodologías, los enfo4 ques teóricos y las epistemologías que valen la pena no son buenos si se desarrollan localmente. Durante mi época de estudiante (en las décadas de 1960 y 1970) mis profesores veían a Inglaterra como la fuente de importantes desarrollos metodológicos y epistemológicos; ello se reflejaba en la mayoría de mis clases, en las cuales se decía que Petrie había «inventado» la metodología científica en arqueología y otros la mayor parte de las ideas importantes en la discipli- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007 na. Incluso cuando la arqueología procesual empezó a existir se reconocía la importancia de académicos británicos como David Clarke; eso sólo empezó a cambiar cuando Binford se convirtió en la voz más sonora. En la década pasada fui invitado en Australia a un congreso sobre el futuro de la arqueología; un arqueólogo australiano lamentó que «Australia nunca tuvo su propia teoría y, probablemente, nunca la tendrá. Todo lo que vale la pena proviene de Estados Unidos o Inglaterra». Creo que el principal mecanismo de reproducción colonial de la arqueología es nuestro sistema educativo. Muchos estudiantes de los países colonizados obtienen sus títulos universitarios en los países de los colonizadores, donde son influidos por la narrativa maestra sobre la arqueología. Cuando regresan a casa enseñan esa narrativa maestra en vez de construir o contribuir a una narrativa arqueológica nacional, regional o local. Este hecho se exacerba por nuestro sistema de publicaciones: algunas revistas respetadas y claves son veneradas por esos estudiantes y controladas por los países colonialistas. Los estudiantes buscan publicar en esas revistas, muchas veces ignorando revistas locales y regionales. Las organizaciones profesionales más importantes y sus congresos académicos tienen lugar en los países colonizadores; si aceptan ponencias que provengan de sus antiguas colonias deben adecuarse a la narrativa maestra de alguna manera. Finalmente, los arqueólogos en los países colonialistas se han auto-definido como los principales guardianes del pasado arqueológico, declarando que el pasado es un patrimonio público, y se ven a sí mismos como quienes pueden proteger e interpretar los sitios de una manera más adecuada; los arqueólogos de los países colonizados parecen aceptar esta idea. Todo esto está reflejado en el sistema del patrimonio mundial que es, por lo menos en ciertos niveles, una mercantilización del pasado. El arqueoturismo produce ingresos, de Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul manera que los países y sus arqueólogos aceptan ese sistema por razones económicas; también hay razones nacionalistas, un intento de los países y sus arqueólogos por decir «nuestros sitios son tan importantes como estos otros sitios mundiales». Shepherd: debemos distinguir dos clases de efectos cuando hablamos de los mecanismos de reproducción colonial de la arqueología en el sur global. El primero es el conjunto de disposiciones prácticas y geometrías de poder y la división global del trabajo que contribuyen a perpetuar la condición colonial en la disciplina. Estamos familiarizados con los elementos prácticos de este asunto, así que no hablaré sobre ellos; más bien, quiero llamar la atención sobre la segunda clase de efectos de la reproducción colonial en arqueología, de naturaleza epistemológica y profundamente enraizados en un conjunto de pasados específicos (colonialismo, apartheid, imperialismo, etc). Aunque estos dos aspectos están ligados se pueden separar puesto que las discusiones contemporáneas sobre «descolonización» en arqueología casi siempre indagan sobre el primer grupo de problemas (sobre la distribución más equitativa de recursos y sobre lo que llamo negociaciones de «ayuda intelectual», como la provisión de libros y dinero). Estas discusiones son bienvenidas pero no abordan un asunto más interesante y complejo, la llamada «descolonización epistemológica», que implica preguntar cómo la experiencia del colonialismo (y del apartheid en el caso de la arqueología sudafricana) marcó la disciplina, de manera fundamental, en términos de sus prácticas e ideas rectoras, no sólo la disciplina como se practica en la llamada periferia (en las colonias y excolonias) sino, también, como se practica y se entiende en la metrópoli. La experiencia del colonialismo fue formativa para la disciplina en general. Esto lo vemos en los significantes superficiales —en los 5 Land Rovers y los pantalones caqui, en el estilo safari con el cual se hace mucha arqueología— pero, también, en formas más profundas, en las categorías que emergen, en las concepciones de la prehistoria mundial, en las negociaciones, en el modelo centro-periferia, en las jerarquías y valores existentes. Lo vemos, sobre todo, en la noción de «campo», tan central a la disciplina. Existe la idea de que África y Suramérica se convirtieron en el «campo» de los arqueólogos de la metrópoli, de la misma forma que existe la idea de que para esos arqueólogos la arqueología es algo que ocurre en otro lugar, en sitios distantes y exóticos del planeta. La pregunta para los académicos situados en lo que ha sido construido como «el campo» es: ¿cómo nos relacionamos con esta clase de tradiciones arqueológicas?; ¿cuál es, desde un punto de vista epistemológico, nuestro papel en esta concepción colonial de la producción de conocimiento?; ¿somos intermediarios o «mini-centros» en nuestras instituciones, las cuales están en una situación ambigua con respecto al «campo» que está allá fuera? Se necesita decir mucho más sobre estas preguntas. El tema de los mecanismos de reproducción colonial de la arqueología es complejo y tiene profundas consecuencias e implicaciones epistemológicas; las discusiones actuales sobre «descolonización» en arqueología apenas empiezan a abordarlas. Lahiri: la naturaleza de la arqueología en la época del gran colonialismo y el tema de los mecanismos de reproducción colonial de la disciplina son como una hélice: no podemos discutir uno sin prestar atención al otro. Así que aclararé cómo entiendo estos dos asuntos. Mis observaciones están basadas en mi conocimiento sobre el sur de Asia; inevitablemente usaré ejemplos de la India. En el sur de Asia, como en muchas partes del mundo, la documentación sistemática de antigüedades y sitios arqueológicos estuvo 6 conectada, integralmente, con las necesidades del gobierno británico, es decir, la necesidad imperial de reunir y ordenar información en sus territorios recién adquiridos. En términos generales (a) puesto que la arqueología fue establecida en este contexto histórico fue practicada por individuos que formaban parte de la estructura colonial, sin raíces históricas con la tierra o las comunidades que estudiaban; (b) la arqueología fue una empresa gubernamental. La principal autoridad que hizo arqueología en el país fue el Servicio Arqueológico de la India, un departamento gubernamental de arqueología creado en 1871; sus logros fueron considerables, especialmente al dotar al paisaje de la India antigua de sus coordenadas topográficas a través de la documentación y el reconocimiento de sitios arqueológicos y monumentos. Al mismo tiempo, el Servicio fue un arma de la época de la dominación británica y ese hecho influyó en la forma como lo percibieron diferentes grupos, en relación con sí mismos y con otros. La necesidad de hacer de la arqueología y de la investigación arqueológica parte integral de las instituciones de enseñanza avanzada nunca fue una prioridad; (c) la arqueología fue central en otras clases de construcción institucional en las colonias y en la metrópoli. Por ejemplo, fueron arqueólogos quienes tuvieron un papel formativo en la creación de museos en la India a través de la remoción física de restos estructurales y antigüedades de sus lugares originales. Un caso clásico es la historia de la stupa budista de Amaravati (Andhra Pradesh): el desmembramiento de su magnífica estructura fue realizado por repetidas excavaciones arqueológicas y, eventualmente, por la remoción y ensamble de pedazos de esculturas en el Museo Gubernamental de Chennai (Tamil Nadu) y en el Museo Británico, en Londres; (d) varios de los paradigmas dominantes que estructuraron el conocimiento y el entendimiento del pasado hindú en la India colonial Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007 fueron coloreados por el carácter de las relaciones coloniales; por ejemplo, una imagen duradera en muchos espacios arqueológicos dominados por intelectuales británicos en la India colonial fue considerarse como salvadores del pasado indio, estableciendo un marcado contraste entre ellos y los habitantes del país. Los exploradores británicos, como Alexander Cunningham (el primer director general del Servicio Arqueológico de la India) y su trabajo con las stupas de Bhilsa, fueron descritos como «sajones curiosos provenientes de una tierra distante» quienes «liberaron los tesoros de dos mil años». Por otro lado, los indios aparecieron como «intolerantes» y «avaros» y fueron representados como vándalos. Incluso más simples fueron los discursos que reconstruyeron el pasado de la India en términos de una oposición entre razas; los enfoques más influyentes fueron refractados, inevitablemente, a través de ese prisma. De acuerdo con este modelo racial los invasores arios indoeuropeos, con una identidad cultural y lingüística distintiva, fueron considerados como la fuente de la cultura y de la historia de la India. Obviamente, como señaló Edmund Leach (entre otros), esta idea también proveyó una justificación moral –un estatuto mítico– a la última oleada de europeos en la India (sus gobernantes coloniales), quienes, de la misma manera que los arios originales, se establecieron como una elite aristocrática bajo la bandera de una religión moralmente pura, el cristianismo. En los últimos cincuenta años es más que evidente en la India que, como en tantas otras partes del hemisferio sur, la desaparición del colonialismo no produjo una descolonización interna efectiva, como uno podría imaginar que hubiera ocurrido. En un nivel puramente formal se decidió que la India independiente conservaría las estructuras de muchas instituciones creadas por los británicos, desde las agencias geológicas y los censos hasta la ley y los ferrocarriles. El Servicio ArDiálogos desde el sur / Diálogos desde o sul queológico de la India fue una de esas instituciones. No hay nada especialmente equivocado en ese hecho, puesto que varios elementos del andamiaje institucional de la India británica eran razonablemente sanos. Pero el hecho de que la arqueología continúe siendo controlada desde el centro es un asunto mucho más serio y es un legado del enfoque previo a la independencia. Hubo quienes se interesaron en hacer que la arqueología India tuviese una base más amplia llevándola más allá de los confines de los departamentos gubernamentales hacia las instituciones del conocimiento; sin embargo, en línea con el enfoque centralista que dio primacía a las agencias del gobierno, se decidió que el Servicio Arqueológico tuviera un control total y visible de las investigaciones y de la conservación. Hasta el día de hoy el Servicio Arqueológico de la India está involucrado, directa e indirectamente, con todos los aspectos de la arqueología. La estructura del control gubernamental es, en algunas cosas, más completa porque todos los estados y los territorios de la Unión tienen sus propias Direcciones y Departamentos de arqueología. Mientras la presencia de la arqueología es altamente visible en las instituciones del gobierno no puede decirse que tenga una presencia dinámica y fuerte en las universidades. Nueva Delhi, la capital de India, tiene varias universidades pero ninguna ofrece una maestría en arqueología india. La situación en mi universidad, donde la arqueología se enseña como parte del programa de historia y no como una disciplina independiente, es representativa de la situación en el país. La actual política india sobre monumentos es similar a la de la época de la dominación británica; aunque existe una gran cantidad de reglas y leyes, como antes, no se reconoce la posibilidad de que las personas localizadas en la base sean incorporadas como colaboradores. Esto contrasta con otras esferas del gobierno, donde las personas de base ahora son tratadas, institucionalmente, como 7 depositarias. A nivel de las ideas el hecho de que grupos influyentes de académicos indios continúan fascinados con (e invierten gran cantidad de trabajo en) grupos putativos como los arios y con preguntas como su posible lugar de origen me recuerda la longevidad de los paradigmas que fueron creados durante la era colonial. Aunque la investigación sobre los arios es sofisticada y de buena calidad ¿por qué un grupo —extranjero o nativo— es tan central para el pasado de un Estado-nacional multi-étnico y multicultural como la India, que también tiene un rico patrimonio arqueológico multilineal? Finalmente, un asunto que debe ser debatido y resuelto en la arena pública es la naturaleza de las misiones arqueológicas extranjeras en diferentes partes del mundo. En los casos en los cuales gran parte del territorio de los Estados nacionales es investigada por misiones extranjeras debemos preguntarnos si ellas re-inscriben los viejos desequilibrios coloniales. Un ejemplo en ese sentido es la península arábica donde, si aceptamos lo que señaló el arqueólogo australiano Daniel Potts en 2001, existen pocos nacionales haciendo arqueología puesto que pueden ganar más en los negocios o en el servicio civil. Los grupos extranjeros dominan la arqueología local y son usados como brazos de la política exterior: «El poder extranjero considera benéfica la presencia de un grupo extranjero en un país árabe porque ayuda a difundir la buena voluntad, incrementa la conciencia de ese país, contribuye a los intereses del patrimonio local y, en definitiva, vende los productos de ese país en un mercado extranjero». Potts mismo no cree que haya nada objetable en los grupos extranjeros que dominan la arqueología de Arabia y compara su situación con la de cualquier otro especialista técnico extranjero: «Si los no-árabes de Occidente tienen el conocimiento particular que se necesita para investigar el pasado del cual se carece localmente no es dañino dejar que hagan su trabajo». Lo que 8 Potts sugiere se parece mucho a la agenda de los «guerreros globales», quienes, en otro contexto y sin un conocimiento profundo o interés en la región que atacan, sostienen e imponen (a través de la fuerza o de la financiación) sistemas de gobierno que les resultan políticamente útiles. La invasión de Irak es el ejemplo trágico más reciente de este enfoque político. Esos «guerreros globales» en el terreno de la arqueología pueden ser igualmente peligrosos porque están interesados en una parte específica del mundo sólo en la medida en que responda algunas de sus preocupaciones teóricas; además, si las investigaciones no contribuyen, activamente, al entrenamiento de los habitantes de esos países perpetúan antiguos desequilibrios. Quisiera saber, por ejemplo si algún(a) arqueólogo(a) paquistaní ha realizado su investigación doctoral en sitios como Mehrgarh o Harappa, donde las excavaciones han sido dirigidas por misiones arqueológicas francesas y norteamericanas. Watkins: el ejemplo de la India que discute Lahiri es provocador porque esquematiza el desarrollo de la arqueología en Asia. La codependencia de los proyectos arqueológicos y el desarrollo de los museos como instituciones para depositar materiales pero, también, como medios para influir en la representación de las poblaciones locales (cuando se las compara con los «poderes coloniales») hizo que ambos (museos y arqueología) se convirtieran en sirvientes del colonialismo. Como señala Lahiri (y como ha sido repetido, de varias formas, en las «conversaciones» sobre las relaciones entre la arqueología y las poblaciones indígenas y locales que estudia) los arqueólogos que trabajan en las colonias fueron vistos como «salvadores» de un pasado algunas veces olvidado (tal vez históricamente): «salvar» el pasado antes de que desapareciera en el río del tiempo se volvió la tarea asignada a sí mismos por los arqueólogos, incluso si el pa- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007 sado no necesitaba ser salvado o si era conocido por los grupos locales. Asumir que una persona (o un grupo de personas) podía servir a la «humanidad» salvando la narrativa histórica de una muerte lenta se volvió una suerte de egoísmo intelectual; la influencia de las poblaciones locales se debilitó con el desarrollo de esta idea de propiedad académica. La discusión de Shepherd sobre los mecanismos de reproducción colonial dentro de las estructuras epistemológicas de la ciencia me recuerda preguntas que no se hacen, por no decir que no se responden: ¿por qué el método científico continúa siendo considerado más avanzado que otras formas de conocimiento? Shepherd lista asuntos como el impacto del colonialismo y del apartheid en «otras» áreas que están por fuera del establecimiento, señalando los aspectos «caqui y Land Rover» de las «expediciones» arqueológicas; también llama la atención sobre la percepción continuada de que el conocimiento arqueológico brota de áreas ilustradas y sólo después, malhumoradamente, se dispersa a los extramuros. ¿Cómo aseguramos que el flujo de conocimiento se mueva en ambas direcciones a la vez? Aunque algo de esto depende de sistemas de comunicación económica y social también debemos ser conscientes de que ese tipo de preguntas puede venir de cualquier parte, no solamente de «nosotros» hacia «ellos». Este aspecto se relaciona con la discusión de Zimmerman sobre la idea de que la única teoría buena proviene de alguna otra parte, sobre todo con su ejemplo de Australia en la década de 1990. ¿Qué tanto aceptamos de la idea de que, como arqueólogos, somos importantes salvadores del pasado más que traficantes de su historia científica? Debemos encontrar otras maneras de diseminar la información en vez de sólo hacerlo a través de las revistas científicas que refuerzan nuestras ideas sobre la importancia de reportar a individuos que son como nosotros y que comparten creencias Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul similares. Si queremos producir información relevante sobre el registro arqueológico debe hacerse educación pública sobre la importancia local (y social) de la arqueología de regiones particulares. AS: ¿puede ser transformado el tono colonial de la arqueología?; ¿cuál sería el lugar de esa transformación? Lahiri: la transformación del tono colonial en la arqueología debe ser abordada de muchas maneras (en foros internacionales, dentro de la disciplina y en contextos gubernamentales). Shepherd: impugnaré su lenguaje: no se trata de «tonos» coloniales sino de raíces colonialistas profundas –fundamentales– tanto en el sentido de categorías y herramientas estructurantes como de contenidos y formas de la práctica de la disciplina. El locus de esa transformación debe ser la postcolonia o debe venir de minorías indígenas en el norte (cuya posición puede ser conceptualizada como de colonialismo interno). Si consideramos la experiencia de campos como los estudios postcoloniales y subalternos es claro que la idea de lo postcolonial es un fenómeno disperso y que muchos comentaristas influyentes están situados en instituciones del norte como parte de un proceso de migración intelectual. Pertenecer al sur o al norte per se no califica o descalifica a nadie para participar en estas discusiones; lo hacen, más bien, ciertas experiencias del mundo, ciertas posturas políticas, cierto cosmopolitismo, es decir, la habilidad para ver más allá de las particularidades de nuestras propias situaciones y para interrogar ciertas construcciones dominantes en el occidente o el norte. Watkins: actualmente los tonos coloniales de la arqueología están profundamente enraizados en la disciplina. La iniciación del cambio necesario para derrotarlos parece 9 depender de los arqueólogos nativos o, por lo menos, de los arqueólogos desapoderados, no necesariamente nativos pero situados fuera de las estructuras de poder que operan para asegurar que la arqueología sea usada para mantener el status quo. En Norte América la mayor parte de los practicantes de las llamadas «arqueologías indígenas» ha expandido la discusión más allá de las historias culturales y ha «descubierto» pasados y ha actuado para incluir las historias locales presentes en los depósitos arqueológicos que se estudian. Los nuevos practicantes de la arqueología, tanto en las fases iniciales de entrenamiento (estudiantes, empleados sin cargo fijo, practicantes noveles) como en las fases iniciales de sus vidas profesionales, tratan de circunnavegar los errores y bancos de arena en los que incurrieron los practicantes anteriores y tratan de encontrar las rutas seguras para evitar estos bloqueos. Para mí la mayor esperanza para transformar la arqueología en Norte América yace en algunos aspectos del programa del Oficial de Preservación Histórica Tribal y en su programa de arqueología aplicada que tiene la intención de entrenar a los arqueólogos para que incorporen voces desapoderadas, de manera que se pueda conseguir una perspectiva adicional. Quizás también deberíamos enfocarnos en las arqueologías locales como una forma de atender mejor las necesidades, ciencias y epistemologías de los grupos locales (y de regiones más pequeñas) y desarrollar algunas superestructuras para tratar con las cuestiones epistemológicas que tienen una relevancia fundamental. Podemos hacer preguntas locales (¿cuándo aparece la domesticación por primera vez en una región determinada?) y mirar sus implicaciones pero también hacer preguntas meta-arqueológicas relacionadas con la identidad en una escala global. Organizaciones mundiales como WAC (si fuera más aceptada en la «academia») pueden ser fundamentales para hacer posible esa estructura de separación y organización. 10 Zimmerman: es probable que los tonos coloniales de la arqueología siempre estén allí, por lo menos en un futuro próximo. Tomará mucho tiempo deshacer los daños causados por el colonialismo científico. El lugar de la transformación, si ocurre, será en niveles locales o regionales donde los arqueólogos de los países nativos y de los países coloniales reconozcan la primacía que tienen las comunidades descendientes sobre el control del patrimonio. Necesitarán trabajar juntos para que las herramientas de la arqueología sean útiles para esas comunidades. Esto puede significar que, incluso, aspectos como las técnicas de excavación deberán cambiar para adecuarse a las costumbres o estructuras simbólicas locales (un ejemplo al respecto es Tara Million, una arqueóloga canadiense de las Primeras Naciones, quien hizo su excavación en círculos, no en cuadrados, para adecuarse a las necesidades de su pueblo). Más importante aún, los enfoques epistemológicos deben adaptarse a las formas locales de conocimiento, como la incorporación de la tradición oral en la interpretación arqueológica. AS: ¿puede producirse una arqueología que no sea colonialista? Lahiri: es improbable, si por arqueología no colonial pensamos que, dado que la arqueología nació y se estableció en un ambiente colonial, todo lo que se hizo y creó durante la era colonial debe ser desechado. De manera explícita e implícita la investigación arqueológica fue, muchas veces, manipulada por agendas políticas amplias para adecuarla a los intereses coloniales. Tampoco se trata de negar que hubo avances reales en nuestro conocimiento de los monumentos, montículos y sitios prehistóricos de la India. Ese cuerpo de conocimiento aportó una base sólida a la investigación arqueológica de la India después de la independencia. Pero si consideramos que la arqueología no colonial está constituida por prácticas y programas de investigación que no están imbui- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007 dos de tonos coloniales sí, eso debe ser posible. En la India incluiría desmantelar los marcos étnico-racistas en los cuales el conocimiento arqueológico usualmente se hace caber; así la arqueología puede tener una base más amplia y no ser ahogada por burócratas y departamentos del gobierno. También incluiría investigaciones colaborativas con otras naciones en términos de nuestras propias necesidades. Zimmerman: se puede producir una arqueología no colonial pero para hacerlo habrá que re-definirla como disciplina; ésta debe volverse más humanista pero manteniendo, por lo menos, las estructuras generales de la ciencia, es decir, ofrecer y poner a prueba supuestos e, incluso, hipótesis que sean negociadas por aquellos cuyos pasados estudian los arqueólogos, quienes necesitarán incorporar clases de datos distintas de aquellas que utilizan usualmente y ver cómo usarlas de una manera adecuada. Shepherd: prefiero hablar de una arqueología postcolonial (en artículos en Archaeological Dialogues y Public Archaeology), pero puesto que ustedes introdujeron la noción de arqueología «no colonial» déjenme considerarla. Creo que no se trata de negar o superar las raíces de la disciplina tanto como trabajar a través de ellas para encontrar algo distinto al otro lado. No se trata de «limpiar» o «purificar» la disciplina o los pedazos y partes de un pasado contaminado sino de crear la disciplina de nuevo; la imagen de esa «novedad» no es todavía clara porque permanece sin desarrollar en la medida en que recién estamos empezando a trabajar en el asunto de la descolonización epistemológica. Espero, eso sí, que nos inspire y nos llene de energía, incluso mientras trabajamos para que sea posible. Watkins: en su sentido más verdadero no creo que pueda producirse una arqueología no colonial hasta que la dominación del método científico occidental haya sido suplantado por otro Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul sistema que no descanse en la «objetividad científica» para discutir estos asuntos. El aspecto colonialista de la arqueología es parte del pensamiento científico occidental que requiere que la «evidencia» sea capaz de hacer valoraciones, requiere alternativas como medio para curarse en salud y considera necesario eliminar el humanismo de la discusión en vez de enfocarse en aspectos de la humanidad que esperamos encontrar y discutir. Habiendo leído los comentarios de mis estimados colegas me pregunto si una arqueología hecha por un arqueólogo choctaw para un programa choctaw para sensibilidades y usos totalmente choctaw todavía sea colonialista si usa métodos contemporáneos para hacer su trabajo. ¿La arqueología es una empresa colonialista por sus raíces o por los usos a los que ha sido dedicada en el pasado?; ¿pueden usarla las «colonias» para potenciar sus propios intereses sin necesidad de cambiarla totalmente? AS: ¿cuál es el papel (y cuáles los límites) de la arqueología académica en el proceso de descolonizar el conocimiento? Lahiri: la arqueología académica, por definición, está enraizada en universidades e institutos de investigación y puede mostrarse que ha ayudado y continuará jugando un papel en la descolonización del conocimiento. Por ejemplo, las naciones franco-parlantes de África han debatido, por largo tiempo, la necesidad de respetar prioridades locales más que permanecer amarradas a paradigmas centrales a la arqueología europea; esta fue, aparentemente, la motivación del Congreso de Arqueólogos Africanos Francófonos y Franceses que tuvo lugar en 1978 y en el cual Francia aceptó varias exigencias, incluyendo la financiación de programas para el entrenamiento más adecuado de estudiantes africanos y el establecimiento de fondos de investigación cooperativos. Sin embargo, permanece la sensación de que el núcleo de la exigencia africana de «respeto a las prioridades lo11 cales» aún no ha sido implementado de manera adecuada. Es significativo el hecho de que existan arqueólogos en África que no quieren que los pasados arqueológicos de sus naciones funcionen como escenarios que los arqueólogos extranjeros ven a través del prisma de sus propias tradiciones de investigación y sus propios paradigmas, en vez de hacerlo en relación con los lugares donde trabajan. La arqueología académica también necesita abordar, seriamente, el asunto de la descolonización interna. En los discursos coloniales en la India estaba implícito el sentido de la inferioridad innata de los indios como «agentes» de conocimiento. Hoy necesitamos preguntarnos si aquellos de nosotros que formamos parte de la elite universitaria hemos iniciado o no un diálogo significativo que involucre a la población interesada en el pasado. Para decirlo de otra manera, ¿existe una actitud de «nosotros contra ellos» inherente en la manera como percibimos nuestra disciplina y los aportes teóricos que pueden hacer las personas que están afuera de la academia? Mi opinión es que en la India todavía hay mucho por hacer para potenciar el proceso de descolonizar el conocimiento. Los límites de lo que puede hacer la arqueología académica a nivel de la naturaleza y diseminación de las investigaciones son, en buena medida, autoimpuestos y van desde una tendencia abrumadora a publicar en revistas en inglés hasta una reticencia sobre el abordaje y la integración de las conciencias locales de los paisajes históricos y sus fenómenos. Estos límites pueden ser superados con visión y compromiso. Lo que no es auto-impuesto, en cambio, y que limita el papel de la arqueología académica, es el marco de organización dentro del cual funciona. El marco principal del pasado de la India durante la era colonial estaba basado en la literatura religiosa, mientras la prehistoria formaba parte de una actividad académica marginal. Si hoy la arqueología prehistórica no es integral al sistema educativo y es una imagen textual de la India antigua que se en- seña en escuelas, colegios y universidades se debe a la importancia de los historiadores, más que de los arqueólogos, en el campo de las políticas públicas. La posibilidad de que los arqueólogos puedan influir en políticas y programas tiene poco que ver con su papel «académico» y mucho con su falta de poder político en la escena pública. Watkins: parece que la arqueología académica tiene mucho que responder en su condición de colaboradora en la continuación de una arqueología colonialista; la idea de que es un campo de investigación «más» puro continúa siendo el paradigma dominante. Aunque eso no siempre sea así se supone que la arqueología académica opera dentro de un paradigma de investigación que permite al investigador la libertad de escoger el tema, las preguntas que se abordan y la manera como se conduce el trabajo. Pero algunos aspectos de la arqueología norteamericana, como el manejo de recursos culturales o los programas de arqueología aplicada, están regulados por leyes y políticas que limitan el rango de las investigaciones hacia proyectos con propósitos definidos, hacia áreas de impacto particulares o hacia preguntas en las cuales debe trabajar el investigador. Con ese telón de fondo la arqueología académica puede servir mejor a la descolonización del conocimiento informando a los estudiantes y a los colegas de las perspectivas limitadas que refuerza el paradigma dominante. La «investigación pura y objetiva» no es «pura» ni «objetiva» en el sentido de que la ciencia nunca deja de operar en un contexto político: incluso las preguntas que hacemos son parte del cuerpo político dentro del cual existimos. La arqueología del período histórico puede tener la posibilidad de expresar una perspectiva no colonial pero eso también dependerá de los sujetos de su estudio. Si podemos mostrar a los estudiantes la forma como los datos científicos se obtienen desde perspectivas y actitudes colonialistas podemos influenciar a la próxima generación de científicos para que vayan más allá de nuestros pequeños pasos. Estamos limitados por los paradigmas existentes dentro de los cuales operamos y, por lo tanto, debemos continuar buscando perspectivas más nuevas como aquellas que se encuentran en la arqueología indígena y en otras arqueologías post-coloniales. Algunos autores están demostrando el papel que los arqueólogos juegan trabajando en «colusión» con agencias del gobierno como parte de la gestión de recursos culturales pero esta mirada aún no se ha desarrollado suficientemente como para ligarla a la arqueología académica y su impacto en el entrenamiento de futuros arqueólogos. Zimmerman señaló un punto importante al enfatizar que la arqueología es política. Quizás el arqueólogo postprocesualista del ejemplo de Larry estaba despertando, por fin, a la realidad de la situación: la arqueología siempre ha sido política, de una forma u otra, y nunca ha sido antipolítica o antisocial (aunque sus practicantes lo hayan sido). Pocas personas han reconocido los aspectos políticos de la disciplina, no solamente los usos políticos que se le pueden dar. Por ejemplo, las naciones Diné (Navajo) usan la arqueología para asegurarse que pueden cumplir los requerimientos exigidos por las leyes sobre patrimonio de los Estados Unidos que avalan proyectos federales o financiados por el Estado federal. La política no sólo juega un papel en la manera como se financian los proyectos y se permite su realización sino, también, en la forma como la arqueología puede ser y es usada. A pesar de las relaciones políticas entre socios los grupos locales necesitan hacer arqueología para que los proyectos se realicen más que hacer arqueología per se. La política también determina qué poblaciones son impactadas o ignoradas por esos proyectos. Shepherd llama la atención sobre un aspecto que también es problemático en los Estados Unidos: la autodenominada primacía de los científicos (no sólo de los arqueólogos) como protectores del conocimiento, especialmente en relación con la información disponible en los restos humanos. Los conflictos relacionados con el Hombre de Kennewick y el Hombre de Spirit Cave son ejemplos actuales la idea de que la «ciencia» debe ejercitar, activamente, su papel como productora de conocimiento en beneficio de la humanidad, a expensas de un grupo o de otro —quizás el colonialismo científico corre de manera incontrolada. Sin embargo, esto crea un problema: ¿las generaciones futuras nos harán responsables por la pérdida de información?; ¿qué debemos a la humanidad en general?; ¿a quién «pertenece» y quién «controla» el acceso a la ciencia? Estas preguntas no sólo interpelan a los arqueólogos sino a todos los productores/recolectores de conocimiento, como quiera que se los defina. Shepherd: la arqueología académica debe liderar el proyecto de descolonización epistémica en la medida en que no sea logrado a través de la práctica y la negociación sino a través de una preocupación reflexiva en los contextos históricos y políticos de producción de conocimiento en la disciplina. En mi caso este proyecto tiene lugar en el archivo, más específicamente en el archivo colonial. Antes de entender o apreciar hacia dónde queremos ir o en qué queremos convertirnos necesitamos entender lo que hemos sido y las fuerzas y contextos que nos han convertido en lo que somos. En un sentido foucaultiano debemos hacer una «arqueología» de la arqueología, que yo entiendo como una contribución académica específica a la descolonización de la disciplina. Dicho esto, los arqueólogos académicos han tendido a sobre-estimar su importancia y autoridad y, en mi propio contexto, han actuado sin responsabilidad fuera de las filas cerradas de la disciplina. Tiene que existir un sentido de humildad y una apertura epistemológica que permitan reconocer la contribución de concepciones locales e indígenas del tiempo profundo. En Sudáfrica han ocurrido, recientemente, varios casos desastrosos en los cua- les los arqueólogos han insistido en la primacía de la arqueología como «ciencia» para obtener acceso a restos humanos, pasando por encima de grupos comunitarios y comunidades descendientes. Durante la mayor parte de la historia de la disciplina en este país la noción de arqueología «académica» ha sido una forma de aislarla de preocupaciones sociales y políticas mas amplias. Sin usar palabras comedidas quiero decir que esta actitud es dañina e inviable. La arqueología necesita ser entendida como una forma de práctica social y política en un presente contestado. No estamos en la tarea de tomar un dictado de dios, estableciendo los hechos del pasado a través de una línea caliente con el más allá; estamos en la tarea de construir conocimiento en el presente políticamente contestado de (en mi caso) la postcolonia, con toda la clase de enredos y ambigüedades que implica este proceso. Es, precisamente, a través de un encuentro cercano con estos enredos que renovamos la disciplina, que la «descolonizamos». Zimmerman: la arqueología académica debe aprender a vivir en el mundo real y reconocer que no todo el mundo concibe el pasado como un patrimonio público. Muchas personas que no son arqueólogas conciben el patrimonio arqueológico como suyo, no como de la arqueología; quieren protegerlo e interpretarlo ellas mismas o, con un sentimiento fuerte, quieren dejarlo tranquilo. En un encuentro reciente de la Sociedad de Arqueología Norteamericana discutimos estas ideas y un arqueólogo me expresó su alegría de que estos temas estaban saliendo a la superficie y de que los colegas les estaban prestando atención; cuando lo volví a ver más tarde ese día, después de que participó en un simposio sobre teoría arqueológica, estaba molesto y me dijo que en su sesión varios arqueólogos procesuales habían dicho cosas como «usted no está haciendo arqueología, está haciendo política!» Esta actitud es poco realista e infortunada y está en la raíz de lo que la arqueología académica 14 debe hacer para descolonizar la disciplina. Alterando una definición previa diré que la arqueología es política o es nada. La arqueología académica debe reconocerlo, dejar de promover la idea de que el pasado es un patrimonio público y trabajar con la gente que busca proteger su propio patrimonio y darle las herramientas que necesitan para hacerlo. Esto debe ser hecho sin condiciones y sin el control de los arqueólogos, quienes deben volverse socios, no «jefes». Los arqueólogos también necesitan reconocer que las historias sobre el pasado producidas por esa gente pueden ser tan válidas como las producidas por los arqueólogos académicos. Son tan importantes las historias como las formas de producirlas. Esto crea una dimensión añadida a la arqueología, mucho más rica, sobre lo que significa el pasado para la gente. Sobre los límites debo decir que hay algunos. Si no se permite a los arqueólogos tratar con el patrimonio de los pueblos colonizados no hay razón para hacer arqueología sobre ese patrimonio. En la época inicial de la repatriación en Estados Unidos muchos indígenas dijeron que no querían que los arqueólogos tomaran parte en las excavaciones de los restos o en sus interpretaciones; al mismo tiempo exigieron que los arqueólogos les ayudaran a protegerlos y a excavar los esqueletos en caso necesario, pero no les permitieron estudiarlos. Mi respuesta es que si no querían que participáramos en su patrimonio tampoco debían esperar que les ayudáramos. ¿Qué sentido tenía si la excavación no podía añadir al conocimiento del pasado? Si la gente quiere que estemos fuera de su camino, si no quiere que usemos nuestras herramientas, si no quiere ayuda en las interpretación de los restos, no debemos interferir. Perderíamos información que puede sernos útil pero, como hemos descubierto, nuestro colonialismo científico puede resultar muy costoso a nuestra profesión. En arqueología perdemos información todos los días por otras razones (desarrollo, defensa, etc.) y, usualmente, no protestamos; ¿por Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007 qué, entonces, lo hacemos cuando una comunidad descendiente no quiere involucrarse con nosotros? AS: la forma como Larry parafrasea el dictum de Willey y Phillips resuena en la sugerencia de Nick de que la disciplina debe ser creada de nuevo y que el compromiso político debe ser prominente (algo casi herético para el aparato científico); ese compromiso, sin embargo, puede ser de varias clases, no necesariamente estar al servicio de la descolonización; por ejemplo, es frecuente el caso de que el compromiso político se realice en concordancia con el Estado y el multiculturalismo global. Si los arqueólogos dejan de ser «jefes» para ser socios en empresas conjuntas con otros actores y si la importancia de las historias sobre el pasado se desplaza de su contenido a la manera como son contadas, circuladas y recibidas ¿cómo puede servir mejor a la agenda descolonizadora el compromiso político de la arqueología?; ¿qué significaría esto para organizaciones globales como WAC?; ¿cuál sería el papel, acaso, de los diálogos sur-sur dentro de la disciplina? Zimmerman: este es, siempre, un terreno peligroso para los arqueólogos. La arqueología es, por lo menos parcialmente, un asunto de justicia social y construcción de comunidad. Los temas de justicia social son los más difíciles porque involucran la valoración del arqueólogo sobre la moral y la ética. La construcción de comunidad es menos problemática y, quizás, más «optimista» porque la arqueología puede trabajar con socios para desarrollar «capital social»; es decir, los arqueólogos pueden trabajar para mejorar la calidad de las redes sociales de una comunidad (la cual, al final, puede incorporar al arqueólogo). Para encontrar socios en los movimientos sociales primero hay que identificar con quién se quiere trabajar; después hay que proporcionar a sus miembros una propuesta que contenga la opinión del Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul arqueólogo sobre lo que la arqueología puede ofrecer al movimiento. Ninguno de los socios debe ser ingenuo sobre la contribución y deben negociar tantas condiciones como sean necesarias. Nada de esto es fácil y mucho depende de la «buena fe» y honestidad de los socios. La arqueología, como señalan mis colegas en este foro, necesita descolonización y cambios epistemológicos, tanto en la academia como en la «industria» de manejo patrimonial. Sin embargo, los socios que nos ayuden a desarrollarlos también deben estar dispuestos a trabajar en las fronteras de sus propias formas de conocer; si no están dispuestos a hacerlo cualquier sociedad está condenada al fracaso. El primer diálogo sur-sur debe ser acerca de las clases de enfoques que funcionan mejor para las regiones representadas; puede tratarse de preguntas fundamentales, como la forma como la gente en la región ve sus propios pasados. En el congreso australiano que mencioné antes mi respuesta a la idea de que no tenían teoría distinta de la que llegaba de Estados Unidos o Inglaterra fue decir que podrían tenerla fácilmente. Allá estaban ocurriendo más interacciones entre arqueólogos e indígenas que en cualquier otra parte del mundo, por lo menos más que en Estados Unidos. Me impresionó (y todavía estoy impresionado) el tipo de interacción entre arqueología y comunidad que vi en Australia. ¡El potencial que vi allá para re-definir la arqueología en la dirección que he sugerido en estos comentarios era impresionante! Otro diálogo debe ser sobre la experiencia colonial y cómo ha alterado la investigación del pasado y su interpretación. ¿Cómo las estructuras del capitalismo han empujado a las personas a aceptar la idea de que el pasado es un patrimonio público? Las preguntas pueden ser muchas; sólo pueden ser realmente abordadas por las personas que han vivido la experiencia colonial y por los arqueólogos que trabajan con ellos. 15 Lahiri: el diálogo sur-sur es crucial para producir perspectivas comparativas más incluyentes en arqueología y cultura material en, por lo menos, dos formas. Primero, inspirará y producirá encuentros con las ideas y tradiciones de investigación de los Estados nacionales que no forman parte de la academia occidental. Segundo, estimulará la conciencia de la manera como una historia compartida de la colonización ha creado una plétora de desafíos similares en los contextos contemporáneos. Esta convergencia y articulación alimentarán, eventualmente, formas más igualitarias para proceder con el mundo anglo-americano. Shepherd: el diálogo sur-sur es crucial en este proceso. Además, me gustaría ver a los arqueólogos del sur dialogar con los arqueólogos y los representantes de las minorías indígenas del norte (tanto como con representantes locales de las comunidades y con personas conscientes). En términos específicos me gustaría ver una organización como el WAC abordar estos problemas como una de sus exigencias centrales. Creo que existe la sensación de que el WAC se ha estancado en un modo de operación de «ayuda intelectual» y que está perdiendo, probablemente, su filo político. En la medida en que la arqueología es una empresa política necesitamos organizaciones capaces de intervenir políticamente y que estén basadas en un análisis claro de los mecanismos de reproducción colonial de la arqueología. Sé que puedo hacer estos comentarios sobre el WAC porque soy un miembro leal de la organización conversando con otros miembros leales –así que no puede haber sospecha de deslealtad. Pero desde hace tiempo quiero ver una discusión más vigorosa dentro del WAC sobre sus compromisos políticos y sobre la manera como negocia el contexto político actual, agudamente dividido, causado (en parte) por el unilateralismo de los Estados Unidos. Este contexto es un duro desafío para organiza16 ciones multilaterales como el WAC. Invito a otros a unirse a este debate. Watkins: me parece que la importancia de los diálogos sur-sur es el aumento de la discusión de los aspectos de la disciplina sobre los cuales rara vez se habla. En Norte América «indígena» es un asunto de parentesco biológico (i.e., «nativo americano», «primera nación», choctaw, kiowa) mientras en Suramérica se trata de parentesco biológico (aché) y cultural («campesinos»). Aunque la arqueología indígena puede ser definida como la práctica de la arqueología por, para y bajo el control de grupos nativos la forma como éstos son definidos (o se auto-definen) influye la forma como se lleva a cabo y es percibida por otros. Las perspectivas de la arqueología suramericana que operan bajo los límites sociales actuales deben influir en las acciones de los arqueólogos sociales de Norte América. Una cosa que no hemos discutido todavía es la explosión masiva de la habilidad para comunicarnos de manera inmediata y amplia. Me puedo comunicar con alguien en el hemisferio norte rápidamente y también me puedo comunicar con alguien en días diferentes. También podemos conversar a través de las estaciones. Tenemos la habilidad de influir un gran número de personas cuando usamos adecuadamente los recursos que tenemos, pero muchos de esos recursos no están disponibles para un número suficiente de nuestros colegas. AS: Nick ha traído a colación un asunto importante. La auto-sobre-estimación de la importancia y autoridad de los arqueólogos, junto con su falta de responsabilidad social, pone de relieve el hecho de que uno de los loci de descolonización más importantes es el de los movimientos sociales, especialmente las comunidades indígenas; sin embargo, ha sido largamente ignorado por los académicos. El establecimiento arqueológico arriesga su legitimidad, relevancia y lugar en la producción social de sen- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007 tido si continúa ignorando los desafíos de otros sectores interesados en un pasado descolonizado. ¿Cómo pueden los arqueólogos establecer (o potenciar) una sociedad con los movimientos sociales en la búsqueda conjunta de una arqueología descolonizada? Shepherd: me referiré a las preguntas sobre los compromisos políticos de los arqueólogos y a las preguntas sobre la relación entre arqueología y movimientos sociales en la misma respuesta. También quiero colgar mi respuesta del agudo comentario hecho por Larry sobre la relación entre arqueología y movimientos sociales diciendo que se trata de un terreno peligroso para los arqueólogos porque, en parte, «involucran la valoración del arqueólogo sobre la moral y la ética»; también involucra, desde luego, cuestiones de política. Quiero repetir un comentario que hice antes sobre la naturaleza marcadamente dividida del momento político actual. Cada vez estamos más confrontados, por nuestras necesidades como arqueólogos, a adoptar posiciones políticas y por la imposibilidad de una arqueología sin política. ¿Cómo lo hacemos en el marco de una disciplina global y en el marco de una organización multilateral como el WAC? Este es un desafío enorme. Lo que me gustaría ofrecer como principio rector es la absoluta importancia de permanecer cerca de la particularidad de las preocupaciones sociales y políticas de los contextos locales. Las arqueologías colonialistas negaron «lo social» y «lo local» de muchas formas, tanto que pasaron por encima de las sociedades indígenas, se inclinaron ante la metrópoli y reprodujeron la división colonial del trabajo ampliamente. Si somos serios sobre la descolonización de la arqueología nuestro camino para alcanzarla debe ser a través de una atención cercana a las expresiones políticas y las prioridades de los movimientos sociales en contextos locales específicos. Trabajando a través de esos movimientos, pensando la arDiálogos desde el sur / Diálogos desde o sul queología en relación con ellos en vez de pensarla sobre ellos o contra ellos llegaremos a las prácticas y las ideas directoras que servirán para descolonizar la disciplina. Esto no tiene nada de misterioso y no hay una gran receta que pueda aplicarse, de manera uniforme, en todos los contextos. Más bien, hay una serie de principios generales para descolonizar la disciplina que incluiría lo siguiente: (a) una apertura epistemológica para considerar distintas concepciones locales e indígenas del tiempo profundo como sistemas de pensamiento legítimos; (b) la reflexividad para reconocer y trabajar a través de los contextos formativos de las prácticas disciplinarias de cada uno en el colonialismo, el imperialismo, el apartheid; (c) creatividad para desafiar las geometrías de poder y las economías políticas en la disciplina que favorecen el occidente o el norte; y (d) una política que enfrente los discursos políticos dominantes y las construcciones normativas sobre la historia, el desarrollo, la democracia y otros temas como soberanos de occidente. Si seguimos estos principios el miedo al cual se refiere Larry se convierte en un momento de oportunidad y potencialidad. Estamos en un tiempo realmente estimulante para ser arqueólogos, no sólo dirigiéndonos a las trincheras palustre en mano sino teniendo que teorizar nuestra propia práctica en relación con los procesos sociales y el mundo contemporáneo. Necesitamos encontrar nuevos lenguajes con los cuales podamos teorizar y expresar estos encuentros. Las herramientas conceptuales generales que tenemos a nuestro alcance se derivan, principalmente, del discurso sobre el manejo del patrimonio y sus nociones algo limitadas y desnaturalizadas de «depositarios», «grupos de interés», «negociaciones», «valor patrimonial». Si habitamos la postcolonia debemos pensar los públicos múltiples y en competencia que constituyen la esfera pública y las clases de enredos necesarios que surgirán cuando empecemos a abordar temas como 17 legados, orígenes, memoria, condición indígena, derechos culturales. Cuando pensamos la arqueología de esta manera se abren debates y discusiones que ya están sucediendo en varias disciplinas y campos sobre asuntos de ciudadanía, derechos, títulos y restitución y en términos de una amplia gama de discursos teóricos y registros. Estos debates y discusiones están, literalmente, rehaciendo las concepciones sobre la sociedad y sobre quiénes somos y es excitante pensar un tipo de arqueología que sea parte de ellos. AS: ¿las perspectivas descolonizadoras, indígenas y postcoloniales en arqueología pueden llegar a ser nuevas formas de enmarcar (y reforzar) la dependencia teórica del norte? Shepherd: sólo si permitimos que esto ocurra. Lahiri: esto tiende a ocurrir cuando los enfoques postcoloniales se escriben en prosas que se sienten más a gusto en las lenguas de los discursos de Norte América o Europa pero que son completamente ajenos a la materialidad cotidiana de la disciplina en sus propios Estados nacionales. Un enfoque postcolonial incluyente debe resolver los problemas significativos en los contextos de cada Estado nacional más que en una academia metropolitana distante; esos problemas deben ser tratados en un lenguaje que puedan entender los practicantes en cada país. Watkins: no creo que los distintos aspectos de las perspectivas descolonizantes, indígenas y postcoloniales en arqueología dependan del norte; más bien, son acciones y reacciones a aspectos particulares de la disciplina en los lugares donde se practica. Por ejemplo, la importancia de la arqueología descolonizante en Nueva Zelanda está ligada a la forma como se practica la arqueología en ese país, no a la forma como se practica en los Estados Unidos o en cualquier otra parte; en ese sentido es una empresa extremadamente localizada. La par18 ticularidad del contexto cultural e histórico en el cual se practica la arqueología en cada país crea una trayectoria particular en la cual debe actuar la disciplina. Aunque puede haber similitudes sobre las cuales podemos escribir y alrededor de las cuales pueden construir las comunidades locales cada país aporta una perspectiva regional a la manera como es practicada la disciplina. Zimmerman: sin lugar a dudas los enfoques descolonizadores, indígenas y postcoloniales están transformando las relaciones teóricas con el norte. El ímpetu proviene del reconocimiento de que la arqueología procesual, con todo su poder teórico, puede ser alienante, incluso cruel, cuando anuncia que puede producir historias sobre el pasado que son más probables o verdaderas que aquellas de las comunidades descendientes. El reconocimiento básico de que los pasados son construidos, no reconstruidos, trajo consigo la voluntad de mirarlos en un contexto económico y político más amplio que el que jamás pudo considerar la arqueología procesual. Junto con ello vino el entendimiento de que la construcción de pasados está ocurriendo constantemente y que el pasado es una herramienta de adaptación como cualquier otro elemento de la cultura (aunque esta apreciación puede ser negada por las comunidades descendientes). Por eso reconocemos que es tan importante conocer las formas como la gente «procesa» sus pasados como las historias que cuentan al respecto. Estas nuevas formas de arqueología enfatizan la creación y los usos de los pasados más que ver el pasado como algo que sucedió y que ha terminado; en otras palabras, el pasado ocurre tanto ahora como antes. Esta concepción es más acorde con las ideas tradicionales sobre tiempo y espacio que podemos ver en muchas culturas tradicionales o indígenas; también reconoce la importancia de los pasados para las culturas de las sociedades, no en un sentido estereotipado sino en un sentido vivencial para el cual el Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007 pasado siempre está cerca y es inmanente. Un entendimiento de esta clase sólo puede provenir de pueblos indígenas o colonizados y de los arqueólogos que tratan con ellos de manera regular. AS: aunque no parece existir una noción definitiva del sur desde donde podamos construir relaciones sur-sur sino posiciones relativas sobre la práctica arqueológica en contextos locales/regionales sí parece haber una falta de comunicación horizontal de las prácticas de descolonización en arqueología y la percepción de que aunque algo nuevo viene en camino nadie sabe qué pasos seguir. ¿Puede ser útil para construir arqueologías descolonizadas una red amplia y horizontal para comunicar experiencias y proyectos descolonizadores?; ¿cómo debe organizarse? Zimmerman: una red de esa clase puede ser útil; sin embargo, debemos tener en cuenta que las experiencias coloniales de distintas regiones o de países diferentes son variables y pueden requerir respuestas unificadas para descolonizar sus arqueologías. Una red puede proveer soluciones usadas en una región que pueden resultar útiles en otras o puede crear otras formas de consejo y apoyo cuando sean necesarias. El WAC está comenzando a servir esa función a nivel global pero las experiencias con el colonialismo han sido tan variadas que es necesario crear redes más pequeñas que puedan responder de manera más inmediata. No sé cuál sería el esquema de organización más adecuado pero es crucial una forma regular de comunicación. Shepherd: podemos discutir la ausencia de un sur definitivo (si entiendo bien, para ustedes la noción de lo que significa el sur se ha vuelto complicada y contestada) pero no Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul debemos perder de vista la realidad de la opresión estructural y de las geometrías de poder que se despliegan en términos de un norte (amplio) situado por encima y contra un sur (amplio y complejo). En este sentido la noción del sur sigue siendo un término de análisis útil, incluso indispensable. Con relación a la necesidad de crear redes horizontales amplias: sí, seguro; no deben ser sólo para comparar experiencias sino, también, para propósitos de defensa y activismo, para cambiar la disciplina desde dentro. ¿Cómo lo hacemos? Esa es una buena pregunta. Primero debemos reconocer que esas iniciativas no son nuevas sino que ya están sucediendo, aunque con distintos niveles de éxito; segundo, supongo que la respuesta general es que debemos separarnos de las estructuras y formas de organización existentes y construir nuevas estructuras que sean más apropiadas para las necesidades indígenas y practicantes en el sur. Para terminar me gustaría retomar una observación que hice antes y preguntar cómo puede actuar en ese sentido una organización como el WAC. Watkins: la red para comunicar experiencias y proyectos de descolonización ya existe pero no se ha aprovechado cabalmente. Como mencioné antes el Congreso Mundial de Arqueología es un modelo que puede ser utilizado para difundir la bandera de la descolonización si (a) más arqueólogos profesionales creen en su utilidad; (b) existe mayor accesibilidad local a espacios electrónicos; (c) la disciplina acepta la utilidad de esos puntos de vista y apoya esas redes globales de comunicación; y (d) los arqueólogos, desde una perspectiva local, actúan localmente para instigar lo que se percibe como cambios necesarios. 19 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007 CONVERSACIÓN CON ERNESTINA MAMANÍ El jueves 23 de noviembre de 2006, en una reunión de trabajo de un proyecto de arqueología intercultural en el Museo del Hombre de Antofagasta de la Sierra1, sucedió la conversación que transcribimos en esta oportunidad. Cada grupo de co-investigación, integrado por una estudiante de arqueología y una integrante del personal del Museo y/o de otras áreas de cultura de la Municipalidad de Antofagasta de la Sierra, presentaba el estado de su indagación acerca de la particular pieza del museo que había seleccionado. La consigna era anudar historias a cada objeto, historias ofrecidas por los ancianos del pueblo, los descubridores de la pieza, el personal del museo y los textos escritos por arqueólogos. No importaba tanto elaborar una narración objetiva como expandir la inter-subjetividad. Ernestina Mamaní había elegido una pieza para investigar junto a Laura Roda. Se trataba de una laja (Figura 1) en cuya mitad inferior Anacleto Cháves había pegado tejas (fragmentos de cerámica) y flechitas (puntas de proyectil), dibujando los volcanes de Antofagasta hacia arriba. Realizada, aparentemente, hacia la época en la cual un equipo de arqueólogos comenzó a visitar su casa para realizar excavaciones esa pieza estaba allí colgada en una pared. Permaneció en lo de Cháves hasta que Rita Mamaní, encargada del Museo, se la pidió para exponerla durante la semana del museo, para finalmente quedar allí como parte de la exposición permanente en una yuxtaposición sin concierto aparente entre paneles explicativos de la historia evolutiva local y vitrinas con objetos (incluyendo momias) preparados por arqueólogos. Ese fue el contexto en el cual se desarrolló la conversación, de la cual el texto que sigue es tan sólo un fragmento. Hondamente emocionada y emocionante Ernestina revela en este testimonio toda la capacidad opresiva de la arqueología, al mismo tiempo que su potencial emancipador. Voces quebradas por la conmoción que producen al ser dichas, lágrimas y silencios cuya expresividad no puede ser volcada en el texto, fueron los acompañantes de lo que allí se dijo y que aquí reproducimos. Y hemos preferido respetar el formato de la conversación, pues el diálogo no fue simplemente la manera como se expresó Ernestina sino, como ella lo explica, la condición de su decir. Es en la conversación que trascurre lo que se dice y quienes lo dicen; ello explica las aparentes contradicciones, las interpelaciones y las provocaciones. Es difícil adjudicar, entonces, una autoría a este texto. Lo que sí sabemos es cuan fundamental es leer y releer esta Conversación con Ernestina Mamaní, a quien estamos honestamente agradecidos. En la reunión estuvieron presentes Valeria Alonso, Daniela Fernández, Alejandro Haber, Carolina Lema, Ernestina Mamaní, Sergio Mamaní, Soledad Meléndez, Mariela Ramos, Laura Roda, Noelia Rubio, Natalia Seco y Alicia Zerpa. Laura Roda desgrabó y preparó este texto para su publicación en Arqueología Suramericana, con la supervisión de Ernestina Mamaní. 1 Programa de Voluntariado Universitario, proyecto Promoción de patrimonio cultural e histórico en sociedades puneñas: el rol de los museos locales. Escuela de Arqueología, UNCa, Antofagasta de la Sierra, 17 al 30 de noviembre de 2006. Na quinta-feira, 23 de novembro de 2006, em uma reunião de trabalho de um projeto de arqueologia inter-cultural no Museu do Homem de Antofagasta de la Sierra2 ocorreu uma conversa que transcrevemos nesta oportunidade. Cada grupo de co-investigação, integrado por uma estudante de arqueologia e uma integrante do pessoal do Museu e/ou de outras áreas da cultura na Municipalidade de Antofagasta de la Sierra apresentava o estado de suas indagações sobre a peça perticular do museu que havia selecionado. A proposta era relacionar histórias a cada objeto, histórias oferecidas pelos anciões do povoado, os descobridores da peça, o pessoal do museu e os textos escritos por arqueólogos. Não importava tanto elaborar uma narração objetiva, mas expandir a inter-subjetividade. Ernestina Mamaní havia escolhido uma peça para investigar junto com Laura Roda. Tratava-se de uma laje em cuja metade inferior Anacleto Chavés havia colado telhas (fragmentos de cerâmica) e flechinhas (pontas de projétil), desenhando os vulcões de Antofagasta na parte de cima. Realizada, aparentemente, na época na qual uma equipe de arqueólogos começou a visitar a sua casa para realizar escavações, esta peça estava ali pendurada numa parede. Permaneceu com Chavés até que Rita Mamaní, encarregada do Museu, a pediu para expor-la durante a semana do museu, para finalmente ali ficar como parte da exposição permanente em uma justaposição sem concerto aparente entre painéis explicativos da história evolutiva local e vitrines com objetos (incluindo múmias) preparados por arqueólogos. Este foi o contexto no qual se desenvolveu a conversa, da qual o texto que segue é tão somente um fragmento. Profundamente emocionada e emocionante, Ernestina revela neste testemunho toda a capacidade opressiva da arqueologia e ao mesmo tempo seu potencial emancipador. Vozes quebradas pela comoção que produzem ao serem ditas, lágrimas e silêncios cuja expressividade não pode ser vertida no texto, foram os acompanhantes do que ali se disse e que aqui reproduzimos. E preferimos respeitar o formato da conversa, pois o diálogo não foi simplesmente a maneira como se expressou Ernestina, senão, como ela explica, a condição de seu dizer. É nesta conversa que transcorre o que se disse e quem o disse; ela explica as aparentes contradições, as interpelações, as provocações. É difícil atribuir, então, uma autoria a este texto. O que sabemos é o quão fundamental é ler e reler esta Conversa com Ernestina Mamaní, a quem estamos honestamente agradecidos. Laura Roda transcreveu e preparou este texto para sua publicação em Arqueologia Sul-americana, com a supervisão de Ernestina Mamaní. Figura 1 2 Programa de Voluntariado Universitário: Projeto Promoção do Patrimônio Cultural e Histórico em Sociedades Puneñas: O Papel dos Museus Locais. Escola de Arqueologia, UNCa. Antofagasta de la Sierra, 17 a 30 de novembro de 2006. Conversación con Ernestina Mamaní 21 Ernestina: Y bueno, yo elegí el trabajo de Don Anacleto Cháves3 para que Laura me ayudara a investigar esa pieza, ya que es diferente al resto de las cosas que están acá en el museo, pues podía recuperar tanto la historia de los que habitaron antes, como la de Don Cháves. Para esto fuimos a hablar, a preguntarle a Don Cháves. Pero él no sólo nos ayudó a saber sobre la piedra sino que también nos preguntó a nosotras qué haríamos con ese objeto, qué pensábamos. Laura: Él decía que los que tenían estudio eran los arqueólogos y que entonces a ellos él les preguntaba cómo hacían los antiguos para hacer las flechitas, cómo hacían para que durara tantos años la pintura de las vasijas. Estas preguntas nos hicieron pensar acerca de si solamente los arqueólogos pueden decir esas cosas o si también la gente de la villa puede. Nos preguntamos de quiénes son esas flechitas, quién puede hablar de ellas, qué relación tienen los antofagasteños con eso. Ernestina: Don Cháves en una parte del relato dijo que a las tejitas y flechitas que están en su trabajo las juntó en diferentes partes mientras «andaba andando cuidando ovejas», o sea, mientras realizaba una tarea cotidiana. Fue juntando estas cositas, recolectándolas en una caja, y en un determinado momento realizó el trabajo. Pero eso no quita que él supiera de qué tipo de cerámica se trataba ni nada. Él dice que al no ser estudiado, no sabe. Para Don Cháves no tiene un significado especial la forma en que colocó las cerámicas y las flechitas. Lo hizo sin pensar que para otros, o nosotros, ese trabajo iba a ser importante. Lo hizo de casualidad. Por ejemplo, él dice: «yo nunca pensé que lo que hacía era importante. Lo hice por hacerlo y después me di cuenta de que yo no era tan tonto». Cuando lo trajo para acá, para el museo, recién se dio cuenta de lo que él hizo, y de que no era tan tonto. Después le preguntamos por qué había dibujado los volcanes ahí, por encima de las cositas. Nos respondió que 22 los volcanes son muy importantes para él porque pertenecen a su departamento. Alejandro: Cháves hizo ahí algo bárbaro porque, claro, uno cotidianamente caminando, llevando las ovejas para acá y para allá, mira hacia abajo y encuentra tejitas, y mira hacia arriba y encuentra los volcanes. Y es lo que puso ahí. Puso las tejitas en el suelo y los volcanes arriba. Laura: Bueno, y si bien hay una parte donde, al preguntarle por el cuadrito, Don Cháves dijo que «eso lo tienen que estudiar los arqueólogos que son los estudiados», por otro lado nos dijo que él hizo al cuadrito «con el fin de conocer». Y ahí empezó a hablar de que los maestros que tenía en la escuela eran todos correntinos o alemanes y que no le enseñaban nada de las cosas de acá. «Nada de lo que había en la superficie», dijo. Entonces él agarró e hizo el cuadrito, para conocer más. Estas cosas nos generaron todo el tema de pensar quién sabía, quién podía decir o hablar sobre los objetos, qué sabía o no sabía Cháves, qué sabía o no la gente, si el que tiene el objeto sabe. Ernestina: Y no hablamos de arqueólogos, porque los arqueólogos no trajeron esa pieza al museo. O sea, fue Rita4 la que trajo eso, primero para la Semana del Museo y después se quedó. Para ella, esa pieza era muy importante, se quedaba mirándola desde que era chica e iba a visitar a Don Cháves, ya 3 Vecino de Antofagasta de la Sierra, quien sobre una laja dibujó los volcanes más importantes de la zona, el Antofagasta y el Alumbrera, debajo de los cuales pegó distintos tipos de tiestos, puntas de flechas, fragmentos de torteros y piedritas del lugar. Actualmente este trabajo se encuentra exhibido en el Museo del Hombre de Antofagasta de la Sierra. 4 Rita Mamaní, hermana de Ernestina y entonces encargada del Museo del Hombre de Antofagasta de la Sierra. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):20-28, 2007 que la lajita estaba colgada a la entrada de su casa. Ella quería compartir con el resto de la gente esa pieza, por eso la trajo, para que todos la conozcan. Y para mi eso fue muy importante porque ahí aprendí que nosotros sí podemos, sin un arqueólogo, saber, recuperar lo que nos pertenece. No es necesario que el arqueólogo nos dé la pieza, nosotros también podemos hablar de una pieza, recuperar una pieza. Y todo esto a partir de la pregunta que nos hizo Don Cháves de cómo hacían las flechitas. Para él era importante saber eso para saber algo siquiera en la vida. Y eso estuvimos pensando hoy. Laura tiene una visión de ver las cosas y yo otra porque yo soy de acá y ella es de otro lado, de Rosario, y no tiene las mismas costumbres que nosotros y tampoco sabe las cosas que tenemos como creencias, como mitos o por qué las tenemos. Alejandro: Esto que decís vos Ernestina, que ella no es de acá… (Ernestina interrumpe). Ernestina: Bueno, esa pregunta que nos hace Don Cháves, esa de cómo hicieron las flechitas, o qué nos une a nosotros con esas cosas, yo respondo de una manera y con la ayuda de algunas otras preguntas que nos habíamos hecho con Laura hoy. Por ejemplo, qué teníamos que ver nosotros con los aborígenes, o sea, con los indios y qué nos une a ellos o por qué nosotros hasta la actualidad seguimos conservando algunas de sus costumbres. Bueno, yo entiendo que los que vivían acá supuestamente eran los aborígenes o los indios. Con ellos tenemos algunas relaciones porque sino no podríamos seguir con las costumbres o mitos que tenemos. De algún lado nuestros ancestros habrán continuado con eso y con los mitos. ¿Y qué es lo que nos lleva a ser diferentes? O sea, nosotros somos diferentes a ellos, pero en sí tenemos relación con ellos. Somos diferentes porque vestimos diferentes, o porque ahora tenemos otras costumbres diferentes, o cosas diferen- Conversación con Ernestina Mamaní tes que ellos no tenían, pero conservamos las costumbres y seguimos respetando los mitos que ellos tenían. Otra cosa que ella me preguntaba era si teníamos derecho o no a excavar las cosas. En mi punto de vista, no tenemos derecho a sacar nosotros las cosas de ellos, o a cavar. Laura: Ahí los dos, digamos, los arqueólogos y la gente del pueblo. Ernestina: Claro, porque sería una falta de respeto a otra persona. Porque a mi no me va a gustar que alguien, por ejemplo, queAlicia junte mis cosas y vaya y las exponga. Yo no voy a estar de acuerdo con eso. Para mi eso sería una falta de respeto. Más allá de que se encuentren en nuestra propiedad, para mí sería una falta de respeto. Pero sí tenemos obligación de cuidar las piezas. Porque es como dijo Don Cháves cuando nosotras le preguntamos si él había excavado alguna cosa y dijo que no. Pero también dijo que si vamos por ahí y nos encontramos con una pieza que por ejemplo, sacó el agua o llevó allí el viento, no la iba a dejar ahí para que pase un vehículo y la rompa. No, eso hay que levantarlo, para protegerlo, para cuidarlo. Otra cosa que nos preguntamos es de quiénes son las cosas que están acá en el museo, porque esas cosas no son de nosotros. Los objetos que están en el museo son supuestamente de los aborígenes, o sea de los indios, pero nos pertenecen a nosotros por el sólo hecho de estar en nuestra tierra. Y como fueron encontrados acá en nuestro departamento, somos nosotros los dueños, los responsables de cuidar esas piezas que están acá en el museo. Como así también recuperar la historia de cada pieza. Eso nos toca a nosotros, no a los antropólogos. Nos corresponde a nosotros recuperar la historia, porque no vamos a ir a decirles a los antropólogos que le vayan a preguntar a Don Cháves por qué hizo el cuadrito. Podemos hacerlo nosotros, y son cosas que no sabíamos que podíamos hacer. Pero con esto, con su ayuda, se que yo lo 23 puedo hacer y no esperar que venga alguien y se lo ponga a hacer. Ernestina: Claro, de alguna manera eso nos une a ellos. Laura: Aparte por ahí veíamos que, por ejemplo, para ella los objetos que estaban acá eran de los aborígenes, es decir, los habían hecho otras personas, pero la historia que eso tiene, esa sí que es de todos y es esa historia la que los une. Alejandro: Y cuando vos hablás de nosotros o de nuestro ¿cómo sería el nombre de eso? Ernestina: Claro, la historia en sí de esa pieza fue creada en realidad por nosotros, o sea por gente de nuestra época. Porque un aborigen no se paró y dejó la historia ahí. O sea que la abuela creó la historia de esa pieza, y le contó a otro, y le han contado a otro, y el otro contó, y así. No vino ya escrita cada historia de cada pieza. Y nos une también a ellos las costumbres, los ritos. Algunas costumbres son obligaciones. Sí o sí las tenemos que realizar nosotros. Por ejemplo, nosotros siempre tenemos el carnaval, el esperar a las Almas5, el dar de comer con respeto a la Madre Tierra6. Son obligaciones para nosotros, porque si nosotros no señalamos7, por ejemplo, no podemos seguir teniendo nuestra hacienda. Así que es para conservar nuestra hacienda. Si yo no lo señalo no voy a poder decir que esto es mío. Porque esto no se trata de lo que diga, sino de que sea mío. Como para conservar nuestras cosas. Laura: Claro. Esto lo decía porque veíamos que estaba el objeto, que pertenecía a los antiguos, y la historia, que sí pertenecía a todos. Entonces, yo le preguntaba por qué una cosa sí y otra no, y ella dijo que estaban unidos por los mitos. Eso era lo que los unía. Y después ahí empezamos a hablar de los mitos, de cuáles eran, y ella me dijo cuáles eran los mitos y qué significaban, que era esto que ella contaba de las obligaciones. Alejandro: Entonces, la idea es que antiguamente, la gente que vivía acá, tenía los mismos mitos, o semejantes, a los que tiene la gente que vive acá ahora. 24 Ernestina: En realidad, acá usan la palabra de nuestros antepasados. Alejandro: Pero cuando vos hablás de «los mitos nuestros» ¿eso tiene algún nombre como antofagasteño, kolla…? ¿Tiene algún nombre o no? Ernestina: Y ellos eran nuestros ancestros. Alejandro: ¿Eran antofagasteños? 5 Para el 1 y 2 de noviembre de cada año las almas de los difuntos vuelven a visitar sus casas. Para esperarlas se preparan bebidas y alimentos de distintas clases, incluyendo figuras humanas y escaleras hechas de pan, para ayudar a que bajen las almas. Al mediodía del 2 se visita el cementerio, adornando las tumbas con flores de papel, para despacharlas hasta el año siguiente. 6 Para corpachar o «dar de comer a la Tierra» se hace un pozo que representa la boca de la Pachamama, donde se ofrendan cigarrillos, alcohol, gaseosas, hojas de coca y comidas antes de comenzar una actividad importante como la esquila, la siembra, la cosecha, una excavación, un viaje. El 1 de agosto es el día de la Pachamama o Madre Tierra, fecha en la cual se realiza una gran celebración. Sin embargo, «dar de comer a la Pacha» es una costumbre cotidiana en la zona. Por ejemplo, antes de beber se le convida un trago de vino a la Tierra o se levantan apachetas – montículos de piedras- en su honor al costado de los caminos. 7 La señalada es la ocasión durante la cual se marca a los animales nacidos ese año. Para esto el dueño de la hacienda les coloca chimpus y flores -adornos hechos con lanas de colores- y les recorta las orejas que luego ofenda a la Pacha. En estas tareas participan vecinos y amigos que luego son invitados a comer y beber en una gran fiesta, de la cual los animales y sus criadores son los protagonistas. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):20-28, 2007 (Silencio) Ernestina: Porque era lo que hablábamos con ella hoy. Por ejemplo, si acá tenemos un sitio como el Coyparcito8, donde ellos cosechaban y sembraban, quiere decir que no era que venían de afuera o estaban de paso. Alejandro: Claro, porque alguien tenía que cuidar las plantas supongo, ¿no? Rita: ¿Ya los indígenas le llamaron Antofagasta? Alejandro: No se, ¿pero podemos decir que no? Rita: No se en qué idioma habrán hablado antes. Alejandro: ¿Y en qué idioma está dicho Antofagasta? Ernestina: Se supone que vivían acá. O sea, pertenecían a acá. Rita: En cacán. Rita: Es difícil, porque no eran antofagasteños. Alejandro: Y bueno, ¿y el cacán no era un idioma que se hablaba? Alejandro: ¿No eran antofagasteños? Rita: Cuando vivían los indígenas no tenían nombre en los pueblos. Alejandro: ¿Y qué nombre tenían? Rita: No sé. Ernestina: Eran antofagasteños porque vivían acá. Rita: Para mí antes no tenían nombres. Alejandro: ¿Cómo no tenían nombre? Rita: Los que vinieron después le pusieron Antofagasta, no es que ellos, los indígenas se lo hayan puesto. Alejandro: ¿Y cómo sabemos eso? Rita: Los primeros escritos dicen que… Alejandro: Pero antes de los primeros escritos ¿no hay nombres, las cosas no tienen nombre? Rita: Quizás tuvieron otro tipo de nombre. Por ejemplo, se llama Antofagasta por el puerto de Antofagasta de no se dónde. Alejandro: No, es al revés. El puerto de Antofagasta es muy posterior a Antofagasta de la Sierra. Conversación con Ernestina Mamaní Rita: También el quichua. Alejandro: El quichua digamos que se hablaba y tal vez hablaban otro idioma también. Rita: Pero no se sabe. Alejandro: Bueno, no se sabe, de acuerdo. ¿Eso significa que se sabe que no se llamaban de esa manera? Me llama la atención que vos digas «no eran antofagasteños porque no se llamaban antofagasteños» ¿Y cómo sabemos? Rita: Yo me imagino, pero no sé. Ernestina: Para mí eran antofagasteños. Alejandro: ¿Por qué? Ernestina: Yo también decía capaz que no eran antofagasteños porque ellos iban de paso. Pero no iban de paso, porque vivían acá, porque para ir de paso no sembrarían nunca, no tendrían todo lo que ellos tenían. O sea que vivieron acá, como nosotros. Alejandro: ¿O sea que pueden ser antofagasteños por más que la vestimenta, por ejemplo, sea distinta? 8 Conjunto arquitectónico asociado a poblaciones agrícolas, debajo del cual se observan líneas que cuadriculan el terreno asociadas a campos de cultivo y canales de riego. 25 Ernestina: Claro, yo por ejemplo, no soy de Antofagasta, vengo de Tinogasta, pero ahora soy antofagasteña porque vivo acá, me quedé acá. Que nos vistamos diferente, que tengamos cosas diferentes no quiere decir que no pertenezcamos o que no nos unamos a ellos de por sí, o no haya algo que nos una ahí. Seguimos siendo aborígenes. Alejandro: ¿Vos estás de acuerdo con eso? Ernestina: Sí. Seguimos siendo lo mismo, si bien no hablamos como los indios, pero seguimos siendo indios. Laura: Vos Ernestina… ¿vos pensás que ustedes siguen siendo o son aborígenes? Ernestina: Seguimos siendo aborígenes, y no puedo decir que no pertenezco a esto porque no ando desnuda o con un taparrabo. No se, para mi es eso, estamos unidos. Con otras civilizaciones, por supuesto. Es otra civilización, tenemos otras cosas, pero nunca nos olvidamos de nuestras costumbres que es lo esencial en esto. No perdemos los mitos, seguimos con nuestras costumbres. Ahora si nosotros no creeríamos nunca más en la Pacha, nunca más en el día de las Almas, no señalaríamos… seríamos todas cosas diferentes, sí. Pero ni aún así porque igual seguiríamos siendo lo mismo. Digamos que somos indios pero más modernos. Claro que hay personas que no creen. No las adultas, personas jóvenes, que no lo toman con el mismo interés. Hay un ritmo que ya se va perdiendo, pero en mi persona queda. Yo si no le doy de comer o si no espero a las Almas sé que estoy haciendo mal, porque yo aprendí eso. Igual que señalar el ganado, eso para mí es tanto costumbre como obligación, una de las tantas obligaciones que ellos mismos, nuestros antepasados, tenían. Porque ellos también tenían obligaciones, no es que nosotros nomás, ellos también. O sea que si cosechaban y esas cosas, todo su trabajo lo consumían con su familia. No cosechaban 26 únicamente para ellos. O sea que también tenían obligaciones como nosotros, como la señalada, que es una obligación, más allá de que sea una costumbre, porque si no señalamos no conservamos lo que tenemos. Si yo, por ejemplo, no cumplo con este mito o con uno de esos mitos en general, como dar de comer a la Pacha o esperar a las Almas, yo voy a estar pendiente de que no hice bien. Para este año, por ejemplo, no esperé a las Almas, y no estoy tranquila porque sé que falté el respeto, no hice lo que tendría que haber hecho. Por ejemplo a mi abuela, que yo la espero siempre para el día de las Almas, no la esperé como corresponde este año. Para mí eso es una falta de respeto. Yo se que ese día vino a compartir conmigo y yo no hice lo que tendría que haber hecho para que ella esté contenta, con el respeto que merece. O sea que estoy esperando que de alguna u otra manera me castigue, por lo que yo no hice. Porque sí te castiga. Si a la Pacha, o sea a nuestra Madre Tierra, vos no le das de comer ella se enoja, no te da la cosecha, te crea un mal tiempo, y esas cosas. Y las Almas, nos hacen asustar. Nosotros mismos ya, en nuestra conciencia, sabemos que sí o sí algo nos va a suceder si no cumplimos con nuestro deber. Esto no es como venir a trabajar. Yo vengo a trabajar si quiero y si no, no vengo. A lo sumo se va a enojar el intendente. Pero esto no, porque esto es un mito, un respeto que tenemos que tener nosotros. Yo ya estoy pensando «ay, no le di de comer a la Tierra el primero de agosto». No le di de comer porque quizás estaba en Catamarca o porque vine y dije «ya le voy a dar de comer», y se me pasó el tiempo y no le di. Alejandro: Me gustaría aprovechar esta clase que nos está dando Ernestina para preguntarles a las chicas, que son estudiantes, si quieren preguntarle algo porque está diciendo cosas muy importantes. Aprovechemos que la tenemos acá hablando. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):20-28, 2007 Ernestina: No, yo le agradezco mucho a Laura y a usted que nos dio la oportunidad para hacer esto. Yo tengo todo metido acá9 lo que pienso, y hoy día me hizo llorar porque… porque sí. Porque yo tenía acá cosas que nunca en mi vida dije, y que ella me preguntó y pude sacarlas. No fue fácil esto. Quizás yo acá sentada miro y digo «ellos10 pusieron y pusieron y estudiaron…» y yo en mi mente tengo otra cosa. Yo sé que no era así como pusieron ahí. A mi me gustó mucho esta oportunidad que ustedes me dieron, porque ella11 se sentó y me dijo «no, si vos podes, vos podes y vos podes y vos podes», y yo escribía y bueno… Y me di cuenta de que ellos vienen y lo escriben y no piensan en nosotros, sino que escriben porque… porque se sientan y escriben y ya está. Y no es ni igual, ni parecido. Porque nosotros sí tenemos acá en nuestro pueblo todo: personas que pueden relatar una cosa, y que va a salir bien hecha por ellos, y no se va a perder eso. Hace rato le decía a Laurita «vos me hacés preguntas, y preguntas y… ya me he cansado». Pero no, porque si ella no me hubiera preguntado, no sé, nunca hubiera salido esto de mí. Me preguntó tantas cosas que yo me di cuenta después de un rato que sí podía saber yo. Y no se, me dio mucha emoción porque, por ejemplo, ella venía y me decía «ah!, me gusta esa cosa, me gustan esas cosas», y yo por ahí digo «cómo le va a gustar si está fiero». Pero ahora veo que esas cosas sí tienen un significado, y que sí pueden hablar de una u otra manera de nosotros. Por ejemplo, como usted12 me preguntaba ayer cuando yo estaba parada allí, sobre qué significaba para mí que yo hubiera estado aquí todos los días y viera a la momia ahí. Y bueno, yo de todo el tiempo que estoy trabajando acá, lo veía como una obligación: ir a limpiar y mostrarla y nada más. Nunca me paré y ví si estaba haciendo bien o estaba haciendo mal, o si le estaba faltando el respeto a alguien. Nunca en mi vida me pregunté. Yo entré acá y trabajo Conversación con Ernestina Mamaní porque es mi trabajo. Lo limpio, lo muestro y digo lo que dicen ahí y ya está. Pero nunca me puse a pensar si yo estaba haciendo mal o estoy faltándole el respeto a alguien, a ese bebé o a la señora13 que está ahí quizás. Yo nunca pensé pero ahora sí, porque de una u otra manera pertenecen a nosotros y no son un objeto. Yo ahora sé que voy a mirarla de otra forma, voy a ver a esas dos cositas que tenemos ahí de otra forma. Quizás con más respeto. Porque para mi eran una cosa, eran una cosa nada más, nunca me llegó tan adentro como ahora saber que son míos y que por ellos se quién soy, y que por ellos tengo las costumbres que tengo, y voy a dejar lo que tengo para mis hijos… y así. Porque si no, no sería nada. Se que mi lugar de trabajo no es un lugar común. Sé que tiene cosas nuestras y cosas que hay que respetar y enseñar para que nuestros hijos puedan progresar. A mi me gustaba ver cómo los arqueólogos cavaban o cómo sacaban las cosas. O capaz que yo misma cuando hago de guía veo como levantan una cosa y otra y no digo nada. Pero con esto, aprendí quizás a querer un poco más lo mío y voy a respetarlo sobre todo porque está acá. Alejandro: Las cosas que decís Ernestina son tan importantes y tan profundas que uno no entiende cómo todo esto está armado como si ustedes no tuvieran voz. Cuando hablan dicen cosas tan importantes. Te agradezco mucho. Ernestina: Y yo a ustedes por haberme dado esta oportunidad, que para mi no fue un curso, pero que estoy aprendiendo mucho porque 9 Señalándose el pecho, llorando. 10 Refiriéndose a los científicos, a los arqueólogos en particular. 11 Refiriéndose a Laura. 12 Dirigiéndose a Alejandro. 13 Refiriéndose al «Bebé de La Peña» y a la «Mujer», momias excavadas por un equipo de arqueología de la Universidad Nacional de Tucumán, actualmente exhibidas en el Museo del Hombre de Antofagasta de la Sierra. 27 quizás mi padre me dijo «mira, podés hacer eso», y a esta edad que tengo no tenía idea que podía hacer esto y que podía aprender de esto, y lo estoy haciendo. Aprendí que sí les puedo enseñar a mis hijos que no dejen perder la oportunidad y que lo vean con más valor, que yo en mi niñez no lo vi porque nadie me enseñó a verlo de esa manera. Porque yo misma a veces, cuando estoy sola y no hay turistas, me pongo a leer algún que otro cuadro y pienso: ellos dicen que lo encontraron, y dicen que fue así… ¿Será verdad, no será? Cuando viene el turista yo le digo lo que dice ahí. Supuestamente ya lo estudié y lo digo de memoria, pero no voy a decirle otra cosa. Le digo eso porque está escrito ahí. No digo lo que yo siento acá14, sino lo que dice ahí. Esa es la explicación que nosotros le damos al turista. Me gustaría que nosotros pudiéramos darle otras explicaciones o, por lo menos, decirles cómo vemos nosotros a esas cosas. Por lo menos que ellos respeten lo que nosotros decimos, porque sino ellos no saben qué decimos nosotros y nos ven capaz como un objeto. No nos gusta ser objeto. Alejandro: Es muy fuerte lo que decís, porque en realidad son cosas muy fuertes las que están acalladas, silenciadas. A medida que uno escucha que los otros hablan aprende a callarse la boca. Y todas las cosas que uno siente no salen. Rita: Yo creo que como ella hay mucha gente acá que piensa lo mismo. Por ahí por miedo a hablar o por la reacción de la otra gente, no dicen nada. Ernestina: Eso pasa conmigo. Ella es mi hermana y yo nunca le dije «¿por qué vos me decís que yo diga esto?», no. Ella me reta, me trata, me dice «mirá, vos empezá por acá y decí tal cosa, y seguí por allá…». Y ya me lo sé de memoria. Pero nunca le dije «mira, no es así» o «dejame decir lo que yo tengo acá» o «¿por qué es así?»… nada, nunca le pregunté. Laura: Yo te quería agradecer por decir todo esto. Ernestina: Primero empezamos a discutir, pero no a discutir peleando, porque ella tenía sus ideas y yo las mías y así. Ella me entendía, y yo no la entendía a ella, y nos entendíamos. Que una le pregunta a la otra, y la otra le pide perdón. Y ahora ella tiene una visión de ver las cosas y yo otra de ella. Ella puso de su parte y yo la mía para hacer esto. Alejandro: Esta es una forma de decir muy fuerte porque está dicha desde el corazón. Eso es algo que lo hace muy auténtico. Todos tenemos que aprender de eso. Ernestina: Pero si ella no me hubiera enseñado, yo nunca hubiera podido expresarlo. Nunca le hubiera dado un significado a lo que yo tenía acá. Ella me preguntó y me dijo cómo y pude saber que lo que yo tenía acá lo podía decir, porque lo entiendo. Porque capaz que sino no se hubiera entendido lo que yo quería decir. 14 Señalándose el pecho. 28 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):20-28, 2007 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007 SAMBAQUIS E PAISAGEM Dinâmica natural e arqueologia regional no litoral do sul do Brasil Paulo DeBlasis Museu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de São Paulo (MAE-USP) Andreas Kneip Universidade Federal do Tocantins (UFT) Rita Scheel-Ybert Museu Nacional/Universidade Federal do Rio de Janeiro (MN-UFRJ), Bolsista PROFIX Paulo César Giannini Instituto de Geociências, Universidade de São Paulo (IG-USP) Maria Dulce Gaspar Museu Nacional/UFRJ, pesquisadora do CNPq e Cientista do Nosso Estado-FAPERJ Este artigo apresenta um modelo de ocupação de âmbito regional para a sociedade sambaquieira assentada em uma área no litoral sul de Santa Catarina (aqui designada como paleolaguna de Santa Marta). Articula, em uma abordagem interdisciplinar, as características da dinâmica geoambiental desta região lagunar e os padrões da ocupação humana no período de 6000 a 1500 anos AP aproximadamente, através de perspectivas de longa duração acerca dos processos naturais e sociais de construção de paisagem. São considerados, de um lado, enfoques relacionados à dinâmica quaternária, mostrando as tendências de assoreamento progressivo do sistema deposicional baía-laguna e a ocorrência pretérita de extensa cobertura vegetal, incluindo a presença de mangue (hoje extinto na área). Apesar deste cenário em constante mutação, as características estruturais deste ambiente lagunar não sofreram modificações profundas permanecendo, do ponto de vista da ocupação humana, estável e bastante produtivo ao longo de todo o período. De outro lado, discutem-se aspectos relacionados à dinâmica da ocupação sambaquieira na região, mostrando a presença de estruturas de organização territorial também bastante estáveis e articuladas em âmbito regional, com epicentro na própria laguna. Este sistema teve grande expansão entre 4,5 e 2 mil anos atrás aproximadamente, período no qual se intensifica a construção de sambaquis monumentais que ainda hoje são marcos visuais notáveis neste ambiente aberto e de amplos horizontes. A distribuição destes sítios impressionantes reflete sua importância significativa na construção simbólica da paisagem, referenciando a territorialidade e a organização social das comunidades de pescadores assentadas no entorno desta região lagunar ao longo de vários milênios. Este artículo presenta un modelo de asentamiento regional para las sociedades de sambaquis (concheros) de la costa sur de Santa Catarina, Brasil, que evolucionaron, aproximadamente, entre 6000 y 1500 AP. La dinámica de las costas cuertanarias y los patrones de ocupación humana se articulan por medio de un enfoque interdisciplinario y una perspectiva de larga duración, mostrando los procesos naturales y culturales en la construcción del paisaje. Se describe un sistema estable de asentamiento territorial con una expansión considerable entre 4.5 y 2 kaAP, cuando la erección de concheros monumentales aparace como una referencia simbólica para la emergencia de patrones complejos de interacción social y organización regional en las sociedades de sambaquis. A regional settlement model for the sambaquis (shellmounds) society from the southern coast of Santa Catarina, Brazil, is presented in this paper, which has evolved between 6000 to 1500 BP approximately. By means of an interdisciplinary approach and a long duration perspective, Quaternary coastal dynamics and human occupation patterns are articulated, evincing both natural and cultural processes in landscape construction. A very stable territorial settlement system is described, showing a considerable expansion between 4,5 and 2 kyBP, when the erection of monumental shellmounds stands as a symbolic reference for the emergence of complex patterns of social interaction and regional organization among the sambaqui societies. Palavras-chave: sambaquis, Quaternário costeiro, paleoambiente, construção de paisagem / Palabras clave: sambaquis, cuaternatio costero, paleoambiente, construcción de paisage. Recebido: maio 30, 2006; aceito: novembro 5, 2006 / Recibido: mayo 30, 2006 ; aceptado: noviembre 5, 2006 . Sambaquis (palavra de origem Tupi que significa, literalmente, «monte de conchas») são sítios arqueológicos monticulares distribuídos por toda a costa brasileira, ocupando principalmente zonas de tons ecológicos cambiantes, como regiões lagunares e áreas recortadas de baías e ilhas. Estes sítios (também chamados de concheiros) variam bastante de tamanho e, especialmente no litoral sul catarinense, podem atingir dimensões impressionantes, alcançando até 70 metros de altura e 500 metros de comprimento. Em geral exibem uma sucessão estratigráfica de composição diferenciada: camadas de conchas mais ou menos espessas intercaladas por numerosos estratos finos e escuros, ricos em materiais orgânicos, com muitas estruturas distribuídas em áreas específicas. 30 As mais significativas são sepultamentos, reportados na maior parte dos sambaquis descritos, em geral dispostos cerimonialmente em locais especificamente preparados para isso, frequentemente acompanhados de artefatos, oferendas alimentares e fogueiras. Apesar de marcarem constante presença na literatura arqueológica brasileira desde o século XIX, o significado dos sambaquis enquanto estrutura arqueológica e a elaboração de modelos de ocupação para as áreas costeiras do litoral meridional do Brasil são aspectos que permanecem pouco explorados. Tidos tradicionalmente como vestígios de acampamentos sucessivos de bandos de coletores de moluscos e pescadores, tais sítios vêm sendo considerados, nos últimos anos, estruturas intencionalmente Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 construídas (Gaspar e DeBlasis 1992), plenas de significação simbólica para seus construtores. Alguns deles foram descritos como espaços habitacionais (p.e. Kneip et al. 1991; Kneip 1992; Barbosa et al. 1994), outros tidos como estruturas essencialmente funerárias (Duarte 1968; Fish et al. 2000; DeBlasis 2005), mas a grande diversidade destes sítios sugere certa variabilidade funcional, ainda não equacionada de maneira adequada (ver, para definições e descrição destes sítios, assim como um histórico das perspectivas de pesquisa, Prous 1992; Gaspar 1998, 2000; Lima 2000). Apesar dessa diversidade, Gaspar (1994, 1995) sugeriu que, pelo menos no litoral centro sul brasileiro, estes sítios são remanescentes de sociedades com identidade cultural própria e bastante distinta de outros grupos da região sul do Brasil, com base nos padrões peculiares de construção de mounds nas cercanias de grandes corpos d’água, associando sempre a presença de rituais funerários e significativas quantidades de restos alimentares. Mapeamentos importantes – geográficos e culturais - foram realizados em diferentes zonas de ocorrência e concentração de sambaquis ao longo da extensa fachada atlântica brasileira. Bons exemplos são Rio de Janeiro (Dias 1967, 1969, 1972; Gaspar 1991), Paraná (Bigarella 1951a, 1951b), São Paulo (Uchoa e Garcia 1983), Rio Grande do Sul (Ruschel 2003), o litoral sul de Santa Catarina (Rohr 1962, 1968, 1969, 1973, 1984) e o litoral do Pará (Simões e Correa 1971), entre outros. Entretanto, são raros os enfoques regionais, predominando quase sempre descrições de caráter tipológico ou o estudo de sítios isolados. Ainda que preocupações com as relações entre os sambaquis e o ambiente costeiro, cuja natureza bastante dinâmica também é reconhecida de longa data, tenham estado quase sempre presentes (p.e. Krone 1902, 1914; Guerra 1950; Bigarella 1954; Emperaire e Laming 1956; Kneip 1977), seu estudo sistemático e articulado é raro1. Uma análise de caráter regional e sistêmico de sambaquis, onde quer que seja, é tarefa custosa. As dificuldades residem, basicamente, em duas questões fundamentais, até certo ponto associadas. De um lado, tendo em vista que, frequentemente, são sítios construídos no decorrer de períodos relativamente longos, uma análise de sambaquis em âmbito regional exige controle cronoestratigráfico sistemático em diversos sítios de uma dada área, geralmente ausente nos estudos arqueológicos do litoral brasileiro, apesar do número crescente de datações disponíveis. De outro lado, exige também uma investigação mais aprofundada acerca das características funcionais dos sambaquis, ainda pobremente compreendidas. Tal abordagem vem sendo desenvolvida no litoral sul catarinense nos últimos anos, através do estudo articulado da evolução natural de uma região costeira e os padrões de ocupação humana ali presentes (DeBlasis et al. 1998a; Gaspar et al. 1999, 2002; Fish et al. 2000; DeBlasis e Gaspar 2001)2. 1 Existem, entretanto, antecedentes importantes, como Krone (1902, 1914) e Bigarella (1951a, 1951b). A rigor, a primeira análise de articulação sistêmica de conjuntos de sambaquis em seu contexto ambiental no Brasil foi produzida por Gaspar (1991) no litoral norte do Rio de Janeiro, um modelo interpretativo que fala de sítios concomitantes e articulados, um mesmo grupo ocupando certo território em grande interação social. Tal modelo criou um contraste com a idéia, então predominante, de que os sambaquieiros constituíam grupos forrageiros de grande mobilidade. 2 Trata-se de um projeto de pesquisa multidisciplinar de cunho marcadamente regional, no qual enfoques paleoambientais e arqueológicos vêm sendo tratados de maneira articulada através da integração de pesquisadores e especialistas de diversas instituições. Além da Universidade de São Paulo (USP), de onde atuam o Museu e Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 31 A região estudada abrange parte dos municípios de Laguna, Tubarão e Jaguaruna, uma área extremamente aplainada onde ocorre um conjunto de lagos e lagunas integradas por canais e zonas turfosas encharcadas, sendo as maiores as lagunas do Camacho (ou Garopaba do Sul), Santa Marta e Santo Antonio (Figura 13). Santa Marta, Esta região exibe grande adensamento de sambaquis, que variam bastante em termos de volume, distribuição, forma e composição (Figura 2), características estas já apontadas nos estudos anteriores realizados na região por Rohr (1962, 1968, 1969, 1984), Beck (1972) e Hurt (1974), que evidenciaram também uma considerável superposição cronológica entre eles. Assim, a área apresenta condições ideais para um estudo de caráter regional, onde a existência Figura 1. A região de pesquisa, uma região lagunar situada no sul do Estado de Santa Catarina, Brasil. Figura 2. Alguns sambaquis da área (do topo à esquerda, sentido horário): Encantada, Roseta, perfil estratigráfico (L2.15.13) de Jaboticabeira II e Santa Marta I. Arqueologia e Etnologia (MAE), o Instituto de Geociências (IG), o Instituto de Astronomia e Geofísica (IAG) e o Instituto de Ciências Biológicas (ICB), participam também o Museu Nacional (UFRJ), o Grupo de Pesquisas em Educação Patrimonial da Universidade do Sul de Santa Catarina (GRUPEP/UNISUL), a Universidade do 32 Tocantins (UFT) e a Universidade do Arizona ASM-U of A), além de consultores de outras instituições. 3 As figuras da área de pesquisa deste artigo foram produzidas por meio de um SIG (Sistema de Informação Geográfica) elaborado inicialmente para a região por Kneip (2004) usando o sistema GRASS, a partir das bases Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 de agrupamentos discretos de sambaquis possibilitaria explorar os padrões de ocupação, territorialidade, demografia e organização social dos sambaquieiros, avançando a hipótese de que partilhavam o território e configuravam um amplo sistema regional4. O epicentro deste território situarse-ia na própria lagoa, o que reforçaria a idéia, proposta por Gaspar (1991, 2000), de que os grandes e superprodutivos corpos d’água lagunares são referência essencial nos padrões locacionais e de subsistência das comunidades sambaquieiras. Estas perspectivas são desenvolvidas no presente trabalho. O cenário teórico para este estudo é dado por um debate de fundo envolvendo o conceito, que foi se tornando freqüente na arqueologia americana principalmente a partir dos anos 90, de «caçadores-coletores complexos» (Price e Brown 1985, eds.; Keeley 1988; Price e Feinman, eds. 1995; Arnold 1996; Chapman 2003). Sucintamente, este cenário se baseia na idéia de que certos grupos de caçadores/pescadores/ coletores, seja por habitarem ambientes muito produtivos, seja por viverem em territórios circunscritos, ou mesmo por outras possíveis razões, desenvolveram uma série de características mais elaboradas de organização social, envolvendo articulação comunal em torno de estratégias/ideologias amplamente compartilhadas, incluindo construções públicas e/ou atividades cerimoniais. Eventualmente, a presença de desigualdade social, hierarquias e lideranças formalmente estabelecidas os aproximariam dos modelos de organização genericamente designados como chefias, ou cacicados (para uma discussão abrangente deste tema ver Sassaman 2004). Assim como ocorre com outras culturas litorâneas por toda a América (p.e. Moseley 1975; Ames e Maschner 1999; Curet 2003, entre outros), DeBlasis et al. (1998b) propuseram que o registro arqueológico dos grupos sambaquieiros representa uma situação onde seria possível detectar uma série de características mais complexas de organização social e econômica. Com uma perspectiva contrastante com a idéia dominante de que os sambaquis são produto de bandos de coletores de moluscos com grande mobilidade territorial, defenderam a existência de um sistema territorial estável envolvendo sedentarismo, demografia expressiva e a construção de estruturas monumentais (ver, também, Lima e Lopez cartográficas disponibilizadas pelo IBGE (1:50.000), imagens de satélite LANDSAT-7 (disponibilizadas pelo INPE), o mapa geológico de Giannini (1993) e dados obtidos diretamente no campo. O desenvolvimento das pesquisas de campo tem sido possível através do suporte constante da Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo (FAPESP), através de sucessivos auxílios e, presentemente, um projeto temático, assim como bolsas de estudo para a formação acadêmica. Agradecemos Rodolfo Angulo e Maria Cristina de Souza pela ajuda com a sistematização das datações, e José Luiz de Magalhães Castro Neto pela finalização das ilustrações deste trabalho. Finalmente, agradecemos os três pareceristas anônimos desta revista, cujos comentários muito ajudaram a aperfeiçoar o texto. 4 No sambaqui Jaboticabeira II (JabII), especialmente, vêm sendo desenvolvidos desde 1997 estudos acerca dos processos formativos que geraram estas impressionantes estruturas conchíferas, assim como das características biológicas e de saúde daquela sociedade (neste sentido ver Storto et al 1999; Okumura e Eggers 2005). Pesquisas sistemáticas neste sambaqui revelam que sua construção se deve exclusivamente a atividades relacionadas a rituais funerários (Fish et al 2000).Aparentemente, esta característica funcional pode ser generalizada para boa parte dos sambaquis da região, sobretudo aqueles de maiores dimensões, cuja imponência se destaca na paisagem plana e aberta desta região lagunar. Este projeto vem desenvolvendo também intensa atuação no âmbito da educação patrimonial, especialmente junto ao público escolar dos municípios da região (Farias 2000, 2003a, 2003b, 2005). Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 33 Mazz 1999)5. Neste artigo, cujo objetivo é esboçar um modelo de ocupação de âmbito regional para os sambaquis do litoral sul catarinense e sua evolução vis-à-vis as transformações também significativas do ambiente lagunar, vai-se examinar alguns parâmetros decisivos para discutir a natureza e as características essenciais da complexidade da sociedade sambaquieira6. A paleolaguna de Santa Marta e seus arredores Na perspectiva da geologia sedimentar, encontra-se nesta região um complexo mosaico de processos deposicionais eólicos, lagunares e marinhos interdependentes, o que tem tornado oportuna a descrição das morfologias resultantes e das características internas de seus depósitos enquanto fácies (Giannini 1993, 2002), definidas, no sentido de Walker (1976), como materializações de processos sedimentares específicos. Estas fácies inter-relacionam-se e justapõem-se organizadamente no espaço segundo entidades fisiográficas maiores, ou sistemas deposicionais, na acepção de Fisher & McGowen (1967). Nesse sentido, tem-se aí um dos mais complexos e singulares exemplos de interação entre fácies costeiras quaternárias no Brasil, permitindo reconhecer quatro tipos de sistemas deposicionais interatuantes (Figura 3): lagunar, barrabarreira, planície costeira (strandplain) e eólico (Giannini 1993; Giannini et al. 2001). O sistema lagunar holocênico abrange, de norte para sul, um conjunto de lagunas intercomunicáveis entre Imbituba e Jaguaruna (Mirim, Imaruí, Santo Antônio, Santa Marta e Camacho) e uma série de lagos residuais de antigas lagunas (Bonito, Arroio Corrente, Figueirinha, Gregório Bento, Laranjal). Comunica-se com mar aberto através de duas desembocaduras (inlets): a de Entrada da Barra, a norte, entre as lagunas Santo Antônio e Santa Marta, e a do 34 Figura 3. Geologia da região de pesquisa (a partir de Giannini 1993). Camacho (nas últimas três décadas, a maior parte do tempo fechada), entre as lagunas Camacho e Garopaba do Sul. O sistema lagunar foi formado por dois tipos de processos diferentes, porém mais ou menos concomitantes, no âmbito da elevação do nível relativo do mar (NRM) holocênico, cujo máximo foi atingido há pelo menos 5100 anos AP (Martin et al. 1988, Angulo et al. 1996, 1999, 2005). O primeiro processo corresponde ao isolamento parcial de corpo de água por crescimento de uma barreira arenosa transgressiva correspondente ao sistema barra-barreira. O segundo corresponde ao 5 No que se refere aos cerritos do sul do Brasil e Uruguay, sítios que compartilham muitas das características dos sambaquis, os trabalhos de Lopez Mazz (2001) e Iriarte (2003) apontam em uma direção não muito diferente. 6 Não se pretende avançar em considerações demográficas neste artigo, assim como na natureza dos fenômenos de organização social envolvidos no processo de complexificação sugerido para a sociedade sambaquieira da laguna. Dados demográficos estão sendo reunidos e, juntamente com outras evidências de padrões de organização social dos sambaquieiros da paleolaguna de Santa Marta, deverão ser objeto de outros artigos no futuro próximo. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 afogamento de vales de dissecação em terraços marinhos regressivos preexistentes (pleistocênicos) pertencentes ao sistema planície costeira. Esta distinção permite reconhecer dois tipos de associações de fácies lagunares (Giannini 1993, 2002; Giannini et al. 2001): a baía-laguna (Santo Antônio, Santa Marta, Camacho), à retaguarda do sistema barra-barreira existente a sul de Entrada da Barra, e a valelaguna (Garopaba, Ibiraqüera, Mirim, Imaruí), atrás do sistema planície costeira a norte. O delta lagunar do rio Tubarão, maior delta interior ativo do país, constitui a principal particularidade faciológica distintiva da associação de fácies baía-laguna com relação à associação vale-laguna. O cenário sedimentar regional é completado pelo sistema deposicional eólico. De ocorrência generalizada, superpõe-se aos sistemas barra-barreira e planície costeira na maior parte da área e ao sistema lagunar nas regiões de Campos Verdes e Garopaba do Sul. Abrange campos de dunas livres de pelo menos quatro diferentes gerações, cujas idades variam do Pleistoceno superior ao atual (Giannini 1993; Giannini e Suguio 1994; Giannini et al. 2001; Sawakuchi 2003). De acordo com o modelo evolutivo proposto por estes autores, reforçado por datações por luminescência, a geração eólica 1 é aproximadamente contemporânea ao máximo NRM do interglacial Riss-Würm (cerca de 120 mil anos AP), enquanto a geração 2 é predominantemente anterior à máxima inundação holocênica, alcançada antes de 5100 anos AP. A geração eólica 3, posterior a esta máxima inundação, foi formada essencialmente nos últimos três milênios. A geração 4 corresponde às dunas eólicas em atividade. Dentro deste contexto regional, a área focal das investigações arqueológicas restringe-se ao sistema lagunar, na sua associação de fácies baía-laguna, e ao sistema barra-barreira vizinho, no entorno das lagunas Santa Marta e Camacho. A área abrange no hinterland o delta lagunar do rio Tubarão, até o contato com as serras que emolduram a planície litorânea, fechando o fundo da baía. O sistema lagunar encontra-se hoje bastante afetado pela interferência antrópica na forma de aterros e canais de drenagem, de forma a possibilitar a instalação de pastagens, campos para cultivo de arroz e tanques de carcinicultura. Nesta vasta região aplainada formada pelos sistemas barra-barreira e baía-laguna, este último praticamente ao nível atual do mar, destacam-se na paisagem os afloramentos pontuais do embasamento cristalino, que formam ressaltos, «paleoilhas», que acabam dominando o cenário. É o caso, por exemplo, das pontas do Costão do Ilhote e da Galheta e, principalmente, da ponta (cabo) de Santa Marta, e ainda a serra das Congonhas ao fundo, já nas proximidades dos terrenos ondulados ao pé das serras, nunca inundados. O sistema eólico encontrase aí dominantemente representado pelas gerações 3 e 4, estando as gerações eólicas mais antigas restritas a paleodunas empoleiradas sobre estes pontões do embasamento cristalino pré-cenozóico e a morrotes e espigões testemunhos de paleodunas parabólicas da geração 2, que foram praticamente ilhados pela baía-laguna durante o máximo transgressivo. Neste último caso, encaixam-se os morros de areia que acompanham a margem oeste da laguna do Camacho (ou Garopaba do Sul), entre a vila de Garopaba do Sul e Jaboticabeira. É neste cenário amplo e aberto que se encontra a maior concentração de sambaquis da região centro-sul catarinense. Para as finalidades deste estudo, a área de investigação fica delimitada a sudoeste pelo contorno da paleolaguna definido desde as encostas dos vales dos rios Sangão e Riachinho, até a margem sudoeste da lagoa Figueirinha. Como se verificou empiricamente, os sítios relacionados à ocupação sambaquieira desaparecem no terreno existente a sudoes- Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 35 te deste limite, dominado por paleodunas atribuídas à geração 2 (Giannini 1993) e morros-testemunho do embasamento cristalino, encontrando-se aí apenas sítios mais recentes. A nordeste, a referência fisiográfica que se ressalta é a ponta da Cabeçuda, que separa o sistema vale-laguna, ao norte, do sistema baía-laguna ao sul, limite este que se estende a leste pela desembocadura lagunar de Entrada da Barra, em Laguna. A oeste e a norte a área é emoldurada pelas formações colinares do piemonte das serras Geral e do Taboleiro (Giannini 1993) e suas escarpas alcantiladas ao fundo, onde adentram os vales dos rios Tubarão e Capivari. Tendo em vista o destaque que assume neste cenário o pontão cristalino do cabo de Santa Marta, um ponto dominante situado bem no meio de toda esta região aplainada, anteriormente uma ampla baía, decidiu-se denominar a área «paleolaguna de Santa Marta»7. A região está situada na Zona Subtropical Sul (Strahler 1977), com o clima controlado pelos Anticiclones do Atlântico Sul e Móvel Polar, podendo ser classificado como subtropical úmido sem estação seca e com verão quente (Cfa). A temperatura média anual é de 20 ºC e a precipitação média de 1400 mm/ano (Nimer 1989). Embora hoje toda a planície costeira esteja bastante antropizada e alterada, a cobertura vegetal original da região de estudo é formada pela «floresta tropical de encosta», que ocupa o flanco das serras do leste catarinense, e a «restinga», ecossistema característico da cobertura arenosa costeira do Quaternário (Klein 1978). A restinga se caracteriza por um mosaico de habitats apresentando diversos tipos de vegetação com fisionomia e padrões de organização distintos, normalmente distribuídos de acordo com uma zonação que vai da beira da praia em direção ao interior (Araújo e Henriques 1984). Entre estes tipos vegetacionais ocorrem formações herbáceas 36 (psamófila-reptante da anteduna, herbácea brejosa em zonas paludosas e nas margens das lagoas), arbustivas (abertas ou fechadas, podendo formar moitas ou ter as copas contínuas, e ocorrendo sobre os cordões arenosos ou em pontos baixos do relevo) e arbóreas (mata de restinga). A floresta tropical pluvial que ocorre mais para o interior, também classificada como Floresta Ombrófila Densa, corresponde à prolongação extra-tropical da Mata Atlântica. Sua ocorrência nesta zona de clima subtropical se deve às temperaturas invernais amenas da região costeira e às chuvas abundantes, bem distribuídas ao longo do ano (Hering de Queiroz 1994). Cronologia regional e duração dos sambaquis Foram cadastrados, até o momento, 65 sambaquis na área de pesquisa, incluindo alguns um pouco além dos limites estabelecidos no item anterior (Tabela 1). Dispõe-se, no total, de 99 datações para 33 (51%) destes sambaquis, uma amostra bem distribuída pela região, sendo que 19 delas (cerca de 19%) são provenientes de estudos anteriores nos quais o controle estratigráfico nem sempre é preciso (Tabela 2; uma perspectiva sinótica para a cronologia regional aparece na Figura 4). As datações de Jaboticabeira II (cerca de 32% das datações disponíveis) mostram uma seqüência coerente e uniforme indicando que este 7 Embora para o sul os limites do sistema de ocupação sambaquieiro estejam claros, coincidindo perfeitamente com os limites da própria área de pesquisa, para norte não o são; pode ser que as comunidades do entorno da paleolaguna de Santa Marta estivessem plenamente integradas com aquelas do Imaruí e Mirim, sendo o limite estabelecido pelos arqueólogos – o estreito da Cabeçuda – irrelevante durante o período estudado, o que somente a pesquisa dos sítios daquela área vai permitir entender. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 Abelha 22J 0690591 / 6841113 Garopaba 2 22J 0704799 / 6832004 Arroio da Cruz 1 22J 0687376 / 6820113 Garopaba 3 22J 0703983 / 6832289 Arroio da Cruz 2 22J 0678217 / 6815654 Garopaba 4 22J 0703812 / 6832443 22J 0712601 / 6852170 Jabuticabeira 1 22J 0697334 / 6837666 Caieira 22J 0718209 / 6850914 Jabuticabeira 2 ( Samb. do Riacho ) 22J 0699489 / 6835694 Campo Bom 2 22J 0687605 / 6820264 Jabuticabeira 3 22J 0697690 / 6837162 22J 0687732 / 6820356 Jaguaruna 1 22J 0693456 / 6833095 Canto da Lagoa 1 22J 0715648 / 6840898 Lagoa dos Bixos 22J 0716237 / 6840176 Canto da Lagoa 2 22J 0715741 / 6840743 Laranjal 1 22J 0702120 / 6829608 22J 0715027 / 6840927 Laranjal 2 22J 0702289 / 6829823 22J 0699746 / 6850952 Laranjal 3 22J 0702826 / 6830303 Capivari 2 22J 0699739 / 6850954 Mato Alto 1 ( Passo do Gado) 22J 0698773 / 6842162 Capivari 3 ( Ilhotinha) 22J 0699418/ /6855928 Mato Alto 2 22J 0698590 / 6842450 Carniça 1 22J 0714190 / 6841022 Monte Castelo 22J 0693691 / 6843508 Carniça 2 22J 0714577 / 6840912 Morrinhos 22J 0698169 / 6844181 Carniça 3 22J 0714519 / 6840380 Morro Grande 1 22J 0687152 / 6824099 Carniça 4 22J 0714426 / 6840502 Morro Grande 2 22J 0687187 / 6823636 Congonhas 1 ( Palmeiras ) 22J 0694930 / 6843010 Morrote 22J 0699360 / 6840440 Congonhas 2 22J 0695603 / 6838450 Olho D`Água 1 22J 0681220 / 6817360 Congonhas 3 ( Ilhote das Congonhas ) 22J 0694320 / 6838450 Passagem da Barra 22J 0717707 / 6842325 Costão do Ilhote de S. Marta 22J 0711469 / 6833166 Ponta do Morro Azul 22J 0690106 / 6832373 Cubículo 22J 0690340 / 6839039 Porto Vieira 1 22J 0695467 / 6835304 Encantada 1 ( Emídeo ) 22J 0703768 / 6830622 Porto Vieira 2 22J 0695483 / 6836206 Encantada 2 ( Vulcãozinho ) 22J 0703290 / 6830555 Riachinho 22J 0693861 / 6830094 Encantada 3 ( Juventus) 22J 0703859 / 6831546 Ribeirão Pequeno 22J 0706331 / 6842857 Figueirinha 1 22J 0698373 / 6827693 Roseta ( Ilhote de Ipuã) 22J 0717919 / 6841311 Figueirinha 2 22J 0698387 / 6828061 Santa Marta 1 22J 0712151 / 6833970 Cabeçuda Campo Bom 3 Canto da Lagoa 3 Capivari 1 Figueirinha 3 22J 0698006 / 6827646 Santa Marta 2 22J 0713230 / 6833590 Galheta 1 22J 0716427 / 6838183 Santa Marta 3 22J 0711542 / 6834937 Galheta 2 22J 0716342 / 6838152 Santa Marta 4 22J 0711493 / 6835068 Galheta 3 (Padre ) 22J 0715591 / 6839212 Santa Marta 5 22J 0713192 / 6834760 Galheta 4 22J 0716313 / 6838045 Santa Marta Pequeno 22J 0714769 / 6838887 Garopaba do Sul 1 22J 0706046 / 6831728 Tabela 1. Relação dos sambaquis da área da paleolaguna de Santa Marta, SC. sambaqui, o mais estudado da área, foi construído ininterruptamente ao longo de mais de mil anos (3050-1750 AP aproximadamente), representando uma fase tardia da ocupação sambaquieira na região. Os demais sítios da área são menos datados, mas suas relações, em âmbito regional, são esclarecedoras. Vários sambaquis de grandes dimensões8 foram erguidos no decorrer de períodos longos, iniciando-se antes, ou por volta, de 4 mil anos atrás. As datações para Jaboticabeira I, que se referem ao topo e à base de uma porção que restou deste enor- me (mas muito destruído) sambaqui, indicam uma ocupação de cerca de dois mil anos. Assim como no seu vizinho Jaboticabeira II, não se percebe neste enorme sambaqui qualquer sinal de interrupção, ou abandono prolongado, na complexa sucessão de camadas conchíferas e estratos ricos em 8 Dados precisos sobre as dimensões da maior parte dos sambaquis aqui discutidos ainda não estão disponíveis. Para os fins deste estudo, foram considerados grandes os sambaquis cuja base exceda 200 metros em seu eixo maior, e cuja altura não seja menor que 5 metros. Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 37 sítio 38 sigla Lab ID Tipo Data Sigma Arroio da Cruz 1 ACz1 Beta 209703 Mes. mactroides 1080 60 Arroio da Cruz 1 ACz1 Beta 211732 Mes. mactroides 1160 40 Cabeçuda Cab 4120 220 Caieira Cai Isotopes 2624 carvão 710 90 Caieira Cai Isotopes 2628S concha 2770 100 155 Caieira Cai Isotopes 2628C carvão 3230 Canto da Lagoa 1 CaL1 Beta 209706 Anomalocardia 3370 70 Capivari 1 Cap1 Beta 209705 Ostrea sp. 3780 40 Carniça 1 Car1 Az 884 carvão 2400 110 Carniça 1 Car1 Az 914 concha 2550 100 Carniça 1 Car1 Az 883-2 concha 3040 50 Carniça 1 Car1 Az 917 concha 3210 150 Carniça 1 Car1 Az 912 concha 3310 150 Carniça 1 Car1 Az 918 carvão 3370 150 Carniça 1 Car1 Az 919 concha 3370 100 Carniça 1A Car1A Az 959 concha 2460 110 Carniça 1A Car1A Az 950 (956?) carvão 3275 125 Carniça 1A Car1A Lamont 1164B concha 3300 150 Carniça 1A Car1A Isotopes 2620 concha 3350 110 Carniça 1A Car1A Lamont 1164 concha 3400 150 Congonhas Co1 3270 200 Congonhas 1 Co1 Az 10650 carvão 3165 55 Congonhas 1 Co1 Az 10651 carvão 3350 85 Congonhas 2 Co2 Az 10648 carvão 2705 85 Congonhas 2 Co2 Az 10647 carvão 2740 70 Congonhas 2 Co2 Az 10649 carvão 2835 95 Congonhas 3 Co3 Az 10646 carvão 2115 50 Costão do Ilhote PCI Beta 211733 carvão 980 40 Encantada 3 En3 Beta 189712 carvão 740 40 Encantada 3 En3 Beta 189713 carvão 4320 40 Encantada 3 En3 Az 10638 Anomalocardia 4420 50 Figueirinha 3 Fig3 concha 4240 190 Galheta 1 Gal1 Beta 209708 Anomalocardia 3090 70 Galheta 2 Gal2 Beta 209709 Anomalocardia 4400 60 Galheta 2 Gal2 CENA 104, LS-10 concha 4530 70 Galheta 4 Gal4 Beta 211734 osso hum. 980 40 Garopaba do Sul GS1 Az 10032 carvão 2705 240 Garopaba do Sul GS1 Az 9888 carvão 2840 70 Garopaba do Sul GS1 concha 3450 180 Garopaba do Sul GS1 CENA LS-25 concha 3780 70 Garopaba do Sul GS1 CENA LS-27 concha 3780 70 Garopaba do Sul GS1 CENA LS-28 concha 4110 70 Ilhotinha Ita Beta 209712 Ostrea sp. 5170 60 Ilhotinha Ita Beta 209711 Ostrea sp. 5270 60 Jabuticabeira I Ja1 Az 10642 carvão 2430 125 Jabuticabeira I Ja1 Az 10641 carvão 2655 110 Jabuticabeira I Ja1 Az 10640 carvão 3995 85 Jabuticabeira I Ja1 Az 10639 carvão 4185 90 Jabuticabeira II Ja2 Az 9884 carvão 1805 65 Jabuticabeira II Ja2 Az 9885a carvão 1850 40 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 Jabuticabeira II Ja2 Az 9892 carvão 1895 185 Jabuticabeira II Ja2 Beta 195250 carvão 1950 70 Jabuticabeira II Ja2 Beta 195249 carvão 1970 40 Jabuticabeira II Ja2 Az 9900 carvão 1975 95 Jabuticabeira II Ja2 Beta 195240 carvão 2020 40 Jabuticabeira II Ja2 Az 9897 carvão 2060 85 Jabuticabeira II Ja2 Beta 195239 concha 2070 60 Jabuticabeira II Ja2 Az 9881 carvão 2075 65 Jabuticabeira II Ja2 Az 9899 carvão 2115 65 Jabuticabeira II Ja2 Az 10637 carvão 2165 75 Jabuticabeira II Ja2 Az 9895 carvão 2170 95 Jabuticabeira II Ja2 Az 9896 carvão 2170 45 Jabuticabeira II Ja2 Az 10635 carvão 2180 105 Jabuticabeira II Ja2 Az 9893 carvão 2210 60 Jabuticabeira II Ja2 Az 9883 carvão 2240 170 Jabuticabeira II Ja2 Az 9898 carvão 2270 75 Jabuticabeira II Ja2 Az 10634 carvão 2280 80 Jabuticabeira II Ja2 Az 9890 carvão 2285 45 Jabuticabeira II Ja2 Az 9891 carvão 2295 90 Jabuticabeira II Ja2 Az 10632 carvão 2310 70 Jabuticabeira II Ja2 Beta 188382 osso hum. 2320 50 Jabuticabeira II Ja2 Az 10246 concha 2335 35 Jabuticabeira II Ja2 Beta 188381 osso hum. 2340 50 Jabuticabeira II Ja2 Az 9889 carvão 2345 105 Jabuticabeira II Ja2 Az 10243 concha 2365 45 Jabuticabeira II Ja2 Az 10245 concha 2370 35 Jabuticabeira II Ja2 Az 9882 carvão 2470 55 Jabuticabeira II Ja2 Az 10244 concha 2490 35 Jabuticabeira II Ja2 Az 9894 carvão 2500 155 Jabuticabeira II Ja2 Az 10636 carvão 2655 105 Jabuticabeira II Ja2 Az 10247 concha 2795 35 Jabuticabeira II Ja2 Az 10631 concha 2855 105 Jabuticabeira II Ja2 Az 9880 carvão 2880 75 Jabuticabeira II Ja2 Az 10633 concha 2890 55 Jaguaruna 1 Jag1 Beta 209707 Ostrea sp. 3080 80 Mato Alto 1 MA1 Az 10643 carvão 2245 60 Mato Alto 1 MA1 Az 10644 carvão 2535 165 Mato Alto 2 MA2 Az 10645 carvão 4685 160 Monte Castelo MoC Beta 209715 Anomalocardia 3240 70 Monte Castelo MoC Beta 209716 Anomalocardia 3360 70 Morrinhos Mos Beta 209713 Anomalocardia 3230 70 Morrinhos Mos Beta 209714 Anomalocardia 4480 60 Morro Azul MAz Beta 190468 Ostrea sp. 4480 60 Morrote Mor Az 9887 carvão 1975 115 Morrote Mor Az 9886 carvão 2075 110 Porto Vieira 1 PV1 Beta 209710 Anomalocardia 3610 70 Ribeirão Pequeno RPq Beta 209704 Thais haemast. 2390 70 Santa Marta 1 SM1 Beta 195242 concha 3200 60 Santa Marta 5 SM5 Beta 195243 concha 4110 50 Tabela 2. Datações para os sambaquis da região da paleolaguna de Santa Marta, SC. Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 39 Figura 4. Os sambaquis datados da área de pesquisa, organizados em ordem cronológica tomando-se por referência a datação mais antiga de cada sítio. Observe-se as indicações aproximadas da variação do Nível Relativo do Mar (NRM) ao longo do período. As linhas pontilhadas nos períodos de ocupação e uso de cada sambaqui, quando presentes, referemse à cronologia estimada a partir da localização das datações disponíveis e das características estratigráficas e volumétricas gerais de cada sítio, examinados caso a caso. matéria orgânica, onde os sepultamentos estão sempre presentes. Um padrão bastante semelhante aparece no grande sambaqui de Morrinhos, onde datações de topo e base evidenciam também uma ocupação contínua de mais de mil anos. Outros sítios de proporções volumosas, para os quais o controle cronológico é insuficiente para estabelecer com precisão o período de ocupação, exibem também uma estratigrafia seqüenciada de maneira semelhante: Santa Marta III, Galheta I, Ribeirão Pequeno (com datações de topo, o que indica que a base é mais antiga), Capivari I (cuja amostra provém de uma camada próxima à base), Cabeçuda (não se sabe a proveniência da amostra datada) e Porto Vieira I (com datação também próxima à base). Tanto as características estratigráficas quanto o volume 40 impressionante destes sambaquis indicam que, evidentemente, também têm períodos de ocupação consideravelmente extensos. Datas provenientes de outros sambaquis da região apontam para uma expansão formidável no número de sítios (e, por extensão, da população sambaquieira) entre quatro e dois mil anos atrás aproximadamente. A grande amplitude cronológica de alguns deles indica que foram construídos ao longo de muitas gerações, evidenciando padrões de ocupação bastante estáveis e prolongados por toda a área de estudo. É o caso de Jaboticabeira II, melhor estudado e datado (Fish et al. 2000; DeBlasis 2005), mas também dos grandes sambaquis da Caieira e da Carniça, estudados por Hurt (1974), e das Congonhas (Beck 1972), além de Mato Alto I e Monte Castelo. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 No grande sítio da Garopaba do Sul, assentado sobre a barra-barreira, as datações disponíveis, distando entre si cerca de 200 metros, indicam que o ritmo de construção em um determinado sítio (ou parte dele) pode ser episódico, rápido e muito intenso. A datação sistemática em Jaboticabeira II aponta para o mesmo fenômeno: porções do sambaqui são construídas de maneira mais ou menos rápida, e encerradas, mesmo que a cronologia geral aponte para um padrão mais gradual, evidenciando a longa duração dos processos construtivos que têm lugar seja em um mesmo sítio (tomado como um todo), seja em âmbito regional. Importante observar que, quando Jaboticabeira II e outros começavam a ser erigidos, o sambaqui da Garopaba do Sul já exibia cerca de 22 metros de altura, com uma datação de topo de mais de 4 mil anos; sua base deve ser, portanto, bem mais antiga. A construção deste sambaqui prosseguiu por algum tempo ainda, uma vez que informes de que se dispõe sobre este gigante indicam que alcançava pelo menos 60 metros de altura. Outros sítios, também bastante antigos, são pequenos e foram construídos rapidamente, como Encantada III, Mato Alto II, Galheta II e Ponta do Morro Azul. Figueirinha III (cuja amostra, datada por Martin et al. 1988, provém do topo ou da periferia do sambaqui) encontra-se hoje completamente arrasado. Foi outro sítio pequeno, Ilhotinha, que forneceu as datações mais antigas (tanto de topo como de base), tendo sido construído em cerca de 300 anos no máximo. A localização deste pequeno sambaqui pode indicar que a ocupação da paleolaguna iniciou-se em sua porção mais interna e abrigada, em um momento em que o NRM estava em seu máximo (cf. Angulo et al. 1999), e a paleolaguna formava uma baía ampla e bem mais aberta do que hoje. As datações de Ilhotinha e outros sambaquis de menores dimensões (Encantada III, Canto da Lagoa, Congonhas III, Mato Alto II, Galheta II), com menos camadas estratigráficas (alguns, aparentemente, com apenas uma) mostram que foram erigidos rapidamente, talvez em torno de um único episódio construtivo, cuja natureza ainda não está clara. A relação entre estes sítios pequenos e aqueles maiores, em torno dos quais parecem gravitar, certamente configura uma característica interessante dos padrões de organização da sociedade sambaquieira, já que muitos deles são concomitantes. De fato, se a perspectiva cronoestratigráfica em âmbito regional torna evidente certa diacronia no momento de inauguração na construção dos vários e diferentes sambaquis da área, ao mesmo tempo indica que a persistência e longa duração destes processos em âmbito regional implicam na concomitância de vários destes sítios. Desta forma, observa-se um fenômeno de crescimento dentro do mesmo território de ocupação: o aumento no número de sítios construídos entre 4,2 e 2 mil anos atrás aproximadamente (ver Figura 4) mostra que, ao longo deste período, a ocupação da laguna conhece uma significativa expansão demográfica. Este fenômeno não parece representar qualquer ruptura aparente nos padrões econômicos e culturais da sociedade sambaquieira, que permanecem bastante homogêneos ao longo de todo o período. Sedentarismo e adensamento demográfico são reforçados também pelos dados paleopatológicos disponíveis para a população esqueletal de Jaboticabeira II (Storto et al. 1999; Okumura e Eggers 2005). Não há evidências de conflito (ver, a este respeito, Lessa e Medeiros 2001) e, ao que tudo indica, soluções econômicas e organizacionais foram «socialmente orquestradas» (Gaspar 2000:26) para dar conta deste crescimento da população sambaquieira na área. Uma mudança aparentemente repentina nos padrões deposicionais ocorre em vários sambaquis da área, onde o acúmulo predominante de conchas é substituído por sedi- Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 41 mentos ricos em matéria orgânica e carvão, o que os deixa recobertos de sedimentos bastante enegrecidos (Fish et al. 2000). Esta camada escura, ou «capa preta», parece representar uma transição para um novo «horizonte» regional, também concomitante e homogêneo, formado entre 2000 e 1500 anos AP aproximadamente e no qual, apesar das variações composicionais, tanto os processos construtivos envolvendo estruturas funerárias quanto as características tecnológicas das indústrias lítica e óssea associadas se mantêm de maneira bastante consistente. Infelizmente, este «horizonte» encontra-se bastante impactado por interferências recentes nos sambaquis (agricultura, construções, etc), sendo poucas as datações disponíveis para este período. Na esteira desta transição, após 1500 anos AP, novos sítios (Arroio da Cruz I, Ponta do Costão do Ilhote e Galheta IV, entre outros ainda não datados) vão aparecendo na linha de costa. Neles se detecta a presença de feições e estruturas um pouco diferentes, assim como vestígios cerâmicos típicos das culturas Je do planalto meridional (designados, genericamente, como Tradição Taquara), alguns também exclusivamente funerários. Assim, significativas mudanças culturais têm lugar no entorno da laguna neste período, encerrando um longo período de estabilidade e continuidade da sociedade sambaquieira e sua cultura. Estas mudanças, que parecem se iniciar por volta de 2000 e se acentuam a partir de 1500 anos atrás, envolvem importantes alterações ambientais por conta do progressivo fechamento e redução dos corpos lagunares, mas envolvem também a chegada destes novos atores no cenário regional. Em síntese, a cronologia para a região de Santa Marta indica uma ocupação permanente e de longa duração da paleolaguna, que perdurou pelo menos 4000 anos (5500-1500 AP aproximadamente) de maneira aparentemente ininterrupta. O uso contínuo por centenas de anos dos mesmos loci funerários 42 aponta para um padrão de ocupação sedentário, onde os sambaquis emergem como monumentos que representam uma relação territorial e simbólica bastante estável com um habitat familiar e perfeitamente apropriado pela cultura sambaquieira. Na medida em que novos sambaquis vão sendo datados, vai-se percebendo que desde o início da ocupação desta área se pode encontrar sambaquis por todo seu entorno, padrão que não só se mantém, mas se adensa no decorrer do período. De fato, as datações provenientes de Ilhotinha, Jaboticabeira I, Ponta do Morro Azul, Santa Marta III, Mato Alto II, Figueirinha III e Encantada III revelam que os sítios mais antigos (anteriores a 4000 anos) já se encontram distribuídos por toda a área investigada, o que se mantém para os sítios mais recentes; ou seja, esta distribuição dos sambaquis representa um padrão de ocupação territorial de longa duração, um estilo de vida adaptado ao ambiente lagunar que só viria a se alterar significativamente a partir de dois mil anos atrás aproximadamente. A evolução da paleolaguna e a ocupação sambaquieira Embora dados específicos para a paleolaguna de Santa Marta ainda não estejam disponíveis9, estudos de palinologia realizados na região sul e sudeste do país permitem algumas 9 Análise e correlação sedimentológica e palinológica, com datações, de testemunhos rasos (2,5 m) coletados na borda da porção sul da paleolaguna de Santa Marta encontram-se em desenvolvimento, sob a coordenação de Paula Garcia Carvalho do Amaral. Os resultados preliminares indicam redução relativa de plantas C4 e herbáceas, especialmente gramíneas Poaceae, no decorrer dos últimos 3500 a 2500 anos, acompanhada por sedimentação mais pelítica e orgânica e por incremento na concentração de detritos vegetais, culminando no aparecimento de turfeiras. Este quadro de resultados, ainda que incompleto e inconclusivo, permite interpretar um processo Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 aproximações. Lorscheitter (1997), analisando amostras de diversas áreas no planalto e no litoral, detecta um significativo aumento na temperatura e umidade no planalto sul-brasileiro entre 13 e 11,5 mil anos atrás aproximadamente, com evidências de transgressão marinha tomando corpo entre 7,5 e 5,9 mil anos no Rio Grande do Sul. A máxima transgressiva se situaria entre 5,7 e 4,5 mil anos, correspondendo assim ao optimum climático, que teria ocorrido por volta de pouco mais de 5 mil anos AP. O desenvolvimento e expansão das matas tropicais após 4,5 mil anos indicam contínua e progressiva regressão, aparentemente sem fases secas. Para o planalto, Behling (2003) propõe uma seqüência de fases secas e úmidas, com um período mais úmido que teria se estendido de 6 a 2,8 mil anos atrás, seguindose outra fase ainda mais úmida, até cerca de 600 anos, quando as condições hoje reinantes teriam sido atingidas. Análises antracológicas de amostras do sambaqui Jabuticabeira II indicam que entre 2500 e 1800 anos AP este sítio, situado no coração da área lagunar, estava estabelecido em meio a um ecossistema de restinga, sendo que nenhuma variação ambiental significativa foi registrada durante este período (ScheelYbert 2001b). No entanto, a ausência de variação no registro antracológico não implica necessariamente em ausência de variação climática. Trabalhos anteriores demonstraram que a vegetação de restinga é relativamente estável e resistente a mudanças climáticas, pelo menos as de pequena amplitude (Scheel-Ybert 2000, 2001b). As variações climáticas ocorridas nesta área durante o período de ocupação dos sítios e, mais ainda, as variações de NRM, podem ter influenciado a disposição da vegetação de restinga no ambiente sem que as características fitossociológicas da vegetação tenham se alterado de maneira significativa. Andreas Kneip (2004) elaborou uma aproximação para a evolução da configuração fisiográfica da área-foco deste projeto, correspondendo à paleolaguna de Santa Mar- ta. O modelo pressupõe contínuo e progressivo rebaixamento do NRM a partir de 5100 AP aproximadamente, de acordo com uma curva projetada a partir dos dados disponibilizados por Angulo et al. 2005 (Figura 5)10. Em síntese o modelo consiste, como vimos acima, no progressivo alongamento das barreiras que, a norte e a sul da «paleoilha» de Santa Marta, dominante no centro da antiga baía, fechou-a de modo gradual formando as lagunas, que concomitantemente foram sendo assoreadas pelo intenso aporte de sedimentos fluviais. Com base neste modelo Kneip (2004:82-91) formula quatro recortes de diferentes momentos do período de ocupação sambaquieira na área, aqui retomados e complementados (Figura 6; observe a indicação do NRM na Figura 4). Antes de 4000 anos AP o NRM esteve mais de 2 metros acima do atual e, com uma tendência de rebaixamento gradual e paulatina, alcançou os 2 metros por volta de 3700 AP. Pelo menos catorze sítios já lá estavam nesta época: Ilhotinha (o mais antigo, nos fundos da paleobaía), Jaboticabeira I (cuja prolongada ocupação atravessou todo o período), Ponta do MorroAzul e Mato Alto II, na porção central da região lagunar; Figueirinha III, Encantada III, o elevado sambaqui situado entre as dunas no topo do morro de Santa Marta (SM III) a cerca de 90 metros de altura, e os sambaquis I e II da ponta de restrição e assoreamento gradual da paleolaguna, com redução progressiva da influência das marés e da expressão em área de pântanos salobros, sem excluir a possibilidade de decréscimo paralelo na dinâmica e no aporte fluvial. 10 Para a sistematização destes dados, ver Kneip (2004:45-58); para uma revisão no que se refere ao comportamento do NRM no período, ver Angulo et al (2005). Cabe lembrar que o modelo aqui apresentado é apenas uma aproximação, carecendo de refinamento cartográfico e cronológico, que se espera obter com a continuidade das pesquisas. No entanto presta-se bastante bem para robustecer e ilustrar os argumentos deste artigo. Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 43 Figura 5. A curva do nível relativo do mar (NRM) projetada para a região da paleobaía de Santa Marta (cf. Angulo et al. 2005). da Galheta, ao longo da linha da costa; por fim, os grandes sambaquis estrategicamente situados da ponta da Cabeçuda, Garopaba do Sul e Morrinhos. Todos estes sambaquis estão situados sobre terreno seco no início de sua construção: baixas vertentes dos terrenos cristalinos, dunas mais antigas estabilizadas, ou ainda sobre a barreira. O mapa da região há 3200 anos mostra o progressivo fechamento e preenchimento da laguna, com a distribuição dos sambaquis datados neste período. Com o NRM por volta de 1,5 m acima do nível atual, todos eles estariam bem próximos da margem lagunar. Em torno de 2000 AP o NRM se encontra a aproximadamente um metro acima do atual. Durante todo este período (isto é, entre 4 e 2 mil anos atrás aproximadamente) percebe-se um significativo aumento no número de sítios ativos no entorno da laguna, correspondendo grosso modo ao período de ocupação dos sambaquis maiores, e mostrando o expressivo adensamento alcançado pela população sambaquieira neste período. O NRM segue baixando suavemente, estabilizando ligeiramente em torno de mil anos atrás até alcançar condições semelhantes às atualmente vigentes em época bastante recente. A deposição intensa de sedimentos trazidos pelos rios (Tubarão e Capivari, principalmente) foi reduzindo progressivamente a extensão e a profundidade da paleolaguna, até que se alcançassem as condições atuais. Esta fase coincide aproximadamente com o fim da era 44 sambaquieira, como sugerem as datações mais recentes dos sambaquis Jaboticabeira II e Morrote. A continuidade da ocupação da área é atestada pelas datações dos sítiosArroio da Cruz I, Galheta IV e Ponta do Costão do Ilhote, todos relacionados à ocupação imediatamente posterior de grupos ceramistas da Tradição Taquara. O mesmo se dá com o nível superior, também cerâmico, do sambaqui da Caieira (Hurt 1974), e ainda a datação recente, sub-superficial, de Encantada III que, embora não associada a evidências arqueológicas típicas do período mais recente, é compatível com as demais deste período. Observa-se também, mais para o final deste período, a presença conspícua de sítios Guarani por toda a região11. Examinando estas simulações percebe-se um padrão evolutivo essencial para esta análise regional. Desde cerca de 6 mil anos - quando, 11 A tradição cerâmica Taquara vem sendo sistematicamente associada aos grupos de língua Je do planalto meridional, etnograficamente conhecidos como Kaingang (ver, entre outros, Noelli 2000). Estes grupos parecem ter começado a penetrar na laguna mais ou menos na mesma época em que se percebe a desagregação do sistema sambaquieiro, por volta de 1500 AP. Por outro lado, sítios Guarani litorâneos foram datados ao sul e ao norte da área de pesquisa, atestando a presença destes grupos na região a partir de aproximadamente mil anos atrás (Lavina 1999; Farias 2006). Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 de acordo com as datações disponíveis, a área é permanentemente ocupada pelos sambaquieiros - em nenhum momento o mar se elevou acima das linhas de barreira, pontões cristalinos e paleodunas nos quais estes sítios arqueológicos se assentam, sempre à beira das antigas margens da laguna. Ao contrário, os dados disponíveis apontam para um declínio paulatino e mais ou menos regular do NRM, indicando que as transformações ambientais no interior da laguna seguiram um ritmo suave e de baixo impacto no que se refere às formações vegetais e faunísticas (malacológicas e ictiológicas, especialmente) ali presentes. Um cenário, enfim, bastante estável e previsível no que se refere à ocupação humana. Estudos antracológicos realizados no pequeno sambaqui Encantada III revelaram a presença, no interior da paleobaía, de Avicennia sp, uma espécie característica de mangue, há pelo menos 5 mil anos atrás. Esta perspectiva é reforçada pela presença de significativas camadas de Ostrea sp. em vários sambaquis da porção mais interna da laguna, inclusive Ilhotinha, o mais antigo da região.Atualmente, o limite sul para a ocorrência de mangue no Brasil se situa próximo a Laguna (28º30'), imediatamente ao norte da paleolaguna de Santa Marta (SchaefferNovelli et al. 2000), na qual hoje não mais se encontram formações de mangue. O total desaparecimento deste tipo de vegetação do litoral mais meridional pode estar relacionado com a interferência antrópica, mas tudo indica que seu gradual declínio ao longo dos últimos milênios se deve, principalmente, a mudanças ambientais. Assim, apesar do progressivo fechamento e assoreamento da paleobaía a partir do Holoceno médio, ao longo do período de ocupação sambaquieira a área lagunar manteve sempre um contato mais intenso do que hoje com o mar aberto. Somando-se a isto a presença de mangue e de certa diversidade de microambientes nos fundos e nos flancos da laguna (matizada pela inter-relação das formações de floresta, mangue, colinas e dunas), a expectativa de um ambiente bastante produtivo para grupos pescadores e coletores ao longo do período se justifica. Esta expectativa é reforçada pela forte produtividade econômica que, ainda hoje, bem mais assoreada e dessalinizada, a lagoa representa para as comunidades que vivem em seu entorno, sem falar da abundância de recursos que aparece no próprio registro arqueológico, como demonstra o estudo dos remanescentes faunísticos do sítio Jaboticabeira II (Klökler 2001). Trata-se daquele tipo de ambiente misto, estuarino-lagunar, onde se dá o fertilíssimo encontro entre o mar e a água doce, cuja produtividade já foi usada para justificar a emergência de padrões de sedentarismo e complexificação sócio-cultural em outras regiões (e.g. Yesner 1980; Testart 1982; Arnold 1996, entre outros). Portanto, durante todo o período de ocupação sambaquieira nesta área, apesar da progressiva redução dos corpos d’água, o assoreamento intensivo e a conseqüente modificação na distribuição das formações vegetais e malacológicas envolvidas neste processo, a configuração geral do ambiente lagunar permaneceu bastante estável do ponto de vista da ocupação humana, sobretudo no sentido de que se manteve bastante produtiva e também navegável, um cenário bastante favorável para a longa duração dos padrões de organização espacial e territorial dos sambaquis. Com o paulatino abaixamento do nível do mar e a regressão e fechamento das barreiras litorâneas, assim como o intenso assoreamento das lagunas, parece ter havido não apenas a redução geral dos corpos d’água, mas também sua progressiva dessalinização, o que talvez possa explicar o declínio da presença de mangue e da disponibilidade de algumas espécies malacológicas nas lagoas, especialmente os berbigões e as ostras12. Este processo, que teria se acentuado a partir de aproximadamente 2000 anos atrás, pode estar associado às mudanças nas características 12 Conforme sugerido por Levy Figuti (com. pessoal). Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 45 deposicionais, descritas mais acima, em alguns sambaquis da região, como Jaboticabeira II e Morrote, onde conchas são substituídas por sedimentos na construção dos sítios. Seja como for, as características destes fenômenos – tanto o natural como o cultural - ainda estão por ser mais bem detalhadas. Assim, apesar do dinamismo que caracterizou a evolução do sistema deposicional baía-laguna nesta região nos últimos 5 mil anos - com o progressivo aprisionamento e redução dos corpos aquáticos, a expansão e retração dos manguezais, a aparente redução na oferta de recursos malacológicos e ainda, provavelmente, variações também na distribuição das coberturas vegetais - a descida contínua e mais ou menos regular do nível médio do mar teria propiciado condições ambientais bastante estáveis ao longo de todo o período, particularmente quando vistas sob a perspectiva de sociedades profundamente adaptadas a ambientes aquáticos. Ou seja, apesar de variações na disponibilidade de certas espécies e na distribuição geral dos recursos, a região foi, durante todo o período da ocupação sambaquieira, uma área de grande produtividade, concentrando recursos diversificados e, portanto, sempre capaz de prover sustento material, de maneira contínua e abundante, para comunidades de pescadores que em seu entorno se instalaram ao longo de mais de quatro milênios. Mais ainda, apesar de oscilações da linha de costa e das constantes variações distributivas dos recursos animais e vegetais (tanto na laguna como em terra firme), a estrutura da paisagem se manteve praticamente inalterada. Os ressaltos geográficos e sua fisiologia, os principais tipos de cobertura vegetal existentes, a relação dos sítios com a laguna, as características gerais de territorialidade e navegabilidade (tal como se poderia pensar a partir do cenário ambiental), também permaneceram estáveis ao longo de todo o período. Tais condições certamente favoreceram a continuidade de ocupação e a 46 estabilidade econômica que, como indicam os sítios permanentemente ativos por vários séculos, os grupos sambaquieiros do entorno da lagoa usufruíram ao longo deste período. Esta estabilidade parece se refletir na longa duração das características sociais, culturais e simbólicas que se apresentam incorporadas fisicamente nos próprios sambaquis e sua relação estrutural com a paisagem regional13. Para um padrão de assentamento sambaquieiro Uma primeira observação importante, já apontada, é a formação de agrupamentos de sambaquis em loci específicos da paisagem, como já se percebe na Figura 1. Tais agrupamentos transparecem na própria designação dos sítios: Carniça I, II, e III e IV, Santa Marta I, II, III, IV e V, Figueirinha I, II e III, etc, e logo a primeira vista se nota que se encontram distribuídos no entorno da (paleo) laguna de Santa Marta e suas «ilhas». Em boa parte destes locais percebe-se que se trata de um grande sambaqui cercado de estruturas de menores dimensões. São bons exemplos Figueirinha I, com II e III nas proxi13 A relação profunda que a sociedade sambaquieira tem com a laguna, tal como apontada acima, não deve ser percebida como uma relação de caráter determinista. Embora seja impossível desvincular deste ambiente certas características formais (e mesmo estruturais) da cultura sambaquieira, tal como aparecem na iconografia de suas representações escultóricas (Gaspar 2000; DeBlasis 2005) ou nos próprios sambaquis, seria no mínimo ingênuo, talvez mesmo temerário, supor que tais características, por si só, pudessem explicar ou justificar os processos de complexificação social que tiveram lugar na laguna. As soluções de articulação social e política que ali emergiram foram, certamente, resultado de negociações e arranjos inter-grupais que, por ora, apenas se começa a vislumbrar. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 midades; Carniça I, o famoso sambaqui gigantesco (hoje quase totalmente destruído), ele próprio duplo (Hurt 1974), cercado por vários outros; ou ainda a concentração de cinco sítios na área do pontão de Santa Marta, cujos arredores sempre estiveram acima das oscilações do nível das águas do mar e da laguna. Este padrão distributivo é mais claro ao longo da linha de costa, sobre o sistema barra-barreira, onde os agrupamentos exibem um espaçamento mais linear, acompanhando a própria barreira arenosa. Os sítios do interior da baía distribuem-se mais em função da configuração dos anfiteatros e baías naturais formados pelos recortes da antiga linha de costa, as encostas das serras e «ilhas» isoladas, onde as comunidades ali instaladas teriam acesso fácil a recursos mais diversificados e água doce abundante. Na Figura 6 pode-se examinar os padrões de repartição espacial do território no entorno da laguna ao longo do tempo, tendo como base Figura 6. Recortes da evolução da paleolaguna de Santa Marta, com os sambaquis datados no período (os sítios em branco são os que já existiam desde o período anterior). Cada recorte é uma aproximação da configuração paleogeográfica da área de pesquisa correspondente às linhas do NRM indicadas na figura 4. Os polígonos sugerem características de repartição territorial presentes na área para cada recorte/período. A área média dos polígonos de cada imagem, em ordem cronológica, é 79 km2, 64,63 km2 e 47,4 km2 respectivamente, evidenciando crescente circunscrição territorial na área da laguna ao longo do período de ocupação sambaquieira. O cálculo não foi efetuado para o período mais recente devido às distorções geradas pela pouca quantidade de datações disponíveis para este período. Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 47 os recortes da evolução ambiental da laguna discutida acima e a localização dos sambaquis datados até cada um destes momentos. A aplicação de polígonos de Voronoi ou Thiessen (Hodder e Orton 1976) para examinar a distribuição espacial destes sambaquis deixa muito claro que ao longo de todo o período a laguna configura-se como o epicentro do universo sambaquieiro, sua área de interação social e esfera econômica de uso comum, território compartilhado. Nota-se também um progressivo aumento da circunscrição territorial na região da laguna, em função da expansão no número de sítios, ao longo do período. Neste sentido Kneip (2004) sugere mesmo ter havido um paulatino deslocamento dos sambaquis mais recentes, acompanhando a progressiva redução dos corpos d’água. A permanência deste padrão distributivo confirma não apenas a longa duração deste sistema de assentamento da cultura sambaquieira, mas também a dos padrões de organização social e econômica que o explicam. Uma análise da área de influência imediata, ou direta, de cada agrupamento de sambaquis (representadas por círculos na Figura 7) foi elaborada elegendo-se 14 deles, a partir de critérios baseados em volume, longevidade e localização estratégica, como sítios principais, em torno dos quais vários dos demais, secundários, se articulam. Novamente nota-se a disposição circular em torno da laguna, reforçando o que foi dito acima. O que se percebe não são territórios individualizados para cada agrupamento de sítios, mas sim uma ampla superposição territorial, apontando claramente para padrões de interação e articulação destas comunidades sambaquieiras no entorno da laguna, lugar central do universo econômico e social sambaquieiro (Figura 7a). Neste sentido, como sugere a Figura 7b, cada um destes agrupamentos de sambaquis representaria um foco nuclear – social, não apenas geográfico - de ocupação e adensamento demográfico, marcos territoriais, referências locacionais e de identidade para comunidades sambaquieiras dispersas no entorno da laguna. Esta configuração circum-lagunar, juntamente com a cronologia disponível que atesta a longa duração destes sambaquis, aponta para a existência de comunidades sedentárias que, com o tempo, foram crescendo e se desenvolvendo no entorno da laguna, espaço e domínio comum e epicentro da vida (e da morte) sambaquieira. De quanta gente se está falando? Seguem apenas algumas inferências preliminares, pois os parâmetros demográficos são ainda frágeis. Figura 7. Características locacionais dos sítios principais da área de pesquisa em torno de 3000 anos atrás aproximadamente. As áreas de influência direta de cada um deles aqui exibidas (círculos) têm 5 km de diâmetro (na imagem à esquerda) e 3 km (à direita). Observe, respectivamente, a superposição territorial e o padrão circum-lagunar. 48 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 Como se viu acima, a distribuição dos agrupamentos ao longo do tempo aponta para uma progressiva circunscrição territorial ao longo do período e ocupação da área. Por outro lado Fish et al. (2000), com dados de Jaboticabeira II, mas também de Castro Faria (1952), Hurt (1974) e Bryan (1993), sugerem a cifra de 0,137 sepultamentos por metro cúbico para este sítio, algo em torno de 43.000 pessoas ali sepultadas ao longo de cerca de mil anos. Esta cifra implica em uma densidade demográfica considerável para a população sambaquieira envolvida tão somente com este único sitio; ao considerar toda a área da paleolaguna de Santa Marta as cifras expandem-se de maneira quase assustadora, levando-se em conta a quantidade de sambaquis e as dimensões gigantescas de vários deles – mesmo admitindo que nem todos tenham finalidades exclusivamente funerárias. As características volumosas, freqüentemente monumentais, que os sambaquis desta região foram adquirindo ao longo de vários séculos, implicam considerar a questão do significado destas estruturas. Em primeiro lugar, estudos detalhados em Jaboticabeira II (Fish et al. 2000) indicam que os sambaquis configuram um espaço ritualizado relacionado aos mortos, e não direta ou imediatamente vinculado às atividades cotidianas dos vivos, das quais não se encontra neles evidências claras ou inequívocas. Conclui-se, portanto, que os sambaquis são construídos, principalmente, em função de seu significado simbólico, que assume sua razão essencial de ser. Definitivamente, não parece se tratar de sítios onde se realizam atividades cotidianas (aqui entendidas como a produção das atividades normalmente relacionadas à manutenção e reprodução física e econômica do grupo social: pescar, coletar, caçar, tecer, fabricar utensílios, etc); ao contrário, as evidências disponíveis apontam, claramente, para um cenário onde ocorrem essencialmente atividades rituais relacionadas ao culto aos mortos, aos ancestrais14. Tendo em vista, pois, o caráter funerário que estes sítios exibem em sua grande maioria, pode- se dizer que os sambaquis preservam a memória dos ancestrais. O fato de terem sido construídos nos mesmos locais de maneira intencional, recorrente e incremental por longos períodos implica um vínculo essencial entre a sociedade sambaquieira e seus antepassados, assim como com um determinado território. Neste sentido, estes sítios sagrados, reiteradamente sacramentados através de cerimônias funerárias fortemente ritualizadas, constituem referências de profundo significado simbólico para seus construtores, significado este que não apenas dimensiona esferas de influência social e territorial como, por seu caráter longevo, perpetua uma visão de mundo própria da cultura sambaquieira. Sua onipresença aponta o caráter domesticado da paisagem lagunar, onde a presença diuturna dos mortos e suas conexões cosmológicas imiscuem-se na vida cotidiana da sociedade sambaquieira15. Uma análise de visibilidade, baseada nas altitudes e localização destes mesmos 14 Cabe observar que certas características, em geral pouco diferentes das aqui descritas, foram consideradas evidências habitacionais em outras áreas, como já foi dito. Por outro lado, alguns sítios pequenos, como Encantada III, que não são estruturas funerárias, tão pouco exibem características que podem ser descritas como áreas de atividade, sendo na verdade ainda pouco compreendidos. Este é um assunto que, na verdade, demanda investigações mais aprofundadas. 15 Esculturas com forma animal e uma cavidade ventral (os zoólitos), soberbamente esculpidas segundo regras estilísticas bastante rígidas, são ocasionalmente encontradas associadas a sepultamentos específicos, sugerindo algum tipo de diferenciação social (Prous 1992; Gaspar 1998). Estes artefatos foram recentemente interpretados como parafernália de uso ritual relacionando animais e entidades mitológicas específicas, parte essencial de uma estrutura ideológica religiosa de expansão macro-regional entre as sociedades sambaquieiras do litoral sul brasileiro (De Blasis 2005). Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 49 sambaquis principais, quase sempre centrais para cada agrupamento, novamente aponta a lagoa como a área central do sistema de assentamento sambaquieiro, a área comum para a qual todos eles estão voltados (Figura 8). É, também, a área de onde grande parte deles, especialmente os maiores, pode ser vista concomitantemente. Os sambaquis reconhecem-se uns aos outros no cenário lagunar onde estão instalados, onde distintas comunidades e seus ancestrais encontram-se assinaladas por marcos territoriais de caráter monumental, ampla e facilmente reconhecíveis. Algumas considerações acerca da economia e organização social dos sambaquieiros Como se viu acima, os dados disponíveis para esta área da paleolaguna de Santa Marta apontam para um padrão de interação e articulação das comunidades em âmbito re- gional, padrão este que permaneceu ativo por vários milênios. Além de aspectos sociais envolvendo parentesco, religião e outros fatores, tal distribuição dos assentamentos implica que esta interação se dá também, talvez principalmente, em torno das atividades econômicas mais importantes, elas próprias focadas na laguna. De fato, parece certo que o sistema de assentamento sambaquieiro é totalmente voltado para as áreas lagunares, já que as prospecções arqueológicas não têm encontrado seus vestígios em terra firme para além da planície quaternária e seu entorno imediato, e espécies marítimas não são quantitativamente relevantes no registro arqueofaunístico da região. Vários autores (Bandeira 1992; Figuti 1992, 1993; Figuti e Klökler 1996, entre outros) já apontaram a importância central da pesca na economia destas populações litorâneas ao longo de toda a era sambaquieira, alguns deles destacando Figura 8. Mapa de visibilidade produzido a partir de 14 sítios principais (os mesmos da figura anterior). Note como a zona central desta região lagunar configura o epicentro das comunidades situadas em seu entorno: área que todas podem ver, e de onde todas são vistas. 50 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 evidências de sedentarismo bastante consistentes (pe. Gaspar 1991; De Masi 2001). Klökler (2001), através de estudos zooarqueológicos sistemáticos dos sedimentos que compõem o sambaqui Jaboticabeira II, não apenas aponta para a pesca como atividade principal de subsistência dos sambaquieiros desta região, como também mostra a predominância de espécies que provavelmente foram capturadas através de estratégias de pesca desenvolvidas no interior da laguna. As características tipológicas da indústria osteológica presente nestes sítios (que podem ser vistas em Prous 1992) também parecem indicar uma economia predominantemente pesqueira, com o uso de redes e canoas. A constatação de que a pesca constitui a atividade econômica central do povo do entorno da lagoa naturalmente não significa que desprezem os recursos malacológicos, tão abundantes na laguna - e nos próprios sambaquis. Talvez constituíssem um complemento alimentar, como ocorre hoje em dia (Gaspar 2005), e pode ser também que tenham servido para mitigar crises de escassez, como sugere Yesner (1980). Por outro lado, parecem ter tido um papel essencial na composição dos rituais funerários que tiveram lugar nos sambaquis, assim como constituíram um excelente material construtivo (muito especialmente os berbigões, e eventualmente as ostras) para lhes agregar volume e monumentalidade. Claro está que a idéia de que cada sambaqui reflete a disponibilidade dos recursos do entorno imediato, tão comum na literatura, não se sustenta: não apenas as conchas podem ser armazenadas e remobilizadas (ver, a este respeito, Gaspar 2005) como, para estes grupos canoeiros, transportar volumes consideráveis por distâncias também consideráveis é totalmente viável, através do território aberto e integrativo representado pela própria laguna. Tanto as áreas florestadas das restingas e das encostas, assim como os manguezais que parecem ter sido abundantes na área, disponibilizavam recursos vegetais e animais variados e acessíveis. Os dados antracológicos apontam, como se viu acima, para a presença de formações de mangue e restinga na laguna, quando esta se encontrava mais aberta e, possivelmente, com um clima um pouco mais quente do que hoje; justificam, assim, a expectativa de uma produtividade ainda maior que a atual, tanto no que se refere à população de moluscos quanto à de peixes e outras espécies do mangue. A exuberante quantidade de conchas presentes nos sambaquis da região, incluindo berbigões e ostras com dimensões impressionantes, só faz reforçar esta interpretação16. Embora não haja dados arqueológicos que sustentem tal hipótese, pode bem ser que a laguna tenha se configurado como área de intensificação econômica daquelas comunidades, seja no manejo/criação de peixes, seja de camarões, como ocorre hoje em dia. Estes últimos, apesar de abundantes na laguna atualmente (e, muito provavelmente, também no passado), não parecem ter deixado traços no registro arqueológico. Cabe lembrar a presença abundante, e freqüente, de aves de arribação, um recurso nada desprezível ainda hoje existente na laguna, e cujos restos aparecem, ainda que discretamente, no registro arqueológico de Jaboticabeira II (Klökler 2001). Por fim, mas não menos importante, deve-se registrar a presença de espécies terrestres no registro arqueofaunístico: partes (nunca um indivíduo completo) de antas, pacas, macacos, entre outras espécies, aparecem com certa freqüência, geralmente junto aos 16 Vários dos sambaquis e/ou camadas mais antigas são formados(as) quase que exclusivamente por ostras, muitas delas de dimensões avantajadas (decimétricas), sugerindo um ecossistema de mangue bastante produtivo e talvez, no início da ocupação sambaquieira na área, largamente inexplorado. Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 51 sepultamentos. Ainda que não tenham um peso importante na dieta dos sambaquieiros, sua inserção em contextos rituais nas áreas funerárias parece ser bastante significativa – aspecto este que não será tratado aqui. De qualquer forma sua presença indica, no mínimo, que as áreas florestadas do entorno da laguna eram parte integral do território sambaquieiro e tinham um papel importante em sua economia. Os estudos antracológicos apontam na mesma direção. A análise de um perfil de Jaboticabeira II mostra que o sítio estava inserido, provavelmente, na floresta de restinga (Scheel-Ybert 2001b). A presença de restos de madeira provenientes da restinga aberta e da Mata Atlântica comprova que estes ambientes faziam parte do território habitual do grupo. Embora nenhum fragmento de planta típica de mangue tenha sido encontrado neste sítio até o momento, a presença de ostras, inclusive exemplares portando as marcas de fixação a raízes, atesta a ocorrência de mangue na região. Apenas para lembrar, uma espécie típica de mangue, Avicennia sp, foi encontrada em outro sambaqui desta região, Encantada III, situado a cerca de 5 km de Jaboticabeira II. A indústria lítica também parece ter tido importância considerável na economia sambaquieira, tanto na produção de artefatos decisivos para sua adaptação ao ambiente lacustre - como por exemplo os machados e cunhas, utilizados na lida com madeira, especialmente na fabricação das canoas quanto para o processamento de alimentos vegetais, como os almofarizes, pilões e quebra-coquinhos, assim como uma variedade de manos (ou pedras-de-mão: batedores, socadores, etc) e mãos-de-pilão de diversos tamanhos e formas encontrados em grande número nestes sítios (ver, por exemplo, Prous 1992; Bryan 1993). De fato, evidências da importância significativa dos recursos vegetais na economia sambaquieira, 52 inclusive provenientes de atividades protoagrícolas, começam a se avolumar (Tenório 1991; Wesolowski 2000; Scheel-Ybert 2001a; Scheel-Ybert et al. 2003; ver Iriarte 2003 para evidências de cultivo e complexificação social nos cerritos do Uruguay). Assim a constatação, no futuro próximo, de que o cultivo incipiente de alimentos vegetais desempenhou um papel significativo nas características sedentárias e na notável expansão demográfica das sociedades litorâneas a partir de meados do Holoceno não deverá ser recebida com surpresa. As evidências até agora reunidas sobre o ambiente lagunar e suas áreas limítrofes, florestadas, suportam perfeitamente a hipótese de que a laguna poderia sustentar um contingente populacional bastante significativo. Enfim, tanto o registro arqueológico quanto as evidências etnoarqueológicas preliminares já reunidas indicam que a laguna (e seu entorno) teve (e ainda tem) uma capacidade de suporte extraordinária, suficiente para manter uma considerável densidade populacional de características sedentárias, permanentes. Produziria, ainda, excedentes suficientes para possibilitar as vultosas quantidades de alimentos utilizadas nos rituais funerários. especialmente se tecnologias de manejo e estocagem estiverem envolvidas. De uma perspectiva sociológica, a investigação desenvolvida por Gaspar (2005) junto a algumas comunidades tradicionais de pescadores que ainda hoje vivem na região revela o enorme potencial da laguna e seu papel essencial na subsistência. De fato, as lagoas remanescentes continuam bastante produtivas, tanto para a pesca como a coleta de camarões, e a própria coleta de moluscos não é nada desprezível. Isso possibilita sugerir algumas analogias úteis para interpretar o padrão de ocupação sambaquieiro da paleolaguna. Em primeiro lugar a pesca com rede, muito mais produtiva, é sempre realizada em grupo, seja na laguna Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 ou em mar aberto, existindo uma articulação comunitária em torno da produção da subsistência nestas áreas lagunares, baseada tanto nas relações de parentesco quanto na convivência comum (vizinhança). Em segundo lugar, as comunidades do entorno das atuais lagoas são socialmente equivalentes, iguais, não apenas reconhecendo-se mutuamente como também partilhando intensas relações sociais envolvendo parentesco, trabalho e festejos (santos padroeiros, casamentos, etc). Mesmo que a vida cotidiana destas comunidades sempre tenha incluído grande mobilidade intra-regional, migrações sazonais para o planalto ou outras regiões costeiras nunca foram parte do seu estilo de vida e sua subsistência tradicional. Projetando-se estes parâmetros básicos para o passado, é evidente que a disposição dos assentamentos sambaquieiros aponta nitidamente para a laguna como área privilegiada de atuação e interação econômica e social, leitura esta reforçada pela concomitância e grande homogeneidade cultural partilhada por todos os sambaquis da área. Este padrão cultural, se por um lado teve uma longa duração na região, por outro lado parece ter-se iniciado ali como uma forma cultural já bastante bem articulada e estruturada desde o início, indicando que não se trata de uma ocupação autóctone. Indica, também, uma origem mais distante no tempo – o que datações mais antigas, sobretudo no litoral sul de São Paulo (Calippo 2004; Figuti et al. 2004), só fazem reforçar. Se a hipótese de que os agrupamentos de sítios encontram-se relacionados a comunidades de alguma forma diferenciadas e autônomas estiver correta, esta distribuição homogênea reforça uma perspectiva basicamente igualitária entre comunidades face a face, um modelo de interação circular. A noção de que a lagoa é o espaço econômico estruturador da subsistência sambaquieira, seu habitat natural, reforça mais ainda a perspectiva de uma paisagem fortemente antropizada, marcada pela circulação e interação intensas através da lagoa, espaço comum de circulação, compartilhado em termos econômicos, marcado pelas áreas de pesca. Esta organização se reflete na configuração de suas aldeias dispostas de maneira circular em torno de um «território» que, afinal, parece ter mais água que terra. Parece bastante razoável que estes agrupamentos constituam núcleos socialmente consistentes, unidades (aparentemente) não hierárquicas de organização territorial e política da sociedade sambaquieira. Assim, os sambaquis representariam verdadeiros marcos territoriais associados a grupos específicos (possivelmente linhagens) cuja expressividade demográfica e/ou política seria suficiente para justificar a construção de um mesmo conjunto de sambaquis por várias gerações. Neste sentido, a idéia de visibilidade introduzida mais atrás pode adquirir um sentido adicional: do alto de um sambaqui de maiores proporções seria possível controlar praticamente todo o território a ele afeto, dominar as áreas de pesca (ou produção) gerenciadas exclusivamente (ou principalmente) pelo grupo por ele representado. É possível que as diferenças nas dimensões dos sambaquis, em associação à sua distribuição regional, representem assimetrias demográficas, ou então um padrão de hierarquização social ou política. Entretanto, evidências de desigualdade social a partir da parafernália funerária são ainda discretas e inconclusivas. A vasta maioria dos mais de cem sepultamentos provenientes de Jaboticabeira II traz variações bastante discretas, seja em termos de sexo, idade ou status social; o mesmo acontece com relatos de outras escavações (Prous 1992; Lima 2000). Há, entretanto, alguns poucos indícios: seria o indivíduo exumado por Hurt (1974) na base do sambaqui da Carniça, recoberto por uma camada de argila pintada em cores vivas, um «principal»? Se- Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 53 ria o indivíduo acompanhado por vários zoólitos, exumado por Tiburtius (Prous 1992) no sambaqui da Enseada (litoral norte catarinense), também um «principal», ou quem sabe um líder espiritual? É certo que estes sepultamentos mais elaborados, bastante raros, distinguem-se sobejamente da grande maior parte dos enterramentos exumados nos sambaquis, onde o mobiliário funerário é mais discreto, ou mesmo ausente. Embora estudos de variabilidade e paleopatologia da população esqueletal dos sambaquis estejam sendo feitos (Storto et al. 1999; Okumura e Eggers 2005), os indícios ainda não são suficientes para detectar com clareza padrões de diferenciação social entre os sambaquieiros. Aparentemente, as ligações políticas são tênues, com base nas comunidades e linhagens locais: não há evidências de qualquer aparato que reflita um poder central, ou um lugar central na organização sóciopolítica sambaquieira – o lugar central, como se viu, é a laguna, pelo menos de um ponto de vista geográfico. A ênfase dada ao ritual funerário (os próprios sambaquis) e ao aparato de cunho mítico-religioso (em especial, os zoólitos e outros artefatos polidos sofisticados) sugere que, se as ligações políticas são tênues, estruturas religiosas associadas a ancestrais míticos podem ter assumido a função de viabilizar e vetorizar a estabilidade social e a integração pacífica entre as diversas comunidades sambaquieiras. A grande dispersão da ocorrência de zoólitos, do litoral paulista até o Uruguai, pode bem dar uma idéia do largo alcance territorial de um sistema religioso que, aparentemente, não dependia de estruturas políticas, mas medrava em um ambiente social bastante homogêneo, tanto cultural quanto, possivelmente, também lingüístico. Concluindo, embora os dados disponíveis ainda sejam insuficientes para a formulação de interpretações detalhadas, o modelo de ocupação regional aqui esboçado aponta para 54 um sistema com características organizacionais aparentemente heterárquicas, comunidades face a face organizadas sem evidências claras de hierarquização dos assentamentos, ainda que alguns indícios eventualmente apontem na direção contrária. Este é um tema para o qual, sem dúvida, novas pesquisas poderão trazer muitas novidades. Sambaquis, memória e paisagem A visibilidade dos sambaquis, e a partir deles (Figura 8) pode fornecer uma imagem deste sistema regional. Circulando de canoa pela (paleo)laguna, vêem-se sambaquis de todos os lados: eles estão em toda a parte, mais ou menos visíveis, segundo seu porte. Tratase de uma paisagem fortemente antropizada: ver-se-iam muitas outras canoas, gente circulando, pescando, coletando moluscos e camarões, aldeias assentadas sobre suas margens. Trata-se de uma paisagem também intensamente ritualizada, pois em toda a parte estas atividades cotidianas têm lugar à sombra dos monumentos altaneiros, assegurando aos habitantes locais seu direito ancestral à lagoa e à vida. A partir desta perspectiva pode-se considerar que os sambaquis conferem ordem e sentido cultural ao mundo natural, na forma de uma ligação intensa (atávica) com um determinado território, e explicitam a socialização da natureza de forma expressiva e contundente. Mais que isso, ao integrar a socialização do mundo a ancestrais cujos antepassados míticos estão ligados ao mundo natural e sobrenatural (DeBlasis 2005), os sambaquis eventualmente representam evidências de um processo de transformação do fato natural em artefato cultural. Quando hoje se sobe a um destes enormes sambaquis da região da paleolaguna de Santa Marta, vê-se uma esplêndida paisagem onde, aqui e acolá, despontam os sambaquis. E, se a paisagem é feita de lagoa emoldurada Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007 de montanhas escarpadas ao fundo, com dunas sempre a caminhar com o vento ao longo da linha de praia e pontões rochosos altaneiros, imiscuídos neste cenário também estão camadas de memória social involucradas nos próprios sambaquis. Se o cenário que dos altos se descortina é produto dos eventos da história natural, o é também da história cultural, da história dos sambaquieiros, tão inscrita ali quanto a história das próprias dunas - que se misturam aos sambaquis tanto quanto eles se misturam às dunas. Neste sentido, os mitos e a memória preservados nos sambaquis são, como se viu, extraordinariamente longevos; talvez não seja por acaso que se tenha hoje sambaquis para ver, e não outros assentamentos cotidianos dos sambaquieiros. Dir-se-ia que aquele povo desenvolveu um esforço claramente intencional em codificar e consolidar sua memória, sua mitologia, em estruturas que, em uma escala muito ampla, extrapolaram sua própria existência. Para entender os sambaquieiros, tudo o que se tem a fazer é decodificar a narrativa simbólica codificada nos sambaquis. Pesquisar os sambaquis é, portanto, como diria Simon Schama (1996:28), percorrer a «trilha da memória social» do povo sambaquieiro, reacessando, assim, arqueologicamente, um fragmento do espaço/tempo da humanidade bem no centro da lagoa, em pleno litoral sul catarinense. Concluindo, o modelo aqui avançado, ainda pleno de lacunas é verdade, mas consistente com os dados disponíveis, fala de comunidades de pescadores construtores de sambaquis, sedentárias e bem articuladas socialmente, perfeitamente adaptadas à paisagem estável (ainda que cambiante) do Quaternário recente. Estas sociedades alcançaram uma densidade demográfica muito mais expressiva do que se reconheceu até bem recentemente, e também padrões de organização social que vão muito além da idéia de pequenos bandos de famílias nômades que orientou, também até bem recentemente, as interpretações arqueológicas sobre os sambaquis do Brasil. 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Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar 61 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007 OS SIGNIFICADOS DOS SISTEMAS TECNOLÓGICOS: CLASSIFICANDO E INTERPRETANDO O VESTÍGIO CERÂMICO Juliana Salles Machado Programa de Pós Graduação em Antropologia Social, Museu Nacional, UFRJ Este artigo propo uma reflexão acerca do tecnologia a fim de explicitar as orientações teóricometodológicas que têm embasado as análises de vestígios cerâmicos. O embasamento antropológico dos conceitos utilizados na arqueologia sobre esse tema servirá como base para discutirmos até que ponto eles podem nos ajudar a melhor compreender a sociedade que se pretende estudar. Em seguida, enfoca como o conceito de tecnologia foi apropriado e aplicado na arqueologia brasileira, dando especial ênfase aos trabalhos realizados na região amazônica. O final do artigo aponta alguns exemplos que representam abordagens alternativas para a análise de vestígios cerâmicos em contextos amazônicos. En este artículo se propone una reflexión sobre la tecnología para explicitar las orientaciones teórico-metodológicas que han sostenido el análisis de los restos ceràmicos. Las bases antropológicas de las nociones usadas en arqueología en relación con este tema ayudan a entender mejor la sociedad estudiada. El artículo muestra cómo fueron apropiados esos conceptos y aplicados en la arqueología brasileña, con énfasis en trabajos realizados en la región amazónica. Los ejemplos discutidos representan enfoques alternativos para el análisis de los vestigios cerámicos en contextos amazónicos. This article proposes a reflection on technology to make explicit the theoretical/methodological orientations that have substantiated the analysis of ceramic remains. The anthropological basis of the notions used in archaeology related to this theme helps to better understand the society under study. The paper focuses on how these concepts were apropriated and applied in Brazilian archaeology, emphasizing works carried out in the Amazon region. The exemples discussed represent alternative approaches for the analysis of ceramic remains in Amazonian contexts. Palavras-chave: tecnologia, Amazônia, classificação cerâmica / Palabras clave: tecnología, Amazonia, clasificación cerámica. Recebido: junho 17, 2006; aceito: novembro 21, 2006 / Recibido: junio 17, 2006 ; aceptado: noviembre 21, 2006 . Introdução A corroboração ou refutação dos modelos gerados para explicar as formas de organização social em tempos pré-coloniais está pautada não apenas no acúmulo de dados empíricos, mas também nos pressupostos teóricos e implicações metodológicas implícita ou explicitamente adotados. Na tentativa de extrapolar o potencial explicativo do reconhecimento de Fases e/ou Tradições arqueológicas historicamente definidas para os vestígios cerâmicos na arqueologia brasileira, propomos uma releitura dessas mesmas abordagens, oferecendo vieses interpretativos que nos permitam ir além dessas inferências. Apresentaremos uma discussão acerca das distintas visões de tecnologia e sua relação com o embasamento antropológico das noções de cultura que entremeiam diferentes modelos interpretativos. A fim de encaminhar tal discussão contrapomos basicamente duas perspectivas teóricas: a tecnologia como ferramenta mediadora da relação homem-meio ambiente e a tecnologia como construção social. Enfocaremos nossa discussão principalmente na última perspectiva, pautando-nos em noções como a teoria de design (Schiffer e Skibo 1992, 1997) e os conceitos de sistema tecnológico (Lemmonier 1986, 1992), cadeia operatória (Leroi-Gourham 1971) e agência (Lemmonier 1992; Dobres 2000; Ingold 2001). A adoção da noção dinâmica de tecnologia representa uma tentativa de nos aproximarmos dos significados sociais atrelados às escolhas individuais realizadas no decorrer do processo produtivo. A fim de discutir a aplicação de tais idéias no contexto arqueológico apresentamos, ao final, tanto as variáveis envolvidas nesse processo de seleção, quanto as conseqüências dessas escolhas para o sistema tecnológico (continuidades e mudanças). Tal questão é importante para discutirmos até que ponto elas podem nos ajudar a melhor compreender a sociedade em estudo. Juliana Salles Machado Os temas abordados ao longo desse artigo parecem inspirar poucas discussões no cenário atual da arqueologia brasileira, principalmente da arqueologia amazônica. Apesar de todas as dificuldades em se trabalhar nesse contexto devido a pouca preservação dos vestígios orgânicos, difícil acesso e pouca infra-estrutura, a arqueologia amazônica vem crescendo enormemente desde a década de 90 e mostrando um sensível aumento na quantidade de pesquisas e dados acumulados (Heckenberger et al. 1999; Neves 2000, 2003; Guapindaia 2001; Pereira 2001; Costa 2002; Donatti 2002; Gomes 2002; Lima 2004; Schaan 2004; Machado 2005b). No entanto, apesar dos inúmeros dados acumulados e do aprofundamento de estudos de caso em diversas áreas da região, tal crescimento não tem sido acompanhado de uma reflexão crítica dos conceitos classificatórios utilizados e as bases teórico-metodológicas que os pautam (Schaan 2005; Machado 2005b). Longe de ser uma tarefa resolvida, a classificação artefatual no Brasil e mais especificamente na Amazônia é um tema ainda muito pouco discutido. Tendo isso em vista, nesse artigo pretendemos esboçar de forma preliminar como o conceito de tecnologia foi utilizado na criação de modelos interpretativos no Brasil e, mais especificamente no contexto amazônico, apresentando, ao final, alguns exemplos que podem nos oferecer abordagens alternativas para análises desses vestígios em contextos amazônicos. Compreendendo tecnologias: novas e velhas perspectivas A visão tradicional de tecnologia, dominante no cenário arqueológico e antropológico ainda atualmente, pauta-se em uma perspectiva adaptativista, na qual a tecnologia assume o papel de mediadora entre o homem e o meio, uma resposta a questões ambientais relacio63 nadas a problemas básicos de sobrevivência. Tal perspectiva deixa transparecer uma visão extremamente positivista, que pressupõe níveis de respostas que vão de ineficientes a óptimas. Nessa visão não há a possibilidade de escolhas sociais ou simbólicas no decorrer do processo, uma vez que apenas as soluções óptimas, pensadas a partir de razões de custo-benefício e risco, seriam aceitas e reproduzidas (Bamforth 1986; Fitzhugh 2001). Apesar de restritiva essa abordagem gerou inúmeros modelos interpretativos, amplamente utilizados na Arqueologia. O conceito de organização tecnológica, por exemplo, possibilitou uma melhor compreensão dos usos diferenciados do espaço, em relação a uma enorme variabilidade artefatual. Este conceito é pautado na seleção de estratégias de manufatura, uso, circulação e descarte de instrumentos, assim como no mapeamento das matériasprimas utilizadas na sua confecção e manutenção (Binford 1979; Nelson 1991). Através dessa abordagem, estabeleceu-se uma série de estratégias tecnológicas possíveis, como as expedientes e de curadoria, o que, no nosso entender, ampliou o entendimento da cultura material, oferecendo um maior número de possibilidades interpretativas para o registro material. No entanto, apesar de envolver a noção de cadeia operatória (Leroi-Gourham 1945; Lemmonnier 1986, 1992; Schiffer e Skibo 1992, 1997), essa abordagem fez pouco uso do processo produtivo como fonte de conhecimento, assim como restringiu as possibilidades de compreensão dos processos de mudança. Apesar de ainda engajado em uma visão restritiva de tecnologia, Hayden (1998) destaca- se ao ampliar as possibilidades de respostas que ela vem atender. Para esse autor, a tecnologia é uma resposta a problemas tanto ambientais, quanto sociais, ao passo que muitos outros autores limitavam a causa dos problemas a fatores externos à 64 sociedade. Esse autor compartilha a visão tradicional de Nelson (1991), mas amplia seu conceito de organização tecnológica (Hayden 1998), utilizando-se da teoria do design (Schiffer e Skibo 1992, 1997; Schiffer 2001); assim, apesar de manter a idéia de tecnologia como resposta, aceita a multiplicidade de escolhas possíveis, descartando a necessidade de uma solução óptima. Hayden divide a tecnologia em duas esferas: a prática e a de prestígio. Ambas seriam calcadas em lógicas, objetivos e limitações distintas. Tais diferenças seriam responsáveis pela variabilidade artefatual e essa seria, então, resultado da relação entre as escolhas tecnológicas e as características de performance (Schiffer e Skibo 1992, 1997; Schiffer 2001), expandindo a relação existente entre forma e função. A tecnologia prática, para o autor, representa uma resposta empírica a estresses ambientais, ou seja, respostas práticas a problemas de sobrevivência e conforto; as escolhas nessa esfera dão-se em função da eficiência, sendo a seleção natural a responsável pelo descarte das respostas mais custosas em termos de tempo, eficiência e energia despendida. Já a tecnologia de prestígio tem como objetivo a criação de artefatos para a exibição de riqueza, sucesso e poder, e não a realização de uma tarefa prática. O propósito é resolver um problema social. Através da tecnologia de prestígio, pretende-se acumular o máximo de mão-de-obra possível na criação de objetos, atraindo pessoas para o possuidor desses objetos, através de admiração, por exemplo, de seu status. As inovações tecnológicas se dariam através de estratégias dispendiosas, sendo estas inicialmente desenvolvidas a partir de tecnologias de prestígio e, posteriormente, voltadas para usos mais práticos. Como vemos, apesar de o autor ampliar os conceitos utilizados até então nas abordagens evolutivas, a distinção feita entre tecnologia de prestígio e prática afasta-o Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007 da noção de tecnologia como construção social. Essa visão de tecnologia prática vai ao encontro das abordagens evolucionistas de tecnologia, apesar de ampliar as possibilidades de escolhas dos agentes sociais. De forma paralela, o autor estabelece a existência de uma forma distinta de tecnologia, esta sim calcada em problemas simbólicos. Nessa visão, o caráter simbólico entra como uma exceção possível nas questões práticas de seleção natural, um parêntese cultural num texto adaptativo. Ao entendermos tecnologia como construção social, tudo é significativo e socialmente construído, inclusive questões evolutivas. Apesar de ainda muito engajada em um conceito de tecnologia restritivo, as questões apontadas por Hayden (1998), chamaram atenção para questões cruciais na base interpretativa dos modelos arqueológicos. Podemos nos apropriar de aspectos do modelo proposto por esse autor e entender as razões das escolhas como limitações, sejam de ordem prática ou simbólica, ou opções culturais que guiam as escolhas. A nosso ver, quaisquer que sejam os fatores determinantes nas escolhas, eles constituem um único conjunto tecnológico que é, no seu todo, construído socialmente. Tecnologia como construção social: os novos rumos da antropologia da tecnologia A tecnologia passa a ser percebida como construção social inspirada no estudo das técnicas corporais de Mauss (1991): com seus trabalhos passa-se a perceber o papel condicionante da cultura nos movimentos humanos e, por conseqüência, na criação e uso de seus instrumentos. Mauss (1991) mostra que:»O corpo é o primeiro instrumento do homem e o mais natural». Suas idéias aliadas aos trabalhos de Leroi-Gourham (1945) inspiraram os trabalhos posteriores da chamada Antropologia da Tecnologia, diJuliana Salles Machado fundida por Lemonnier (1986, 1992). Segundo Mauss (1991), as técnicas corporais fundamentam a tecnologia; o uso do corpo não é natural, como uma determinação biológica, e sim cultural, as técnicas corporais são aprendizados culturais, condicionamentos culturais do corpo. Para Lemonnier (1986:1992), se as técnicas corporais são aprendidas, então os gestos técnicos também são culturalmente definidos; o corpo passa a ser entendido como ferramenta inicial, que é diferente entre os grupos e pessoas. Leroi-Gourham (1945) também se inspirou nos trabalhos de Mauss (1991) ao ver o corpo humano como instrumento técnico do homem. A importância desses autores (Leroi-Gourham 1945; Mauss 1991) na obra de Lemonnier (1986, 1992) deve-se principalmente ao caráter comparativo de seus trabalhos: ao descrever e comparar a mesma técnica em diferentes períodos e locais, indicam como estas podem ser diferentes, ou seja, apontam suas possibilidades de variações isocrésticas. Laughlin (1989) vai mais fundo para tentar entender as relações entre razão prática e simbólica do ser humano. Para o autor, a criação simbólica é um mecanismo mental de transformação, fruto da apropriação e aprendizado do corpo. Percebendo a esfera cognitiva e operatória como interinfluenciáveis, torna-se impossível dissociar razões práticas e simbólicas, já que ambas são estruturais; a representação mental é em si simbolizada, sendo muitas vezes inconsciente. A visão de tecnologia como construção social é levada ao extremo com a definição de Pfaffenberger (1992, 2001) de tecnologia como fato social total, ou seja, conjugando aspectos materiais, sociais e ideológicos. Tal visão pressupõe que, a partir de qualquer esfera do conjunto, como os gestos, por exemplo, pode-se compreender o fato social total. Tal visão dinâmica e intersubjetiva de tecnologia se difere da chamada da cha65 mada Arqueologia Comportamental (Schiffer e Skibo 1992), pois, como enfatiza Dobres (2000:96), ela não é reduzível à atividades de produção e uso dos artefatos. Para esses autores há uma relação inseparável entre significados e mundo material substanciado através de práticas sociais, como a própria tecnologia (Dobres 2000:98). Tecnologia e os conceitos de cultura Os conceitos de tecnologia adotados por diferentes pesquisadores estão intrinsecamente relacionados às distintas noções de cultura que prevaleciam nas correntes teóricas vigentes na antropologia. Correntes como o evolucionismo (Tylor 1865, apud Trigger 2002:100), o neo-evolucionismo (White 1975) e o funcionalismo (Malinowski 1975; Binford 1979) tinham a cultura como um mecanismo extra-somático, uma ferramenta para a resolução de problemas, possuindo, portanto, razão prática para sua existência. A cultura era, então, uma forma de superar as variáveis ambientais e resolver as necessidades básicas dos grupos humanos; nesse sentido, a tecnologia era tida como uma ferramenta dos grupos humanos «contra» o meio ambiente, uma maneira eficaz de controle do meio. Pautada no determinismo ambiental, a noção de cultura entrevista nos modelos de ocupação e, por conseguinte, nas categorias de análise que os embasam, propostos para a região Amazônica na década de 1950 e 1960 estava presa a questões adaptativas, não possuindo abertura, portanto, para questões sociopolíticas e/ou simbólicas. Por outro lado correntes como a escola sociológica francesa e autores como Lévi-Strauss (1989), Geertz (1978) e Leroi-Gourham (1971) passam a entender a cultura como um sistema simbólico, como um conjunto interligado de conhecimentos e práticas imbuídos de significado; assim as funções práticas e simbólicas são indissociáveis. A partir desse conceito, a tecnologia passa a fazer parte do sistema cultural mais amplo. Na 66 arqueologia, assim como na antropologia, esse conceito reflete diretamente na noção de tecnologia. Para muitos autores (Mauss 1991; Schiffer e Skibo 1997; Dobres 2000; Ingold 2001), a gama de conhecimentos técnicos das pessoas passa a ser considerada como derivada de suas experiências diretas com o mundo material e constitui um corpo de conhecimentos socialmente significativo, reconhece-se, assim, a relação entre significado e cultura material através da tecnologia. No entanto, como esse significado pode ser atribuído a partir do vestígio arqueológico ainda é pauta para discussão. Para alguns autores como Schiffer e Skibo (1992), ênfase é dada no comportamento dos indivíduos com relação aos artefatos ao longo de toda sua vida útil. Segundo esses autores:»... tecnologia é um corpus de artefatos, comportamentos e conhecimentos para a criação e utilização de produtos, que é transmitido entre as gerações» (Schiffer e Skibo 1992:44). Desse modo, são analisadas as atividades nas quais as interações sociais acontecem, é a chamada «arqueologia comportamental» Outros autores, como Dobres (2000) vão além, propondo que a tecnologia é uma teia dinâmica e intersubjetiva que não deve ser reduzida a atividades de produção e uso de artefatos. Segundo Lechtman (apud Dobres 2000:102) «considerar tópicos de razão prática, eficiência, características físicas do artefato e função separadas dos tópicos de razão cultural, significado e valores (como se os últimos fossem fenômenos de segunda ordem) não pode nos ajudar a entender como eles eram inseparavelmente conectados e manifestos na prática», o que muitos chamam de «fato social total». Os sistemas tecnológicos e o funcionamento das cadeias operatórias Mas afinal o que é e como funcionam os sistemas tecnológicos? Olhemos mais atenta- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007 mente o trabalho de Lemonnier (1986, 1992), para compreender melhor sua visão de tecnologia e como ela está inserida em contexto cultural mais amplo. Os sistemas tecnológicos são compostos por uma série de conjuntos técnicos. As técnicas, por sua vez, seguem uma cadeia operatória específica. Dentre as etapas dessa cadeia operatória, os agentes devem fazer uma série de escolhas e a combinação de escolhas feitas ao longo da cadeia operatória é que vai caracterizar os conjuntos técnicos e, ao final, os sistemas tecnológicos. Mas como se dão essas escolhas? Elas são sempre culturais e podem ser motivadas por razões práticas, adaptativas e/ou simbólicas, ou ainda, por uma combinação de diversas razões. De acordo com uma série de escolhas, os indivíduos ou grupos podem optar pela manutenção ou não desse conjunto técnico. É através desse mesmo processo que podem ocorrer mudanças nos sistemas tecnológicos. Podemos apontar distintos níveis de entendimento do sistema tecnológico: (a) as técnicas em si; (b) um conjunto de técnicas (todas as técnicas que compartilham alguns elementos em comum), que pode ser entendido como um sistema tecnológico; e (c) um sistema tecnológico em relação aos demais aspectos do sistema cultural. A abordagem proposta pela antropologia da tecnologia trata não apenas de descrever as etapas da cadeia operatória, mas entender a tecnologia num contexto sistêmico, isto é o sistema tecnológico em si e na relação com os demais aspectos do sistema cultural como um todo. Por técnica podemos entender ação efetiva sobre a matéria, o que envolve a própria matéria, energia, instrumentos, gestos e conhecimentos. Cadeia operatória é a seqüência de operações para a realização desta transformação da matéria em artefato; é o processo produtivo dos artefatos. Sistemas tecnológicos possibilitam variedades internas a partir das quais são feitas as escolhas, que são culturais. Por que deterJuliana Salles Machado minadas escolhas foram feitas ao invés de outras? Aí se encontra a arbitrariedade das escolhas tecnológicas, que podem ocorrer em qualquer uma das esferas da cadeia operatória e nas suas relações. Se, finalmente, o conjunto de escolhas tecnológicas é responsável pela configuração final do conjunto técnico, então são razões culturais que definem uma determinada configuração de um sistema tecnológico. Além da função: atribuindo significado ao processo produtivo A proposta da teoria do design (design theory) (Schiffer e Skibo 1992, 1997; Schiffer 2001) pode ser entendida como um meio de criar ou adaptar as formas de objetos materiais de acordo com as necessidades funcionais, dentro de um contexto de materiais, tecnologia e condições sociais e econômicas conhecidas (Hayden 1998). Através de sua utilização, pretende-se entender como os artefatos permitem diferentes formas de adaptação de agentes culturais ao ambiente. Esse conceito engloba a noção francesa de cadeia operatória (LeroiGourham 1945; Lemmonnier 1986, 1992) e a do diagrama de fluxo (Schiffer 1987). A partir dessa abordagem, não há uma única solução óptima para um problema, mas sim um número de soluções igualmente aceitáveis; as escolhas são feitas baseadas nas tradições culturais, valores ideológicos, estilo e comportamentos idiossincráticos; no entanto, também são guiadas por uma série de limitações, das quais as mais importantes são as locacionais, materiais, tecnológicas e socioeconômicas, o que envolve requisições funcionais, propriedades materiais, disponibilidades e custos de produção. Autores como Nelson (1991) e Binford (1979) concentraram suas noções de organização tecnológica em aspectos relacionados apenas às limitações socioeconômicas, como os vários regimes 67 de mobilidade. A proposta dessa abordagem (Schiffer e Skibo 1992, 1997) é lidar também com outras formas de limitações, a fim de acessar as soluções tecnológicas e as limitações existentes, ou seja, reconstruir a organização tecnológica a partir do conhecimento das escolhas realizadas nesse processo. Nessa abordagem, a análise de cada artefato deve ser considerada nos seus próprios termos, utilizando-se, de forma conjugada, análises de uso, remontagem, analogias etnos ou etnoarqueológicas e experimentação. Uma das formas de entendermos as limitações que guiam as escolhas envolve o mapeamento dos correlatos. Os correlatos são princípios gerais que regem determinadas tecnologias, como, por exemplo, as reações entre elementos químicos; estes envolvem princípios científicos pautados no conhecimento tecnológico moderno, que ajudam o pesquisador a entender a performance dos artefatos na execução de suas funções. Os artesãos dominavam implicitamente os correlatos através dos processos de tentativa e erro realizados durante as experimentações. Os processos de manufatura adotados pelos grupos através desse conhecimento empírico, não estão, no entanto, relacionados à busca de soluções óptimas, podendo, por vezes, apresentar razões distintas para as escolhas realizadas. Os autores (Schiffer e Skibo 1992, 1997; Schiffer 2001) propõem a formação de uma matriz de correlatos que, aliada ao controle das questões ambientais e adaptativas, sirva de base para o entendimento analítico da razão das escolhas. Um aspecto importante da teoria do design é a valorização do processo produtivo na organização da tecnologia, resultante da valorização de todos os aspectos comportamentais. O trabalho de Pfaffenberger (1992, 2001) ressalta a importância das atividades ocorridas no próprio processo produtivo para a atribuição 68 de significados sociais ao objeto. Através de tal ênfase, o autor mostra-nos que toda atividade é significativa e que o próprio processo de produção tem significado. Tal afirmação é extremamente importante e, na Arqueologia, rompe com o disseminado método do fóssil-guia, intensamente utilizado pelo PRONAPA na Amazônia, como em outros contextos nacionais, baseado inteiramente em atributos morfológicos e categorias tipológicas estanques. A relação entre agentes e elementos, nos diferentes momentos, pode ser entendida, na disciplina arqueológica, inicialmente através da descrição da cadeia operatória, inferindose os gestos realizados no processo produtivo (Creswell 1996). É importante lembrarmos, no entanto, que o conceito de cadeia operatória deve sempre ser visto como uma categoria analítica, fruto de um processo interpretativo. Conhecendo o entorno - como compreender as escolhas Durante muito tempo a variabilidade artefatual foi pensada como decorrente de basicamente dois aspectos: os padrões de assentamento e mobilidade e as respostas de ordem adaptativa a fatores ambientais. A literatura a respeito do tema centrava suas discussões em torno da sobreposição ou não desses dois aspectos nas tomadas de decisão dos artesãos. Trabalhos como os de Binford (1983, 1989), Andrefsky (1994) e Bamforth (1986) preocuparam-se não apenas em mapear a variação dos artefatos no espaço, mas, principalmente, entender as razões dessa variabilidade. Preocupados com o esvaziamento do conteúdo sistêmico das tipologias anteriores, esses autores procuraram criar modelos interpretativos dinâmicos, pautados principalmente em questões como a distância da fonte de matériaprima em relação aos artefatos, assim como sua quantidade e qualidade. Os modelos Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007 propostos baseavam-se na relação de custo/ benefício entre fatores como qualidade, quantidade e distribuição dos recursos e suas possibilidades de manejo. Além desses e apesar de nem sempre presente nessa abordagem, o caráter histórico das relações de custo/ benefício, que precisam ser sempre contextuais, preocupou muitos autores. Nos modelos de entendimento da variabilidade artefatual apresentados acima, a variabilidade formal foi pensada em função de questões práticas, como recursos para resolver problemas. No nosso entender, as questões adaptativas são de extrema importância no entendimento das escolhas tecnológicas, no entanto o seu uso de maneira determinista acaba por restringir e simplificar a complexidade dos processos culturais atuantes nas tomadas de decisão em contextos sistêmicos. A arbitrariedade das escolhas culturais pode ocorrer, como vimos anteriormente, ao longo de todo o processo produtivo, ou seja, em qualquer esfera da relação entre agentes, elementos e energia. No entanto, o que norteia as decisões tomadas ao longo desse processo? Como podemos, como arqueólogos, buscar entender a razão dessas escolhas? Apesar das dificuldades aparentes que tais questionamentos levantam, o número de possibilidades é finito e passível de ser mapeado, mesmo em contextos arqueológicos. É importante lembrarmos que as escolhas tecnológicas são determinadas pela bagagem cultural inerente ao agente, ou seja, pelos conhecimentos prévios das possibilidades existentes naquele tempo e lugar (Creswell 1996). No entanto, é a experiência que vai oferecer retorno a respeito das características de performance de um conjunto artefatual confeccionado a partir de um conjunto de escolhas realizadas pelo artesão ao longo do processo produtivo. Os fatores situacionais têm um papel importante na decisão das escolhas tecnológicas, apresentando-se como mais um aspecto Juliana Salles Machado gerador de variabilidade no artefato. Os fatores situacionais, que determinam as escolhas na cadeia comportamental, estão relacionados à chamada característica de performance e podem envolver procura de matéria-prima, transporte, distribuição, uso/ função, estocagem, utilização e reutilização de um artefato. A fim de mapear a diversidade de fatores que determinam as escolhas, podemos destacar os seguintes aspectos: (a) fatores ambientais; (b) sistema de assentamento e mobilidade; (c) fatores sociais; (d) fatores ideológicos; (f) coerções; e (g) questões de ordem prática/funcional. Apesar da enorme variedade que tal listagem oferece, podemos limitar a arbitrariedade das escolhas dentro de alguns parâmetros: a utilização dos correlatos físico-químicos nos estudos de tecnologia, aliada ao mapeamento das possibilidades, tanto de conhecimentos técnicos disponíveis, quanto de disponibilidade de recursos ambientais, permite-nos levantar, a partir das escolhas, quais características de performance foram selecionadas como prioritárias. O leque de possibilidades é restringido através das coerções, que entendemos como sendo as limitações físicas e corporais envolvidas na realização de determinadas atividades do processo produtivo. Para melhor compreendermos como mapear e entender as escolhas tecnológicas, podemos partir da noção de conhecimento tecnológico tanto no contexto sistêmico, como para o pesquisador assumindo forma analítica. Para Schiffer e Skibo, o conhecimento tecnológico engloba principalmente três esferas: (a) receitas de ação (recipes for action); (b) estrutura de ensino-aprendizagem (teaching frameworks); e (c) os princípios científicos (technoscience). A primeira consiste num modelo criado pelo pesquisador e composto de listagens de requisitos mínimos necessários para a ação produtiva, como listagens de materiais, instrumentos e descrições das seqüências de ações. A 69 explicitação de tais regras é fundamental para que o pesquisador entenda determinada tecnologia, no entanto a transmissão de informações pelos agentes produtores nem sempre é dada dessa forma. A segunda esfera apontada pelos autores é a estrutura de ensino-aprendizagem, pautada tanto em instruções verbais, quanto nãoverbais (Schiffer e Skibo 1992:46). Finalmente, a terceira forma de conhecimento tecnológico é pautada nos princípios científicos. Podemos entender essa esfera como o respaldo da operação tecnológica, ou seja, a razão pela qual as receitas de ação levam à produção de determinado produto que, quando finalizado, pode realizar determinadas funções. Tais observações derivam do conhecimento do pesquisador, obtido com a ciência moderna, e estão comumente implícitas no processo tecnológico, através de métodos de experimentação como a tentativa e erro por parte do artesão (Schiffer e Skibo 1992:51). É importante observarmos que as escolhas realizadas nas diferentes etapas do processo tecnológico podem repercutir de forma diversa no resultado final do artefato. Esse fato é extremamente interessante para entendermos o potencial interpretativo do mapeamento e compreensão das escolhas tecnológicas, isto porque, uma vez que uma escolha pode repercutir de maneira positiva em uma esfera e negativa em outra, percebemos uma priorização de determinados aspectos no processo produtivo em detrimento de outros. Apesar de as esferas negativas poderem ser relativizadas com escolhas posteriores - o que os autores chamam de escolhas derivadas em oposição às escolhas fundamentais - perceptivelmente há uma prioridade de escolhas. Sugerimos aqui que pensemos nessa prioridade de escolhas como base para o estabelecimento de tradições tecnológicas; essas indicariam então, como discutiremos em seguida, uma 70 manutenção de determinadas prioridades de escolhas no processo tecnológico. Continuidades: redes de ensino e aprendizagem Para Ingold (2001) só podemos entender a formação e manutenção de uma tecnologia através do envolvimento entre o artesão, suas ferramentas e suas matéria-primas em um ambiente. As mãos e olhos do artesão, assim como suas ferramentas, são trazidas para o uso através de sua incorporação dentre um padrão usual de atividade especializada. A intencionalidade (purposiveness) e a funcionalidade não são vistas pelo autor como propriedades pré-existentes do utilizador e do utilizado, mas sim imanentes à própria atividade, numa sinergia gestual entre ser humano, ferramenta e matéria-prima (Ingold 2001). Assim, a habilidade prática (skilled practice) não é apenas uma aplicação de força mecânica sobre objetos exteriores, mas incorpora qualidades de julgamento e habilidade. Se a habilidade prática não pode ser reduzida a fórmulas, então não pode ser através da transmissão de fórmulas que essas habilidades são passadas de geração para geração; a aprendizagem de habilidades envolve tanto a observação, quanto a imitação, o que não deve ser separado de seu próprio engajamento perceptivo com o entorno. Nesse sentido, a imitação no processo de ensino-aprendizagem engloba um processo íntimo de coordenação dos movimentos que é resultante da percepção do aprendiz frente aos ensinamentos passados e da re-criação desses ensinamentos práticos através de seus próprios movimentos corporais individuais. Nesse processo, cada geração contribui para a próxima não oferecendo um corpus de representações ou informações no estrito senso, mas sim, introduzindo o aprendiz em contextos que ofereçam oportunidades de percepção e ação. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007 Portanto, as formas dos artefatos não estão inscritas por intelectos racionais sobre a superfície concreta da natureza, mas são geradas no curso do gradual desenrolamento desse campo de forças e relações criado pelo engajamento do praticante e o material que ele trabalha (Ingold 2001). O que o autor faz é dar ênfase à agência do sujeito e à dinâmica cultural (Ingold 2001). O processo de aprendizagem não é resultado de um processo de transmissão de regras e fórmulas entre gerações, mas sim resultado de processo de redescoberta guiada, no qual o papel dos «professores» é preparar contextos nos quais os aprendizes possam adquirir sua própria proficiência. A chave para uma performance fluente baseiase na habilidade em coordenar a percepção e ação (Ingold 2001). Como pudemos ver até aqui, a permanência ou não de técnicas é fruto das escolhas dos artesãos. Apesar destas estarem sempre pautadas num arcabouço cultural, os conjuntos técnicos decorrentes desse conjunto de escolhas são extremamente dinâmicos, sendo recriados a cada instante. Mesmo assim, temos no contexto arqueológico exemplos de extrema rigidez tecnológica ao longo de muitos anos. Mas se ambos os aspectos, dinamismo e rigidez, são componentes intrínsecos e fundamentais de um sistema tecnológico, como definir tradições? Uma tradição tecnológica deve ser entendida através de uma visão dinâmica e flexível de continuidades apesar das mudanças. Os limites entre a mudança e a continuidade, no interior de um sistema tecnológico, são difíceis e devem ser entendidos como recortes analíticos que devem ser realizados contextualmente, através da percepção dos sucessivos níveis de mudança ao longo do tempo. Até que ponto mudanças em conjuntos técnicos definem mudanças de tradições tecnológicas? Devemos entender a mudança como um processo contínuo de manutenções e transformações (continuidade e mudança) Juliana Salles Machado e, não necessariamente, como ruptura. Como vimos, as sociedades podem mudar a partir de técnicas pré-existentes. Não há ponto final a não ser que haja substituição. O ponto final é arbitrário e deve ser estabelecido através do mapeamento das prioridades das características de performance que levaram à permanência/ manutenção de certas escolhas no tempo e espaço. Devemos entender o que se manteve e o que foi mudando ao longo do tempo. Como as escolhas são culturais, mesmo que por razões adaptativas, elas são pensadas e, por isso devem ser entendidas num tempo e espaço determinado e não genericamente. Pode haver convergências de escolhas em lugares distintos, por exemplo, devido a restrições no meio ambiente ou limitações no uso de determinadas matérias-primas, que levam a artefatos finais semelhantes. Podem também ocorrer variações isocrésticas. Tendo isso em vista, o mapeamento não deve se concentrar em alguns atributos, mas contemplar diferentes esferas do processo produtivo assim como fatores ambientais, correlatos físico-químicos, etc. Há que se fazer um mapeamento contextual das escolhas: quanto maior o número de atributos observados mais possibilidades de escolhas se trabalha. As tradições, então, podem ser estabelecidas através do mapeamento de continuidades e das mudanças, pensadas a partir da eleição de prioridades de performance, manifestadas na manutenção, ou não, das escolhas a ela relacionadas. Quando existirem mais diferenças do que semelhanças com o conjunto de prioridades iniciais, ou seja, quando o conjunto de prioridades final for majoritariamente distinto do inicial, pode-se arbitrariamente definir uma mudança na tradição. É importante enfatizar o caráter dinâmico e arbitrário da tradição, como um recorte num continuo. Assim podemos pensar tradição com significado cultural, como ações e não como listagens de atributos. 71 Mudanças: experimentação, invenções e inovações Ao pensarmos tecnologia como construção social, a adoção de novas tecnologias, o que podemos chamar de mudanças, podem ocorrer de diversas formas e em diferentes esferas do processo produtivo, por razões que nem sempre são econômicas, racionais/ científicas ou previsíveis (Noble, apud Creswell 1996), sendo, no entanto, sempre culturalmente significativas. Para compreendermos melhor tal fenômeno, podemos utilizar a noção de mudança proposta por Sahlins (1989). Para esse autor, a cultura não deve ser entendida de maneira estanque, mas sim dinâmica, como uma constante mudança cultural, ou seja, um processo dialético entre continuidade e mudança. Dessa maneira, a mudança não deve ser entendida apenas a partir de uma visão sincrônica, a-histórica, como queria Radcliffe-Brown (en Creswell 1996). Para Sahlins (1989), o evento em si não causa ruptura, há transformação de elementos que vão sendo reestruturados; a inovação é um processo que vai sendo construído ao poucos. Se a mudança é um processo, tanto seus limites temporais, quanto espaciais, nem sempre são tão claros quanto nós pesquisadores poderíamos desejar. Resta-nos, portanto, entender como, quando e onde, nos sistemas tecnológicos podemos perceber e decifrar essas mudanças. Variações no sistema tecnológico podem ocorrer a partir, por exemplo, de inovações situacionais através da experimentação, ou até no processo de aprendizagem (Schiffer e Skibo 1992,1997; Ingold 2001). Para alguns autores, certas etapas são mais suscetíveis a mudanças do que outras (Creswell 1996). Nesse sentido, tornase importante saber quais etapas possibilitam um teste diferenciado, uma inovação. O conhecimento tecnológico foi visto por Laudan (en Creswell 1996) como uma «piscina» finita, na qual os elementos não são 72 acumulados infinitamente, mas sim, re-agrupados e perdidos. Tal abordagem representou uma crítica à visão progressista processualista/ funcionalista, que via a mudança tecnológica através de uma perspectiva de crescente desenvolvimento tecnológico. Como vimos, a mudança pode se dar não apenas como resultado de rupturas abruptas, mas principalmente como um processo, no qual coexistem novas e velhas tecnologias. Em um sistema tecnológico, ela é construída através de diversas mudanças nas escolhas, o que acontece concomitantemente a certas permanências. Para Schiffer e Skibo (1992,1997) as mudanças são fenômenos de longa duração, já que precisam passar pelo processo de invenção-comercializaçãoadoção (inovação). Em uma escala mais ampla, a mudança de sistemas tecnológicos pode ser vista da mesma maneira. Tal argumento é denominado pelos autores como «competição entre sistemas», sendo a mudança seu resultado. Para esse autor, devemos buscar entender as mudanças a partir das características de performance. Schiffer e Skibo (1992,1997) utilizam-se da mesma abordagem para compreender as mudanças nos sistemas tecnológicos e a variabilidade artefatual. Enquanto o objeto está inserido num contexto sistêmico ele está mudando. A mudança é parte integrante da história de vida e cadeia comportamental (produção-uso-descarte) dos artefatos. . Alguns autores, como Bassala, transitam entre diversas teorias, conjugando a noção de tecnologia como construção social aos pressupostos evolucionistas. Utilizando-se da idéia de evolução como trajetória e não como mecanismo explicativo, Bassala (1996) critica o uso da biologia evolutiva para explicar as mudanças tecnológicas, afirmando que o desenvolvimento tecnológico ocorre sobre atributos mecânicos já existentes. Tal definição vai, até certo ponto, ao encontro da definição evolucionista das invenções, na qual essas seriam construções a partir de Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007 tecnologias previamente existentes, submetidas a novas aplicações e preenchendo necessidades imediatas. No entanto, Bassala se diferencia de tal abordagem, ao chamar atenção para a tendência implicitamente progressista da mudança nessa perspectiva, assim como no caráter uniforme das necessidades históricas. Em sua proposta, o meio passa a exercer um papel limitante nas escolhas, mas não determina as mudanças (Bassala 1996). A razão das escolhas daqueles atributos específicos seriam para o autor conseqüência de necessidades culturais que, por sua vez, devem ser definidas contextualmente. Como na perspectiva apresentada acima, a invenção se dá a partir da combinação de vários elementos previamente existentes, assumindo a mudança um aspecto cumulativo. A inovação (definida como incorporação da invenção) se manteria, nessa perspectiva, por diversos fatores sociais, ideológicos e econômicos. Tal postura difere dos evolucionistas, para quem a invenção pode ser aleatória e a inovação deve-se a fatores de feedback positivo, sempre relacionado às necessidades básicas, numa visão mais restrita do que aquela adotada por Bassala. Apesar da grande pluralidade de formas que o conceito de tecnologia foi utilizado nos mais diversos contextos, podemos perceber uma polarização dos fundamentos empregados entre o que poderíamos chamar de «resposta adaptativa» e «construção social». Nesse artigo reforçamos a importância da diversidade de aspectos que influenciam as escolhas efetuadas pelos artesãos ao longo do ciclo de vida do artefato. Mais do que isso, ressaltamos que a relação entre a técnica, conjunto técnico e sistema tecnológico inferidos a partir da observação de atributos e análise contextual e as demais esferas da sociedade deve estar constantemente presente durante nossas análises. Todos esses aspectos devem ser pensados na definição do recorte a ser adotado no estudo da variabilidade artefatual de um deterJuliana Salles Machado minado contexto para podermos inferir significados. Mais especificamente na Arqueologia brasileira, é a percepção do papel dos pesquisadores em uma construção contínua e reflexiva das chamadas fases e tradições que marcam nossa disciplina . Introduzindo a discussão no cenário brasileiro Historicamente, as tradições definidas no contexto arqueológico brasileiro baseavam-se numa associação direta entre variabilidade formal e grupo étnico. As tradições pautavamse então numa associação direta entre conjunto artefatual, entendido através da noção de estilo como forma adjunta, e fronteiras étnicas. Acreditamos que tal abordagem seja restritiva, ao entender variabilidade formal através da noção que caberia melhor na de contorno formal. Outro ponto de crítica é a associação direta entre conjuntos artefatuais e fronteiras étnicas. Embora os conjuntos artefatuais possam remeter a um povo eles não necessariamente são indicativo de fronteiras étnicas como podemos ver a partir de inúmeros exemplos etnográficos. Nos parece importante rever as categorias analíticas que definiram as tradições buscando entender o que elas significam e se ainda possuem algum valor explicativo. Tais nomenclaturas não precisam ser esquecidas, mas sim melhor qualificadas. Para tanto é fundamental contextualizarmos os conjuntos artefatuais através de abordagens inter- e intra-sítio, aumentando o leque de hipóteses interpretativas utilizadas na sua compreensão. Através de tal revisão devemos lapidar os grandes modelos explicativos a partir de visões mais particularistas, qualificando melhor o modo de vida e entendendo a relação entre variabilidade formal e grupos culturais e/ou sociais. A partir das discussões teóricometodológicas em pauta, pretendemos compreender como os conceitos utilizados na classificação da cerâmica da Amazônia foram 73 criados e aplicados. As categorias analíticas criadas na maior parte na década de 1960 na vigência do Programa Nacional de Pesquisa Arqueológica (PRONAPA)1 e sua «filial» amazônica, o Programa Nacional de Pesquisa Arqueológica na Bacia Amazônica (PRONAPABA)2 foram e são até hoje amplamente utilizadas na Arqueologia amazônica, fundamentando os principais modelos interpretativos para a ocupação pré-colonial da região. Apesar de tal metodologia já ter sido intensamente criticada ao longo de toda a década de 1990 até os dias de hoje, suas propostas estão arraigadas na arqueologia brasileira e se confundem com outras abordagens atualmente em voga. Não é nosso intuito aqui desconstruir tão importante arcabouço teórico-metodológico da arqueologia brasileira, mas sim refletir sobre os conceitos que as fundamentam, como tais categorias restringem nosso olhar como pesquisadores e até que ponto elas permitem que compreendamos as sociedades que pretendemos estudar. Nesse artigo propomos que a noção de tecnologia imbuída na maior parte das classificações e análises cerâmicas utilizadas na Amazônia (Hilbert 1968; Meggers e Evans 1970), é extremamente restritiva, não contemplando o dinamismo das atividades e significados que geraram esse vestígio. Tendo em vista que esse conceito é de fundamental importância para atribuição de significado à cultura material e que o processo produtivo dos artefatos é em si significativo, discutiremos como esse conceito vem sendo tratado por outros autores e contextos arqueológicos e etnográficos em diversas partes do mundo. A classificação cerâmica na Amazônia: (re)pensando os modelos O estudo das sociedades a partir de sua cultura material é, por excelência, o foco de interesse da disciplina arqueológica. Longe de ser uma tarefa fácil, a Arqueologia vem ao 74 longo dos anos construindo quadros interpretativos e metodológicos para dar conta de tamanha variabilidade artefatual. No Brasil, essa busca por formas de compreensão dos vestígios do passado fez-se, após os anos 50, distante, até certo ponto, das discussões antropológicas e, excetuando-se alguns poucos trabalhos pontuais, a arqueologia brasileira preocupou-se em criar categorias de análise que dessem conta da variabilidade dos contornos formais dos conjuntos artefatuais encontrados. Assim, baseando-se principalmente em critérios morfológicos, os pesquisadores passaram a associar os vestígios encontrados a tais tipologias. Esse procedimento, amplamente difundido no Brasil ao longo dos anos 1950 e 1960 através do PRONAPA, baseava-se na descrição dos objetos acabados, buscando mapear sua permanência no tempo e no espaço, e as técnicas, nessa abordagem, eram vistas a partir de uma perspectiva descritiva, não sendo importante serem analisadas por si próprias; a morfologia, ou contorno formal, na verdade, sempre foi vista como o aspecto mais importante. Dessa forma, a morfologia (definida a partir de alguns critérios selecionados de análise) e a tipologia (criada a partir da descrição morfológica) foram as bases que sustentaram a geração de conhecimento a 1 O Programa Nacional de Pesquisas Arqueológicas foi um programa de levantamento extensivo do patrimônio arqueológico ao longo de todo o território brasileiro, coordenado por Betty Meggers e Clifford Evans entre as décadas de 1960 e 1970. Esse programa, apesar de muito criticado atualmente, estabeleceu as bases empíricas de toda a pesquisa atualmente realizada no Brasil. 2 O Programa Nacional de Pesquisa Arqueológica da Bacia Amazônica foi um desmembramento do PRONAPA para a região Amazônica realizado nas décadas de 1960 e 1970, tendo Paul Hilbert e Simões seus maiores colaboradores para o levantamento arqueológico da região. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007 respeito da cultura material ao longo dos anos. Nesse contexto, poucos trabalhos enfocavam o processo produtivo em si, usos e descartes dos objetos, como algo significativo. O embasamento dos modelos teóricos para a ocupação pré-colonial da região da Amazônia até o momento não difere desse quadro geral. A sistematização das formas de classificação da cultura material assumiu características extremamente tipológicas, enfatizando a morfologia e elegendo fósseisguia, por vezes com significados duvidosos. Dois métodos destacam-se na análise da cerâmica arqueológica encontrada na região: a seriação e a análise modal. O método da seriação empregado por Meggers e Evans (1970) representava uma adaptação do método quantitativo proposto por Ford (1962), associado a conceitos advindos principalmente da biologia. O objetivo da metodologia empregada era sistematizar a classificação e utilização de nomenclaturas na disciplina arqueológica brasileira, a fim de possibilitar um entendimento mais amplo do cenário précolonial através de comparações interregionais. Bastante conhecida e até hoje utilizada nos trabalhos arqueológicos, a seriação está baseada no estabelecimento de tipos cerâmicos formados através de agregados de atributos que organizam no tempo e no espaço os fragmentos coletados. Os tipos cerâmicos estabelecidos são considerados como reflexos de padrões comportamentais, passando, portanto, a possuir significado histórico. Através da criação desses tipos e de seu mapeamento no tempo e no espaço por inúmeras curvas de freqüência, estabeleciase uma história cultural da região; conceito semelhante ao de «área cultural» utilizado na antropologia. No entanto, apesar de a metodologia inicialmente proposta contemplar a observação de atributos diversos, como contorno formal, espessura, antiplástico e aspectos decorativos, na Amazônia e, em algumas outras regiões brasileiras, a metodologia empregada de fato passou a Juliana Salles Machado contemplar apenas um atributo tido como diagnóstico cultural, o antiplástico. Tal abordagem era chamada de classificação por gênero, e teve grandes conseqüências para a tipologia estabelecida para a região. A outra metodologia de análise cerâmica adotada na região amazônica foi a análise modal. Criada por Irving Rouse, em 1953 (ver também Rouse 1955), essa forma de análise foi utilizada na Amazônia Peruana por Lathrap (1970) e, por Waren Deboer e Lathrap (1979), no Equador. Sua menção é bastante importante por representar o principal contraponto à metodologia difundida pelo PRONAPABA (Meggers 1996), já que essa análise está pautada numa classificação estrutural, utilizando-se dos princípios da lingüística descritiva e da etnologia. Distinta da seriação, que utiliza os fragmentos cerâmicos como unidades de análise, essa abordagem considera os fragmentos como partes de potes inteiros, buscando compreender os modos, tidos como as unidades mínimas de significado, e suas formas de interação. Os modos são um conjunto de regras que estruturam a composição final do pote. Essa abordagem é feita em duas etapas tidas como dois sistemas estruturais distintos: o processo de fabricação dos potes e sua decoração. No primeiro, observam-se atributos como argila, tempero e queima, que são subordinados aos modos formais; no segundo, busca-se entender a composição da decoração, através de recorrências nas associações das partes (elementos) constituintes dos motivos. Ambas abordagens, no entanto, ao priorizarem as características morfológicas dos artefatos, adotavam implicitamente uma visão restritiva do conceito de tecnologia, que se tornou tão arraigada que, num prazo relativamente curto, dissociou-a de qualquer forma de expressão social. Dessa forma a técnica e, por conseguinte, a tecnologia, passaram a ser vistas como um funcionamento puramente mecânico, opondo75 se à própria origem do termo (Ingold 2001). O esvaziamento de qualquer significação social do conceito de tecnologia reforçava, por sua vez, a já tradicional abordagem morfológica dos artefatos. De todo modo, apesar da aparente dissociação entre a utilização prática do termo «tecnologia», na Arqueologia brasileira, e sua significação cultural, as discussões a respeito do papel da tecnologia nas diferentes culturas serviram de pano de fundo para muitas correntes teóricas tanto da Antropologia como da Arqueologia em geral. Análises tecnológicas em prática: exemplos amazônicos Poucos foram os estudos que visaram discorrer sobre tecnologia cerâmica na Amazônia a partir de uma noção mais abrangente desse conceito. Conforme mencionamos, a maior parte das pesquisas na região está voltada para questões de padrão de assentamento e cronologia das ocupações e apesar de concordar com a importância de redefinirmos os conceitos utilizados para as chamadas «Análises Tecnológicas», essa discussão ficou até o momento em segundo plano. No entanto, tendo em vista que os artefatos cerâmicos compõem a imensa maioria do arcabouço empírico para a construção de quadros interpretativos, não incorporar novos conceitos de tecnologia ou não discutir o fundamento das noções utilizadas acarreta na incorporação das bases teórico-metodológicas que as sustentam. Mais do que isso, consciente ou inconscientemente, a utilização de categorias classificatórias fundamentadas em uma visão restritiva de tecnologia e cultura, acaba por restringir as próprias questões a serem abordadas na pesquisa. Segundo Dobres (2000:99), a dissociação entre a parte física dos objetos e seus significados não permite a compreensão todo, pois a essência do objeto está em como ele se torna e não 76 simplesmente na sua existência como um resultado final. Ao utilizar uma visão estática dos objetos para caracterizar seus assentamentos e dividir suas escalas cronológicas, perdemos o principal: o significado dos contextos estudados. Atualmente no contexto da Amazônia brasileira podemos apontar a etnoarqueologia e os estudos de processos de formação como algumas das abordagens que vem sendo utilizadas para lidar com a questão da tecnologia como construção social. No primeiro caso, podemos citar o trabalho de Silva (2000) entre osAssurini do Xingu. O trabalho da autora entre esse grupo indígena teve como ênfase o mapeamento do ciclo de vida dos artefatos cerâmicos na aldeia desde a obtenção da matéria-prima até o seu descarte, incluindo reciclagens e reutilizações. Tal registro etnoarqueológico consiste em uma referência importante para a discussão arqueológica, uma vez que expõe um repertório de escolhas culturais complexos, entremeado tanto por razões que podemos considerar como práticas (relacionados a performances dos artefatos), como simbólicas, sem que possamos dissociar umas das outras. Ao mesmo tempo iluminando comportamentos e razões facilmente atribuíveis a outros contextos etnográficos e arqueológicos, a pesquisa demonstra o caráter indissociável e único de cada sistema tecnológico, reforçando a visão de que a tecnologia deve ser entendida como um todo socialmente construído – prática e significado tecendo conjuntamente todas as ações. Tal ênfase em ampliar o leque de possibilidades interpretativas para o registro arqueológico pode ser visto também na pesquisa em andamento na foz do rio Amazonas, na ilha Caviana, estado do Pará, entre comunidades ribeirinhas (Machado 2006a, 2006b). Essa pesquisa está pautada numa interface entre a etnohistória, etnoarqueologia e a arqueologia e vêm mapeando questões como memória, paisagem e tecnologia entre comunidades amazônicas,Ainda que preliminarmen- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007 te a pesquisa aponta, até o momento, para a importância da estreita correlação entre razões «práticas» e «simbólicas» e a importância de compreendermos o conjunto artefatual como um todo em si significativo. Dentre os estudos relacionados a processos de formação na Amazônia brasileira, podemos citar o exemplo do sítio Hatahara, localizado na Amazônia Central (Neves 2000; Machado 2005b).Aprincípio essa pesquisa esteve voltada para compreender o processo de construção de montículos artificiais presentes no sítio. No entanto, a complexidade de composição e disposição das camadas estratigráficas levou à necessidade de um mapeamento do ciclo de vida artefatual a fim de compreender a variedade de significados associados a determinados contextos (Machado 2005a, 2005b). Citaremos esse estudo de caso na Amazônia central, no qual a adoção de uma perspectiva mais dinâmica de tecnologia, acompanhada por noções como a teoria do design e o mapeamento das características de performance artefatual, levaram a conclusões no mínimo interessantes para repensarmos a metodologia tradicional que vem sendo empregada. Delimitando o problema de pesquisa A coleção cerâmica a que iremos nos remeter é oriunda do sítio Hatahara localizado na margem esquerda do rio Solimões, Estado do Amazonas (Neves 2000; Machado 2005b). O problema de pesquisa a ser investigado, consistia na compreensão dos processos de formação de montículos artificiais. Esses montículos consistiam em estruturas artificialmente construídas com sobreposição de camadas de fragmentos cerâmicos com terra preta antropogênica (Machado 2005b). A realização desse trabalho foi dividida em duas etapas, que podemos entender como dois níveis de significação distintos: de um lado uma abordagem que chamamos de tradicional e, de outro, uma tentativa de aplicação da antropologia da tecnologia. A adoção de ambas abordagens Juliana Salles Machado demonstra um interesse em combinar formas de análises distintas, a fim de explorar seus potenciais interpretativos que, a meu ver, oferecem soluções distintas. Dessa maneira, procuramos num primeiro momento compreender a composição estratigráfica da estrutura artificial com vistas a definir camadas cronologicamente e quantitativamente distintas. Nessa etapa foram utilizadas as fases regionais para caracterizarmos e quantificarmos, de maneira genérica, as camadas estratigráficas e a relação dessas com os distintos momentos de formação daquele depósito. A partir, portanto, da pesagem e quantificação de todos os fragmentos cerâmicos por nível artificial de 10cm e da identificação de uma amostragem de vestígios por nível através de parâmetros como a forma (contorno formal), o tempero (antiplástico) e a decoração (intervenções superficiais plásticas ou pintadas), foram definidas as camadas construtivas. Tal procedimento foi importante para diferenciação dos momentos construtivos e percepção da diferença entre eles. A partir de então pudemos definir três camadas de ocupação: uma anterior ao montículo, uma correspondente ao montículo em si e outra relacionada à ocupação posterior. Com essa abordagem, pudemos ainda diferenciar momentos distintos da ocupação intermediária, distinguindo as camadas construtivas das camadas de ocupação. A identificação e quantificação das fases e tradições regionais por camada artificial a partir de critérios como contorno formal, antiplástico e decoração nos apontaram mudanças nos conjuntos artefatuais entre as camadas, dividindo-as em três eventos relacionados às chamadas fases Manacapuru, Paredão e Guarita (Meggers e Evans 1970; Neves 2000; Machado 2005b). No entanto, a matriz na qual os vestígios estavam inseridos não apresentava sobreposições claras (com exceção da ocupação mais antiga) para que podemos inferir que tais variações artefatuais estivessem relacionadas à re-ocupações dis77 tintas. Ao contrário o contato entre as distintas camadas era difuso, ocorrendo artefatos de fases distintas no mesmo nível. Mesmo contemplando a possibilidade de percolações entre níveis estratigráficos, a estruturação da maior parte dos contextos nos apontava para outras respostas. A abordagem adotada nos indicou um arcabouço empírico inicial para delimitarmos questões cruciais de crono-estratigrafia, no entanto, pouco pudemos entender acerca dos significados dos contornos deste quadro. Isto é, qual a relação entre as distintas «fases» nesse contexto específico? Qual era o papel dessas cerâmicas nesse contexto? Tratavase de um mesmo contexto mantido ao longo do tempo? Essas, entre inúmeras outras perguntas, ficavam sem respostas. Buscando alternativas para melhor compreender tais questões, adotamos uma abordagem que contemplasse o significado da cerâmica como produto social. Para tanto, partimos do pressuposto que todo o processo de produção, circulação, uso e descarte da cerâmica era imbuído de significado e através do mapeamento das escolhas efetuadas ao longo do ciclo de vida do artefato poderíamos delimitar melhor seu papel na sociedade estudada. Para a implementação dessa abordagem foi selecionada uma amostra de fragmentos cerâmicos de todas as camadas de formação do depósito para aplicarmos uma análise mais pormenorizada. Selecionamos atributos relacionados a toda cadeia operatória de produção dos artefatos, assim como observação qualitativa de marcas de uso e reciclagem. Para a interpretação desses dados foi realizada uma tabela de correlatos físico-químicos relacionados a escolhas observadas ao longo do processo produtivo. Tal abordagem visava explorar, ainda que de forma preliminar, as possíveis mudanças nos processos de manufatura do material cerâmica, que pudesse refletir a diversidade de escolhas tecnológicas relacionadas a cada momento de ocupação do sítio. Tais questões 78 se mostraram importantes para entendermos a relação entre os diferentes momentos de ocupação desse sítio arqueológico, esses próprios caracterizados, em grande parte, através de vestígios cerâmicos. Os resultados obtidos O detalhamento dos procedimentos e interpretações efetuadas ao longo de toda análise das coleções cerâmicas oriundas do montículo I do sítio Hatahara pode ser encontrado em Machado (2005a, 2005b). Sintetizaremos aqui apenas algumas conclusões obtidas a partir da abordagem adotada: 1. O antiplástico em si não deve ser utilizado como marcador cultural a priori/ o mapeamento das correlações entre atributos da seqüência de manufatura. A variedade de combinações de antiplásticos utilizados nas produções cerâmicas analisadas e sua presença nas fases tradicionalmente utilizadas indica a não correlação entre esses e as categorias definidoras de «distintas ocupações». Os resultados obtidos não descartam a importância do antiplástico como indicador de conjuntos específicos de vestígios cerâmicos, ao contrário pudemos observar uma forte correlação argila – antiplástico – manufatura – decoração. Tal correlação apontou a seqüências rígidas de produção («receitas de bolo») relacionadas a determinados conjuntos artefatuais específicos. Ao passo que outros conjuntos apresentaram uma maior flexibilidade de produção, apresentando associações variadas entre os elementos. 2. O porquê da seqüência – as escolhas prioritárias. Após a delimitação de conjuntos que denominamos provisoriamente de especializados (aqueles com padrões rígidos de manufatura) e não especializados Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007 (aqueles com combinação flexível de elementos de composição), buscamos o porque de tal distinção. Para tanto comparamos as respostas físico-químicas das escolhas de manufatura (performance dos artefatos para determinadas funções como: desempenho térmico para exposição continuada ao fogo, desempenho de impacto, desempenho de plasticidade, etc.) em função das matérias-primas disponíveis na região. O resultado obtido corrobora a divisão de conjuntos «especializados» e não especializados», de acordo com esse, «a análise tecnológica realizada a partir dos vestígios cerâmicos constatou a presença de formas de especialização na produção do repertório artefatual associado a um período de ocupação do sítio. Tal inferência é decorrente de uma priorização de escolhas tecnológicas relacionadas ao aumento da vida útil do artefato e maior liberdade na produção do contorno formal, em detrimento de uma melhor performance de aquecimento e resistência ao choque térmico, possíveis indicadores de uma preocupação na elaboração de potes que não vão ao fogo. Tais evidências foram entendidas como reflexos de uma priorização estética no repertório artefatual analisado, principalmente ligada à possibilidade de manufatura de curvas acentuadas nas paredes dos potes» (Machado 2005a). 3. (Re)compondo o contexto arqueológico – o ciclo de vida artefatual. Os dados obtidos representam, em grande parte, escolhas relacionadas ao processo de manufatura, no entanto, a utilização desses artefatos durante o cotidiano dos grupos, suas reutilizações e reciclagens até o seu descarte, tanto o modificam fisicamente como modificam e agregam significados culturais. Portanto os resultados obtidos Juliana Salles Machado na primeira etapa de análise foram agora observados conjuntamente com os dados dos processos de formação da matriz (os montículos artificiais) e no sítio como um todo. Distintas priorizações de performance associadas a conjuntos específicos estavam relacionadas à pacotes estratigráficos distintos, portanto, com o repertório artefatual melhor definido pudemos distinguir melhor o que representavam os momentos de construção do montículo: relação entre espaços de habitação, enterramento e construção de aterros artificiais. A razão das escolhas de determinados conjuntos artefatuais (atribuída à priorizações estéticas e não práticas) foi atribuída também ao próprio processo de formação dos montículos artificiais (aparentemente dissociados dos contextos funerários) e da composição da paisagem do sítio (disposição dos montículos artificiais em todo o sítio). Da tecnologia ao contexto arqueológico: uma interpretação do sítio Hatahara Conforme detalhado em Machado (2005b) o processo construtivo do montículo pode ter se dado através de uma série de atividades dinâmicas de construção e manutenção. No entanto, as datações obtidas balizam o (s) episódio (s) de construção em um intervalo relativamente curto de tempo. Apesar da necessidade de alguma forma de organização do trabalho para o planejamento e construção dessas estruturas no sítio, não foram encontrados indícios claros de fatores coercitivos no processo de construção. No entanto, a análise tecnológica realizada a partir dos vestígios cerâmicos constatou a presença de formas de especialização na produção do repertório artefatual associado a esse período de ocupação do sítio. Tal inferência é decorrente de uma priorização 79 de escolhas tecnológicas relacionadas ao aumento da vida útil do artefato e maior liberdade na produção do contorno formal, em detrimento de uma melhor performance de aquecimento e resistência ao choque térmico, possíveis indicadores de uma preocupação na elaboração de potes que não vão ao fogo. Tais evidências foram entendidas como reflexos de uma priorização estética no repertório artefatual analisado, principalmente ligada à possibilidade de manufatura de curvas acentuadas nas paredes dos potes. Ainda segundo Machado (2005b) teríamos, portanto, uma associação de fatores que parecem refletir formas de manejo da paisagem, especialização cerâmica, distribuição diferencial dos fragmentos decorados no espaço interno do sítio, formas de ocupação «ostensivas» do espaço interno do sítio e padrões funerários que também poderíamos chamar de ostensivos (montículos artificiais). Tais indicadores parecem apontar para uma repetida valorização de fatores de diferenciação estética, o que poderíamos associar ao conceito de monumentalidade. Historicamente tal conceito está atrelado à especialização do trabalho, que por sua vez, evidenciaria o controle dos recursos e da mão-de-obra, indicador direto de organizações centralizadas e hierárquicas. Apesar da aparente ausência de controle da mão-de-obra e dos recursos, as evidências de especialização da produção dos artefatos cerâmicos aqui apontadas, nos remetem a heterogeneidade de funções sociais envolvidas nesse processo, ampliando as discussões no cenário regional acerca do acirramento da desigualdade social e institucionalização de hierarquias. Agradecimentos Agradeço a todos que de alguma forma contribuíram para a realização desse trabalho, particularmente Eduardo Góes Neves, Lucas Bueno e Fabíola Silva. Agradeço à FAPESP pelo financiamento da pesquisa. 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Juliana Salles Machado 83 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007 APORTE DEL MÉTODO CRÁNEO-FUNCIONAL A LA DISCUSIÓN DEL MODELO MIGRACIÓN-REEMPLAZO SOBRE POBLAMIENTO HUMANO MODERNO Héctor M. Pucciarelli Universidad Nacional de La Plata-CONICET El modelo migración-reemplazo (MMR) empleado en la teoría de expansión y asentamiento humano fuera de África se pone a prueba en este artículo usando varias técnicas mutivariadas, prestando atención especial a la relación Sapiens-Neandertal y sus diferencias. Se emplearon 103 cráneos del mesolítico (Teviec) y neolítico (Sebazac, Orrouy, Homme Mort) de Europa, del paleolìtico del norte de África (Taforalt, Afalou) y Arcaicos y Paleoamericanos de Brasil (Lagoa Santa) y México (Tlatilco y Valley), lo mismo que moldes confiables de Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis y Homo sapiens fossilis (ca. 30Ka) de Europa, Asia y África. Los cráneos y moldes fueron medidos de la misma manera, de acuerdo con el método cráneo-funcional. Mientras el agrupamiento construido con los resultados canónicos mostró discontinuidad entre ambas formas fósiles el que se construyó con los factores del Análisis de Componentes Principales (ACP) sugiere relaciones cercanas entre ellos. Esta misma tesis fue alcanzada con las distancias Mahalanobis D2 que indican una posición intermedia Neandertal-Sapiens con respecto a las distancias mostradas por H.sapiens y cada uno de los grupos restantes. Los craniogramas de los Neandertales mostraron que pocos componentes se diferenciaron del H. sapiens, rechazando la hipótesis de discontinuidad entre Neandertales y Homo sapiens anatómicamente modernos. Se concluye que el MMR tiene que ser matizado para incluir mecanismos evolutivos distintos de la migración y el reemplazo como derivada genética, miscegenación, adaptación y convergencia evolutiva. Neste artigo se coloca a prova o modelo Migração-Substituição (MMS) - empregado na teoria da expansão e ocupação humana «Fora da África» – usando técnicas multivariadas e prestando atenção especial às relações e diferenças entre Sapiens e Neanderthais. Cento e três crânios mesolíticos (Teviec) e neolíticos europeus (Sebazac, Orrouy, Homme Mort), paleolíticos do norte da África (Taforalt, Afalou) e arcaicos e paleo-americanos do Brasil (Lagoa Santa) e México (Tlatilco e Valle) e moldes confiáveis de Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis e Homo sapiens fossilis (ca. 30Ka) da Europa, Ásia e África foram medidos da mesma maneira, de acordo com o método crânio-funcional. Enquanto os grupos feitos com os resultados canônicos mostram descontinuidade entre as duas formas fósseis, o grupo obtido com os fatores da Análise de Componentes Principais (ACP) sugere relações próximas entre eles; esta última tese se mantém com as distâncias D2 de Mahalanobis que indicam uma posição intermediária NeanderthalSapiens em relação às distâncias encontradas para H. Sapiens e para cada um dos grupos restantes. Os craniogramas dos Neanderthais mostram que poucos componentes se diferenciam do H. sapiens, rechaçando a hipótese de descontinuidade entre Neanderthais y Homo sapiens anatomicamente modernos. O artigo conclui que o modelo deve ser suavizado, incluindo mecanismos evolutivos distintos de migração e substituição como deriva genética, miscigenação, adaptação e convergência evolutiva. In this paper, the Migration-Replacement model (MRm) -employed in the «Out of Africa» human expansion and settlement theory- was tested by several multivariate techniques. Special attention was focused on the Sapiens-Neanderthal relationships, and their differences. One hundred and three European mesolithic (Teviec), and neolithic (Sebazac, Orrouy, Homme Mort); North African Paleolithic (Taforalt, Afalou), and Archaics and Palaeoamericans from Brazil (Lagoa Santa) and Mexico (Tlatilco and Valley) skulls were employed, as well as reliable casts belonging to Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis and Homo sapiens fossilis (ca. 30Kyr) from Europe, Asia, and Africa. All crania and casts were measured in the same way, according to the functional cranial method. While the cluster built with the canonical scores showed discontinuity between both fossil forms, the one built with the factors of the Principal Component Analysis (PCA) suggested close relationships between them. The last thesis was held by the Mahalanobis D2 distances, which indicated an intermediate Neanderthal-Sapiens position with respect to the distances shown by H.sapiens and each one of the remaining groups. The Neanderthal craniograms showed that few components were actually differentiated from H. sapiens, rejecting the hypothesis of discontinuity between Neanderthals and anatomically modern Homo sapiens. It was concluded that the MRm has to be made smoothed including evolutive mechanisms apart from migration-replacement ones, such as genetic drift, miscegenation, adaptation, and evolutive convergence. Palabras clave: Sapiens, Neandertales, análisis cráneo-funcional / Palavras-chave: Sapiens, Neanderthais, análise crânio-funcional. Recibido: octubre 12 , 2005 ; aceptado: agosto 9, 2006 / Recebido: outubro 12 , 2005 ; aceito: agosto 9, 2006. Introducción Se denomina «modelo migración-reemplazo» (MMR) al que involucra una forma extrema de explicar el origen y expansión mundial de Homo sapiens anatómicamente moderno a partir de un origen único en Africa y sin el aporte de factores evolutivos como selección, adaptación, deriva y flujo génico. Esta teoría tiene fuerte apoyo genético y una fuerte base circunstancial en la distribución de los fósiles de Homo sapiens arcaico. En ella se reconocen tres componentes (Stringer 1993): (a) origen puntual; (b) patrón de reemplazo total; y (c) mecanismo de dispersión a través del mundo, hace 120Ka o más (Lahr y Foley 1994, 1998). El MMR ha sido aplicado, además, para dar cuenta de procesos de nivel continental como el poblamiento americano en el que, excepto el modelo propuesto por Neves y Pucciarelli (1989, 1991), se propone que la casi totalidad de América fue poblada por sucesivas oleadas migratorias, morfológicamente distinguibles entre sí y relacionadas sólo por Héctor M. Pucciarelli procesos ocasionales de flujo génico. También se empleó el MMR para explicar la diversidad en áreas específicas como el Epipaleolítico norafricano donde Ferembach (1986) distinguió a las poblaciones antiguas Iberomaurusianas de origen europeo de los Capsianos procedentes de Oriente medio y superpuestos a los primeros. También fue aplicado este modelo en la región ecotonal pampeana argentina mediante agudos trabajos que evidenciarían la llegada de grupos norpatagónicos hacia el holoceno superior (Barrientos y Pérez 2002, 2005). Si bien la intervención del MMR en la evolución de Homo sapiens anatómicamente moderno resulta probable parece difícil pensar que consistió en la exacerbación repentina de un sólo grupo africano, aunque esto parece estar apoyado por hechos circunstanciales, sobre todo basados en registros fósiles. Son circunstanciales porque un sólo descubrimiento de mayor antigüedad realizado en cualquier parte del Viejo Mundo puede alterar substancialmente su contenido. Pese a todo, los humanos 85 anatómicamente modernos parecen estar tempranamente representados por los fósiles de Omo1 y Omo2 en Kibish (sur de Etiopía) con 100-130Ka, en Klasies River mouth y en Border Cave (ambos en Sudáfrica) con 70-120Ka y 100Ka, respectivamente (Lewin 1998; Solomon 2000; Balter 2002), ocupando luego casi la totalidad de las regiones del Viejo Mundo, siempre acompañado -según el MMR- con extinción súbita de poblaciones autóctonas sin dar lugar a, por lo menos, un proceso de flujo génico importante. Un punto central en la discusión de la forma cómo trabaja este modelo está contenido en la disputa sobre la presunta discontinuidad evolutiva existente entre Neandertales y humanos anatómicamente modernos. Se sabe que ambos coexistieron durante gran parte de la prehistoria europea y de oriente medio (Bräuer 1991; Hublin et al.1996; Lewin 1998; Balter 2002; Viegas 2004). Los restos de humanos anatómicamente modernos, como los de Stetten1 (Baden-Würtemberg), suceden, inmediatamente, a los Neandertales tardíos de Saint Cesare (Dordoña). La coexistencia debe haber perdurado durante varios milenios, como demuestra el descubrimiento de Hahnöfersand, en Alemania del Norte (Bräuer 1981), presumiblemente hasta hace unos 30Ka. La base morfológica central para considerar que se trató de dos grupos independientes es el conjunto de caracteres que los distinguen. Muchos autores consideran que los Neandertales presentan caracteres primitivos respecto de los humanos modernos. Estos últimos ya presentan locomoción bípeda completa, menor robustez esquelética (aunque mayor que la de los homínidos actuales), cráneo corto, alto y redondeado, basicráneo más angosto, región facial pequeña, mayor desarrollo frontal, región nasal menos prominente y protrusión mentoniana significativa (Stringer 1993; Lewin 1998). Otras características del esqueleto 86 postcraneal reflejarían su adaptación al frío (Steegman et al. 2002). Los Neandertales se caracterizan por presentar caracteres plesiomórficos, apomórficos y autapomórficos. Entre los primeros se citan la bóveda craneana, baja y alargada, prominencias frontales, arco sagital del parietal alargado, sínfisis mandibular huyente y consecuente ausencia de prominencia mentoniana. Entre los caracteres apomórficos se cuentan el aumento de la capacidad cerebral que, según Trinkaus (1983), es de 1518cc en promedio; la abertura del ángulo esfeno-occipital; el alargamiento del arco inion-lambda y la reducción en tamaño de los molares permanentes. Entre los rasgos autapomórficos más importantes se considera la forma subcircular del cráneo en norma posterior, un desarrollo neurocraneano importante en plano horizontal y su estrechamiento transversal a la altura de los procesos mastoideos. Para Hublin y Tillier (1991) este conjunto constituye una combinación única y propia de los Neandertales. La cara y la mandíbula presentan un complejo de caracteres difícil de disociar; entre ellos se citan la morfología redondeada y continua del torus supraorbitario, generalmente bien neumatizado; órbitas altas y subcirculares; maxilar prominente; ausencia de fosa canina; espacio retromolar mandibular basto y dentición anterior poderosa con arco dental ensanchado y aplanado en su región frontal. En otro análisis sobre la morfología craneana (Lieberman et al. 2000) se halló que los Neandertales no se adecuan al patrón humano moderno debido a su mayor amplitud basicraneana en relación al volumen endocraneal y a su marcada proyección occipital, aunque este último rasgo se debe a un engrosamiento de la tabla externa. Lieberman et al. (2002) concluyen que los humanos anatómicamente modernos se distinguen de las formas arcaicas -entre los que se encuentran los Neandertales- por una Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007 serie de autapomorfías (globularidad neurocraneana y retracción facial) originada, probablemente, en la flexión basicraneana y en el acortamiento facial. Rak et al. (2002) encontraron importantes diferencias en la rama mandibular de los Neandertales respecto de otros homínidos. Esto llevó a varios autores a considerar que los Neandertales presentan muchos caracteres derivados y que no tendrían ningún rol en la ancestría de Homo sapiens. Otros (Harvati et al. 2004; Wilford 2004) se remiten a estudios craneométricos que confirmarían la disparidad entre ambas formas. El estudio de la ontogenia de los Neandertales parece confirmar su diferenciación respecto de los humanos modernos pues, según Maureille y Bar (1999), presentan un desarrollo más extendido en la región facial media. Ramirez Rozzi y Castro (2004) dedujeron un patrón de crecimiento propio de los Neandertales sobre la base de su particular desarrollo dentario, consistente en un acortamiento de ciertos períodos de crecimiento respecto del hombre moderno y aún menor que el presentado por otros homínidos fósiles mucho más antiguos como H. heidelbergensis y H. antecessor. Sin embargo, Thompson y Nelson (2000) ya habían demostrado que el patrón ontogénico de los Neandertales era intermedio entre el de Homo erectus y el de los humanos modernos porque se caracterizaba por una trayectoria de crecimiento lento pero con desarrollo dental más avanzado. La gran similitud morfológica existente en las poblaciones humanas modernas y su diferenciación respecto de cualquier otra especie homínida contribuye a sostener su origen único (Howells 1973, 1989; Relethford 1994), lo cual es consistente con lo hallado en análisis genéticos (Relethford 1994). Según Takahata et al. (2001) 90% de las secuencias de ADN estudiadas en Homo sapiens indica un origen africano del antecesor común más reciente. La variación del Héctor M. Pucciarelli ADNmt de los Neandertales cae, según Krings et al. (1997), fuera de la variación de los humanos modernos, sugiriendo que aquellos no efectuaron contribución genética alguna. En cambio, Gutierrez et al. (2002) encontraron superposición de las distribuciones de variación genética. Recientes estudios (Viegas 2004) confirmarían que mientras existen similitudes en el ADN entre poblaciones modernas y los fósiles Cro Magnon procedentes de cavernas del sur de Italia las diferencias entre éstos últimos y los Neandertales (de unos 30Ka de antigüedad) fue casi total. Las diferencias de orden genético y auxológico entre ambos grupos parecen ser concluyentes pero no ocurre lo mismo con los análisis morfológico y etológico. Respecto de esto último existe una interesante controversia sobre si los Neandertales poseían capacidad para mantener la sobrevivencia de individuos discapacitados o afectados por enfermedades graves. DeGusta (2003) intenta rebatir una idea promovida por Lebel et al. (2001) y Lebel y Trinkaus (2002) en cuanto a que la mandíbula de Aubesier 11 parece mostrar que ese ser habría recibido cuidados que permitieron su sobrevivencia por un período de, al menos, 6 meses. Si bien con el solo resto de Aubesier no se puede garantizar tal afirmación su eventual corroboración con descubrimientos similares indicaría que el comportamiento de los Neandertales era más próximo al de los humanos que al de los monos antropomorfos. De todos modos parece obviarse un hecho fundamental que hecha por tierra cualquier intento de diferenciación extrema entre Sapiens y Neandertales: la fabricación y empleo sistemático de instrumental lítico. Esta omisión es explicable desde una única perspectiva: la presencia de cierto prejuicio en el esfuerzo por separar a los Neandertales de nosotros mismos. Puedo citar, al respecto, las significativas palabras de Wilford (2004:1): 87 «En resumen, ¿fueron los ahora extintos Neandertales de Europa miembros con pleno derecho de la especie humana moderna, una subespecie o una especie enteramente distinta? La respuesta tiene implicancias para el ancestro de los europeos modernos: si acaso alguna sangre Neandertal fluye por sus venas». El dilema, entonces, no parece centrarse en la posición taxonómica de los Neandertales sino la preservación europea de contaminación racial por una especie «inferior», hecho sólo salvable si se adopta como dogma que los Neandertales constituyen «una especie enteramente distinta», a pesar del hecho irrefutable de haberse adaptado culturalmente al medio, siendo ésta condición «sine qua non» para diferenciar a los verdaderos humanos del resto de los mamíferos. Una condición básica que debe cumplir todo modelo, como el examinado, es la condición de consistencia. Según Lewin (1998) hay tres líneas de evidencia sobre este tema, las anatómicas, las genéticas y las arqueológicas (comportamentales), a las que agrego las auxológicas y las poblacionales. Cuando se trata de explicar un mismo evento, los resultados entre estas fuentes de información deben llegar a cierto grado de congruencia; todas las inferencias deben confluir en un conjunto armónico. Si se considera en detalle pueden observarse pocos rasgos morfológicos que marquen una diferencia cualitativa entre Neandertales y humanos modernos. Los rasgos discontínuos, por ejemplo (fosa canina, foramen mentoniano, etc), son muy pocos. Tienen mayor peso los rasgos contínuos, los cuales no tienen significación biológica si se toman en forma aislada puesto que, a excepción de rasgos como la estatura corporal o la capacidad craneana, integran componentes funcionales mayores y, por consecuencia, están directamente ligados entre sí. Un argumento repetidamente esgrimido es la relación inversa que existe entre el avance de evolución homínida y el incremento en grado de robustez. Esto parece ser un hecho cierto pero 88 Lieberman (1996) encontró, mediante un estudio experimental, que la robustez corporal no parece ser un carácter de gran control genético puesto que un mayor desarrollo podría responder a una mayor actividad física. También halló, mediante estudios comparativos, que la robustez cortical es muy variable, siendo que los Neandertales y humanos anatómicamente modernos no muestran mayor robustez que la vista en poblaciones holocénicas tempranas. También fueron esgrimidas diferencias substanciales de comportamiento industrial entre ambos grupos. De acuerdo con Lewin (1998) los Neandertales eran cazadoresrecolectores con técnica lítica Musteriense, que perduró por unos 60Ka. Luego fue desarrollada la técnica lítica Chatelperroniense (Cavernas de Chatelperron y Saint Césaire y sitio de Arcy-sur-Cure, Francia) que corresponde al Paleolítico superior. Pero, siguiendo a Lewin (1998), el Chatelperroniense sería otra industria Neandertal, producida cuando coexistían con los seres humanos modernos en Europa occidental. No se sabe, en realidad, si el Chatelperroniense fue una innovación local de los últimos Neandertales o resultó de una mezcla cultural con los hombres modernos. La técnica Aurignaciense, en cambio, es considerada como típica de los humanos modernos. Posee unos 40Ka de antigüedad y se diferencia del Musteriense en forma neta. La distribución de los humanos modernos más tempranos a través de Europa puede correlacionarse con la difusión de ésta industria. Sin embargo, la distribución geográfica de los Neandertales parece haber sido mayor a lo actualmente considerado, dados los descubrimientos realizados en Grecia últimamente (Harvati et al. 2003). Su empuje desde el sur, con simultáneos movimientos hacia el norte del Chatelperroniense (Leroyer y Leroi-Gourhan 1983), puede ser indicio de los movimientos poblacionales que ocurrieron con la aparición del hombre moderno. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007 En el este de Europa los fósiles de Vidija y Sala parecen mostrar una morfología más moderna que la presentada por los Neandertales del oeste. Algo de una moderada robustez o de un prognatismo mediofacial de los especímenes puede ser explicado por un pequeño tamaño corporal, tal vez evolucionando en paralelo con los humanos modernos. Pero cambios evolutivos locales o flujo génico pueden también haber contribuido. Estos fósiles dan mejor soporte para admitir cierta continuidad local respecto de la aparición de los humanos anatómicamente modernos. Esta continuidad también puede ser explicada por la posición geográfica del área, al punto de haber sido propuesta por algunos autores como zona de origen de los humanos modernos. Para otros la temprana presencia de un Aurignaciense, aparentemente intrusivo en Bulgaria antes de 40Ka, puede evidenciar un origen exótico del proceso. Hay también fundamentos poblacionales con los que se pretende apoyar la hipótesis de discontinuidad entre Neandertal y Sapiens. Para Harvati (2003) las distancias morfológicas entre Neandertales y humanos antiguos y modernos son consistentemente mayores que las distancias entre poblaciones humanas recientes y aún mayores que las distancias entre las especies de chimpancé. Además, no fueron halladas fuertes afinidades entre Neandertales y paleolíticos europeos tardíos. Concluye que no hay evidencia para una contribución Neandertal a la evolución de los europeos modernos. Sin embargo, Cunningham y Wescott (2002) habían refutado modelos como el empleado por Harvati por cuanto hallaron en una comparación de fósiles de la Upper Cave en Zhoukoudian (UC101, UC102, UC103), que la variación Pleistocénica intragrupal fue mayor que la observada en una muestra mundial de poblaciones modernas usada como referencia. Fue obtenido, además, que los fósiles de la UC no se ubican dentro de un mismo grupo humano Héctor M. Pucciarelli moderno y que cada especimen es -en el espacio multivariado- atípico respecto de su más cercano vecino moderno. Se concluye que la homogeneidad intragrupal actual es un fenómeno relativamente reciente y que resulta de la expansión de una sola población neolítica, con sus múltiples efectos esperables. Ackermann (2002) también discute el procedimiento de comparar entre poblaciones de diferente antigüedad y/o grupo taxonómico basado en que las poblaciones vivientes son, a menudo, usadas como análogas de las fósiles mediante la falsa suposición de que ambas varían de una misma manera. Ackermann examinó la validez de este principio comparando patrones de variación facial entre humanos y monos africanos, apuntando a tres cuestiones mayores. Primero: ¿es la variación fenotípica similar entre especies estrechamente relacionadas?. Segundo: si es no similar ¿por qué?. Tercero: ¿es factible usar especies análogas para modelar propósitos?. Los resultados muestran que mientras los hominoideos comparten un patrón similar de variación facial hay divergencia con los patrones secundarios que corresponden a las relaciones filogenéticas entre estas especies debido a que la variación cambia a través del tiempo y si se deja de contar con esta divergencia cuando se usan análogos vivientes como «unidades de variación» puede llegarse a interpretar el registro fósil con más problemas que lo actualmente esperado. En síntesis, gran parte de la evidencia antropológica apoya a la hipótesis de origen único en Sudáfrica para Homo sapiens anatómicamente moderno pero rechaza modelos extremos como el de migración reemplazo. La solución estaría en adoptar la hipótesis de origen único asociada a un modelo que permita considerar factores evolutivos (como flujo génico, deriva génica, selección y adaptación) jugando un rol complementario. Un tema focal es saber si los hombres de Neandertal pueden haber cumplido algún rol en este modelo mixto. 89 El objeto de este estudio es examinar el Modelo Migración-Reemplazo a través de 30 mediciones cráneo-funcionales usadas para efectuar análisis de clusters, distancias euclidianas y craneogramas de componentes funcionales sobre una secuencia morfológica que va desde Homo habilis hasta los seres humanos anatómicamente modernos. El punto central es determinar si la comparación cráneo-funcional realizada entre Neandertales (HN) y humanos anatómicamente modernos (HAM) presenta una distribución de componentes que concuerde con el modelo predeterminado o si una derivación HN®HAM de componentes puede ser inferida, permitiendo rechazar el modelo examinado. El argumento del método consiste en que si ambos grupos poseen diferentes ancestrías inmediatas su comparación cráneo-funcional será «en mosaico», porque se pondrá de manifiesto una contrastación de diferentes historias evolutivas. Si, por el contrario, la comparación se reduce a la transformación sistemática de un conjunto definido de componentes, que no difiere en intensidad de la de las comparaciones de sus ancestros podrá inferirse que se está en presencia de grupos que compartieron una misma historia evolutiva y, por ende, el pretendido paralelismo evolutivo entre HN y HAM debe ser sometido a revisión. Materiales y métodos Fueron empleados 103 cráneos de poblaciones del mesolitico (Teviec) y del neolítico (Sebazac, Orrouy, Homme Mort) europeo; del Paleolítico norafricano (Taforalt, Afalou) y de paleoamericanos y arcaicos de Brasil (Lagoa Santa) y México (Tlatilco, Valley) y reproducciones craneanas de alta fidelidad pertenecientes a Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis y Homo sapiens fossilis (ca. 30Ka) de Europa, Asia y África. Todos fueron medidos mediante el método 90 cráneo-funcional, esto es, determinando tres variables, una longitud, un ancho y una altura para cada uno de los dos componentes mayores (neurocráneo y face) y ocho componentes menores, cuatro neurocraneanos (anteroneural, mesoneural, posteroneural y ótico) y cuatro faciales (óptico, respiratorio, masticatorio y alveolar). Dichas variables fueron utilizadas, previa estandarización para eliminar los efectos escala y/o tamaño, en forma libre o agrupadas por componentes funcionales. El análisis se realizó en tres etapas: (a) análisis intergupal de clusters (distancias de Minkowski con linkage Ward) sobre los escores obtenidos del análisis canónico y sobre los factores obtenidos del Análisis de Componentes Principales; (b) distancias intergrupales D2 de Mahalanobis obtenidas sobre variables doble estandarizadas para eliminar el efecto tamaño; y (c) craneogramas de transformación de los componentes funcionales por tamaño y forma (crecimiento relativo diferencial y/o distorsión intracomponente) para calcular la variabilidad de cada componente funcional de acuerdo a una metodología previamente desarrollada (para detalles ver Pucciarelli et al. 1990, 1999, 2000; Sardi 2002; Sardi et al. 2004). La tarea estadística fue realizada mediante el programa SYSTAT 9 en la División de Antropología del Museo de La Plata. Resultados Analisis de clusters Fueron construídos dos clusters libres de efecto tamaño, uno basado en once escores canónicos obtenidos del análisis discriminante y otro basado en siete factores del análisis de componentes principales. Ambos explicaron más del 60% de la variación registrada. El cluster de escores canónicos mostró dos subclusters (d=4.5) claramente definidos. En uno figuran las formas fósiles: Homo erectus Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007 se separa tempranamente (d=2.0) de H. habilis y H. neanderthalensis y éstos a menor distancia entre sí (d=1.5). El segundo subcluster presenta tres agrupamientos (d=2.9). En el primero H. sapiens fossilis (ca. 20Ka) se agrupa junto a los paleolíticos norafricanos de Taforalt y Afalou (d=1.5), que se separan entre sí a menor distancia (d=1.1). En el segundo (d=2.2) las tres poblaciones americanas, siendo Lagoa Santa la de mayor separación (d=1.8), mientras que Valley y Tlatilco se hallan más próximos (d=1.5). El tercero (d=1.9) está conformado por las cuatro poblaciones europeas, siendo los pobladores de la caverna de Homme Mort los más alejados (d=1.8). Sebazac (d=1.4) se separa de Teviec y Orrouy que, a su vez, son los que presentan la menor diferenciación (Figura 1). El cluster basado en componentes principales mostró dos subclusters (d=2.5) claramente definidos. En uno (d=0.9) figuran H. habilis y H. erectus. El segundo (d=1.8) comprende tres agrupamientos. En el primero (d=1.1) los Neandertales se agrupan junto a H.sapiens fossilis (d=0.8) y Taforalt junto a Afalou (d=0.7). En el segundo (d=1.5) fuguran las tres poblaciones americanas junto con Homme Mort (d=1.1). En el tercero (d= 0.8) se agrupa Teviec junto con Orrouy y Sebazac (Figura 2). Distancias D2 de Mahalanobis La comparación de distancias entre humanos modernos de alrededor de 30Ka (H. sapiens fossilis) y el resto de las muestras (Figura 3) indicó diferencias significativas en todos los casos, pero con distintas intensidades. Se dividieron en dos grupos: (a) los de volumen craneofacial de mayor tamaño que H.sapiens fossilis y (b) los de volumen craneofacial de menor tamaño que H. sapiens fossilis. Entre los primeros figuran los Neandertales (d@30), los paleolíticos de Cluster Tree Cluster Tree H.habilis Sebazac H.erectus Teviec H.neandertal Orrouy H.s.Fosil Homme Mort Afalou Valley Taforalt Tlatilco Lagoa Santa Lagoa Santa Tlatilco H.s.Fosil Valley Afalou Homme Mort Taforalt Teviec H.habilis Orrouy H.neandertal Sebazac H.erectus 0 1 2 3 Distances 4 Figura 1. Cluster libre del efecto tamaño construído sobre 11 escores canónicos del análisis discriminante aplicado sobre las 24 variables de los componentes funcionales menores. Héctor M. Pucciarelli 5 0 1 2 Distances 3 Figura 2. Cluster libre del efecto tamaño construído sobre 7 factores del Análisis de Componentes Principales aplicado sobre las 24 variables de los componentes funcionales menores. 91 distance distance 60 50 40 30 20 10 0 10 20 30 40 50 60 is s r s u lt c c y rt y a o bil ctu nde ien falo fora vie aza rrou mo alle ago tilc .ha re ea ap -A a Te eb O H. -V -L Tla -H -H.e-H.n -H.s 05 06-T 07- 8-S 09- 10- 11 12 131 0 02 03 04 0 POBL$ Figura 3. Distancias D2 de Mahalanobis intergupales libres del efecto tamaño calculadas sobre las variables de los componentes funcionales menores. Las muestras están diferenciadas por barras de distinta tonalidad según su procedencia (gris claro y gris oscuro=fósiles; gris oscuro y negro=norafricanos; negro=franceses; blanco y gris=americanos). Las barras hacia arriba indican volumen craneofacial mayor que el de Homo sapiens fossilis. Las barras hacia abajo indican volumen craneofacial menor que el de Homo sapiens fossilis. Afalou (d@ 20), Taforalt y Teviec (d@25) y los paleoamericanos de Valley (d@50). Entre los segundos figuran Homo habilis (d@55), Homo erectus (d@60), los franceses de Sebazac, Orrouy y Homme Mort (d@30-40) y los americanos de Lagoa Santa y Tlatilco (d@30-40). Craneogramas iso-anisométricos Un componente cráneo-funcional puede presentar tres tipos de variación: (a) incremento sólo de tamaño; (b) incremento de tamaño+variación de forma; y (c) variación sólo de forma. Los incrementos sólo de ta92 maño son deducidos de los índices volumétricos de los componentes mayores cuando varían en ausencia de una disrupción craneofacial significativa. Los incrementos de tamaño+ forma están contenidos en los índices volumétricos de los componentes funcionales menores que, por ser efecto escalar de los anteriores, no fueron tenidos en cuenta en este análisis. Los incrementos sólo de forma poseen dos variantes. Una es la que expresa las diferencias de tamaño relativo de los componentes funcionales menores a través de sus índices morfométricos y determina cambios en el componente funcional mayor que los contiene y la otra es la deformación propia de cada componente menor, denominada aquí como distorsión intracomponente. Se manifiesta en ausencia de cambios de tamaño y se diferencia de los índices morfométricos en que expresa los cambios de forma de un componente en términos de la variación relativa de una o más de las variables del propio componente. Las variaciones en tamaño de los componentes mayores, el grado de disrupción craneofacial y las variaciones de crecimiento relativo de los componentes menores, junto con la distorsión intracomponente, son descriptos en conjunto mediante los craneogramas isoanisométricos presentados en la Figura 4. La comparación H. habilis-H. erectus mostró en los segundos mayor crecimiento neurocraneano -con consecuente incremento del grado de encefalización- (Figura 4a-01/ 03), hiperdeformación (crecimiento relativo+distorsión) del componente anteroneural, distorsión posteroneural y óptica y menor crecimiento relativo de los componentes masticatorio y alveolar (Figura 4a05,07,09,11,12). El incremento neurocraneano de los Neandertales respecto de H. erectus provocó un aumento del grado de encefalización en éstos últimos (Figura 4b-01/03). Los tres componentes menores de variación significativa en dicha comparación (mesoneural, Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007 Discusión La cinemática descripta por los clusters, distancias y craneogramas muestra que la variación funcional intergrupal no fue de carácter aleatorio. Debe describirse, entonces, la dinámica del proceso, lo que equivale a interpretar el origen y sentido de las variaciones observadas, así como su grado de consistencia. No es posible obtener un paHéctor M. Pucciarelli dist. dist. dist. dist. dist. dist. dist. dist. dist. dist. óptico y respiratorio) presentaron hiperdeformación pues fueron afectados por alteraciones de crecimiento supra e intracomponente (Figura 4b,06,08,10). La comparación entre Neandertales y humanos anatómicamente modernos presenta menor crecimiento facial en los segundos, con consecuente incremento neurofacial (que indica menor facialización en H. sapiens) (Figura 4c-01/03). También presenta crecimiento relativo del componente mesoneural, distorsión del ótico e hiperdeformación del componente alveolar, con mayor crecimiento relativo en los Neandertales (Figura 4c-06,08,12). En las comparaciones que intervienen Taforalt (»10Ka) y Tlatilco (»5Ka) las deformaciones intracomponente se hacen más profusas. Taforalt presentó hiperdeformación (con mayor crecimiento relativo) en neurocráneo, cara e índice neurofacial (Figura 4d-01/03), disminución anteroneural, incremento relativo y distorsión óptica e hiperdeformación con mayor crecimiento relativo en Taforalt de los componentes ótico, masticatorio y alveolar (Figura 4d-05,07/ 09,11,12). Tlatilco presentó disminución neurocraneana y facial respecto de Taforalt, pero sin disrupción neurofacial (Figura 4e01/03), mayor crecimiento relativo anteroneural, mayor hiperdeformación posteroneural y óptica y menor hiperdeformación ótica y masticatoria (Figura 4e-05,07/09,11). 30 20 10 0 10 20 30 30 20 10 0 10 20 30 30 20 10 0 10 20 30 30 20 10 0 10 20 30 30 20 10 0 10 20 30 VI VI FI -N -F -N 01 02 03 04 MI MI MI TMI MI RMI MI AMI N MN PN O 9-O 0-M -A 1 0 11 12 05 06- 07 08 (a)H.habilis-H.erectus VI VI FI -N -F -N 01 02 03 04 MI MI MI TMI MI RMI MI AMI N MN PN O 9-O 0-M -A 1 0 11 12 05 06- 07 08 (b)H.erectus-H.neanderthalensis VI VI FI -N -F -N 01 02 03 04 MI MI MI TMI MI MI MI AMI N MN PN O 9-O 0-R -M 2-A 1 0 11 1 05 06- 07 08 (c)H.neanderthalensis-H.s.fossilis VI VI FI -N -F -N 01 02 03 04 MI MI MI TMI MI RMI MI AMI N MN PN O 9-O 0-M -A 1 0 11 12 05 06- 07 08 (d)H.s.fossilis-Taforalt VI VI FI -N -F -N 01 02 03 04 MI MI MI TMI MI RMI MI AMI N MN PN O 9-O 0-M -A 1 0 11 12 05 06- 07 08 (e)Taforalt-Tlatilco Figura 4. Craneograma iso-anisométrico construído con los valores de las distancias D2 de Mahalanobis para cada componente funcional. Las variables de los componentes funcionales mayores están libres del efecto escala. Las variables de los componentes funcionales menores están libres del efecto tamaño. Bblanco=no significativo, blanco y gris=significación en tamaño -o crecimiento- relativo, gris claro y negro=distorsión intracomponente, gris oscuro y negro=crecimiento relativo con distorsión intracomponente; 01-03 componentes funcionales mayores e índice neurofacial; 04-07= componentes funcionales menores del neurocráneo; 0811= componentes funcionales menores del esplacnocráneo. 93 norama definitivo de un proceso tan complejo, pero si se toman las comparaciones donde intervienen los Neandertales como centro de análisis para examinar el MMR puede llegarse a inferencias sorprendentes. La similitud hallada entre Neandertales y humanos modernos es difícil de interpretar desde la craneometría tradicional. Es inferior a la diferencia entre H. erectus y H. neanderthalensis, pero dado que los defensores del modelo migración-reemplazo sostienen que H. neanderthalensis y H. sapiens se originan de una misma especie (H. heidelbergensis, H. antecessor, etc.) el valor evolutivo de esta diferencia sólo puede ser evaluado a la luz de la diferencia entre estas especies y la especie que les dio origen. Si la diferencia entre H. sapiens y H. neanderthalensis es mayor que la que tienen estas especies con la pretendida especie ancestral el MMR daría cuenta de los resultados. Por el contrario, si la diferencia entre estas formas fuera menor que la diferencia con la especie ancestral la posibilidad de una continuidad evolutiva no puede ser descartada. Esta disquisición nos lleva a un callejon sin salida por cuanto es imposible contar, por el momento, con la cantidad y calidad de restos de la especie antecesora como para efectuar un estudio de este tipo. Debemos conformarnos, entonces, con circunscribir nuestro estudio a las especies fósiles disponibles, esto es, Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis y Homo sapiens e interpretar la variación obtenida desde una perspectiva cráneo-funcional. No existe consenso respecto de la significación filogenética de los Neandertales. Estos homínidos presentan un conjunto propio de caracteres que servirían para confirmar que los Neandertales constituyeron una rama especializada de la línea que condujo a los seres humanos anatómicamente modernos (Stringer 1974, 1978; Howells 1975; Trinkaus 1976; Hublin 1978; Santa Luca 94 1978; Trinkaus y Howells 1979; Stringer y Trinkaus 1981). Es factible, sin embargo, suponer que hubo transición en Europa oriental, dadas las características de los fósiles de ésta región y que el argumento de falta de tiempo para que se desarrollen efectos evolutivos entre Neandertales y Sapiens modernos requiere ser revisado debido a modificaciones efectuadas en la cronología tradicional europea (Dennell 1983). Sin embargo, hay evidencias fósiles, culturales y genéticas que desafían la idea clásica de un desarrollo lento y gradual de los seres humanos anatómicamente modernos. Se piensa, más bien, que el cerebro humano fue integrado al hiperespacio cognitivo en razón de un conjunto limitado de rasgos causales (Balter 2002). Cualquiera sea el caso, si se mantiene la pretendida discontinuidad evolutiva entre Neandertales y Sapiens modernos -fundamento del MMR- es de esperar entonces que las diferencias entre estas especies sean morfológicamente importantes. Esto implica obtener: (a) posiciones alejadas en un análisis de cluster; (b) grandes distancias euclidianas en una comparación multivariada; (c) una variación cráneo-funcional profusa y «en mosaico» en los craneogramas realizados entre especies resultantes de historias evolutivas distintas. (a) Los resultados obtenidos con ambos clusters imponen ambigüedad respecto de la posición de los Neandertales: están claramente ubicados entre los fósiles más antiguos y ninguna relación filogenética directa con los humanos anatómicamente modernos podría ser inferida, apoyando así una hipótesis de discontinuidad (Figura 1). Al mismo tiempo, están estrechamente ligados entre sí, alejados de los fósiles más antiguos y comparten posiciones con hombres del Paleolítico, permitiendo inferir una hipótesis de continuidad con Homo sapiens (Figura 2). (b) Las D2 de Mahalanobis apoyan la segunda hipótesis por cuanto la distancia correspondiente a Neandertal-Sapiens, aúnque signifi- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007 cativa, está entre las de menor magnitud, es similar a la de Teviec e igual o menor que las de Sebazac y los neolíticos de Orrouy y Homme Mort (Figura 3). Estas distancias ofrecen un interesante planteo puesto que H.sapiens parece encontrarse en el centro de una tendencia en la evolución por tamaño en que formas humanas antiguas con unos 910Ka (esto es, más cercanas a H. sapiens fossilis) son, excepto Lagoa Santa, de mayor tamaño como Afalou y Taforalt en el Norte de Africa, Teviec en Europa y los paleoamericanos de la cuenca de México, en Norteamérica. Las más modernas, con 3-5Ka y más lejanas a H. sapiens fossilis, son de menor tamaño (Sebazac, Homme Mort y Orrouy en Europa, Lagoa Santa y Tlatilco en América Central). Esto puede estar relacionado con una tendencia a la disminución general de la estatura y se complementaría con una tendencia general a la gracilización, como la propuesta para la evolución de H.sapiens. Por otro lado, llama la atención que si bien los homínidos taxonómicamente más distantes, como Homo habilis y Homo erectus, presentan las mayores distancias libres de efecto tamaño los Neandertales, considerados por la mayoría de los autores modernos como apartados de la línea filética humana, presentan una distancia la mitad más corta. Esto conduce a pensar que la razón entre distancia morfológica y distancia cronológica produce un cociente que aproxima, en gran medida, a los Neandertales con los seres humanos anatómicamente modernos. (c) El craneograma iso-anisotrópico muestra un crecimiento neurocraneano en tamaño -sin variación de forma- que va desde H. habilis hasta H. neanderthalensis. No existen diferencias en tamaño cerebral entre estos últimos y H. sapiens. Una respuesta usual es que el cerebro grande de los Neandertales era primitivo y de características propias de los primates no homínidos. Holloway (Lewin 1998), sin embargo, concluyó que no hay caracteres simiescos en los Neandertales y que Héctor M. Pucciarelli nada en su estructura cerebro-facial les impediría el desarrollo de lenguaje. ¿Cómo podría injertarse, entonces, dentro del concepto de Holloway la idea de un gran cerebro Neandertal surgido por efecto heterocrónico? Por otro lado, surge del estudio de Ramírez y Castro (2004) que las alteraciones heterocrónicas de los patrones de crecimiento son mayores en los Neandertales que en los homínidos tempranos pero se da por aceptado, al mismo tiempo, que los Neandertales surgieron del tronco antecesor representado por H. heidelbergensis, lo que obliga a preguntarnos si es factible un efecto heterocrónico tal que supere al propio nivel de divergencia. Luego comienza otro patrón de diferenciación neurofacial que puede ser considerado como una autapomorfía Taforalt: pequeños incrementos de tamaño con una significativa deformación intracomponente. A partir de H.sapiens se da una apomorfía en disminución facial que persiste hasta el Arcaico (Tlatilco). Estas variaciones se combinan para generar una tendencia continua en incremento neurofacial desde H. erectus hasta los hombres del Paleolítico superior, para equilibrarse hacia el Arcaico. Este craneograma también describe la variación cráneo-funcional libre de tamaño en los componentes menores. Una incongruencia respecto de la discontinuidad Neandertalense hacia la humanización reside en que mientras las diferenciaciones entre componentes alcanza un 63% en las comparaciones donde no intervienen los hombres de Neandertal sólo hay un 38% donde éstos intervienen, esto es, en H. erectus - H. neanderthalensis y H. neanderthalensis - H. sapiens. Todos los componentes menores variaron en una u otra comparación pero no todos tuvieron el mismo grado de diferenciación. El más variable fue el componente ótico (80%) y el menos variable fue el componente respiratorio (20%). El resto varió alrededor de 60%. 95 Si se estudia la variación de los componentes menores tomando como eje a los hombres de Neandertal (Figuras 4b y 4c) se tiene que, debido a que los componentes anteroneural y posteroneural permanecen invariables, la elongación del cráneo Neandertal se realiza a expensas de la variación del componente neural medio (Figura 4b-06). La variación de dicho componente resume y coliga la mayoría de los «caracteres propios» del cráneo Neandertal. Del conjunto de caracteres plesiomórficos, apomórficos y autapomórficos descriptos en la introducción y «distintivos» de los Neandertales sólo uno -la ausencia de prominencias frontales- es un carácter cualitativo. Los restantes, tales como la bóveda craneana baja y (junto con el arco sagital del parietal) elongada, el incremento de la capacidad cerebral, la variación del ángulo occipital, el elongamiento del arco inionlambda, la reducción en tamaño de los molares permanentes, la forma subcircular del cráneo en norma posterior, el desarrollo neurocraneano importante en plano horizontal y el estrechamiento transversal del mismo a la altura de los procesos mastoideos son rasgos contínuos, en su mayoría coligados entre sí como, por ejemplo, el arco sagital del parietal elongado con bóveda craneana baja, larga y con elongamiento del arco inionlambda. Además, las diferencias intergrupales se manifiestan a través de valores de magnitud (mayor capacidad craneana, menor abertura del ángulo occipital, etc) que requieren de análisis estadísticos para datos métricos, esto es, continuos. Se sigue, entonces, que las principales diferencias entre Neandertales y Humanos anatómicamente modernos son de grado y que sólo manifiestan cualitatividad si se acepta el criterio de Hublin y Tillier (1991) en cuanto a que sólo en su conjunto presentan una combinación propia de los Neandertales, lo cual debería ser sometido a un análisis más profundo pues sólo sobre la 96 base de pruebas estadísticas realizadas sobre rasgos métricos no correlacionados entre sí puede establecerse una diferencia, que siempre será de grado y, malamente dicho conjunto pueda ser apropiado para reafirmar un proceso de diferenciación interespecífica. La estabilidad del componente neural medio vista en los humanos modernos (Figura 4c-06) se explica por el crecimiento compensatorio en altura de estos últimos respecto de los Neandertales, que equilibra la capacidad craneana entre ambas formas y explica la no significación de sus diferencias en volumen neurocraneano (Figura 4c01). En esto coinciden Bräuer (1991) y Balter (2001). Para Zollikofer (Balter 2001) el gran cerebro de los Neandertales y humanos modernos fue producto de evolución paralela y sus diferentes formas podrían ser diferentes estrategias seguidas para contener un cerebro grande en un espacio pequeño. El criterio de Zollikofer puede ser la llave que interprete el problema Neandertal aún por fuera del MMR. Las grandes diferencias en lo genético y auxológico entre éstos y lo homínidos contemporáneos pueden deberse a una divergencia Neandertal temprana del tronco común hacia los homínidos y las inevitables similitudes en lo morfológico y comportamental (nunca vi que se discuta la pertenencia del MusterienseChatelperroniense a los Neandertales) a un proceso de convergencia evolutiva. La interacción entre ambos opuestos (divergencia/convergencia) es dialéctica y su producto la formación de una especie tan cercana (y, al mismo tiempo, tan lejana) del hombre anatómicamente moderno. También fue activo el componente ótico pues disminuyó en tamaño y varió su forma en los Neandertales (Figura 4b-08) hasta equilibrarse, sólo con leve distorsión intracomponente, con el de los hombres modernos (Figura 4c-08). El carácter distintivo de este componente surge del análisis Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007 (Lewin,1998) del hueso temporal de una criatura de 33Ka identificada como Neandertal con base en el laberinto óseo que diferencia a H. erectus y H. neanderthalensis de los humanos modernos. Los componentes óptico y masticatorio no tuvieron influencia alguna. (Figuras 4b y 4c-09,11). El componente respiratorio disminuyó en los Neandertales respecto de H. erectus y se equiparó al de los hombres modernos (Figuras 4b y 4c-10). Esto no concuerda con un criterio bastante generalizado (Hublin y Tillier 1991), según el cual los Neandertales poseen gran proyección facial anterior en su tracto medio, con abertura nasal ancha y pómulos salientes, posiblemente por adaptación al frío. Lo más destacable de ésta comparación es el, aparentemente, abrupto incremento de crecimiento proporcional con distorsión del componente alveolar de los Neandertales (Figura 4c-12). Es aparente porque dicha variación puede ser interpretada en sentido inverso, esto es, como una autapomorfía de disminución alveolar en humanos fósiles puesto que no hay diferencias significativas entre Neandertales y H. erectus (Figura 4b-12) y se invierte en la comparación entre H. sapiens fossilis y Taforalt (Figura 4d-12). El menor tamaño de este componente en los humanos modernos puede explicarse, siguiendo a Lewin (1998), por la pérdida en los humanos modernos de la necesidad que tenían los Neandertalenses de utilizar, intensivamente, sus dientes anteriores como herramienta pues estos están desgastados y con una inclinación característica, tal vez en función de morder y rasgar cuero y otros materiales resistentes. La disminución alveolar debe ser considerada como una autapomorfía humana anidada a otra más general, consistente en una retracción general del macizo facial. Dicha retracción facial no sólo ocurre porque, como lo establecieron Liebermann et al. (2000, 2002), el crecimiento basicraneano anterior es, con relación a la longitud Héctor M. Pucciarelli basicraneana total, 15% a 20% superior en los humanos modernos que en las formas arcaicas, lo cual produce un incremento de la inflexión basicraneana que permite el aumento de la cavidad neurocraneana y la reducción facial en los humanos modernos (Figura 4c-02). Este sólo efecto de alteración temprana de grandes patrones de crecimiento craneofacial puede provocar, siguiendo a los autores antes mencionados, cambios mayores que los que puede producir un conjunto mayor de alteraciones menores. Este argumento fue apoyado por el estudio de heterocronía realizado entre Neandertales y humanos modernos por Ponce de León y Zollikofer (2001). Los Neandertales mostraron hipermorfosis de patrón, esto es, patrones de crecimiento y desarrollo más rápidos, conduciendo a mayores valores adultos de tamaño y forma durante la ontogenia. Si bien esos autores consideran que se trata de dos especies diferentes concuerdan con Thompson y Nelson (2000) en que las «diferencias llave», incluida la angulación basicraneana, emergieron muy temprano, probablemente durante los últimos estadios del período prenatal. Luego ambos grupos siguieron trayectorias ontogenéticas paralelas mostrando un patrón compartido de cambio morfológico. Lieberman (Balter 2002) propone que el factor crucial de la diferenciación puede haber sido una mayor expansión relativa de los lóbulos frontales y/o temporales en los humanos modernos. Tatersal (Balter 2002) concuerda con el criterio de Lieberman por cuanto supone que la forma del cráneo humano moderno puede haber resultado de un pequeño número de eventos evolutivos. Lo que no se entiende de todo este planteo es que, si se parte de un principio de paralelismo entre Neandertales y humanos modernos, ¿sobre qué base se realiza un estudio heterocrónico entre ambas formas? El hecho de atribuir la diferenciación Neandertal - Hombre moderno a un efecto neoténico 97 implica aceptar una relación ancestro-descendiente más o menos directa y, al mismo tiempo, queda en tela de juicio una de las causas fundamentales de sostén del MMR para este caso porque los diferentes patrones de crecimiento ontogénico entre Neandertales y seres humanos modernos serían consecuencia del efecto heterocrónico que se estudia. Así llegamos a un razonamiento circular en el afán de negar la existencia de una relación causa-efecto entre ambos grupos. Es interesante observar la distribución de los componentes significativos de la Figura 4d donde, además de mostrarse cambios en tamaño y forma del neuro y esplacnocráneo, se observa un incremento de la encefalización en los paleolíticos de Taforalt respecto de los seres humanos de mayor antigüedad. Pero también debe observarse un muy activo comportamiento de los componentes menores que, excepto el respiratorio, mostraron diferenciaciones significativas. Es la mayor diversificación obtenida en toda la serie y no es casual que ocurra contra una población del Paleolítico superior norafricano. Esto daría sustento biológico a dos cosas. Por un lado, a la gran diversificación técnico-cultural que muchos autores llaman «revolución del Paleolítico Superior» y, por el otro, a la idea, magnificamente reflotada por Brace (Lewin 1998), en cuanto a que el nicho adaptativo de los humanos es un «nicho cultural», yen consecuencia, diferentes poblaciones en diversas partes del mundo pueden pasar por un mismo tipo de modernizaciones anatómicas como resultado de la adopción de una forma avanzada de tecnología. En este contexto tecnológico común la variación anatómica pierde parte de su significado, pero no todo, si se acepta que la evolución humana es un proceso dialécticosistémico. Es dialéctico porque la acumulación de pequeños cambios físicos, como los mencionados, puede provocar grandes variaciones taxonómicas y es sistémico porque esos cambios menores no inciden sobre sí 98 mismos sino sobre los componentes mayores que los contienen (principio fundamental del crecimiento proporcional de los índices morfométricos propuestos por la metodología cráneo-funcional). Bajo esta idea el criterio de Brace adquiere todo su sentido: cambios físicos menores se integran a cambios biológicos mayores que inciden en el comportamiento frente a un nicho ecológico que, a su vez, transforma y es transformado. La última comparación (Figura 4e) es un ejemplo de lo que ocurriría con más probabilidad si se superponen dos poblaciones sin continuidad aparente y que reflejan, en consecuencia, historias adaptativas diferentes. Es lo que debería haber ocurrido entre Neandertales y humanos anatómicamente modernos si con el MMR se estuviera en lo correcto. La característica es que hay una gran cantidad de información, basada en diferencias presentadas por 63% de los componentes, sin un orden aparente (diferenciación en mosaico), como sería esperable de la comparación entre una población del Paleolítico superior norafricano (Taforalt) con otra del Arcaico centroamericano (Tlatilco). Conclusiones Aunque hay indicios que demuestran efectos de reemplazo por discontinuidades locales en lo cronológico-morfológico es poco probable que su generalización absoluta pueda resultar de causas reales a no ser que (a) los fundamentos del modelo posean inspiración teórica difusionista en vez de evolucionista o (b) la metodología craneométrica empleada, hasta ahora, sea inhábil para descubrir «tendencias» que impliquen transformación temporal progresiva. Me inclino por la variante (b) sugiriendo que aunque es probable y explicable el efecto reemplazo, seguido de extinciones quasi repentinas de formas preexistentes, procede, a veces, de una insuficiencia de los métodos comparativos empleados y que aún las formas neandertaloides pudieron haber tenido Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007 cierta influencia en la formación del hombre moderno. El perfecto encaje de nuestros resultados con el efecto heterocrónico que produjo en el hombre moderno las apomorfías de incremento en inflexión basicraneal y retracción facial (que permitieron incrementar la porción antero-superior de la cavidad neurocraneana), junto con la autopomorfía de retracción alveolar -(consecuente a un cambio de comportamiento por reemplazo de la actividad masticatoria por actividad manual con instrumentos líticos perfeccionados para el tratamiento de materiales duros y resistentes como el cuero) explica la mayoría de los cambios craneofaciales y sugiere que, desde este punto de vista, una relación entre Neandertales y humanos modernos hubiera sido posible. Las diferencias de patrón entre ambos homínidos puede ser explicada por efecto de dicha variación heterocrónica, imposible sin una alteración genética profunda. Esa misma razón explica gran parte de las diferencias genéticas,aparentemente insoslayables, entre Neandertales y humanos modernos. Queda por resolver el problema de la mayor antigüedad de algunos humanos anatómicamente modernos respecto de los Neandertales pero, como señalé, esto es sólo evidencia circunstancial pues puede cambiar con cualquier próximo descubrimiento en Europa, Asia o el resto del mundo. En síntesis, debe darse un toque de atención respecto de una aplicación esquemática del MMR pues un MME (Modelo de MigraciónEvolución) que incluya procesos de deriva, flujo génico, selección, heterocronía y convergencia evolutiva puede explicar aspectos importantes que actuarían, como en este caso, en un todo coordinado para explicar las relaciones y diferencias entre los hombres de Neandertal y nuestra propia especie en un espacio de varios continentes y por un lapso de más de 100Ka. Agradecimientos Agradezco a las autoridades y personal técnico de las siguientes instituciones: Museo de La Plata (Argentina); Musée de l’Homme, Institute de Paleontologie Humaine (París); Instituto de Investigaciones Antropológicas, Instituto Nacional de Antropología e Historia (México) y Laboratorio de Estudos Evolutivos Humanos de USP (São Paulo) por haber hecho posible la medición cráneo-funcional de las colecciones utilizadas. También agradezco la invalorable colaboración prestada por las siguientes personas: Fernando R. Ramírez Rozzi (CNRS, Francia), Marina L. Sardi (UNLP, Argentina), Ernesto A. Calderón (CIC, Argentina), María C. Muñe (CONICET, Argentina), Walter A. Neves (USP, Brasil), Carlos Serrano Sanchez (IIA, México) y José Jiménez López (INAH, México). Este estudio fue parcialmente financionado por subsidios automáticos de la Universidad Nacional de La Plata y por el Convenio Binacional Argentino-Francés (Ress.1069/27-06-01 y 1438/27-08-01). 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Trinkaus, Erik 1976 The morphology of European and southwest Asia Neanderthal pubic bones. American Journal of Physical Anthropology 44:95-104. 1983 The Shanidar Neanderthals. Academic Press, Nueva York. Trinkaus, Erik y William Howells 1979 The Neanderthals. Scientific American 241:118-133. Viegas, Jennifer 2004 Study: human DNA Neanderthal-free. http://dsc.discovery.com/news/briefs/2003 30512/ neanderthal_print.html Wilford, John 2004 Skull details suggests Neandertals were not humans. http://www.n2.net/prey/ bigfoot/ hominids/skull2.htm 102 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007 RESEÑAS/RESENHAS Arqueologia da Amazônia de Eduardo Góes Neves. Zahar Editora, Rio de Janeiro, 2006. Resenhado por Denise Maria Cavalcante Gomes (PPGAS - Museu Nacional/ Universidade Federal do Rio de Janeiro) A primeira descoberta da América de Mark Hubbe, Estevan T. Mazzuia, João Paulo Atui e Walter Neves. Sociedade Brasileira de Genética, Ribeirão Preto, 2003. Resenhado por Astolfo Gomes de Mello Araújo (Instituto de Biociências - Universidade de São Paulo). Entre montañas y desiertos: arqueología del sur de Mendoza, editado por Adolfo F. Gil y Gustavo A. Neme. Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2002. Reseñado por Alejandro García (CONICET / Universidad Nacional de San Juan y Universidad Nacional de Cuyo). Los límites del mar. Isótopos estables en Patagonia meridional de Ramiro Barberena. Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2002. Reseñado por Adolfo F. Gil (CONICET /Departamento de Antropología, Museo de Historia Natural de San Rafael). Ecology and ceramic production in an Andean community de Dean E. Arnold. Cambridge University Press, Cambridge, 2003. Reseñado por Lidia Clara García (CONICET-Instituto de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires). El lenguaje de los dioses. Arte, chamanismo y cosmovisión indígena en Sudamérica de Ana María Llamazares y Carlos Martínez. Biblos, Buenos Aires, 2004. Reseñado por María Alba Bovisio (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires). Arqueología de la represión y la resistencia en América Latina, editado por Pedro Paulo Funari y Andrés Zarankin. Encuentro, Córdoba, 2006. Reseñado por Carlo Emilio Piazzini (Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia). Andean archaeology, editado por Helaine Silverman. Blackwell, Oxford, 2004. Reseñado por Alexander Herrera (Departamento de Antropología, Universidad de los Andes/Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú). Arqueologia da Amazônia de Eduardo Góes Neves. Zahar Editora, Rio de Janeiro, 2006. Resenhado por Denise Maria Cavaazlcante Gomes (PPGAS - Museu Nacional - Universidade Federal do Rio de Janeiro). Arqueologia da Amazônia, publicado pelo arqueólogo Eduardo Góes Neves, é um livro destinado a não especialistas - estudantes, interessados no tema, agentes governamentais, cientistas, políticos e intelectuais. Aqui encontramos uma discussão concisa, em linguagem clara e atraente, sobre o desenvolvimento cultural de uma das regiões mais ricas em biodiversidade do planeta. O imaginário coletivo ainda mantém uma visão romântica da Amazônia, considerando esta como uma das últimas fronteiras inexploradas, com uma natureza intocada e populações vivendo em harmonia com o meio. A realidade atual nos mostra uma ocupação humana desordenada, com um desmatamento crescente, conflitos de posse de terras, projetos econômicos equivocados, alguns deles altamente lesivos ao meio ambiente, às populações indígenas e caboclas, o que representa a face predatória e perversa do regime capitalista. O autor está consciente destes problemas, que demonstram a falta de um projeto de ocupação sustentável da Amazônia, por parte do Estado Brasileiro. Eduardo Neves sugere que esta situação também está relacionada ao desconhecimento, ou mesmo desinteresse pela história milenar da região. Sua aposta é que o conhecimento do passado amazônico, recuperado por meio da Arqueologia, possa contribuir para a escolha de estratégias mais adequadas de ocupação da região, respeitando suas características culturais e ecológicas. A partir daí, o leitor é convidado a prosseguir pelos meandros de uma história cultural impossível de ser desvinculada de suas relações com o meio. O livro possui uma organização cronológica, 104 abordando desde a ocupação humana inicial e a transição para a agricultura, até o desenvolvimento das sociedades complexas da Amazônia. Mas não espere o leitor um texto superficial. Arqueologia da Amazônia se inicia com uma densa caracterização do meio físico, descrevendo os tipos de rios, os solos e seus potenciais, os diversos compartimentos ambientais, os regimes de chuvas, a dinâmica de reciclagem da floresta e as implicações destes fatores para a subsistência humana, no que se refere às estratégias de caça, pesca e cultivo de roças. Uma noção básica é que a Amazônia apresenta enorme diversidade de plantas e animais, sendo a natureza não só fonte de subsistência, mas também de referências culturais. Um exemplo citado por Neves é a existência de um substrato cosmológico comum às sociedades amazônicas atuais, que se baseia na capacidade dos seres humanos e animais assumirem pontos de vistas distintos, possibilitando a metamorfose xamânica (Viveiros de Castro 2002:342-344). Notável, é que estes padrões cosmológicos, associados ao perspectivismo ameríndio, demonstram grande profundidade temporal, sendo documentados na decoração da cerâmica pré-colonial tardia de Santarém (Gomes 2001, 2002). Sobre o início da ocupação humana na Amazônia, o autor situa a antiguidade desta por volta de 11.000 anos, relativa à presença dos primeiros caçadores identificados na Caverna da Pedra Pintada, em Carajás, no Jamari, no Baixo Rio Negro, e no Alto Oricono. Neves observa que estes não eram caçadores especializados, assim como em outras partes da América, mas pescadores, coletores e caçadores de animais de pequeno porte, que parecem mimetizar a própria biodiversidade da floresta amazônica. Dentre os principais vestígios materiais, associados a estes caçadores, estão algumas pontas de projétil bifaciais, fabricadas em quartzo e sílex, como aquela encontrada em contexto, nas Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 escavações do sítio Dona Estela, na Amazônia Central, datada entre 7.000 e 6.500 a.C. Já a transição para a agricultura e o início da produção cerâmica é visto como um processo cultural não linear, o que torna necessária a familiarização do leitor com termos tais como domesticação (processo intencional de modificação genética de plantas selvagens) e agricultura (modo de vida totalmente dependente de plantas domesticadas), além dos debates sobre a origem da cerâmica na Amazônia. O contexto destas discussões envolve posições polarizadas. De um lado, os que defendem a existência de um único centro de origem e difusão da cerâmica, relativo a antigos complexos do norte da América do Sul (Meggers 1997) e de outro, aqueles que postulam a existência de centros independentes de produção, sendo o mais antigo associado à cerâmica de Taperinha e da Caverna da Pedra Pintada, no Baixo Amazonas, com datações entre 5.000 e 6.000 AC (Roosevelt 1995). Em seguida, os processos que levaram à emergência das sociedades complexas na Amazônia são discutidos. Este é sem dúvida um dos temas de maior rendimento no livro, cujas manifestações, identificadas a partir de 2000 anos atrás, estão associadas ao aumento significativo do tamanho, densidade e duração da ocupação dos sítios arqueológicos. As evidências incluem a construção de aterros artificiais em Marajó, numerosos sítios extensos com terra preta antropogênica, surgimento de tradições cerâmicas com grande elaboração, produção de bens de prestígio (muiraquitãs e estatuetas zoo-antropomorfas de pedra polida) distribuídos em redes de comércio de longa distância, além de indicadores de conflitos armados, atestados por valetas defensivas. Dados sobre os solos de terras pretas incluem hipóteses sobre sua formação, associadas à deposição de restos orgânicos - peixes, carcaças de animais, cascas de frutas, urina, fezes, carvão, etc - além de uma cronologia, Reseñas/Resenhas que situa os sítios mais antigos em Rondônia (4.000 anos) e nos rios Solimões e Amazonas (2.000 anos). Por fim, são apontadas perspectivas futuras de pesquisa em regiões virtualmente desconhecidas pela Arqueologia, como no Acre, nos rios Javari e Juruá, e nas áreas de interflúvio entre os rio Madeira, Tapajós, Xingu e Tocantins, enfatizando que o quadro apresentado é sintético, provisório e fadado a ser modificado, à medida que novas pesquisas avancem. Assim sendo, o autor se desculpa por eventuais falhas. Entretanto, uma destas lacunas está precisamente relacionada à hipótese levantada por Neves, na página 48 do livro, de que após um início precoce da produção cerâmica na região de Santarém e Monte Alegre, a mesma teria sido abandonada. Não é o que os dados obtidos em recentes pesquisas, desenvolvidas nas proximidades de Santarém, sugerem. Ao contrário, numa região de terra firme ribeirinha, correspondente à atual comunidade de Parauá, uma seqüência de 13 datações de C14 indica uma longa ocupação ceramista, relativa à tradição Borda Incisa, com início em 1.800 a.C. e término por volta de 1.100 d.C., sendo, portanto, associada aos primeiros plantadores de mandioca da região, além de parcialmente contemporânea ao desenvolvimento das chefias hierárquicas, em Santarém (Gomes 2005). Mas Arqueologia da Amazônia é um livro que possibilita diferentes leituras por parte de especialistas. É possível notar certa aderência ao modelo de complexidade social proposto por Roosevelt (1987, 1992), quando Neves menciona a existência de sociedades hierarquizadas, com extensos sítios habitação, semelhante a «cidades». Entretanto, após vinte anos, este modelo já começa a apresentar sinais de comprometimento, quando confrontado a diferentes classes de evidência arqueológica. O interessante é que uma delas provém das pesquisas conduzidas pelo autor, na Amazônia Central. 105 Com base nos estudos realizados sobre a gênese da terra preta antropogênica e na coleta de vestígios arqueo-botânicos, Neves conclui que o modo de vida das sociedades pré-coloniais tardias da Amazônia estava baseado numa estratégia de subsistência que associava atividades de caça, pesca, coleta de frutos e cultivo da mandioca, e não numa economia completamente agrícola, muito menos intensiva como propõe Roosevelt. Esta economia, centrada no grupo doméstico, conferia a esses grupos um grau de autonomia, que segundo o autor teria sido o fator responsável pela instabilidade política de longo prazo das chefias amazônicas, verificada no registro arqueológico, através de sucessivos episódios de ocupação e abandono de grandes assentamentos (Meggers 1990). Desse modo, Neves contribui para a construção de interpretações capazes de reconhecer a especificidade dos padrões culturais e ecológicos das sociedades amazônicas précoloniais tardias, que não necessariamente se encaixam em categorias pré-estabelecidas pela literatura arqueológica. Por este e outros motivos eu recomendo a leitura do livro. Referências Gomes, Denise Maria Cavalcante 2001 Santarém: symbolism and power in the tropical forest. En Unknown Amazon, editado por Colin McEwam, Cristiana Barreto e Eduardo Neves, pp 134-155. British Museum, Londres. 2002 Cerâmica arqueológica da Amazônia: vasilhas da coleção tapajônica MAE-USP. Edusp-Fapesp, São Paulo. 2005 Análise dos padrões de organização comunitária no baixo Tapajós: o desenvolvimento do Formativo na área de Santarém, PA. Tese de Doutorado, Museu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de São Paulo, São Paulo. Meggers, Betty 1990 Reconstrução do comportamento locacional pré-histórico na Amazônia. 106 Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi, Antropologia 6:183-203. 1997 La cerámica temprana en América del Sur: ¿invención independiente o gifusión? Revista de Arqueología Americana 13:7-40. Roosevelt, Anna 1987 Chiefdoms in Amazon and Orinoco. En Chiefdoms in the Americas, editado por Robert Drennan e Carlos A. Uribe, pp 153-185. University Press of America, Lanham. 1992 Arqueologia amazônica. En História dos Índios do Brasil, editado por Manuela Carneiro da Cunha, pp 5386. Editora Cia. das Letras, São Paulo. 1995 Early pottery in the Amazon: twenty years of scholarly obscurity. EnThe emergence of pottery, editado por William Barnett e John Hoopes, pp 115131. Smithsonian, Washington. Viveiros de Castro, Eduardo 2002 A inconstância da alma selvagem e outros ensaios de antropologia. Cosac & Naify Edições, São Paulo. A primeira descoberta da América de Mark Hubbe, Estevan T. Mazzuia, João Paulo Atui e Walter Neves. Sociedade Brasileira de Genética, Ribeirão Preto, 2003. Resenhado por Astolfo Gomes de Mello Araújo (Instituto de Biociências, Universidade de São Paulo). O livro escrito por Hubbe e colegas, todos ligados ao Laboratório de Estudos Evolutivos Humanos do Instituto de Biociências da Universidade de São Paulo, apresenta um panorama das questões e dos resultados recentes relacionados à ocupação pré-colonial das Américas. Conforme bem coloca o Prof. Oswaldo Frota-Pessoa na apresentação do livro, esta é uma história em construção, um debate em aberto que pode ter seu curso alterado de acordo com novas descobertas, que por sua vez podem ocorrer em qualquer ponto deste vasto continente. O Capítulo 1 introduz o leitor a uma breve história da chegada dos primeiros Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 europeus, e assinala a grande diversidade de culturas que os mesmos aqui encontraram. Apesar da designação genérica de «índios», as diferenças encontradas entre as populações ameríndias eram tão grandes ou maiores do que as existentes entre os diferentes povos europeus. O Capítulo 2 apresenta os métodos de utilizados para se chegar às hipóteses apresentadas ao longo do livro, quais sejam, a arqueologia e a antropologia biológica. Neste capítulo o leitor não familiarizado com os temas pode vislumbrar os princípios que norteiam uma escavação arqueológica e como é feita a leitura estratigráfica de um sítio arqueológico, bem como noções de craniometria e evolução humana, em linguagem bastante acessível. A partir do Capítulo 3, mesmo o leitor já familiarizado com aspectos arqueológicos e bioantropológicos pode se beneficiar de uma clara e sucinta explanação a respeito dos principais modelos de ocupação humana das Américas, levando em conta as glaciações e as pontes de gelo entre a Ásia e América do Norte, as principais rotas de expansão postuladas ao longo do século XX, e o atual estado da arte, incluindo uma discussão a respeito da provável coexistência entre humanos e animais extintos. Um quadro explica também como funciona o método radiocarbônico, principal ferramenta de datação empregada por esta área do conhecimento. O Capítulo 4, que talvez seja o cerne do livro, é extremamente útil mesmo para um público universitário, composto por arqueólogos, antropólogos e historiadores, já que poucos navegam nos meandros estatísticos da antropologia biológica. Fornece de forma palatável os resultados de mais de 15 anos de pesquisas relacionadas à craniometria de grupos humanos antigos (também chamados «paleoíndios»), apresentando por meio de gráficos as relações de afinidade ou exclusão entre Reseñas/Resenhas paleoíndios e grupos humanos recentes, colocando os paleoíndios como afins às populações australomelanésicas atuais, e não às populações asiáticas, como se pensava até recentemente. Neste capítulo são apresentados os principais modelos de expansão humana no interior das Américas, seus pontos fortes e fracos, bem como o modelo defendido pelos autores. O Capítulo 5 apresenta o «porvir» da pesquisa na área, um breve panorama das principais questões ainda em aberto, instigando o leitor a acompanhar um debate que é, sem dúvida, fascinante. Ao final, o leitor é remetido a livros introdutórios e artigos em revistas e jornais. O livro foi escrito em linguagem desprovida de jargão, sem, no entanto, menosprezar a inteligência do leitor. O acabamento gráfico é de muito boa qualidade, com fotografias e gráficos de alta definição. Em suma, a obra apresenta uma das questões mais polêmicas envolvendo a história recente de nossa espécie, que se estende além do âmbito estritamente acadêmico, por se apresentar muitas vezes como um debate polarizado entre pesquisadores sul-americanos e norte-americanos, com evidentes conexões politico-ideológicas. A defesa ferrenha, por parte de arqueólogos norte-americanos, do modelo «Clovis First/Clovis-like», que postula uma origem única para toda a população humana das Américas a partir de um mesmo grupo humano que habitou o território norte-americano há 11.500 anos atrás (cultura Clovis), transcende o bom-senso. Mesmo sítios claramente mais antigos do que os Clovis, como é o caso de Meadowcroft, nos EUA, e Monte Verde, no Chile, são considerados como sofrendo de algum problema de contaminação. As hipóteses mais mirabolantes já foram propostas para explicar a ocupação antiga da América do Sul, incluindo cenários de expansão violenta, como se os caçadores-coletores estivessem 107 correndo uma maratona para alcançar a Terra do Fogo (Lynch 1990; Fiedel 2000). Assim, o debate se torna cada vez mais instigante, mas ao mesmo tempo evidencia de maneira clara a postura hermética de arqueólogos e bioantropólogos norte-americanos, que basicamente se negam a acreditar em resultados obtidos por pesquisadores de países do terceiro mundo. Referências Fiedel, Stuart J. 2000 The peopling of the New World: present evidence, new theories, and future directions. Journal of Archaeological Research 8:39-103. Lynch, Thomas F. 1990 Glacial-age man in South America? A critical review. American Antiquity 55: 12-36. Entre montañas y desiertos: arqueología del sur de Mendoza, editado por Adolfo F. Gil y Gustavo A. Neme. Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2002. Reseñado por Alejandro García (CONICET / Universidad Nacional de San Juan y Universidad Nacional de Cuyo). Si bien se han publicado numerosos trabajos arqueológicos sobre el sur de Mendoza por primera vez se presenta un conjunto de artículos que intenta ofrecer un panorama de diversas investigaciones desarrolladas por distintos autores. Como resultado, la obra es un reflejo heterogéneo y sumamente interesante de sus especialidades, inclinaciones temáticas y perspectivas teóricas, evidenciadas a lo largo de diez capítulos que revisan la información arqueológica general, ambiental, arqueofaunística, arqueobotánica, bioarqueológica y de arte rupestre de la región. En Los Ambientes del Tardiglacial y Holoceno en Mendoza Marcelo Zárate ofrece una actualizada consideración de los indicadores polínicos, glaciológicos y 108 sedimentológicos que permiten establecer algunas tendencias paleoambientales principales para los últimos 14.000 años y sugerir cambios climáticos y de paisaje que pueden contribuir al desarrollo de los estudios arqueológicos. Hacia 11.000-9.000 AP habrían sucedido cambios significativos relativamente rápidos, relacionados con una reducción de masas de agua y de caudales fluviales y un mayor desarrollo de ambientes de vega y pantanos. En el Holoceno medio se observan condiciones de mayor aridez y en el Holoceno tardío (hacia 4.000-3.000 AP) el inicio de condiciones similares a las actuales, con lluvias de verano en las áreas bajas y temperaturas más favorables en las tierras altas. Finalmente se destaca la posible relación entre la Pequeña Edad del Hielo y los procesos antrópicos que habrían incidido fuertemente sobre la cubierta vegetal. Humberto Lagiglia (en Arqueología prehistórica del sur mendocino y sus relaciones con el centro oeste argentino) resume la secuencia cultural del sur mendocino y establece relaciones con las áreas vecinas. Centrado en un marco de periodificación tradicional (con las clásicas etapas Prepaleoindia, Paleoindia, Arcaica, Proto-Productora y Agroalfarera), en la descripción de elementos diagnósticos y de materiales arqueológicos y en la identificación de vinculaciones estilísticas y tecnológicas con registros de áreas vecinas, el trabajo presenta un completo resumen de la visión del autor sobre la arqueología del sur mendocino. El producto es un marco cronológico-cultural general que refleja las propuestas clasificatorias y las interpretaciones desarrolladas por Lagiglia en los últimos 40 años. Una periodización distinta se ofrece en Nuevas consideraciones sobre la problemática arqueológica del valle del Río Grande (Malargüe, Mendoza), en el cual Víctor Durán expone un resumen de su propuesta de secuencia cultural y aporta algunas consideraciones e interrogantes impor- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 tantes para la continuidad de los estudios en el área. Por una parte, distingue una etapa de colonización del espacio (Períodos 1-4, entre 7.200 y 2.200 AP) que involucra grupos de baja densidad poblacional y alta movilidad, cuyos movimientos estructuran un modelo transcordillerano costa-cordillera-tierra. En este período se observa una marcada continuidad tecnológica y un hiatus de registros de ca. 3.000 años que, para el autor, puede explicarse por no haberse hallado los sitios a cielo abierto o porque los sistemas de asentamiento abarcaban un área muy extensa y producían depósitos arqueológicos de baja densidad. La etapa ubicada entre 2.000 y 500 AP (Períodos 5-7) habría sido de ocupación efectiva del espacio y mostraría características distintivas: innovaciones tecnológicas (como la cerámica y el arco), uso más frecuente y prolongado de cuevas, mayor diversidad de especies utilizadas y mayor diversidad de artefactos y variedad de formas y tamaños de puntas de proyectil. Interesante es la propuesta de que el río Grande habría funcionado como un límite étnico que separaba a grupos relacionados con «cazadores-recolectores trasandinos o con los antepasados de los pehuenches históricos» de los antecesores de los puelches. Finalmente, el Período 8 (Hispano-Indígena tardío) mostraría a puelches y pehuenches sometidos a profundos cambios: paso de organización de bandas a tribus, de una economía cazadora-recolectora a otra mixta que incluía pastoreo y tráfico de bienes, y la formación de grandes redes de intercambio. Desde una posición diferente Gustavo Neme (en Arqueología del Alto valle del Río Atuel: modelos, problemas y perspectivas en el estudio de las regiones de altura del sur de Mendoza) analiza un caso de adaptación humana a ambientes de altura: el del Alto Valle del Río Atuel. El autor propone que a raíz de un proceso que involucraría un crecimiento en la densidad poblacional (sugerido por el posible aumento Reseñas/Resenhas de las redes de intercambio y la disminución de la movilidad) en los últimos 2.000 años los grupos del área habrían intensificado la explotación del ambiente mediante cambios en el aprovechamiento de los recursos y en los hábitos de consumo. Esta propuesta se apoya, principalmente, en interpretaciones que llevan a pensar en reducción de la movilidad, mayores costos de procesamiento de los alimentos, ocupación de nuevos hábitats, incremento en los sistemas de intercambio y énfasis en la recolección de vegetales. Sin embargo, varios de estos elementos se basan en información que puede ser interpretada de formas alternativas (por ejemplo, la menor movilidad se infiere de una probable tecnología expeditiva inferida, a su vez, de una mayor proporción de instrumentos descartados con relación a productos de talla). A pesar de este alto grado de especulación el trabajo propone una vía de aproximación novedosa para el tratamiento del registro del área. La Payunia es una de las zonas más áridas del área y Adolfo Gil se propone explicar el cómo y el porqué de su ocupación humana en el capítulo El registro arqueológico y la ocupación humana de La Payunia. La información disponible indica que esta región habría sido colonizada y ocupada efectivamente hacia mediados del Holoceno Tardío, en tanto una posible exploración temprana (7.600 AP) se reflejaría, solamente, en el registro de un sitio. Uno de los aspectos más importantes es el cambio notable observado hacia 1.200-1.000 AP, evidenciado por la incorporación de cerámica y cultígenos, mayor densidad de material arqueológico y aparición de sitios de actividades múltiples. Otro tema relevante es la ausencia de registro arqueológico durante un extenso período de ca. 5.000 años («hiatus arqueológico regional») que ocupa casi todo el Holoceno medio, que no se relacionaría con un despoblamiento ni con las condiciones áridas del período. Sin embargo, a las 109 condiciones ambientales desventajosas en relación con las de zonas vecinas sí se atribuye la ocupación tardía del área, que podría representar la anexión de nuevos ambientes en el marco del proceso de intensificación regional propuesto por Neme. Neme y Gil también analizan La explotación faunística y la frecuencia de partes esqueletarias en el registro arqueológico del sur mendocino. Su estudio se centra en la frecuencia de partes anatómicas observada en tres sitios. Los autores constatan una covariación negativa con la utilidad económica y positiva con la densidad ósea, por lo que no pueden establecer si la estructura del conjunto se debe, fundamentalmente, a su destrucción diferencial o a la selección de partes por las personas, punto que para su resolución requiere la consideración de otros indicadores adicionales. El registro del Holoceno tardío ocupa también un lugar central en Bioarqueología del sur de Mendoza; Paula Novellino ofrece un resumen de las investigaciones bioarqueológicas en el área. Su análisis indica claras diferencias entre los períodos 2.500-500 AP y 500 AP-actualidad. En el último se registra un aumento importante de individuos con caries y abcesos y un menor desgaste en molares. Las tendencias observadas corresponderían a lo esperado para grupos cazadores-recolectores y agricultores, respectivamente, a pesar de lo cual el grupo más reciente no puede ser considerado, claramente, como agricultor de acuerdo con los análisis isotópicos disponibles. Una dieta rica en Fe y un bajo número de hipoplasia en ambos grupos indicaría la ausencia general de estrés nutricional. Este trabajo constituye un primer fructífero acercamiento a los estudios bioarqueológicos del área. Como contribución al conocimiento de los estudios arqueobotánicos del área en el capítulo Paleoetnobotánica en el sur de Mendoza Alicia Hernández realiza la iden110 tificación y caracterización de especies halladas en cuatro sitios. De su informe se destaca la presencia casi exclusiva de especies observables actualmente en torno a los sitios analizados y la identificación en el sitio Gruta del Indio de dos plantas exóticas (Chusquea couleu -colihue- y Misodendron) propias de los bosques andino-patagónicos de Argentina y Chile, lo que sugiere desplazamiento poblacional o intercambio. El arte rupestre del Departamento Malargüe es tratado por Juan Schobinger, quien define dos grandes grupos estilísticos: el de pinturas y el de grabados. El primero se ubica, en general, en los bordes de las zonas llanas del E y SE y representaría una penetración del arte norpatagónico de los siglos VI-XVI d.C. El segundo presenta cuatro modalidades, tres de ellas vinculadas con el arte andino y/o norpatagónico y la restante constituiría un estilo diferente al de áreas vecinas. De gran interés resulta una serie de interrogantes planteados por el autor, vinculados, entre otras cosas, con la cronología, la ausencia del típico «estilo de paralelas» pehuenche y las implicancias de la presencia del estilo de pisadas (de supuesto origen patagónico) en la región. El libro culmina con los comentarios de Luis Borrero en Arqueología y biogeografía humana en el sur de Mendoza (comentario crítico). Borrero destaca la falta de asociación inequívoca entre la megafauna pleistocénica y los seres humanos, de donde se deriva que, probablemente, su desaparición no implicó un cambio adaptativo significativo para los primeros pobladores del área. Borrero también señala la fuerte conexión transcordillerana evidenciada por el registro arqueológico, coincidente con la extensión territorial cubierta por cazadores-recolectores de baja demografía que habitan espacios marginales. La Payunia sería una zona marginal pero, para el autor, es más probable su incorpora- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 ción a circuitos de subsistencia humanos como ampliación de rangos que como saturación del espacio disponible. Asimismo, ofrece salidas alternativas a la «pérdida de eficiencia depredadora» durante el Holoceno tardío y a los procesos de intensificación propuestos en capítulos previos. Finalmente, entre las líneas de investigación futuras para la región el autor enfatiza la necesidad de mayores estudios tafonómicos para comprender mejor los probables hiatus de ocupación humana. A través de la lectura de este libro se desprende un conjunto de aspectos relevantes. En primer lugar, se aprecian, claramente, las diferentes posiciones teóricas de los investigadores (vinculables con tres generaciones de arqueólogos), lo que puede considerarse como un factor enriquecedor que favorece el intercambio de información y la discusión académica. En las generaciones más recientes es claro el influjo del modelo de ocupación del espacio propuesto por Borrero para Patagonia, utilizado como un instrumento clave para comprender el proceso de poblamiento de la región. Asimismo, se destaca como novedad la incorporación del concepto de intensificación de la explotación de recursos como componente importante de los modelos propuestos. Como contrapartida se observa, en algunos casos, un muestreo de casos relativamente bajo y un alto componente especulativo derivado de cadenas de inferencias que, a veces, no parecen muy sólidas; sin embargo, esto de ninguna manera quita mérito a la presentación de propuestas hipotéticas novedosas desplegadas en algunos capítulos. Otro punto interesante es el «hiatus» de registro arqueológico del Holoceno medio y las diferentes consideraciones de los autores para explicarlo. Si, como señala Zárate para Gruta del Indio, el hiatus afecta también la depositación y/o preservación de sedimento (y no sólo el registro arqueológico), las consideraciones de Borrero y Durán pueReseñas/Resenhas den ser una de las claves no sólo para entender el problema sino, también, para apreciar mejor, desde una perspectiva temporal mayor, la aparente eclosión cultural acaecida durante el Holoceno tardío. Finalmente, resultan muy atractivos los intentos por vincular la información arqueológica con los grupos étnicos documentalmente conocidos para el área, lo que permite ampliar, considerablemente, el caudal de información disponible y las posibilidades de elaboración de nuevas interpretaciones sobre la ocupación indígena tardía. En síntesis, la mayor riqueza de esta obra se encuentra en su diversidad interna, en el planteo de una multiplicidad de enfoques teóricos y propuestas y en la clara visión de la necesidad de integrar diferentes vías de análisis para obtener una mirada más completa del pasado indígena. Todo esto hace de Entre montañas y desiertos una respuesta sumamente exitosa al desafío de brindar un estado de avance del conocimiento arqueológico de un área que incluye zonas donde el trabajo recién se inicia y lo convierte en una referencia indispensable para el estudio de la ocupación humana del centro-oeste argentino. Los límites del mar. Isótopos estables en Patagonia meridional de Ramiro Barberena. Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2002. Reseñado por Adolfo F. Gil (CONICET /Departamento de Antropología, Museo de Historia Natural de San Rafael). Este libro es producto de una tesis de Licenciatura defendida en la Universidad de Buenos Aires en 2001. Patagonia ha sido pionera en la aplicación de los análisis de isótopos estables para la caracterización de dieta humana. Barbarena explora en este libro el significado de los valores de isótopos asociados a una escala espacial amplia con lo cual aborda el estudio de los rangos de acción de las poblaciones humanas en el extremo sur 111 patagónico. Quiero destacar de este libro el enfoque regional y la inclusión de los valores de isótopos en la discusión de temas como la movilidad dentro de un marco teórico potente, como la ecología evolutiva. El libro incluye ocho capítulos y un apéndice que, en distinto grado, repaso a continuación. En la primer parte Barberena plantea el problema y los objetivos generales y señala su interés en analizar el comportamiento espacial de muestras humanas en relación con la proporción de recursos marinos en sus dietas, según se desprende de la información de isótopos estables del carbono y del nitrógeno. La escala espacial considerada es el extremo sur de FuegoPatagonia y se centra en dos aspectos: variación de las dietas y rangos de acción de las poblaciones humanas. Presenta las consideraciones teóricas adoptadas para el estudio. Explícitamente utiliza la propuesta de la ecología evolutiva, enfatizando aspectos de biogeografía histórica derivados de aquella. Por ello el punto central sobre el que Barberena acentúa las consideraciones teóricas es sobre las unidades de análisis espacial, proponiendo el empleo del «rango de acción promediada» como herramienta teórica. Desarrolla con una destacable claridad conceptual la metodología de los análisis de isótopos estables proponiendo los umbrales cuantitativos que adoptará para definir dietas terrestres, mixtas y marinas. Antes de adentrarse en su caso de estudio Barberena presenta, a modo de casos ejemplificadores, situaciones arqueológicas en distintos lugares del hemisferio sur donde se han explorado problemas similares con los análisis de isótopos estables. Así sentará bases para discusiones y comparaciones interregionales en capítulos posteriores. El libro analiza casos de Sudáfrica, la costa australiana y Patagonia, retomados en otros capítulos para discusiones en una escala supraregional. Los antecedentes regionales y las expectativas sobre las tendencias isotópicas están desa112 rrollados junto a un detalle sobre las evidencias empleadas para inferir patrones de circulación humana y las explicaciones vigentes sobre estas evidencias. En ese contexto presenta las expectativas sobre los valores isotópicos y su variación espacial en la escala de análisis propuesta previamente. El escenario natural con su consecuente ecología isotópica está detallado en el capítulo 6. Si bien la diversidad taxonómica es pequeña se resalta la preocupación para armar la estructura isotópica del «menú». En esta preocupación el autor ha echado mano de toda la información disponible, incluyendo los valores de isótopos provenientes de fechados radiocarbónicos. Con ello propone un modelo con base en los recursos potenciales y señala algunos problemas que necesitan ser explorados en futuros trabajos. Si bien algunos investigadores son escépticos con el uso de valores isotópicos provenientes de análisis radiocarbónicos creo que, en el grado de resolución actual y para los temas planteados aquí, no son un problema mayor; por el contrario, es un incentivo para emplearlos, al menos en una primera etapa de estudios isotópicos ya que, generalmente, están disponibles de estudios cronológicos previos. Los resultados específicos son presentados en el capítulo 7 y discutidos en el 8. En el capitulo 7 se incluye un análisis sobre la relación entre los valores isotópicos, traducidos en «tipo de dieta», y la distancia a la costa, con lo cual se muestran patrones que emergen de dicha información. Se destaca que la totalidad de las muestras humanas con algún indicador de dieta marítima se emplaza, mayoritariamente, a menos de 50 kmts de la costa; las muestras de dieta marítima se localizan en la costa pacífica y sector occidental del estrecho de Magallanes. En la discusión se enfatiza el significado de la dispersión espacial de los «tipos de dieta» inferidos en el estudio, considerando propuestas arqueológicas previas y utilizando los conceptos de «rango de acción», para lo que Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 emplea otros indicadores como materiales líticos. En este punto podría haber sido significativa la inclusión en el análisis de valores isotópicos «puros», previo a su «conversión en tipo de dieta», en relación con las distancias (otra posible versión de la tabla 10), ya que podría aportar mayor detalle gráfico a las tendencias observadas. Más allá de esto destaco, entre otros puntos, el debilitamiento que generan los resultados de Barberena al clásico modelo costa-interior. Finalmente el apéndice incluido hacia le final del texto detalla aspectos sobre el procesamiento y la integridad de las muestras. Este apéndice no es un detalle menor y es destacable desde los aspectos analíticos dado que es necesario que en todo trabajo que se presenten valores de isótopos estables se explicite el procesamiento de las muestras y las variables consideradas en la evaluación de su integridad con el fin de ponderar el valor obtenido (Ambrose y Norr 1992). Este libro, publicado hace 4 años, sigue siendo una lectura obligada para quienes no sólo quieran abordar temas de dieta humana en Patagonia sino, también, cuestiones de biogeografía y movilidad humana. Destaco la importancia de la colección en que se incluye esta obra, resultado de un fuerte trabajo editorial de la Sociedad Argentina de Antropología. La consistencia del texto y el grado de articulación de la información hacen su lectura llevadera hasta para quienes nunca se enfrentaron con números isotópicos. El resultado, como parte de un programa de investigación, ha tenido implicancias fructíferas que se plasman en la continuidad de esta línea de trabajo (Borrero y Barberena 2006). Sin duda el libro merece ser leído también por quienes estamos lejos de los límites del mar. Referencias Ambrose, Stanley y Lynette Norr 1992 On stable isotopic data and prehistoric subsistence in the Soconusco region. Current Anthropology 33:401-404. Reseñas/Resenhas Borrero, Luis A. y Ramiro R. Barberena 2006 Hunter-gatherer home ranges and marine resources. An archaeological case from southern Patagonia. Current Anthropology 47:855-867. Ecology and ceramic production in an Andean community de Dean E. Arnold. Cambridge University Press, Cambridge, 2003. Reseñado por Lidia Clara García (CONICETInstituto de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires). Dean E. Arnold (Wheaton College) lleva cerca de cuarenta años de trabajo en etnoarqueología en el área de Ayacucho, Perú, y aún anteriores en Yucatán. El libro en cuestión consta de sus trabajos de terreno, búsqueda bibliográfica de diversas fuentes de información, tanto arqueológicas, como históricas, crónicas e información ecológica local, así como sus reflexiones y elaboración de sus datos de campo. Lo que hace muy interesante este trabajo de síntesis etnoarqueológica de los andes centro-sur es que aporta, además, información detallada de su proceso de reflexión y evaluación de los datos; esto facilita que otros etnoarqueólogos puedan evaluar y leerlos desde sus propias preguntas. Este apasionante libro, que no descuida ningún aspecto del área investigada (incluyendo ecología, arqueología e historia) y utiliza una amplia gama de fuentes de información contiene, además, excelentes ilustraciones. Trata sobre el caso de estudio de Quinua en el valle de Ayacucho, Perú. Redondeando la importancia de la historia cultural de la comunidad de Quinua sintetiza, como enclave, importantes hitos en la historia del Perú y de Suramérica y el autor vincula estos aspectos con los factores ambientales que le dan importancia. El valle de Ayacucho, donde está localizada esta comunidad, tuvo una evidente importancia para el cultivo del maíz. También la cercanía del sitio arqueológico de Huari, con 113 toda su carga para la prehistoria de la región andina, la fundación en cercanías de enclaves Inka y españoles, así como la batalla de Ayacucho, implican una ubicación en una ruta importante comercial y de transporte.y una localización militar estratégica en el valle. Todo esto tiene implicancias para la producción cerámica y su distribución en los Andes. Quinua era el centro de una amplia (aunque baja en términos andinos) área de producción de maíz para poblaciones que se convertían en un mercado inmediato para productos cerámicos. Además, está situada en la más importante ruta comercial en los Andes centro-sur, muy significativa como canal para la amplia distribución de cerámicas en el pasado y en el presente. Arnold evalúa las relaciones sistémicas entre la población de alfareros de Quinua y su ambiente, así como el contexto cultural. Estas relaciones son complejas. Trabaja la correlación entre manufactura de cerámica y agricultura, lo cual da luz sobre los aspectos teóricos del enfoque histórico-cultural. También analiza el tema de las fuentes de obtención de materias primas y el uso del espacio desde este caso de estudio particular. Tampoco descuida los factores religiosos o simbólicos. Su período de observación fue de veinticinco (25) años, completando el estudio con la incidencia actual del mercado en esta realidad, que ha cambiando el estatus social de los ceramistas de Quinua. Luego hay una detallada observación y análisis de la producción cerámica en Quinua, con cuadros de síntesis muy claros. También incorpora detallados dibujos de las vasijas producidas y sus comparaciones con distintos índices de diámetros de bordes y otros indicadores conmunmente evaluados en arqueología. Detalla las implicancias para la arqueología de todos estos estudios. Evalúa tecnología y toma de decisiones. Su enfoque ecológico favorece implicancias profundas para el estudio de cerámicas que involucran su rela114 ción con el ambiente, la cultura y la sociedad. Luego evalúa las cerámicas como productos sociales, constatando festividades, modos de transporte y usos y exponiendo excelentes ilustraciones de sus ejemplos. También proporciona un gráfico de flujo de producción, relativo a circulación de productos, incluyendo unidades políticas. La cerámica sirve en la sociedad para el flujo de líquidos, es canal de información y, algunas veces, refleja temas mitológicos importantes y tiene un lugar importante en el ritual. Para los agricultores marginados la producción de cerámica ritual es un modo de ingresos genuinos y un canal de material, energía e información. La cerámica es intercambiada por alimentos en pisos de Puna más altos. Las redes de intercambio y venta de cerámica Quinua incluyen contactos en Europa y USA como resultado de la tarea de intermediarios. Estos mecanismos de distribución, según el autor, tienen implicancia para los modos de distribución en el pasado. Arnold considera que en el pasado también pueden haber habido comerciantes especializados en la distribución de estas artesanías y señala que los ceramistas actuales de Quinua ocupan, coincidentemente, casi la misma ubicación que los ceramistas de Huari, cuya cerámica era distribuida ampliamente a través del sur y centro de Perú. Lo que liga la salida de cerámicas de la región hoy y en la antigüedad es el acceso a rutas de comunicación y transporte, debido a su localización. El autor hace un detallado estudio sobre diseño y su correlato con la comunidad, incluyendo análisis de simetría y descripciones minuciosas en excelentes cuadros. Concluye con un resúmen de la variabilidad de diseño y compara con otras comunidades de alfareros, sintetizando finalmente los patrones de la comunidad de Quinua. El capítulo 8 trata sobre diseño y sociedad. Dentro de una gran variabilidad en el diseño de la cerámica Quinua Arnold encuentra que ciertos patrones de estructura de di- Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 seño y organización ocurren frecuentemente y sugiere una cantidad de razones para que existan estos correlatos de diseño. Primero, los patrones decorativos pasan de generación en generación por línea paterna; este patrón es reforzado por la residencia viri-local post-marital y por el control que el alfarero masculino ejerce sobre el proceso de pintura. En segundo lugar, la consistencia surge de la fuerte interacción interna en Quinua y por su ausencia con otros alfareros en el valle. Tercero, los correlatos de diseño son reforzados por los estándares estéticos que definen qué es lo no aceptable, permitiendo, en cambio, una amplia variedad en lo que es aceptable. Esto funciona a nivel inconsciente. Todo esto no da cuenta de la gran variabilidad en la decoración de estas cerámicas. En parte tiene que ver con creación individual y algunas pueden ser correlacionadas con unidades sociales por debajo del nivel de la comunidad. Otra fuente de variabilidad tiene que ver con el cambio cultural y el efecto de la demanda artesanal sobre este producto tradicional. Este capítulo sintetiza el enfoque ecológico a la producción de cerámica Quinua. El capítulo siguiente aplica los resultados de este enfoque a la arqueología del valle de Ayacucho y a los Andes peruanos como una totalidad y plantea un modelo de desarrollo hipotético relacionado con el ambiente, dando datos concretos, en una detallada tabla, sobre producción en diferentes comunidades de los Andes peruanos y utilizando fuentes de información del autor y bibliográficas exhaustivas. La parte final se dedica a la especialización en cerámica en el Perú en épocas prehispánicas, relacionando zonas ecológicas con localidades productivas. En la conclusión de este capítulo Arnold retoma el tema de producción cerámica y agricultura, sin descuidar aspectos míticos y rituales. El capítulo 10 es la conclusión de este exhaustivo trabajo y lo sintetiza desde este caso partiReseñas/Resenhas cular, incluyendo problemas como estandarización y relación entre presente y pasado. En síntesis, se trata de un libro relevante para andinistas en general. El lenguaje de los dioses. Arte, chamanismo y cosmovisión indígena en Sudamérica de Ana María Llamazares y Carlos Martínez. Buenos Aires, Biblos, 2004. Reseñado por María Alba Bovisio (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires). En El lenguaje de los dioses. Arte, chamanismo y cosmovisión indígena en Sudamérica los antropólogos argentinos Ana María Llamazares y Carlos Martínez1 compilan y escriben una serie de artículos que tiene como eje la indagación en la «cosmovisión indígena sudamericana». El supuesto fundamental del que se parte es que existe una «cosmovisión amerindia», identificable con la «cosmovisión chamánica», que encuentra en el arte «una condensación multisensorial», a la vez que una vía para alcanzar los planos sagrados. El poético epílogo de Jacques Mabit, médico francés especializado en la aplicación terapéutica de plantas medicinales de la Amazonia peruana, da cuenta del «espíritu» (el uso de este término es ex -profeso) que anima todo el libro: la reivindicación de las «verdades eternas» detentadas por las culturas originarias frente al grito de dolor del hombre contemporáneo en su soledad. El epílogo y la introducción, a cargo de los editores, cierran el círculo de una argumentación cuyo objetivo es, ante la profunda crisis de valores del mundo occidental, propiciar un acercamiento a «lo indígena» en concordancia con el surgimiento de nuevos paradigmas científicos y nuevas búsquedas espirituales: «...es necesario abrir nuestras 1 Directores de la Fundación Desde América que desde 1994 se dedica a la promoción de estudios, investigaciones y difusión de temáticas vinculadas con las culturas indígenas. 115 mentes y estar dispuestos a encontrarnos con lo inesperado» (p. 16), se propone desde la introducción. Este punto de partida la constitución de «lo indígena» en paradigma de pensamiento implica, en cierta medida, pasar a segundo plano la reconstrucción y comprensión histórica de los distintos pueblos en aras de poner énfasis en la esfera de una cosmovisión originaria común trascendente. Ciertamente contamos con infinidad de información etnohistórica y etnográfia de la América indígena, de norte a sur, que demuestra que hay aspectos fundamentales en las «visiones de mundo» o «cosmovisiones», es decir, los modos como el hombre se explica su relación con lo natural, lo social y lo sobrenatural; pero, como los mismos editores apuntan refiriéndose a la concepción sobre «el arte», estas mismas equivalencias las podríamos establecer con «la mayor parte de las culturas tradicionales», incluidas las antiguas culturas orientales, la occidental paleocristiana y medieval e, incluso, con las tradiciones neoplatónicas y pitagóricas del Renacimiento (p. 15). De modo que si bien el libro busca dar las claves para la reconstrucción de una cosmovisión americana muchas de sus conclusiones pueden extenderse a todo universo cultural que no pertenezca a la modernidad capitalista occidental. La compilación se inicia con el artículo de Martínez El círculo de la conciencia. Una introducción a la cosmovisión indígena americana, que trasunta una fuerte impronta de la filosofía de Rodolfo Kusch2 (uno de los maestros del autor) en la afirmación de un pensamiento «americano». Para definir esa «cosmovisión indígena americana» Martínez propone un «modelo provisorio» fundado en cinco principios que caracteriza apelando a numerosos ejemplos de culturas indígenas del pasado y presente: mayas, quechuas, aymaras, nahuatl, selknam, mapuches, sioux, sudar, entre otros. La totalidad, el primero de los principios establecidos por autor, se expresa a través de 116 la dualidad, la integración de los opuestos (dioses andróginos), la circularidad y la cuaternidad como modos de pensar el tiempo (ciclos de cuatro edades) y organizar el espacio en estructuras cuatripartitas con un centro (ciudades, centros ceremoniales). El principio de la energía está referido a la idea de que existe un «principio vital», que anima todo lo existente en el universo animal, vegetal, mineral, que se redistribuye y transforma pero nunca desaparece, y por ende a través del sacrificio humano, por ejemplo, se ofrenda vida para garantizar la continuidad de la misma en todos los planos. En estrecha relación con el anterior está el principio de la comunión, que implica una concordancia entre el microcosmos (hombre) y el macrocosmos (universo), de modo que el mundo se explica en una red de correspondencias analógicas entre el cosmos, la naturaleza y el hombre y sus creaciones. El cuarto principio es la sacralidad: en tanto la Naturaleza se concibe como sacra y se identifica con el lugar del origen del mundo (cuevas, montañas, lagunas, etc.) todo acto ligado a ella está investido de ese mismo principio, desde las actividades productivas en torno a la agricultura hasta los tránsitos por espacios naturales. Finalmente está el sentido comunitario de la vida, es decir, el individuo se constituye colectivamente, no hay identidad por fuera de la comunidad. La tenencia colectiva de la tierra, el trabajo comunitario, los sistemas de reciprocidad y redistribución, son ejemplos de sistemas fundados en la concepción del hombre no como unidad discreta sino como parte de la estructura comunitaria. Ahora bien, estos principios se constatan no solo en el mundo americano sino en gran cantidad de sociedades etnográficas y premodernas, de modo que, 2 Kusch marcó la senda del pensamiento filosófico americanista, centrado en la definición de una estética y un pensamiento de «lo Americano», con textos como América profunda (1962) y El pensamiento indígena americano (1970). Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 tal como señalamos al inicio, cabe la pregunta acerca de qué es lo propiamente americano. Por ejemplo, entre los canacos de Melanesia, cada hombre identifica un árbol con un antepasado, el cuerpo se concibe y categoriza a través del mundo vegetal y la vida vegetal genera el impulso de todo lo que vive: karo designa la piel del hombre y la corteza del árbol, pié la pulpa de las frutas y la carne y músculos humanos. La muerte se concibe como transformación puesto que el muerto puede reencarnar en un árbol o un animal, o incluso, volver a estar entre los vivos en forma de un bao (espíritu). Entre los dogon de Mali la persona está constituida por: el cuerpo material, ocho granos simbólicos identificados con la germinación, ubicados en las clavículas, la fuerza vital, nàma, que está en la sangre, y los ocho kikinu, principios espirituales gemelos y opuestos (machos, hembras, inteligentes, brutos, etc.) que se localizan en distintos órganos y pueden salir y ubicarse en distintos lugares (animales, plantas, altares), de acuerdo a cúales prevalecen se determinan los estados psicológicos y anímicos de la persona. Como vemos, tanto entre los dogon como entre los canacos (como en tantas otras sociedades no-modernas) el hombre no es un individuo sino que es una trama de relaciones entre la naturaleza, el cosmos y la comunidad (Le Breton 1995:16-27). En este sentido creo que el «modelo» propuesto por Martínez más bien logra dar cuenta de cómo el mundo americano participa del mundo premoderno, no moderno, o llamemos a todas las tradiciones culturales que, más allá de su grado de complejidad socio-político y económico, se constituyen a partir de un visión analógica y metafórica fundada en la relación hombrenaturaleza, relación que da origen a teorías y prácticas. Al respecto el autor señala el rol clave de la naturaleza en la configuración de una «visión de mundo» en la medida que le sirve de paradigma: «el comportamiento de los animales en su cotidianeidad, como cazan, cómo comen, cómo juegan, cómo duerReseñas/Resenhas men todo es para el aborigen una sabiduría natural que incorpora a su propia vida» (p. 51)3. Efectivamente en la medida que de la naturaleza proviene tanto el sustento del hombre como las amenazas a su subsistencia, configurándose la paradójica relación en la que ora este domina a aquella (agricultura, caza, recolección), ora esta se rebela (sequías inundaciones, terremotos, animales salvajes), no sólo se la entiende como sagrada, suprahumana, sino que es en esta experiencia que el hombre construye su cosmovisión y su modo de categorizar el mundo. Otro aspecto destacable del texto es la idea de que la reivindicación de los indígenas por la devolución de sus tierras no solo implica la resolución de cuestiones materiales sino de aspectos que hacen vital y esencialmente a la continuidad de la vida de la comunidad, a su más profunda identidad. Imposible separar para estas sociedades, primero cazadorasrecolectoras luego agrícolas, «la base material» de lo social y simbólico; la tierra, ciertamente, es simultánea e indiscriminadamente, el medio de subsistencia, el lugar de origen, el espacio donde circula la energía vital y el ámbito de los antepasados. El autor cierra su artículo reconociendo la necesidad de atender al factor cambio a la hora de intentar acercarnos a la comprensión de las sociedades indígenas. Sin embargo, la cita de Johana Broda invocada —»La cultura indígena debe estudiarse en su proceso de trasformación continua, en el cual antiguas estructuras y creencias se han articulado de manera dinámica y creativa con nuevas formas y contenidos» (citado en la p. 56)— no se inserta sin cierta tensión con la propuesta general del artículo que establece un mismo modelo estructural, que definiría el círculo de una «conciencia cósmica» (chamánica), para diversas sociedades del presente y del pasado. 3 Respecto al rol de los animales en la sociedades premodernas sudamericanas véase Urton (1985). 117 En el segundo artículo, Arte chamánico: visiones del universo, Llamazares también apunta a la construcción de un modelo, en este caso el del «arte chamánico», que sería la expresión plástica de esa «cosmovisión americana». Este riquísimo texto puede leerse como el despliegue de una hipótesis sumamente sugerente pero que, creo, merece una confrontación más específica con las imágenes plásticas. La autora define el «arte chamánico» como «la expresión plástica de visiones alcanzadas o recibidas por el chamán durante estados en los que su percepción se amplifica de tal forma que puede acceder con su conciencia a niveles suprasensibles» (p. 70); lo incluye en la categoría de «arte holorénico que abarca todas aquellas expresiones estéticas nacidas de este tipo de estado de conciencia con independencia del contexto cultural de origen» (p. 71). La adopción de esta definición ubica a estas expresiones estéticas en un plano que trasciende las variables histórico-culturales y se instala en una realidad espiritual de orden universal. En principio nos permitiríamos dejar abierta la cuestión en torno a cúanto intervienen en la experiencia chamánica las particularidades culturales y cúanto hay de trascendente, sin negar ese factor común que es la condición humana misma. Pero más allá de esta discusión acerca de la universalidad vs. particularidad de la experiencia chamánica, se presenta otro problema que es el de la definición de este tipo de expresión frente a imágenes arqueológicas cuyo contexto de producción y circulación nos es desconocido y se reconstruye hipotéticamente a través del registro material. En este sentido no creo que sea posible afirmar la existencia de «evidencia iconográfica» (p. 67) del arte chamánico en la producción plástica de la América prehispánica, tal como se propone en el artículo donde se la homologa con casos etnográficos donde el contexto de producción de las imágenes y la existencia de prácticas chamánicas ha podido observarse y registrar118 se. De hecho todos los trabajos citados como antecedentes de estudios sobre arte chamánico se refieren a casos etnográficos, no arqueológicos. En cuanto a la metodología de análisis de las imágenes, definidas como «instrumentos simbólicos», Llamazares, desde una perspectiva semiótica, propone atender al análisis de seis niveles (p. 73): de la realización (técnicas y materiales), morfogenético (generación de formas), lexical (inventario de formas), sintáctico (sistema de reglas de disposición espacial de las formas), semántico (significación de las imágenes) y pragmático (uso y circulación). El modelo en si puede ser de gran utilidad pero al pasar a ejemplificar los casos de arte chamánico se elude la reconstrucción, a partir de la información arqueológica, de estos niveles. En este sentido queda pendiente la aplicación concreta de la metodología al análisis de los materiales presentados, quizás por el carácter general del texto pero sobretodo, creemos, por el punto de partida fuertemente universalista. Tomando como referencia el clásico trabajo de Eliade (1976) sobre chamanismo la autora establece cuatro líneas temáticas que dan cuenta de lo esencial de la cosmovisión chamánica: el viaje, el trance, la trasformación y el poder, e identifica estos temas en distintas iconografías de diversas culturas americanas y africanas prehispánicas y etnográficas. Veamos uno de los ejemplos referidos al «viaje»: la autora interpreta como relacionado con el «vuelo chamánico» un motivo bordado en un manto de un fardo funerario de Paracas Necrópolis (costa sur del Perú, s.IV), que consiste en un personaje antropomorfo que se dispone horizontalmente si ubicamos el textil apaisado. Ahora bien, el motivo se muestra aislado (lam 3.b. p.115) sin considerar la totalidad de la pieza textil en la que este mismo motivo se repite en hileras y columnas a lo largo de todo el manto, alternando su disposición en relación derecha-izquierda arriba-abajo, de modo que la «actitud de vuelo» se transforma si pensamos en una Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 disposición vertical del manto, que, además, estaba envolviendo al cuerpo, vale decir, que se bordó en la bidimensionalidad pero se usó en la tridimensionalidad. Queda claro, entonces, que leer ese personaje «en vuelo» es una hipótesis que debería fundarse en un análisis intrínseco y contextual del texto plástico (el textil) intentando reconstruir los niveles enunciados por la autora (morfogenético, lexical, etc.). La misma objeción podemos hacer a la interpretación del punto de vista aéreo (desde arriba) como relacionado con las vistas desde el vuelo (p.80). Esta es una convención que ha sido adoptada en diversísimas culturas y en muchos casos esta elección está directamente asociada a la claridad de lectura de la imagen, por ejemplo, es muy común representar vistos desde arriba a sapos, lagartijas, etc., animales cuya estructura anatómica se percibe con mayor claridad desde ese punto de vista4. En el mismo sentido podemos argumentar que es más probable que el recurso de la organización compositiva en base a la simetría axial vertical especular esté ligado a la proyección de la estructura propia del cuerpo humano que al poder de desdoblamiento del chamán (p.105), en todo caso, el uso de esta simetría connotaría «humanidad». La interpretación de las imágenes es una tarea compleja, como la propia antropóloga reconoce al explicitar su metodología semiótica, de modo que creemos que los numerosos ejemplos prehispánicos que presenta como «arte chamánico» ameritan un análisis específico para no caer en una circularidad argumentativa: se determinan los «temas chamánicos» y se identifican en la iconografía como «evidencia» del chamanismo. En realidad la evidencia estaría en el registro arqueológico que permite argumentar la existencia de esta práctica asociada a ciertos materiales, los «objetos rituales chamánicos» (p.117): pipas, morteros, tabletas, sonajas, etc. Un texto plástico (una imagen encarnada en un soporte) es un «signo» no una «evidencia» y si la interpreto a la luz de datos del registro Reseñas/Resenhas arqueológico que dan cuenta de la existencia de prácticas chamánicas no puedo usar esas mismas imágenes como evidencia de la expresión plástica de esas prácticas. Por otra parte, Llamazares consigna dentro de las distintas imágenes chamánicas, la representación del ritual (escenas de danza, de personajes fumando), la de las visiones del chaman, figurativas y no figurativas, la de los símbolos que lo identifican, la de las plantas que consumen, sería útil indagar las diferentes funciones simbólicas de estas imágenes de carácter muy diferente, que seguramente se producían y circulaban de modos diferenciados. El tercer artículo, La «estética del brillo»: chamanismo, poder y arte de la analogía, fue escrito por el arqueólogo inglés Nicholas Saunders, cuyas investigaciones han girado en torno a los significados del color y el brillo en la América indígena y precolombina. También aquí se transitan diversos tiempos y espacios culturales (aztecas, mapuches, incas, tukanos, kogi, grupos amazónicos, etc.) ejemplificando con información etnohistórica y etnográfica los valores sagrados, morales míticos y sociales de la luz, encarnada en distintos fenómenos naturales, arco iris, nieve, rayos, reflejos del agua, luz solar, etc. Esta «metafísica de la luz» daría cuenta del sentido chamánico del brillo y el color. Saunders destaca, acertadamente, aunque resulte paradójico, la importancia de la materialidad de esta metafísica en directa relación con el desarrollo de distintas «tecnologías del brillo»: en este sentido se distancia completamente de los enfoques arqueológicos clásicos, que atienden a las tecnologías como parte de los indicadores materiales del grado de desarro4 En su artículo «El mapa y el espejo: teorías de la representación pictórica» Ernst Gombrich (1989) sostiene que el desarrollo de los distintos estilos a través de la historia y las culturas estaría mas vinculado a las funciones concretas que debía cumplir la representación que a la concepción de mundo imperante en cada época. 119 llo/evolución de una cultura, para señalar el aspecto simbólico cultural de las mismas: «Los procesos tecnológicos en si mismos son elecciones culturales cuyos significados y poder emanando una sinergia entre el mito, el conocimiento ritual y las habilidades técnicas individuales» (p.131). Señala, entonces, el rol del trabajo de ciertas piedras por sus propiedades cromáticas (por ejemplo, las dioritas verdes asociadas a la fertilidad en el mundo nahuatl); de la metalurgia, particularmente en el mundo andino donde objetos de oro y plata encarnaban en si sacralizad y poder; e incluso alude a las técnicas de alfarería que logran superficies bruñidas brillantes. Esta «metafísica de la luz», sostiene el autor, opera según la lógica de la analogía (en la que la metáfora ocupa un lugar estructural) propia de la cosmovisión chamánica. En este planteo (y en el de los editores) resuena el concepto de «pensamiento mítico» de Levi-Strauss (1964), retomado por su discípulo Maurice Godelier: el primero señala que este tipo de pensamiento opera a través de un determinismo global e integral donde hay una exigencia de causalidad para explicar el mundo y esta causalidad articula los planos natural, social y sobrenatural. Godelier (1974), por su parte, sostiene que «el pensamiento primitivo», opera a través de metáforas y metonimias: piensa a la naturaleza de forma analógica al mundo humano y representa a sus seres y fuerzas como sujetos dotados de conciencia y voluntad, simultáneamente proyecta en la sociedad humana estas representaciones del mundo natural constituidas en categorías. El aspecto específico en este caso está en la importancia de la experiencia cromático-lumínica, de carácter sinestésico en la visión chamánica, que Saunders sostiene que no puede reducirse a un mero fenómeno neuropsicológico, sino que debe considerarse en el contexto más amplio de una cosmovisión. En este sentido, el arqueólogo inglés, al igual que los otros autores del libro, entiende el chamanismo no como una práctica religiosa específica sino como 120 «una teoría no occidental del ser y actuar en el mundo» (p.137). Al mismo tiempo que plantea esta concepción general del chamanismo, con acertada cautela, presenta los problemas metodológicos del uso del paralelo etnográfico, «claramente insuficiente» para aplicarlo a la interpretación de culturas del pasado: «Los objetos arqueológicos difíciles de interpretar que en una época eran rotulados como «rituales», ahora son denominados chamánicos; un fácil recurso para la imaginería proveniente de estados de conciencia alterada... que a menudo ha funcionado como una pantalla de humo al ocultar malentendidos acerca de las complejas relaciones que existen entre diferentes tipos de materialidad, espiritualidad y fenómenos naturales mediatizados a través de la cultura» (p. 136)5. Más allá del carácter general de su propuesta sobre la existencia de una «metafísica de la luz» en América insiste en un aspecto de central importancia desde una perspectiva histórico-antropológica advirtiendo que: «la amplia coherencia de tales actitudes genéricas hacia la luz no implica necesariamente que cada cultura interpretara la luz y la oscuridad de lamisca forma o que los significados culturales específicos... fueran siempre los mismos» (p. 130). Saunders finaliza su artículo aclarando que la conceptualización de «la estética del brillo» es deliberadamente amplia porque apunta (en las antípodas, a nuestro juicio, de una explicación universalizante y a-histórica) a poner en juego una gran cantidad de información de culturas etnográficas y arqueológicas americanas para alentar a investigar «las complejidades tanto del pasado como del presente» (p.40). En la introducción y los tres primeros artículos comentados se desarrolla el conteni5 El autor previene así del uso de la «actividad chamánica» como categoría explicativa omniabarcadora, riesgo que en cierta medida se corre en la propuesta de los editores del volumen y en sus respectivos artículos. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 do medular del volumen en cuanto a la indagación en una cosmovisón amerindia. Los siguientes artículos presentan diversos casos que permiten confrontar y pensar las propuestas anteriores a la luz de prácticas concretas, en espacios y tiempos concretos. La autoría de Canto indígena: el sonido sagrado corresponde a Silvia Barrios, antropóloga y cantante —con una abuela chané que le enseñó a escondidas a curar a través de oraciones (la palabra crea cosas... p. 154)- que se dedicada a difundir la música de grupos indígenas de la región chacosalteña. En su texto narra su experiencia en la organización de un espectáculo, Argentina Indígena, estrenado en 1987, en el que como directora convocó a participar a distintos músico indígenas. En su relato la poesía, la antropología y la crónica dan cuenta de los sentidos sagrados que perduran en la actualidad: «...la copla como modo de adentrarse en lo trascendente» (p. 144). Al mismo tiempo consigna los procesos de transformación, negociación y apropiación en la interacción entre el «mundo moderno» y la «tradición». También da cuenta de las dificultades y, a veces, imposibilidades de conciliación (bienvenidas sean las convicciones innegociables), como el caso de Mukuk, el líder del grupo Los Wichi Matacos del Pilocomayo, que se negó a participar porque el canto-danza que iban a representar podía, en el marco del espectáculo, repetirse sólo cuatro veces y según la tradición debía cantarse durante tres días; solo así tenía sentido (p. 149). La música aparece aquí como una de las formas que aseguran la permanencia de las tradiciones: «...el sonido es más seguro que el tiempo y la materia. A la luz de la física cuántica lo que parecía más inconmovible se ha vuelto ilusorio: el tiempo y la materia» (p. 155). El exhaustivo articulo de Llamazares, Martínez y la artista plástica e historiadora del arte especialista en arte mapuche, Teresa Pereda, Los que movían el metal. MeReseñas/Resenhas tamorfosis de la luz en la platería mapuche, despliega minuciosamente las múltiples connotaciones simbólicas de la plata en esa cultura, material asociado a la luna, lo femenino, lo sagrado, lo vital; propiedades que se imprimen en los distintos objetos confeccionados con el mismo, fundamentalmente objetos y atuendo de las machis. Entre este artículo y el de Saunders se da una fecunda complementación porque aquí podemos profundizar en los distintos fenómenos a los que el arqueólogo inglés alude al referirse a la «metafísica del brillo» y a los procesos sinestésicos. Los adornos de plata configuran a la mujer vestida de negro en metáfora del firmamento nocturno, reino lunar; en sonaja viviente, sonido sagrado que propicia la conexión con otros planos. El poder de transmutación identifica al chaman y al metalurgista. La plata atraviesa con sus connotaciones simbólicas lo socio-político, lo cosmológico y lo natural. Los tres textos siguientes, a cargo de investigadores chilenos, se acotan a objetos muy concretos y la relación, más que con el chamanismo, se da con la noción de «cosmovisión» que se perpetúa a través de prácticas y objetos: Ruth Conejeros, especialista en textiles, analiza en Divinidades en el arte textil del Puel Mapu (Tierra del Este), el textil mapuche en su proyección histórica señalando especialmente el carácter sacro de la tarea de tejer y las connotaciones mítico simbólicas del mundo animal y vegetal referido en su iconografía. La investigadora en etnoestética, Margarita Alvarado, describe en Widün, el mundo mapuche de la arcilla, los procedimientos y tipologías alfareros que a través de códigos estéticos mantienen vivas las tradiciones mapuches. El antropólogo, especialista en semiótica y etnoestética, Pedro Mege, en su artículo Colores aquí. Simbología mapuche del color propone entender el valor simbólico de los colores no como un repertorio de códigos fijos sino en el contexto semántico re121 gido por la metáfora: cada color significa según su contexto de actualización. Todo el trabajo cumple su cometido inicial: «estimular más que concluir» (p. 247). En el último artículo los editores reseñan, a modo de útil catálogo con bibliografía específica incluida, los tipos, modos de uso y antigüedad de uso, de las ocho principales plantas psicoactivas empleadas por indígenas sudamericanos. Un último comentario para propiciar el debate sobre el chamanismo en América: Marco Curátola (1980) en un texto sobre el Taqui Ongoy llamó la atención sobre las diferencias entre «posesión» y «chamanismo»: en este caso el chaman asciende hasta los dioses y se comunica con ellos; en el otro los dioses descienden y toman el cuerpo del oficiante que, en ese momento, encarna a la deidad. Si prestamos atención a la información entohistórica y arqueológica sobre Andes y Mesoamérica, que da pistas de que el sacerdote es la deidad en el momento del ritual, cabe la pregunta: ¿no se acerca más la idea de «posesión» a las prácticas y concepciones religiosas de la América prehispánica diferenciándose del «chamanismo» registrado en la información etnográfica sobre la América actual? Asumir el compromiso de indagar, rescatar y reinvindicar modos de vida y pensamiento indígenas resulta un desafío promisorio tanto como necesario; este libro encara esta problemática, toma posición y abre el debate (a este han apuntado todos los comentarios y discrepancias aquí expuestas), planteando discusiones teóricometodológicas contrastadas con diversos casos. Creo que su mérito es innegable y su lectura ineludible para todos los interesados en bucear en la compleja trama de las culturas originarias. Referencias Curatola, Marco 1980 Posesión y chamanismo en el culto de crisis del Taqui Ongo. El hombre y la cultura andina. Ramiro Matos Editor, Lima. 122 Eliade, Mircea 1976 El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis. Fondo de Cultura Económica, México. Godelier, Maurice 1974 Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas. Siglo XXI, Madrid. Gombrich, Ernst 1989 Nuevos estudios sobre la psicología de la representación pictórica. Alianza, Madrid. Kusch, Rodolfo 1970 El pensamiento indígena americano. Cajica, Puebla. 1999 América profunda. Biblos, Buenos Aires [1962]. Le Breton, David 1995 Antropología del cuerpo y modernidad. Nueva Visión, Buenos Aires. Lévi-Strauss, Claude 1964 El pensamiento salvaje. Fondo de Cultura Económica, México. Urton, Gary 1985 Animal myths and metaphors in South America. University of Utah Press, Salt lake City. Arqueología de la represión y la resistencia en América Latina, editado por Pedro Paulo Funari y Andrés Zarankin. Encuentro, Córdoba, 2006. Reseñado por Carlo Emilio Piazzini (Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia). En esta compilación el lector encontrará un buen ejemplo de que la arqueología contemporánea en América Latina avanza en la trasgresión de las fronteras que tradicionalmente demarcaban su objeto de estudio. Quien —guiado por la palabra arqueología en el título— quisiera encontrar en esta publicación alguna referencia a la reconstrucción de eventos o procesos indígenas precolombinos sencillamente no hallará lo esperado e, incluso, aquel que pudiera considerar que se trata de una compilación de estudios de arqueología histórica sobre Latinoamérica tendrá que aceptar que se Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 trata de una historia muy reciente, que se confunde sin límites precisos con el presente. De hecho, la ficha bibliográfica del texto se encuentra referenciada bajo el registro «Historia política latinoamericana» y, de acuerdo con los compiladores, «... la arqueología —ahora entendida como el estudio de las personas a través de la cultura material— ofrece la posibilidad de generar visiones alternativas a las de la historia escrita, independientemente de variables como tiempo y espacio» (p. 12). Efectivamente, no hay en los textos nada que tenga que ver con el ejercicio tradicional de establecimiento de cronologías; la temporalidad de los acontecimientos o procesos estudiados está dada de antemano por la memoria de hechos recientes. En relación con la variable espacial habría que decir, contradiciendo parcialmente a los compiladores, que es en torno de ella que es posible buena parte de los estudios presentados; así, por ejemplo, los capítulos elaborados por Roberto Rodríguez sobre la búsqueda de los restos del Che Guevara en Bolivia, por Rodrigo Navarrete y Ana María López acerca de los graffitis elaborados por presos en el Cuartel de San Carlos en Caracas, por Patricia Fournier y Jorge Martínez sobre el genocidio de 1968 en Ciudad de México, por José María López en torno de la represión política y militar en Uruguay y por Andrés Zarankin y Claudio Niro sobre los centros clandestinos de detención durante la dictadura en Argentina. En todos ellos la variable espacial resulta clave, ya sea entendida simplemente como extensión de referencia sobre la que se localizan determinados lugares o, en una acepción más elaborada, como sistema de relaciones entre sujetos, objetos y lugares que agencian prácticas de poder. Ello indicaría que la arqueología, una vez relativizada la importancia del tiempo y las cronologías, permite restituir el espacio y las materialidades como aspectos centrales para su práctica. Reseñas/Resenhas He querido comenzar por resaltar uno de los aspectos que, a mi juicio, caracterizan la práctica reciente de una arqueología latinoamericana que, conciente o inconscientemente, transita hacia la redefinición de su lugar en las cartografías de pensamiento. Se trata, indudablemente, de una arqueología que se acerca más a otras disciplinas y que propone temas transversales de conversación, pero, más allá de ello, que realiza aproximaciones audaces a problemáticas de incumbencia general. La represión y la violencia ejercida en décadas recientes por organismos estatales en varios países latinoamericanos es una de ellas y constituye el tema central de la publicación. Las consecuencias, para la arqueología misma, de esta apertura extra-académica son materia de reflexión por parte de Alejandro Haber en uno de los capítulos del libro. Según el autor tradicionalmente la arqueología ha constituido un régimen de verdad que aboga por la neutralidad valorativa y el objetivismo, características que «...se resquebrajan cuando los hechos tratados son tan indiscutiblemente atroces que no tan sólo conforman parte de una realidad que no puede ser negada sino de una realidad que tampoco debe ser negada» (p. 139). Es así como el hacer arqueología sobre temas que no admiten neutralidad valorativa implicaría, en última instancia, el establecimiento de otro tipo de régimen de verdad que, sin ser menos académico o menos científico, no excluye otras formas extra-académicas de la memoria; ni siquiera las convierte en su objeto de estudio sino que las incorpora plenamente en sus procedimientos y resultados. Un ejemplo de ello es el capitulo escrito a dos manos por Andrés Zarankin, profesor de arqueología, y Claudio Niro, periodista ex detenido-desaparecido por el régimen argentino en la década de 1970, y actual estudiante de antropología. Aquí la memoria narrada por un protagonista se entrelaza con la arqueología de los lugares de retención y tortura de un régimen militar de 123 derecha, aportando a la reconstrucción de acontecimientos velados o mal conocidos y a la producción de una narrativa proclive a la elaboración de recuerdos dolorosos y, a la larga, a la reparación de las víctimas por la vía del reconocimiento y puesta en la escena de lo público de las atrocidades cometidas. En este sentido la arqueología viene a ser una práctica discursiva eficaz en la tarea de convalidar voces otrora disidentes y de materializar sus memorias con todas las implicaciones que tiene el hecho de restituir al plano de lo visible, tangible y localizable aquellos referentes que, hasta entonces, no tenían un «lugar de la memoria». Pero si bien es cierto que el régimen de verdad en el que tradicionalmente se ha soportado la autoridad de la arqueología debe mucho a una visión hegemónica y excluyente del pasado y el presente es necesario reconocer que en el diálogo que, eventualmente, establezcan los arqueólogos con otros regímenes de verdad (en este caso el de las víctimas) no pueden ni deben renunciar al esfuerzo por generar discursos verosímiles sobre los procesos y hechos sociales a los que se pretenden dirigir. Piénsese en la solidez de la información que los estudiosos de otras disciplinas y determinados sectores de la población esperan de una arqueología y una antropología forense dedicadas a aportar elementos para el establecimiento de la verdad en el marco de proyectos de justicia y reparación. A riesgo de simplificar un tanto los procesos sociales y políticos a los que se refieren los textos del libro se podría decir que ha sido, fundamentalmente, en aquellos países en los cuales durante los últimos años se ha operado un giro en los sistemas políticos y militares (antes mayoritariamente de derecha, ahora mayoritariamente de izquierda) en donde se ha avanzado en la realización de estudios de arqueología de la represión y la resistencia. Por el contrario, en aquellos países en los cuales se vive una relativa con124 tinuidad en los sistemas políticos y militares estos estudios constituyen apenas un proyecto o ni si quiera existen. Los artículos que abordan acontecimientos sucedidos durante los regímenes de derecha en Bolivia, Uruguay, Brasil, Argentina y Venezuela demuestran la existencia de experiencias, resultados y proyectos en marcha de una tal arqueología, mientras que ello es apenas un proyecto en el caso de México y una posibilidad acaso no entrevista para el caso de Colombia. Lo que quiero decir es que el establecimiento de un dialogo en el que pueda articularse el régimen de verdad de la arqueología con las memorias (otrora) disidentes resulta relativamente cómodo en aquellos casos en los cuales se han venido dando condiciones proclives al reconocimiento público de las atrocidades cometidas por los regímenes anteriores. De alguna manera los arqueólogos pueden estar hablando desde una posición compartida por amplios sectores de la opinión pública, las instituciones y los gobiernos en el poder. La envergadura del reto que supone la búsqueda de un nuevo régimen de verdad para una arqueología interesada por el pasado reciente de las sociedades latinoamericanas, que converse de manera dialógica y no excluyente, pero tampoco complaciente, con la pluralidad de las memorias sociales se pone de manifiesto al pensar en lo que sería una arqueología de la represión y la resistencia en Colombia. Pongo este caso hipotético por dos razones. La primera porque se trata del país desde el cual hablo. La segunda porque el caso colombiano es aquel de una tensión y conflicto permanente entre visiones de la historia reciente que señalan las atrocidades cometidas, ya por el Estado, por los grupos paramilitares o ya por la guerrilla, sea entre ellos o en relación con la población civil. Aquí no es posible identificar una visión más o menos predominante acerca de quiénes han sido los reprimidos y los que han ejercido resistencia. Muchas veces los victimarios Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 reclaman ser ellos mismos las víctimas, mientras que las acciones terroristas y los delitos de lesa humanidad pueden ser endilgados a unos y otros. Curiosamente, o quizá por lo mismo, el único articulo del libro en mención que se aparta de la exposición de experiencias o proyectos de arqueología o antropología forense aplicados a eventos de represión o resistencia es el elaborado por Carl Langebaek a propósito de Colombia. Este articulo, que marca ciertamente una discontinuidad temática y retórica con el resto de la compilación, no está interesado en aproximarse desde la arqueología a los hechos o acontecimientos relacionados con el conflicto político-militar que ha dominado la historia colombiana desde hace más de medio siglo. Se dirige, más bien, a examinar por qué los arqueólogos colombianos no han adoptado de manera significativa enfoques políticos de izquierda para tratar de hacer arqueología. Se desprende del articulo de Langebaek que una suerte de esquizofrenia discursiva habría conducido a que, aún en el caso de profesar una ideología marxista o de declararse como «arqueólogos sociales», los arqueólogos colombianos hubiesen seguido produciendo narraciones fundamentalmente centradas en el pasado precolombino, empleando un enfoque histórico-cultural proclive al mantenimiento de una visión conservadora y hegemónica del pasado nacional. Pienso que esta ambigüedad enunciativa y este confinamiento mayoritario en las temporalidades «prehistóricas» resulta de las condiciones particulares del contexto colombiano antes enunciadas. Hacer una arqueología de la resistencia y de la represión en Colombia además de peligroso resulta conceptualmente complicado. Aun cuando existen experiencias, muy valiosas por cierto, de proyectos de antropología forense y algunos organismos del Estado emplean técnicas de antropología forense de manera rutinaria en sus investigaciones no conozco experiencias de estudios arqueológicos que Reseñas/Resenhas aborden, expresamente, restos materiales del sinnúmero de eventos y lugares que testimonian el cruento conflicto colombiano de las últimas décadas. A lo sumo algunos arqueólogos han venido interesándose por hacer una «arqueología histórica» que se mantiene, no obstante, dentro de los límites cronológicos que la separan de una arqueología del pasado reciente. El caso de Colombia —en donde actualmente se aplica un controvertido proyecto de verdad y justicia que pretende identificar los culpables y las víctimas de un conflicto vigente, así como establecer los castigos y reparaciones a que haya lugar— plantea en toda su dimensión y complejidad el reto de lo que sería la definición del régimen de verdad de una arqueología que tercie con criterios sólidos en medio de las múltiples voces sobre lo que ha sido y significa el pasado reciente de las represiones y la resistencia en América Latina. Seguramente no se trata de un caso aislado. La situación colombiana, en donde no es fácil separar víctimas de victimarios, es afín a otros países como Nicaragua y, a la larga (y ojalá no fuera así), plantea un escenario similar al que podrían vivir en los próximos años algunos países que, por lo pronto, se encuentran en una posición más o menos unificada de crítica a los regímenes político-militares que les han antecedido. En estos casos complejos en los que es difícil coincidir siempre con lo «políticamente correcto», pero aún en los que aparentan ser más sencillos, es necesario reflexionar sobre la manera como la arqueología, una vez reconocida su deuda histórica con visiones hegemónicas del pasado, puede habilitar una voz autorizada mas no autoritaria, verosímil mas no única, autónoma pero no aislada, sobre los acontecimientos y procesos que hacen parte de las historias recientes de los países latinoamericanos. Creo que esta línea de reflexión puede conducir una lectura crítica y fecunda de la compilación efectuada por Funari y Zarankin. 125 Andean archaeology, editado por Helaine Silverman. Blackwell, Oxford, 2004. Reseñado por Alexander Herrera (Departamento de Antropología, Universidad de los Andes/Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú). Cuando por primera vez vi Andean archaeology, el volumen recientemente editado por Helaine Silverman, me excité. No sólo porque es la punta de lanza de la serie «Arqueologías del mundo» editada por la prestigiosa casa Blackwell sino porque la carátula muestra una bella vasija escultórica de un guerrero cojo, enigmático ejemplo de uno de mis estilos favoritos. El formato y el tiempo de la publicación me parecían perfectos: los tres volúmenes recientemente editados por Isbell y Silverman (2002-2006) son caros y muy pesados para estudiantes de pregrado; el didáctico The Incas and their ancestors de Michael Moseley (1992, revisado 2001) ya comienza a sentir los efectos del tiempo y el excelente texto Peruvian prehistory editado por Keatinge (1988) ya ha cumplido más de 25 años. Andean archaeology, pensé, podría realmente convertirse en una fuente de textos clave para cursos de pregrado en arqueología andina, tal y como Meskell y Joyce prometen en el prefacio. La introducción de Silverman a la temática y a los capítulos (organizados en orden cronológico) es una invitación a reflexionar. Su crítica de los supuestos evolucionistas entretejidos en el edificio cronológico andino es muy pertinente: los andinistas necesitamos repensar seriamente nuestra perspectiva del tiempo arqueológico. Sin embargo, no me queda claro cómo los fechados radiocarbónicos podrían mostrar el camino para salir del enredo sin, a la vez, marginar a la mayoría de investigadores latinoamericanos que rara vez dispone de fondos para encargar análisis en el extranjero. Probablemente la probada y comprobada publicación de planos y perfiles de excavación, eviden126 cias de la compleja escalaridad temporal múltiple que la arqueología debe manejar, nunca debió pasar de moda. Los capítulos cronológicos arrancan con una balanceada, crítica y concisa reseña de la investigación en torno al primer poblamiento de los Andes centrales (aprox. 11000-3800 a.p.). El marco conceptual y las perspectivas ofrecidas por el experimentado trío de autores (Duccio Bonavía, Tom Dillehay y Peter Kaulicke) son sólidos, serios y expuestos claramente. El ensayo sobre el Arcaico final (50003800 a.p.) de Jonathan Haas y Winifred Creamer, en cambio, se esfuerza en propugnar un punto central: que los desarrollos culturales acaecidos en la costa nor-central del Perú en el quinto y cuarto milenio a.p. irradiaron su entorno, convirtiéndose en el fundamento de todo lo que le siguió. El argumento difusionista puede ejemplificarse a partir del polémico vínculo entre las formas más antiguas de arquitectura pública (las plazas circulares hundidas) y una figura antropomorfa frontal propuesta como la representación más antigua del «dios de los báculos». Por su estilo la representación pintada en fragmentos de mate hallados en la superficie de un sitio precerámico en Pativilca contradice el fechado radiocarbónico del mate al quinto milenio a.p. En Chavín de Huántar elaboradas representaciones en piedra de este tema religioso datan del tercer milenio a.p., pero figuras semejantes sólo comienzan a ser comunes a partir de la segunda mitad del primer milenio de la era cristiana. Aunque me fue imposible hallar iconografía estrictamente similar fechada en menos de 2000 años (aún si el «báculo» es interpretado como parte de un recuadro) la contradicción entre el fechado relativo y absoluto puede ser tan sólo aparente. Es posible que la debatida figura fuera pintada en un mate antiguo, quizás excavado durante la construcción de tumbas en un cercano cementerio del Horizonte Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 Medio (c. 1400-800 años a.p.), un acto de tan sólo unos minutos, que bien pudiera haber ayudado a calmar a los espíritus, dioses, ancestros o parientes, nerviosos por un inesperado hallazgo arqueológico. Uno de los primeros trabajos con nuevos e importantes datos de excavación de Chavín de Huántar, acaso el sitio arqueológico más importante de su época en el continente, no podía dejar de marcar un hito. El enfoque de John Rick y Silvia Rodríguez en la «construcción de autoridad» como la creación (¿o manipulación?) de formas de pensamiento representa un reto cognitivo refrescante al paradigma sistémico. El lector podrá contrastar los argumentos propuestos contra la evidencia para pensar el posible cambio entre un liderazgo en pro del sistema hacia un liderazgo enfocado en la glorificación de los líderes en Chavín de Huántar entre los años 3800 y 3200 a.p. Lo que más me llamó la atención de éste y otros capítulos del libro, sin embargo, es la escasez de referencias al importante corpus de investigaciones previas. Quizás estoy siendo anticuado (otra vez) pero ¿acaso los textos diseñados para estudiantes de pregrado no deberían dejar en claro lo que se ha hecho hasta el momento, a la vez que motivar y empoderar al estudiante a realizar investigaciones propias de modo que puedan arribar a conclusiones propias? Las prácticas de citación parecen indicar significativas divergencias de opinión en torno a lo que debiera ser un texto de docencia. El trabajo Vida, muerte y ancestros de DeLeonardis y Lau recoge investigaciones recientes sobre el Periodo Intermedio Temprano (2200-1400 a.p.) desarrollando para ello un marco de referencia comparativo enfocado en el estudio de la agencia de los muertos. La ideología y la política retornan al campo discursivo con ejemplos ilustrativos de las culturas Recuay, Lima, Paracas y Nasca. Los autores abordan, pertinentemente, la veneración de ancestros como un espacio social clave para el encuentro de y Reseñas/Resenhas entre linajes, comunidades, grupos étnicos y formaciones socio-políticas. El enfoque puntual en los desarrollos culturales de la primera parte del primer milenio de nuestra era continúa con la sucinta y autoritativa reseña de la política Moche de Garth Bawden. Contextualizada en la región costera norteña la discusión lúcida y accesible busca explicar las transformaciones ideológicas Moche en términos de un sistema simbólico material compartido por centros independientes que responde a una compleja serie de vínculos de fuerzas sociopolíticas, sicológicas y naturales. El ensayo temático sobre textiles señala un importante reconocimiento de la centralidad de los tejidos en la vida social andina. Ran Boynter introduce los temas centrales, incluyendo la increíble inversión de mano de obra requerida para hacer las telas mas finas, el rol de los textiles decorados en el intercambio de información simbólica y los roles sociales asumidos por individuos vestidos en representaciones. La perspectiva es adecuadamente amplia, abarcando la etnohistoria del siglo XVI tanto como el «precerámico con algodón» del quinto milenio a.p. Dadas las limitaciones de espacio es comprensible que no aborde las discusiones sobre producción y manipulación de fibras, incluyendo el pastoreo de camélidos, la agricultura del algodón y el hilado y teñido. No obstante, no pude dejar de sentir que la rueda acaba de ser reinventada. El interesante trabajo de Anita Cook sobre la compleja iconografía Wari, el primero de tres capítulos dedicados al pobremente comprendido Horizonte Medio (aprox. 1400– 800 a.p.), se centra en el contexto social de las densamente significativas historias representadas en las vasijas producidas y consumidas en Conchopata (Ayacucho), posiblemente el sitio de producción de cerámica más grande de los Andes surperuanos. Introduce temas mayores, vinculados a la dispersión de ideologías, y enfoca el papel de sím127 bolos materiales y conocimiento incorporado. En su sintético bosquejo de un objeto de estudio de enorme complejidad Cook critica o reevalúa casi todas las líneas de interpretación tradicionales, con la notable excepción de la estructura política del fenómeno Wari. Una refrescante crítica del neo-evolucionismo y un enfoque en continuidades a largo plazo es el punto de partida de Isbell y Vrarnich para intentar una fenomenología comparativa de las urbes de Tiwanaku y Wari, supuestas capitales de dos estados del Horizonte Medio. Su apasionado acercamiento está dirigido a rescatar el drama inserto en la arquitectura. El enfoque en la arquitectura monumental, tal y como es percibida una vez construida, sin embargo, deja de lado la experiencia de la construcción, distanciando así identidades y practicas sociales de las relaciones sociales de producción. Me quedé pensando qué harían los colegas bolivianos de la conclusión que Tiwanaku (recientemente declarado patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO) representa el primer theme park del hemisferio. El capítulo sobre arqueología doméstica en Tiwanaku, de John Janusek, ejemplifica muchas de las virtudes de este tipo de acercamientos, incluyendo la importancia de excavaciones en área para desenredar la problemática de las identidades mayoritarias en sociedades complejas. Su sugerencia de que Tiwanaku debe ser entendido como un «punto de anclaje viviente de unidad política, afiliación religiosa e identidad cultural» abre sugerentes ventanas para los estudios del Horizonte Medio. Conlee, Dulanto, Mackey y Stanish, en cambio, optan por un enfoque más tradicional, de arriba hacia abajo, para abordar la complejidad social durante el Intermedio Tardío (aprox. 1000-530 a.p.). Su concisa reseña de resultados obtenidos en los Andes centrales durante las últimas décadas ilumina las culturas arqueológicas, qua forma128 ciones políticas en potencia, que forman el puente entre la arqueología y la etnohistoria, incluyendo Chimú, Sicán (Lambayeque) y Casma en la costa norte, Ychma (Pachacamac) en la costa central, y formaciones socio-políticas menores en la costa sur y sierra sur-central. La problemática relación entre la etnohistoria Inka y la arqueología también se halla al centro del segundo capítulo temático del libro, de Juha Hiltunen y Gordon McEwan. Su objetivo explícito es revivir la tradición historicista y avanzar sobre la integración de ambas disciplinas a partir de la crónica sui generis del jesuita Fernando Montesinos sobre la historia dinástica Inka y pre-Inka. Disonante de las demás crónicas Ophir de España extiende el mito ancestral Inka hacia el pasado, uniéndose a la narrativa bíblica de los orígenes del ser humano. Nombres de «reyes» en Quechua y Aymara y las plausibles duraciones de sus respectivos «reinos» fundamentan la credibilidad de esta crónica. La discusión de correlatos arqueológicos y genéticos es sugerente. Se plantean preguntas sugerentes en torno a la percepción de los fenómenos Wari y Tiwanaku por parte de los Inka, pero estas permanecen inconclusas, en parte debido a la débil crítica de esta fuente. Schreiber y D’Altroy finalizan el tomo con altura presentando una lúcida discusión de métodos históricos y arqueológicos basada en una comparación de las estrategias imperiales Wari e Inka. Su énfasis en la flexibilidad y la variabilidad temporal de estas estrategias arroja una importante pregunta teórica: ¿cómo redefinimos la noción de «imperio» una vez fuera del contexto histórico eurásico o africano? La respuesta a esta incógnita la resuelven desde una fuerte perspectiva centrada en la economía política, una mirada de arriba hacia abajo que, de alguna manera, deja de lado el papel de las ontologías andinas en la creación de la cultura material. Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007 En resumen este volumen «diseñado para satisfacer las necesidades de estudiantes y profesores en arqueología» logra el cometido general de cubrir «conceptos e ideas fundamentales en arqueología», introduciendo «desarrollos contemporáneos». Los trece capítulos proveen una mezcla de balanceadas reseñas académicas y polémica en busca de protagonismo, matizada con destellos de sesudo entendimiento. A mi manera de ver la fuerza como algunos argumentos un tanto periféricos se presentan en capítulos individuales está fuera de lugar en un volumen diseñado para estudiantes de pregrado. En su conjunto, sin embargo, Andean archaeology merece unos seis o siete puntos sobre diez. Reseñas/Resenhas Referencias Silverman, Helaine y William Isbell (Editores) 2002 Andean archaeology. Plenum, Nueva York. Keatinge, Richard (Editor) 1988 Peruvian archaeology. An overview of pre-Inca and Inca society. Cambridge University Press, Cambridge. Moseley, Michael 1992 The Incas and their ancestors. Thames & Hudson, Londres. 2001 The Incas and their ancestors (edición revisada). Thames & Hudson, Londres. 129 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007 NOTICIAS/NOTÍCIAS CUARTA REUNIÓN INTERNACIONAL DE TEORÍA ARQUEOLÓGICA EN AMÉRICA DEL SUR convocatoria sino, también, que participen de ella, convocando a todos aquellos actores que la enriquezcan. Pueden contactarnos en la dirección [email protected]. La Facultad de Humanidades y la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca se complacen en anunciar la realización de la Cuarta Reunión Internacional de Teoría Arqueológica en América del Sur. La reunión se realizará del 3 al 7 de julio de 2007, en San Fernando del Valle de Catamarca con la organización del Doctorado en Ciencias Humanas (Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca) y el auspicio del Congreso Arqueológico Mundial (WAC, por sus siglas en inglés). Luego de las fructíferas reuniones de Vitória (1998), Olavarría (2000) y Bogotá (2002) un largo paréntesis amenazaba con imponer su silencio. Por eso, y porque sabemos que nada cercano al silencio ayudaría a comprender a la arqueología actual en nuestro continente, extendemos esta invitación a la 4TAAS. Creemos que para comprender a la arqueología es necesario dialogar entre aquellos que nos dedicamos a ella, pero también con todos aquellos a quienes la arqueología toca de cerca, ya sea por su pertenencia, por su actividad o por su interés. Especialistas de disciplinas académicas vecinas también nos ayudarán a nuestra reflexión. Tenemos la intención de que la 4TAAS, entonces, constituya una cita de encuentro. De encuentro entre quienes ya nos conocemos, pero también con aquellos con quienes una conversación ha estado largamente demorada. No sólo deseamos que acepten esta QUARTA REUNIÃO INTERNACIONAL DE TEORIA ARQUEOLÓGICA DA AMÉRICA DO SUL A Faculdade de Humanidades e a Escola de Arqueologia da Universidade Nacional de Catamarca se comprazem em anunciar a realização da Quarta Reunião Internacional de Teoria Arqueológica da América do Sul. A reunião se realizará entre 3 e 7 de julho de 2007, na cidade de San Fernando del Valle de Catamarca (Argentina), com a organização do Doutorado em Ciências Humanas (Faculdade de Humanidades da Universidade Nacional de Catamarca) e o auspício do Congresso Arqueológico Mundial (WAC, sua sigla em inglês). Logo das frutíferas reuniões de Vitória em 1998, Olavarría em 2000, e Bogotá em 2002, um longo parênteses ameaça impor seu silêncio. Porém, e sabendo que nada próximo do silêncio ajudaria a compreender a arqueologia atual em nosso continente, é que estendemos este convite a 4TAAS. Cremos que para compreender a arqueologia é preciso dialogar não só entre os que nos dedicamos a ela, mas também com todos aqueles a quem a arqueologia lhes toca de perto, quer por sua origem, por sua atividade ou por seu interesse. Especialistas de disciplinas acadêmicas vizinhas também nos ajudarão na nossa reflexão. Temos a intenção de que a 4TAAS, então, constitua uma cita de encontro. De encontro entre quem já nos conhecemos, mas também com quem uma conversação tem sido longamente demorada. Não apenas desejamos que aceitem este convite, mas também que participem dele, convocando a todos aqueles atores que a enriqueçam. Contactos em [email protected]. UNIVERSIDAD DEL CAUCA INSTITUTO COLOMBIANO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA DOCTORADO EN ANTROPOLOGÍA Resolución Resolución 5291 de 2005 del Ministerio de Educación Nacional Informes: Instituto de Posgrados en Ciencias Sociales, Universidad del Cauca Calle 4 No 3 – 56, Popayán, Cauca (Colombia) Telefax: 57 + 2 8244656 / 8240050 Ext. 118. Correo Electrónico: [email protected] Página web: www.unicauca.edu.co Instituto Colombiano de Antropología e Historia Calle 12 No 2-41. Bogotá, D.C. (Colombia) Teléfono: 5619500 / 5619600. Correo Electrónico: [email protected] Página web: www.icanh.gov.co Noticias/Notícias 131 DOCTORADO EN ARQUEOLOGÍA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, OLAVARRÍA El Doctorado en Arqueología en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, amplía el horizonte de formación académica de los graduados en arqueología y disciplinas afines y genera una oferta diferente y de calidad para los graduados de Argentina y de América del Sur. Aborda temas que no son regularmente ofrecidos en otros programas pero que son de crucial importancia para alcanzar una completa formación arqueológica contemporánea (e.g. temas de teoría arqueológica actual, etnoarqueología, geoarqueología, procesos de formación de sitios, tafonomía, protección del patrimonio, etc.). Aunque el Doctorado pretende que el graduado tenga una formación universal está enfocado a tratar temas de relevancia para la arqueología latinoamericana. El objetivo del Doctorado es formar doctores con una sólida formación teórico-práctica, capacidad crítica y reflexiva y aptitud para desarrollar un trabajo científico original de alta calidad. Se espera, además, que los alumnos del Doctorado desarrollen criterios éticos en relación a la práctica profesional y al respeto de los pueblos originarios de América y adopten una actitud consciente y reflexiva sobre las implicaciones sociales y políticas de sus investigaciones. El Doctorado en Arqueología tiene una planta estable de 20 profesores que dictan, al menos, un curso cada dos años. Este plantel se amplía anualmente con profesores invitados nacionales y extranjeros que imparten cursos en sus respectivas especialidades. El director del Doctorado es el Dr. Gustavo G. Politis. La inscripción está abierta de marzo a noviembre de cada año. Informes: Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Avda. Del Valle 5737 - B 7400 JWI Olavarría,Argentina. Tel.+54(0)2284 450331/450115 int.315/392/306. Fax: +54(0)2284 451197 int. 301. Correo electrónico: [email protected]; sitio web: www.soc.unicen.edu.ar/ posgrado