Año 970. Córdoba/ Constantinopla
I.- Situación política 970
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El Imperio Musulmán se extendía de Bizancio a la India e incluía el anterior
imperio persa, Jordania, Egipto, el norte de África y el Califato de Córdoba. En
el 756 la dinastía omeya es sustituida por la abasí y la sede del califa se traslada
de Damasco a Bagdad. De la matanza sólo escapa Abderrahman que consigue
dominar el emirato establecido en al-Ándalus tras la victoriosa invasión de 711 y
el desmoronamiento del reino visigodo.
El Imperio Romano Germánico está regido por Otón I (coronado por el Papa en
Roma en 962). El nuevo Imperio de Occidente sustituye al Carolingio que había
edificado Carlomagno (coronado emperador en 800). Incluye la mayor parte de
Alemania, Holanda, Austria, Suiza más el Norte de Italia y una pequeña parte de
los países del Este europeo.
El Imperio Bizantino es el heredero de la otra mitad (Oriente) en que dividió el
emperador Teodosio (año 395) el Imperio Romano. Incluye el extremo sur de
Italia, Grecia, gran parte de Turquía y una extensa zona de influencia hacia
Armenia, Servia y Bulgaria. En 970 el basilcus es Juan I un yerno del gran
Constantino VII.
El resto de Europa está dividido en múltiples países. Francia se consolidará en
pocos años con los Capeto (987) aunque aún tardará tres siglos y medio en
extender su ducado de París a todo el país. Inglaterra se unifica con Edgardo,
aunque sufre continuas invasiones vikingas de los países del norte. Casi un siglo
más tarde (en 1066) la conquista por Guillermo de Normandia pone los
cimientos de una monarquía anglofrancesa En el Este, el reino de Polonia es
vasallo del Imperio Germánico. Los pueblos húngaros cesan en su expansión
hacia el Oeste. Se unifica una zona amplia de las futuras Rusia y Ucrania en el
Principado de Kiev.
Hace unas décadas (año 929) que Abderrahman III ha reunificado al-Ándalus
como Califato independiente de Córdoba. En 970 el califa es Alhaquen II y
entre los altos dirigentes del califato está Abuámir, el futuro Almanzor que
terminará desplazando del poder a los descendientes del califa.
Los principales reinos cristianos de España en 970 son el Reino de León (que
incluye el norte de Portugal, Galicia, Asturias, Cantabria y la parte del norte de
Castilla no dominada por el Califato) y el Reino de Navarra (incluido País
Vasco) que gobiernan, respectivamente, Ramiro III y García Sánchez I. Aparte
hay diversos condados como los de Castilla (Fernán González) ó Barcelona
(Borrell II), este aun bajo soberanía franca, cuyo vínculo rompería
definitivamente en 988.
II.- Sociedad 970
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Para la cronología musulmana el año 970 cristiano equivalía al 348, según sus
cuentas, que inician en el momento de la huida del profeta Mahoma de la Meca a
Medina (la “hégira”) en nuestro 622.
Para la cronología bizantina el año 970 equivale al 6477, ya que contaban desde
la hipotética fecha de creación del mundo, que situaban 5507 antes del
nacimiento de Cristo.
El tipo de vivienda habitual en la Córdoba del 970 es sin ventanas ni fachadas
principales, siguiendo la concepción intimista de una arquitectura orientada
hacia el interior, hacia la privacidad.
Las casas en la parte central de Constantinopla solían ser de dos y tres pisos,
con balcones e incluso terraza exterior, ventanas cubiertas con placas de
alabastro o cristales.
La ciudad de Córdoba estaba amurallada y dentro del recinto se encontraba el
barrio árabe. Fuera el amplio barrio mozárabe, una agricultura floreciente,
principalmente a lo largo del Guadalquivir en cuyo valle había unas 5.000 norias
y una amplia red de acequias. También los oficios más sucios como tintoreros y
curtidores. Hacia el norte residencias campestres para las clases acomodadas
(“munyas”). En total se calcula que podría tener 100.000 viviendas, 700
mezquitas, 300 baños públicos, 70 bibliotecas y hasta 80.000 comercios.
A unos 10 Kms. de Córdoba, la ciudad del califa, Medina al-Zahra, cuya
construcción duró 25 años y dio trabajo a 2.000 obreros. Incluía, en diversas
terrazas, palacios, jardines, estanques, mezquita y múltiples edificaciones para
los funcionarios al servicio del califa. En total unas 1.000 hectáreas.
Los desplazamientos por tierra son lentos. Los viajes son escasos y es habitual
parcelarlos en etapas de apenas 25 Kms. al día, en jornadas relativamente cortas,
ya que hay que llegar a las ciudades antes de que cierren sus puertas.
La ciudad de Constantinopla estaba protegida toda ella por una muralla con
diversas fortificaciones adicionales de defensa. Había baños públicos, hospitales
e incluso burdeles autorizados, múltiples tiendas, suntuosas edificaciones con
agua que llegaba hasta sus cisternas y con un sistema de desagües y cloacas que
llevaban las aguas sucias al mar. El complejo político-lúdico-religioso se
encontraba en una punta de terreno en forma de cuerno e incluía iglesias, la
acrópolis, un hipódromo para 40.000 espectadores y las residencias imperiales.
Las formas de comportamiento social en Constantinopla eran refinadas y se
consideraban como propias de una sociedad rica pero decadente por algunos
observadores extranjeros. Los hombres parecían afeminados en comparación
con los rudos caballeros del Occidente europeo. Incluso para comer utilizaban
unos extraños utensilios desconocidos en el resto de Europa (tenedores y
cuchillos)
En al-Ándalus el idioma común era el árabe, aunque algunos privilegiados
dominaban el latín y el griego. En particular los monjes mozárabes utilizaban el
latín y, poco a poco, iban construyéndose unas lenguas romances (castellano,
catalán, vasco, gallego-portugués) en las zonas no islamizadas. A mediados del
siglo X, en el monasterio de San Millán de la Cogolla (Rioja) un monje realiza
anotaciones al margen de un manuscrito, que ha quedado como hito fundacional
del castellano. En Bizancio el idioma predominante era el griego.
III.- Demografía 970
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La población mundial a finales del siglo X podría estar alrededor de los 250-300
millones de personas, de los que 40 millones vivirían en Europa, incluidos los
países del este y el Imperio Bizantino (unos 25 en Europa Occidental). Casi la
mitad de esos europeos de Oriente y Occidente (unos 18 millones) vivían en los
países mediterráneos y entre 5 y 7 millones en la península ibérica. El Imperio
Musulmán contaría con cerca de los 50 millones de habitantes.
Raramente las ciudades superaban los 100.000 habitantes. Entre ellas Bagdad,
El Cairo, Córdoba (unos 500.000 habitantes según algunos historiadores árabes)
o Constantinopla (cerca del millón de habitantes incluyendo extramuros).
En al-Ándalus había una importante mezcla de razas y religiones. Sólo uno de
cada 100 habitantes era de origen árabe (principalmente suníes) y no llegaban al
10% los musulmanes no árabes, principalmente beréberes. El resto son antiguos
cristianos visigodos convertidos al Islam (muladíes) o que mantienen sus
creencias aunque culturalmente “arabizados” (mozárabes), así como judíos y
habitantes exóticos provenientes de tierras lejanas, más algunos esclavos.
También en Constantinopla había mezcla de razas. El predominio era de los
“grecanos” de religión cristiana ortodoxa. Pero, como punto estratégico entre
Oriente y Occidente, había comerciantes de diversas nacionalidades, peregrinos,
mendigos (algunos mutilados por el sistema penal del país) y eunucos,
principalmente procedentes de África, que era moda tenerlos como servidores,
secretarios, médicos o soldados.
IV.- Gobierno 970
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La Administración del Califato de Córdoba era compleja. El califa delegaba los
asuntos de gobierno en un visir principal (hachito), que organizaba las
audiencias del califa. Después, había visires (diwan) por áreas de trabajo (en
particular el visir de impuestos y tesoro, ejército y justicia) y numerosos
consejeros (alfaquies). Del visir de justicia dependían los cadíes que resolvían
los conflictos en las distintas ciudades. También jugaban un papel importante en
cada zoco el controlador general (almotacén o zabazoque), los inspectores del
fisco (musrif) y los vigilantes de la correcta utilización de pesos y medidas
(muhtasib). El servicio de comunicaciones era muy complejo y eficiente para la
época, con un sistema de mulas para el transporte de correspondencia, veloces
negros sudaneses para urgencias, palomas mensajeras o torres de vigía.
Los ingresos del Califato provenían de sus propiedades, confiscación de bienes,
minas y múltiples impuestos y tasas, principalmente sobre el funcionamiento de
los zocos (qábala) o el comercio internacional. Los creyentes pagaban
directamente el diezmo (azaque) a las mezquitas y los judíos o cristianos un
impuesto de capitación (yizya) por varón adulto. La recaudación corría a cargo
de un cuerpo especial de funcionarios (almojarifes).
La cuantía de los ingresos públicos para todo el Califato se estima en unos seis
millones de monedas de oro (dinares) anuales. Sólo el coste de construir Medina
Azahra se calcula en 300.000 dinares en cada uno de los 25 años que duró la
obra. Al cambio actual de su peso en oro, ingresos de sólo unos 300 millones de
euros o dólares, cifra ridículamente baja para los presupuestos mil millonarios
de nuestros días, pero que hay que valorar por el poder adquisitivo y la
capacidad de generar recursos de aquella época.
La Administración del Imperio Bizantino también era de gran complejidad. Del
emperador (basileus) dependía un controlador general (sacelario) que
coordinaba un amplio equipo de escribas, contables y delegados especiales para
el Tesoro Público, la recaudación de impuestos, las propiedades de la corona
(como la industria de la seda y la textil de lujo) o la flota. Después había
ministros (logotetas) por grandes áreas como obras Públicas, Rebaños, Defensa,
...
La figura central de la administración de la ciudad de Constantinopla era el
prefecto, una mezcla de gobernador civil y presidente de jueces y la figura más
influyente después del basileus y del patriarca de la iglesia ortodoxa. Las
dignidades administrativas y de alto servicio en palacio podían adquirirse
pagando una cantidad no reembolsable (precio de la dignidad) por la que se
recibía un sueldo de por vida que equivalía a un interés (del 3 al 8% del capital
invertido). Sólo podían acceder los ciudadanos no considerados indignos como
criminales, libertos, herejes, comerciantes y artesanos.
Los ingresos de Bizancio provenían de sus propiedades (en parte confundidas
con las del basileus), de los servicios prestados (agua, alcantarillados y
suministros alimenticios de pan, aceite, vino o carne), así como múltiples
impuestos sobre tierras, comercios u oficios.
La cuantía del presupuesto anual de Bizancio se calcula entre 3 y 4 millones de
monedas de oro (besantes), algo por debajo del estimado para el Califato de
Córdoba (6 millones de dinares).
V.- Dinero 970
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Con la excepción del Califato y Bizancio, en Europa era habitual hacer las
cuentas en sueldos y dineros de plata. El dinero era una pequeña moneda de
apenas dos gramos de peso en plata, es decir, que podríamos asimilarla a una
moneda actual de un euro, aunque con una capacidad adquisitiva superior. Con
un dinero podían comprarse más de 10 panes de trigo y hasta 20 de centeno o
cebada. Posiblemente una familia media viviría con pocos dineros por día. Cada
12 dineros equivalían a un sueldo y cada 20 sueldos constituían una libra
(unidad de peso de unos 400 gramos).
En el recuerdo de los europeos quedaba el lejano áureo romano de tiempos del
emperador Augusto (equivalente a 25 denarios de plata), el solidus aureus de
Constantino y el tremis o triente, también de oro, de la época visigoda.
En el Califato de Córdoba, funcionaba un patrón bimetálico con monedas de oro
(dinares) y plata (dirhems), aparte de pequeñas monedas de cobre (felús). Un
dinar de oro pesaba unos 4 gramos y podía equivaler al precio actual del oro
(10-12 euros por gramo) a unos 50 euros, aunque su poder adquisitivo sería muy
superior. El uso del dinar se limitaba a ser atesorado por particulares (una
familia con unos cientos de dinares se consideraba rica) o forma de pago de
grandes transacciones, principalmente internacionales. Para compras menores se
utilizaba el dirhem de plata (a 20 por dinar, algo así como una moneda de dos
euros) y, para el día a día, el felús de cobre (60 por dirhem, es decir algo así
como nuestros céntimos de euro).
Como forma de medir la capacidad adquisitiva de las monedas del Califato,
algunos ejemplos:
- Un alto cargo de la Administración podría cobrar entre 15 y 30 dinares por
mes (es decir, algo así como 1.000-1.500 euros al precio actual del oro)
- Un niño aprendiz podría remunerarse con uno o dos dirhems de plata por
semana (menos de medio euro por día).
- El precio de un burro era de unos 60 dinares y se alquilaba un mulo por unos 3
dinares al mes.
- El impuesto anual especial a pagar por un judío o mozárabe era de 1 a 4
dinares de oro por varón adulto.
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En el Imperio Bizantino el patrón monetario era el oro, representado por el
besante (moneda ligeramente de más peso que el dinar del Califato) al que se ha
llegado a denominar «el dólar de la Edad Media». También circulaban monedas
de plata, valoradas a una relación muy beneficiosa con respecto al oro, para que
los extranjeros la cambiasen por el poco oro de que dispusieran (18 gramos de
plata por uno de oro, mientras que la norma internacional era 12 ó 14 a uno).
También existía el electrón (una mezcla de oro y plata), así como monedas de
cobre.
A efectos de medir la capacidad adquisitiva del besante de oro (unos 55 euros al
precio actual del metal), podemos utilizar como referencia que un soldado venía
a cobrar unos 6 besantes al año, es decir media moneda de oro por mes.
VI.- Actividad económica 970
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A finales del siglo X era el Imperio Islámico el mercado más integrado y servía,
además, de principal redistribuidor de productos provenientes de Asia o África.
La “ruta de la seda” enlaza con China. En África, continuas caravanas
proporcionaban oro, minerales, marfil y esclavos. Todas las grandes rutas del
Océano Indico estaban en sus manos, con un ramal desde El Cairo a través del
Mar Rojo y otro a partir de Mesopotamia. También dominaba las rutas
marítimas del Mediterráneo desde Antioquia, Alejandría, Trípoli o Túnez.
Las mercancías típicas de ese comercio internacional del mundo islámico eran
la exportación de productos propios de su poder y lujo (armas, caballos, oro...),
importando para consumo propio y reexportación a Bizancio o Europa,
productos alimenticios, tejidos, pieles, porcelanas, materias primas, ...
El Califato de Córdoba exportaba principalmente productos alimenticios
(aceite, higos, pasas, almendras, azafrán, ...) y materias primas (lino o productos
de sus minas). Importaba productos de alto valor añadido, como refinados
perfumes, piedras preciosas, vestidos, alfombras... Sus principales rutas
llevaban a Bizancio, Oriente Islámico y Norte de África.
Constantinopla tenía una fuerte conexión marítima con las principales ciudades
italianas (Venecia, Génova), con el sur de Francia (Marsella), la Iberia cristiana
(Barcelona) y al-Ándalus, aparte de las rutas del Mar Negro.
La economía del Califato era básicamente agrícola pero también explotaba
minas (hierro, plomo, cobre, azufre, plata y mercurio). Elaboraba acero
(recociendo el hierro y enfriándolo varias veces) y hojalata. Trabajaba la madera
para obtener diversos utensilios domésticos y muebles, aparte de importantes
astilleros. Desarrollaban una productiva industria textil y del pergamino e
iniciaban la producción de pasta de papel.
Antonio Pulido, Momentos estelares de Econolandia
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Año 970. Córdoba/ Constantinopla I.- Situación